La forja de piedras con fuego se hacía hace 300.000 años


Una investigación en Israel revela que nuestros ancestros eran capaces de controlar la temperatura del fuego para reforzar sus herramientas líticas

Recreación ‘Homo erectus’ en un museo de Mongolia.

ROSA M. TRISTÁN

El control del fuego, es decir, tener la capacidad de hacerlo, es algo que se ha probado hace ya muchos años en los humanos más primitivos. No porque sea fácil, que basta intentar hacer una llamita con piedras u hojas secas y un palito para comprobar que aquello tenía su dificultad. Pero es que ahora, además, hemos sabido que hace 300.000 años, unos humanos, que para unos eran neandertales, para otros ‘sapiens’ muy arcaicos y que muchos apuestan porque eran una población local muy concreta, no sólo hacían hogares para calentarse, preparar alimentos o espantar bichos grandes y pequeños, sino que tenían un total manejo de las temperaturas que debían utilizar para hacer más eficaces sus herramientas según el uso que querían darles. Una destreza que, por lo que revela una nueva investigación, les convertía en auténticos ‘forjadores’ en pedernal.

Interior de la Cueva Qesem (Israel). @Filipe Natalio

Así nos lo descubren los autores de un artículo publicado ahora en la revista Nature Human Behavior, todos ellos implicados en las excavaciones de una cueva en Israel, la Cueva Qesem, que está dando muchas sorpresas y abriendo aún más incógnitas sobre la evolución humana. Por cierto, investigadores españoles, del proyecto de Atapuerca, también trabajan en este yacimiento desde hace años.

Filipe Natalio, uno de los arqueólogos autores de este trabajo/ Instituto Weizmann

El nuevo estudio, realizado por cinco investigadores, entre ellos Filipe Natalio, del Instituto Weizmann de Israel, revela que el misterioso grupo humano que vivió en Qesem en el Paleolítico Inferior tardío, calentaban las láminas de piedra, usadas como cuchillas, a unos 259ºC, las lascas a unos 413ºC y que para las tapas de las ollas llegaban hasta los 447ºC. Su objetivo, como se ha demostrado experimentalmente, es que se fracturaran lo menos posible, y estos homínidos lo lograban con una pericia sorprendente.

Yacimiento Qesem en Israel. ¡Peligrosa excavación! @FilipeNatalio

¿Cómo lo averiguaron? Pues, según relatan en este trabajo, utilizando una técnica llamada espectroscopia de Raman y utilizando modelos de temperaturas que van a ser muy útiles para otros científicos. En realidad, como me cuenta el arqueólogo del IPHES Jordi Rosell, que desde 2011 trabaja en este yacimiento (también lo hace Ruth Blasco, del CENIEH), «aquellos humanos no sabían de temperaturas, pero aprendieron cuánto tiempo tenían que estar las herramientas al fuego o a qué distancia situarlas, para conseguir el efecto que querían».

Lo misterioso, como explica Rosell, es que esta técnica avanzada de ‘forja’ en piedra, que triunfó localmente en Qesem, acabó por desaparecer con la expansión de la tecnología más típica de los neandertales, la musteriense, aunque para algunos, como el propio Rosell, también eran de esa especie. Es una conclusión a la que ha llegado tras los estudios realizados de los dientes hallados en Qesem por dos grandes especialistas en la materia, José María Bermúdez de Castro y María Martinón-Torres, del CENIEH, que los han comparado con los de la Sima de los Huesos de Atapuerca encontrando muchas similitudes con los neandertales arcaicos del yacimiento español. Filipe Natalio apunta, sin embargo, que «los dientes que se han encontrado en Qesem no encajan ni con ‘sapiens’, ni con neandertales ni con humanos modernos» y apuesta porquq puedan ser «una especie evolucionada localmente».

En todo caso, la forma que tenían de trabajar la piedra, es decir, su tecnología, es novedosa. Ha sido bautizada como Achelo-Yabrudiense y Natario me cuenta vía email que surgió coincidiendo con la desaparición de los elefantes -no se sabe si por el clima, la caza humana excesiva u otra razón-, y el cambio empujó a aquellos humanos a buscar otros animales más pequeños para alimentarse: «Las cuchillas son mucho más eficientes para matar animales pequeños. Lo novedoso es su comportamiento diferencial y un uso controlado e intencional del fuego, porque supone pensamientos y estrategias abstractas para fabricar diferentes tipos de herramientas. Eso es muy muy sorprendente y emocionante», reconoce el investigador. Natalio está convencido de que este trabajo abre una vía de estudio muy interesante: «Planeamos proporcionar a los arqueólogos el código y ayudarles a implantar esta estrategia en su investigaciones. Lo que más trabajo lleva es construir un modelo, porque hay que recoger la mayor cantidad de materia prima posible y hacer espectroscopía Raman. Una vez hecho, con nuestro código, obtendrán su propio modelo y podrán predecir cómo se hicieron sus herramientas».

El caso es que la Cueva Qesem no deja de sorprender a la comunidad científica. Descubierto en 2003 cerca de Tel Aviv, cuando se hacía la autovía que ahora tiene justo al lado, enseguida de vió que era un lugar especial. Al modo de la Gran Dolina de Atapuerca, se trataba de una cueva enorme colapsada y ‘rellena’ de sedimentos, un libro en piedra que va de los 20.000 años del techo hundido a los 400.000 de la base. De momento, llevan 15 metros excavados…lo que no hace nada fácil los trabajos y miles y miles de piezas arqueológicas de piedra, además de los dientes fosilizados.

La principal incógnita es, como señalaba, qué humano era aquel, tan ‘primitivo’ y a la vez tan ‘moderno’. Tras los primeros hallazgos se publicó que eran ‘sapiens’ muy arcaicos, quizás los primeros que salieron de África, pero el debate está abierto. «Yo creo que son neandertales, después de ver el estudio que realizaron en el CENIEH, pero curiosamente su tecnología era más avanzada que la de los neandertales posteriores. Además, están en una región compleja de Oriente Próximo, donde hay yacimientos de ‘sapiens’ y neandertales que se superponen. Si la hibridación de ambas especies fue justo en esa zona, puede que no sólo intercambiaran genes, sino también tecnologías», apunta Rosell.

Tampoco se sabe por qué desapareció esta forma cultural, muy localizada en Israel, Gran Líbano y zonas de Siria y Jordania. «Igual se quedaron aislados por un cambio del clima o tal vez, como me dijo Avi Gopher (co-director de las excavaciones), Israel es hoy una puerta de entrada y salida de África pero en momentos del pasado era diferente», plantea Rosell.

Ruth Blasco en la Cueva de Qesem junto a Ran Barkai, codirector de la excavación.

Hay que recordar que la arqueóloga Ruth Blasco, del CENIEH, lideró recientemente una investigación en esta cueva con los hallazgos de gran impacto: tras estudiar con otros colegas miles de huesos de patas de cérvidos encontrados en Qesem, que tenían unas extrañas marcas, y compararlas con los de gamos de los Pirineos, se reveló que los habitantes de la cueva israelí no sólo se comían su carne, sino que guardaban estos huesos de patas, a modo de despensa para tiempos de escasez, porque eran conscientes de que contenían un tuétano valiosísimo para su dieta que se podía conservar en perfecto estado hasta seis semana. Hoy, con nuestras neveras, parece poco, pero en aquel pasado remoto la carne que tanto costaba conseguir enseguida se echaba a perder… y el tuétano es una increíble reserva de grasas muy necesarias para el cerebro.

Otro descubrimiento realizado en esta cueva, también con participación española, reveló que sus habitantes eran capaces de cazar aves y que no sólo se las comían, sino que usaban sus plumas, quien sabe si como objeto simbólico de su relación con otros seres de la naturaleza.

Igualmente ha sido en este lugar donde se han encontrado las pruebas más antiguas conocidas de humanos que ‘inventaron’ la barbacoa, no muy distinta a la que seguimos practicando. «En el yacimiento neandertal de Abric Romaní tenemos muchos ejemplos de hogueras, pero es un lugar mucho más reciente (de hace unos 70.000 años). En Atapuerca, sin embargo, en las mismas fechas que en el yacimiento de Israel, que son el nivel TD10 de la Gran Dolina, no hay vestigios de fuego. De hecho, en toda Atapuerca no hemos encontrado restos de fuego. Quizás aparezcan en los nuevos yacimientos pero no hasta ahora. Por ello Qesem nos interesa mucho a quienes trabajamos en Atapuerca», reconoce Rosell.

Filipe Natalio también lo tiene claro: «Este lugar va a dar muchas sorpresas»

 

 

 

Atapuerca, a las puertas de ‘abrir’ un Penal


 

Pisando sobre el futuro yacimiento de El Penal en Atapuerca. @RosaTristán

ROSA M. TRISTÁN

No hay visita a los yacimiento de Atapuerca que no traiga consigo una sorpresa… Este año, la planificación de la apertura de un nuevo yacimiento, que no es sino la continuación, al otro lado de la Trinchera del Ferrocarril, del espectacular de la Gran Dolina, una gran cueva de la sierra burgalesa que el tiempo rellenó de restos del pasado y que la vía de un partió por la mitad para dejar al descubierto lo que escondía. Ahora ya sabemos que había en el margen derecho, pero ¿Y al otro lado?

Por un camino entre encinas y hojas con forma de corazón, Eudald Carbonell, María Martinón-Torres y Jordi Rosell llegan al punto, casi enfrende de la Gran Dolina en la que tienen previsto comenzar a excavar la próxima campaña. «Nos esperan aquí muchas sorpresas, y mucho trabajo», les dice Carbonell, mientras les hago una foto, quien sabe si histórica, de esa primera visita a lugar del equipo que dirigirá los trabajos, este año inmerso en el nivel TD4 del yacimiento de enfrente sacando fósiles de hace casi un millón de años…

Palmira Saladié me muestra una de las estalagmitas de TD8, Gran Dolina de Atapuerca. @ROSA M. TRISTÁN

En realidad, ya queda poco para llegar a la base del TD4 . «La calidad de los huesos grandes que hay, es de los mejores sitios de Atapuerca. Este años seguimos sacando osos que venían a invernar a la cueva, rinocerontes, cérvidos (seguimos con el ataque de cuernos, muchos de desmogue) y también era una trampa natural. Sólo de cuernos hemos sacado seis o siete enteros», explica entre el ‘toc toc toc’ permanente de los martillos, entre otros el de Martinón-Torres. «Son seis metros de capas lo que llevamos excavado, pero ya nos queda poco, aunque aún puede haber sorpresas», comenta Jordi, quizás pensando en esa herramienta de piedra que encontraron en 2013.

Aprovecho para  preguntar a la directora del CENIEH por el sorprendente trabajo científico que afirma que hubo ‘Homo sapiens’ en Europa hace 210.000 años. «No creo que fuera una colonización, si acaso un individuo o pequeño grupo que salió de Africa con antelación, pero hasta hace unos 50.000 años no fue cuando la especie se extendió en el continente», explica, expresando dudas que comparten otros muchos colegas expertos en el tema. «Pero está publicado en Science Advance’, no podemos obviarlo», puntualiza.

Sobre sus cabezas, el panorama es este año increíblemente distinto. Donde hasta 2018 se veían decenas de cuadrículas y huesos surgiendo entre los sedimentos, ahora salen estalagmitas como hongos… El pasado año ya dijeron adiós a la capa TD10, que es la que habitaron los ‘Homo heidelbergensis’ de la Sima de los Huesos hace entre 500.000 y 200.000  años, y que tanta información ha proporcionado sobre su forma de vida y sus estrategias de caza. «El TD9 era un nivel pequeño que no tenía casi nada y ha sido fácil eliminarlo. Ahora en la parte superior del TD8 nos encontramos estalagmitas, pero estamos en un nivel que sabemos que tiene restos paleontológicos y cuando lleguemos más abajo, habra´mucho material»,  me dice Antonio Rodríguez, que se define como uno más de los ‘nómadas paleontólogos’ que cada año participa en las campañas en este baúl de fósiles de la sierra.

El hoyo de la Sima del Elefante, cada año más profundo. @Rosa M. Tristán

Debajo de los andamios de La Galería, otro de los yacimientos de la Trinchera, se ‘esconde’ Josep Maria Vergués, el arqueólogo experto en dataciones. Anda buscando hierro para determinar la datación exacta del yacimiento que en su día fue una trampa, un auténtico ‘paleo-supermercado’ para los humanos que rondaban estas tierras. «Mira esta zona más oscura. Creo que pueden ser niveles con materia orgánica», me dice.

Ya en La Galería, Isabel Cáceres, sigue al pie del cañón. Me lleva hasta el punto exacto en el que acaba de asomar un bifaz de piedra, que parece clavado en el suelo, con la punta hacia arriba. Es el cuarto a día de hoy de la campaña. «Si es que, claro, preferían llevarse la carne y dejar aquí las herramientas, que no tenían bolsillos donde guardarlas», comenta con meridiano sentido común. ¿Y qué más dejaban? Pues cotillas y cabezas, como las de los caballos que han encontrado no lejos de los bifaces.

Impresionante montaje en la Cueva Fantasma, donde esperan encontrarse neandertales. @Rosa M. Tristán

El cambio de panorama más espectacular, no obstante, me espera en Cueva Fantasma. Es espectacular el panorama con un gran techado que cubre lo que en su dia fue una caverna y hoy en un espacio donde el sol machaca las neuronas. Aún andan limpiando las zonas removidas, bajo la batuta de Josep Vallderdú y Ana Isabel Ortega. También aquí están encontrando restos de caballos para aburrir… «Parece que debía ser una galería con muchas bifurcaciones, no una sala grande, pero aún estamos comenzando el trabajo», me explican. El mirador que han hecho para que las visitas puedan asomarse al yacimiento es impresionante. Por un lado, vistas a toda la sierra y alrededores; por otro, al espacio que, quizás, un lejano día habitaron los neandertales de Atapuerca.

Con Eudald Carbonell, Marta Navazo y miembros del equipo en La Paredeja.

Como el año pasado no pude visitar Cueva Mayor, este año me acerco al Portalón, donde no dejan de aparecer restos del Neolítico, ya sea un molino primitivo, hogares, restos de adornos… Es uno de los lugares más frescos para excavar en un año que está siendo duro por el calor, y que sobrellevan con lo que llaman el ‘año hippy’, por aquello que fomentar el ‘buen rollo’ entre todo el equipo. Aún más fría y húmeda es la Sima de los Huesos donde no llegó, pero imagino al equipo de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez Mendizábal dándole al buril.

Sin tiempo para pasar por la Sima del Elefante, otro yacimiento a punto de llegar al final de su recorrido y donde se halló el resto humano más antiguo de Europa (el s.p.), Eudald Carbonell me acerca a conocer el más reciente, hasta que El Penal (o ‘Papillon’, que así quieren llamarle algunos) inicie su andadura. Es La Paredeja, que ya conocí el año pasado y que dirige Marta Navazo. En lo que va de campaña ya han encontrado 240 piezas de piedra elaboradas por neandertales. El equipo ansía que llegue el día en el que aparezcan restos fósiles, pero aún está por llegar..

 

 

 

 

 

 

Una gran aventura: «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado» (RBA)



ROSA M. TRISTÁN

Hay veces que la vida te pone delante oportunidades que no puedes dejar escapar. Recuerdo que iba en el coche cuando un domingo, a esa hora en la que casi todo el mundo sestea, me llamó Eudald Carbonell, uno de los tres codirectores de Atapuerca. «¿Quieres escribir un libro conmigo sobre el proyecto?». Han pasado cuatro años desde esa llamada y el libro que ahora tengo en mis manos. Muchos días de buscar documentación, de confirmar datos, de entrevistas,  de visitas a los yacimientos para ‘empaparme’ bien de todo lo que allí se cuece, siempre de la mano de Eudald, a veces de José María Bermúdez de Castro, o de Juan Luis Arsuaga, pero también de otros muchos y muchas que están ahora aquí, en mis manos, en estas 400 páginas envueltas en el cráneo de ‘Miguelón’. A todos ellos les dedico mi parte en este trabajo «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado» (National Geographic, RBA).

Aquel día tuve que parar el coche. Atapuerca. Desde que conocí esa grieta en la sierra me atrapó entre sus entrañas, no sólo porque era el primer yacimiento paleontológico que visitaba sino porque las gentes que por allí pululaban, piqueta en mano, me acogieron desde el principio como alumna novata pero aplicada. Después, he visitado muchas otras excavaciones, en España, en África, en América Latina… Todas fascinantes, con historias que contar que van mucho más allá que la mera noticia. Historias de humanos de hoy y de un ayer que se remonta al origen de nuestros tiempos como especie. Quien le iba a decir al Homo antecessor que sus parientes acabarían viviendo apiñados en gigantescos y extraños montículos cuadrados que se llaman rascacielos, que se incendiarían los bosques llenos de caza por placer o, lo que es casi peor, para que unos fueran superiores a otros por sus riquezas, que sería cada día más difícil respirar el aire que da la vida, que no se podría beber el agua turbia de los ríos porque alguien la envenenó, que hablarían mis mirarse a los ojos y se reproducirían tras depositar sus ‘semillas’ en extraños objetos transparentes.

Con Eudald, Emiliano Aguirre y su mujer, en su despacho. @ROSATRISTAN

Pero también, quien le iba a decir que alguien mimaría sus huesos como un tesoro, y los estudiaría con mil y una técnicas para descubrirnos lo que comía, lo que le enfermaba, lo que hacía con sus manos, lo que sentía por los demás…

Aparqué y contesté a Eudald que sí, que contara conmigo para contar la historia de esos 40 años de trabajo, de dificultades y éxitos espectaculares. Y decidimos que él, como no podía ser menos, sería el hilo de un relato hecho en primera persona, porque sus experiencias vitales son intransferibles, como lo es su visión del proyecto.

Así, nos pusimos manos a la obra, interrumpida a veces por otros asuntos, pero nunca olvidada. Durante muchos fines de semana nos reunimos en una casa rural cercana a Burgos, familiar, acogedora (El Molino), acompañados por una chimenea y los buenos guisos de Mila y Maxi. Otras, en la sede de la Fundación Atapuerca, en Ibeas de Juarros, más formal, pero donde el equipo de allí nos apoyaba para buscar un dato, una imagen..  Luego, para ordenar ideas, también hice alguna escapada ultramar, hasta Fuerteventura, la isla de la tranquilidad, y sobre todo muchas visitas a la sierra, casi siempre en campaña estival, pero también en el frío invierno, compartiendo una carne asada en una hoguera, de forma no muy distinta a como lo harían los neandertales que la habitaron. Y así hasta ‘empaparme’ bien, del pasado y del presente.

Ahora aquí está el resultado. Y no sería lo mismo sin las ilustraciones de Mauricio Antón, sin las fotos de Javier Trueba, Jordi Mestre y muchos más, sin la cuidada edición de National Geographic (RBA) y, sobre todo, sin los fantásticos prólogos que nos han hecho Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro, codirectores del proyecto con Eudald Carbonell en esos 40 años.

El libro desde ya está a la venta ‘on line’ y en las librerías. En breve, también en versión digital para quien prefiera leerlo en ebook. Pero, la verdad, es una edición tan hermosa que merece la pena tenerlo entre las manos.

Sólo deseo, como coautora, que disfrutéis tanto leyéndolo como Eudald  y yo lo hemos hecho al escribirlo. Puedo decir que desde que colgué aquella llamada, un domingo invernal, a la hora de la siesta,hasta hoy, con «Atapuerca : 40 años inmersos en el pasado» ya en mis manos, no he dejado de aprender ni un sólo día.

UN ÁLBUM PARA EL RECUERDO

Y FIN….

Los neandertales de Atapuerca, entre «Fantasma y Estatuas»


Yacimiento de Cueva Fantasma, en tareas de limpieza previas a la excavación. @Rosa Tristán

ROSA M. TRISTÁN

Llegar a media mañana a la Sierra de Atapuerca, en plena campaña de excavación, es coincidir con el momento en el que los equipos de todos los yacimientos se reúnen en un descanso que aprovechan para ponerse al día de las primeras novedades de la jornada. Es un buen momento para comentar, entre un café y un bocadillo, el último hallazgo en cualquier punto de la sierra, salvo el Mirador, cuyo enclave está lejos para aprovechar el refrigerio.

Este pasado 22 de julio justo entraba a la Trinchera en ese momento y llevaba el objetivo bien claro: conocer la nueva Cueva Fantasma, llamada así porque realmente su aspecto hoy no es el de una cueva así que, aunque presentían que existía, no la encontraban. Eudald Carbonell ya me había enseñado el año pasado los inicios de los trabajos en ese lugar situado justo encima de la Gran Dolina, otra grande y famosa cueva, lugar de tantos hallazgos importantes para la evolución humana, pero fue después de irme cuando encontraron el fragmento de un cráneo que, por su cronología, debe ser de un neandertal, aunque no se ha confirmado.

Este año ha pasado lo mismo: el último día de excavación, apenas 48 horas después de mi visita, han encontrado otro fósil de neandertal de hace 50.000 años, en este caso un hueso de un pie,  y ha sido en la Galería de las Estatuas, un yacimiento situado al final de la Cueva Mayor en la que un equipo los buscaba desde hace años y que también visité en una ocasión. El hallazgo tuvo lugar en el lugar donde se lavan los sedimentos,  en las orillas del río Arlanzón, donde el equipo dirigido por Gloria Cuenca los criban para que nada escape, mucho menos un hueso de un homínido por pequeño que sea.

Falange de un pie de neandertal hallado en Galería de las Estatuas. @Javier Trueba

Los neandertales eran las piezas que faltaban en Atapuerca para tener completa en la sierra burgalesa toda la historia de la evolución  humana en Europa desde hace 1,2 millones de años hasta nuestros días. «Estamos convencidos de que sus restos aparecerán antes o después. Tenemos sus lugares de asentamiento, sus herramientas. El yacimiento de Fuente Mudarra era un taller al que iban a hacer utensilios de piedra. Sabemos que estaban y los encontraremos», me han repetido los codirectores a lo largo de los últimos 15 años. Ahora, hay dos yacimientos que seguramente los tienen, el ya confirmado de Galería de las Estatuas y  Cueva Fantasma, donde todo indica que también proporcionará piezas del puzzle neandertal.

Precisamente, tal como quería, Cueva Fantasma fue lo primero que visité después del refrigerio en esa mañana. Su apariencia, para mi sorpresa, es muy distinta a la que recordaba del año anterior. Ante mis ojos había una gran extensión de terreno a cielo abierto, en la que ya en las primeras tareas de limpieza superficial en apenas un mes habían encontrado una gran cantidad de fósiles. Es una nueva mina para excavar durante decenas de años: 12 metros de sedimentos que está en el nivel más alto de las galerías que socavan la sierra. “Si queríamos encontrar neandertales, este es un lugar adecuado por su cronología. El año pasado, entre los restos de limpieza, ya encontramos un trozo de cráneo que seguramente pertenece a esta especie, aunque hay que excavar para confirmarlo”, explicaba Carbonell ante el yacimiento.

En el interior, Ana Isabel Ortega y otros compañeros barrían, con cepillo y recogedor, llenando cubos de tierra de los restos de la antigua cantera. Justo encima de su cabeza, ya asomaba un palimpsesto, todo un amasijo de huesos fosilizados (bóvidos, caballo, quizás de ciervos… ). “Ven a verlo de cerca”, me dijo. Es el tipo de invitación que no se puede rechazar, así que en esa primera parada en Atapuerca acabé junto a un montón de fósiles que aún no se sabe cómo allegaron ahí, ayudándola a cargar y vaciar los cubos. “Esto de trabajar en un yacimiento en Atapuerca no lo habías hecho aún”, me comentaba mientras me iba describiendo el lugar y me dibujaba la inmensa Cueva Fantasma en la cabeza. “Aquí tienes unas costillas y más allá parece un húmero”, explicaba Anai mientras el polvo se me metía en la piel y mi temor a pisar algo importante iba en aumento.

Yacimiento de la Gran Dolina, donde han aparecido 8 bifaces achelenses. @ROSA TRISTÁN

Después de pasar un buen rato en lo que fue una caverna hace decenas de miles de años, me ‘enganché’ a José María Bermúdez de Castro para que me llevara hasta la cercana Gran Dolina, donde entramos por su parte superior para bajar a la excavación por una de los laterales. También es una cueva sin techo, pero en este caso fue el equipo quien lo quitó hace décadas para poder descubrir lo que ocultaba.

La Gran Dolina desde arriba, con su infinidad de cuadrículas y las cabezas agachadas sobre ellas sacando restos del pasado, y al fondo la Trinchera del Ferrocarril, es una imagen fascinante. “Estamos en el final del nivel 10 y en contacto con el nivel 9 hemos encontrado ocho bifaces achelenses este año. De hecho, íbamos a bajar más rápido pensando que no había ya nada importante, pero al encontrar los bifaces hemos ralentizado el ritmo” , me contaba Bermúdez de Castro entre la incesante percusión de los martillos machacando grandes moles de piedra, la música permanente de Atapuerca. La arqueóloga Marina Mosquera, en una pausa entre golpe  y golpe me reconocía que están “encantados” de acabar de excavar este duro nivel 10: «Hemos quitado aquí toneladas de piedras y ya estamos pensando en lo que hay abajo; queremos acabar con la dinámica de tantos bloques de piedra”.

Unos cuantos niveles más abajo, se encuentra TD4, con restos fósiles y herramientas de casi un millón de años. Allí, como esperaba, se encontraban Jordi Rosell y María Martinón-Torres, junto con un equipo de excavadores  que se ha traído María del University College of London, donde da clase e investiga desde 2015. Este año en TD4 han sacado restos de hienas manchadas, de las que han encontrado un cráneo entero. “Esto es importante, porque nos confirma que hace un millón de años ya estaba esta especie en Europa, una prueba más de que comenzaba la modernidad”, me explicaba Rosell.

Seguí por la Trinchera hasta el yacimiento de La Galería para saludar a Isabel Cáceres y comprobar que ya han logrado unir toda la superficie del yacimiento, esa trampa o ‘supermercado’ como le gusta llamarle, que antes estaba dividido en dos partes por un bloque de piedra, y ahora parece mucho más grande. Toda una remodelación. Y como excavar en Atapuerca ‘engancha’, concentrada sobre una cuadrícula trabajaba Aurora Martín, directora del Museo de la Evolución Humana, dándole al cincel y al martillo. “Todos los años lo hago. Me desconecto de las tareas del museo. Y por cierto, vente por allí, que hay una excelente exposición nueva sobre las montañas”.

Ya apretaba el Sol de mediodía cuando abandoné la Trinchera, no sin antes visitar a Rosa Huguet y a Xose Pedro Rodríguez en la Sima del Elefante, conocer el socavón que han hecho enfrente del yacimiento-agujero en el que se encuentra la Sima y ser presentada a su mascota del día: un simpático ratoncillo de campo que había amanecido entre las cuadrículas. No hubo tiempo para acercarse hasta El Portalón, ni al Mirador para conocer de primera mano los nuevos cadáveres canibalizados que han encontrado este año, pero es que Atapuerca es demasiado grande para abarcarlo en un día.

Aurora Martín excavando en La Galería. @Rosa Tristán

Por la tarde, mientras sabía que los excavadores limpiaban, restauraban y clasificaban todo lo que han encontrado en la residencia Gil de Siloé, en el Museo de la Evolución me esperaba Aurora y la exposición ‘Montañas’, un excelente recorrido por lo que han supuesto las montañas para el arte, la ciencia, el misticismo y la exploración que ha contado con la colaboración del catedrático Eduardo Martínez de Pisón y que reúne 200 piezas, algunas realmente sorprendentes. Hasta mediados de diciembre se puede visitar, así que hay tiempo. Y como era un día de fortuna, dio la casualidad que Juan Luis Arsuaga estaba recorriendo en ese momento la muestra, que era el único codirector de Atapuerca al que no había visto en esa intensa jornada.

Él me dio la pista de un colofón de lujo para la jornada: un concierto audiovisual que tuvo lugar ese mismo día 22 en el Museo dedicado a Einstein con diferentes piezas de música clásica ‘ilustradas’ con obras audivisuales muy ‘especiales’, muchas del fotógrafo José Latova. Utilizando pigmentos en agua, con diferentes densidades y con técnicas previas a la digitalización, según me contó Latova, el artista había conseguido generar movimientos que recordaban a las imágenes de galaxias, supernovas y agujeros negros del telescopio Hubble.

Y así pasé de lo más terrenal a lo cósmico en tan unas horas. No se puede pedir más.

 

Las 8 piezas con historia que Atapuerca 2016 desveló


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ROSA M. TRISTÁN

La campaña en Atapuerca de este año se presentó excelente desde los primeros días. Al final, lo más fascinante, sin duda, son esos restos de hace 400.000 años que aparecieron al final en la Cueva El Fantasma, en la que este año se ha empezado a excavar. «Hay que estudiar ese trozo de parietal, pero estoy casi seguro que será de neandertal primitivo», me asegura Eudald Carbonell, transcurridas ya varias semanas desde aquel momento, y recién acabadas las excavaciones en su otro ‘niño mimado’, el yacimiento neandertal del Abríc Romaní.

Ese hallazgo me pilló a muchos miles de kilómetros de Burgos, pero ya antes de producirse, el equipo de esta sierra castellana había sacado a la luz piezas que escondían grandes historias, como las ocho que, tras ser escogidas por los coordinadores de cada uno de los yacimientos,  he relatado en una serie publicada en el Diario de Burgos. Un pequeño fósil de águila, una gran mandíbula de caballo, un cráneo humano o un toro salvaje son la excusa perfecta para viajar del Neolítico al Pleistoceno sin salir de este pequeño Laboratorio para Sapiens. En cada link, un capítulo de la serie..

EL DEDO QUE SEÑALA LA SIMA DE LOS HUESOS 

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BANQUETE NEOLÍTICO DE UN TORO SALVAJE

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UN CRÁNEO HERVIDO Y CANIBALIZADO 

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LA SONRISA DE UN CABALLO DE ATAPUERCA 

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ATAQUE DE CUERNOS EN LA GRAN DOLINA

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UN NUEVO KIT DE HERRAMIENTAS 

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AGUILAS PESCADORAS DEL PLEISTOCENO

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EL PUERCO ESPÍN Y LOS CUERVOS DE LA TRINCHERA

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Historia del trilobites ‘deseado’ y el yacimiento «encementado»


Las máquinas, destrozando el yacimiento. |JUAN CARLOS GUTIÉRREZ-MARCOS

Las máquinas, destrozando el yacimiento. |JUAN CARLOS GUTIÉRREZ-MARCO

ROSA M. TRISTÁN

Coinciden en el tiempo la historia de dos hallazgos que, por ser en la misma comunidad autónoma, Castilla y León, resulta cuando menos contradictoria: en  uno pareciera que se tiene en gran aprecio un patrimonio paleontológico que en el segundo caso se destruye sin mayor miramiento. Se trata del caso de un trilobites encontrado en la Rinconada de la Sierra (Salamanca), que con 520 millones de años podría ser el más antiguo descubierto hasta ahora, y del yacimiento del Silúrico de Salas de la Ribera (León), que con 400 millones de años acaba de ser sepultado en cemento, pese a ser un referente mundial.

Trilobite de

Trilobites de Rinconada de la Sierra.

El hallazgo del trilobites, un artrópodo del Paleozoico, fue dado a conocer a finales de junio por la agencia Efe, a raíz de lo cual fue publicado en varios medios. Un grupo de paleontólogos, entre los que se encontraba el geólogo de Zaragoza Eladio Griñán, lo habían descubierto hace ya 20 años mientras realizaban una prospección en  la Sierra de Francia, en concreto en el municipio de la Rinconada de la Sierra (Salamanca). Se lo llevaron a Zaragoza para su estudio y sólo ahora su datación se publicó en la Revista Científica de Cambridge, descubriendo su valor real. Todo este tiempo ha estado bien conservado en el Museo de la Universidad aragonesa.

Y ahí ha comenzado el problema, pues resulta que en el Ayuntamiento de la Rinconada, que nunca se ha ocupado de este lugar, fue enterarse de su existencia e iniciar una reclamación del fósil, a la que vez que denunciaba a los científicos por haberse llevado el trilobites, que quiere recuperar a toda costa, lo cual es bastante ridículo, porque se trata de una cabeza lisa de poco más de  un centímetro cuadrado que sólo es apreciable por expertos y dentro de un contexto geológico, y el Ayuntamiento no parece la institución más adecuada para asegurar la conservación futura de una muestra de esta naturaleza, tarea para la que están los museos e instituciones científicas acreditadas internacionalmente.

Frente a este inusitado interés por el deseado artrópodo fósil, en la misma Castilla y León, a unos 350 kilómetros de distancia, ha tenido lugar una situación muy distinta. El paleontólogo Juan Carlos Gutiérrez-Marco, sin disimular su indignación, denuncia  que las obras de la N-536, en Salas de la Ribera (León) han encementado uno de los más importantes yacimientos del Silúrico en el mundo, un lugar para el que llevaba años reclamando protección, con nulo éxito. Y es que este lugar, con 400 millones de años, era un enclave único para el estudio de las colonias de sinrabdosomas, es decir agrupaciones de graptolitos (invertebrados marinos) que ayudaron a explicar cómo estos seres vivos sobrevivían en zonas profundas de los océanos cuando escaseaban los nutrientes en niveles superiores. El yacimiento fue descubierto por este investigador del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM) en los años 90 y confiaba en que pudiera seguirse trabajando en él en el futuro.

Colonias de gratolitos en Salas de la Ribera (León) |J.C.GUTIÉRREZ-MARCOS

Colonias de graptolitos en Salas de la Ribera (León) |J.C.GUTIÉRREZ-MARCOS

De hecho, más de 150 científicos de 23 países apoyaron la petición de protección como Bien de Interés Cultural, que realizó en 2007 el Ayuntamiento de Puente de Domingo Flórez, animado por el científico. Pero el expediente debió quedar olvidado en algún cajón de un despacho en la Junta, y también en la memoria del alcalde actual, porque este verano unas máquinas de obras públicas han enterrado el yacimiento en cemento con el pretexto de que era necesario para arreglar una curva de la vía, dejando sin posibilidad de investigar un yacimiento que tiene el 90% del registro mundial de estos sinrabdosomas. A Gutiérrez-Marco sólo le quedó rescatar algunas piezas entre los escombros.

Fósiles destrozados en Salas de la Ribera. |J.C. G-M.

Fósiles destrozados en Salas de la Ribera. |J.C. G-M.

Ahora la oposición en la Cortes castellano-leonesas y algunas entidades científicas están pidiendo explicaciones sobre lo sucedido, pero, como suele ocurrir en estos casos, ya no tiene solución.

Son dos historias que retratan una realidad que con demasiada frecuencia tiene lugar en este país: que no me toquen lo mío, que ya estoy yo solo para destruirlo.

 

 

 

La ‘resurrección’ de Orce: paraíso de biodiversidad del Pleistoceno


 

Cuenca de Guadix-Baza. Aquí hubo un lago, con aguas termales, en las que se bañaron humanos de hace 1,4 millones de años. |ROSA M. TRISTÁN

Cuenca de Guadix-Baza. Aquí hubo un lago, con aguas termales, en las que se bañaron humanos de hace 1,4 millones de años. |ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

(Reportaje de El Huffington Post: AQUÍ)

Ha pasado casi una década desde la primera vez que visité los yacimientos paleontológicos de Orce (Granada). Me lo recordaba el actual co-responsable de las excavaciones, Bienvenido Martínez-Navarro, del IPHES, mientras paseábamos de nuevo por esa tierra reseca y dura que en el pasado, en el Pleistoceno inferior, albergó un gran lago. En aquella primera visita, en 2005, el proyecto científico andaba de capa caída por una polémica cuyas heridas aún no se han cerrado del todo.

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