El último kilómetro virgen de costa «violado» con 1.500 viviendas


 

Los monstruos de Gomendio en Punta Prima. Orihuela @RosaTristán

ROSA M. TRISTÁN

Un kilómetro.… Esto es todo lo que queda de costa virgen en Orihuela (Alicante). Se trata de Cala Mosca, un lugar pedrogoso y sin playa que permitía tomar un respiro y disfrutar de un pedazo de paisaje sin cemento, de alguna garza, de un paseo en bici junto al mar sin las sombras del ladrillazo… Pero pronto ese kilómetro será historia porque, inexplicablemente, el Consell Valenciano ha dado el visto bueno ambiental a la construcción de ¡¡1.500 viviendas nuevas!! en apenas esos 1.000 metros que pasarán de vírgenes a violados por obra y gracia del grupo constructor Gomendio.

En realidad, son un suma y sigue a las otras tantas torres que ha levantado el mismo grupo Gomendio, horrorosos edificios de hasta 11 plantas junto a Cala Mosca, en Punta Prima. Edificios que han dejado la costa sin sol y el interior sin brisa del mar, mamotretos de hormigón que he visto crecer como monstruos en el horizonte, al mismo tiempo que aumenta la mierda que flota en el agua (y no es metáfora, fijaros en la esquina izda de la foto, el pasado verano). Edificios que se publicitan en ruso porque rusos han sido los ‘nuevos ricos’ a captar, mientras las basuras que dejan se acumulan por doquier (sin reciclaje, por cierto, en muchas de las zonas). Edificios que superan lo recomendable en zona sísmica, como ya publiqué hace unos años,  porque allí se siguen produciendo terremotos un día si y otro también (casi todos menores, pero nunca se sabe).

Pero, dicen los técnicos de Ximo Puig (presidente del Consell de la Generalitat Valenciana) que no hay impacto ambiental  con estas 1.500 viviendas junto al mar y por ello en febrero dieron su dictamen ambiental favorable, como publico Alicante Plaza, para acabar con los 456.000 metros cuadrados bien hormigonados. El último kilómetro. 

Los edificios Gomendio desde Cala Ferris. @Rosa M. Tristán

Como no podía faltar cuando el PP anda cerca, también en este caso se hace presente la corrupción, porque resulta que esta finca era de uso público, pero en 2001 el señor ex alcalde de Orihuela, José Manuel Medina (PP), autorizó permutar unos terrenos que la constructora tenia en el interior del término municipal por estos costeros, mucho más suculentos, y encima por la mitad de su precio real (pagaron unos 30 euros por m2 cuando cinco años antes se valoraron en 60). Vamos, un chollo para Gomendio Construcciones, que por cierto es de la familia de Montserrat Gomendio, ex secretaria de Estado del mismo PP y esposa del inolvidable ex ministro del PP José Ignacio Wert. Y conviene recordar que esta corruptela con el último kilómetro fue denunciada ante la Fiscalía Anticorrupción por la oposición (Cambiemos Orihuela), fiscalía que en marzo de 2018 dijo apreciar «indicios de delito», aunque por desgracia habían prescrito….Prescrito si, pero indicio de delito también.

 

Zona Cala Mosca, el pasado verano. @Rosa M. Tristán

Con todo, no es poco sorprendente que el único impacto ambiental que encuentra la Generalitat Valencia en este ‘pelotazo’ en el último kilómetro, sea que la urbanización afecta a un caracol (Tudorella mauretanica) y una planta (jarilla cabeza de gato) detectados únicamente en tres de las parcelas de apenas 1.500 m2, como si tamaña cantidad de hormigón, aguas residuales, basuras y gentes no impactaran a los otros seres humanos (vecinos y ecologistas llevan mucho tiempo con protestas), ni a las aves que visitan la zona, ni a las aguas del mar donde acabarán los desperdicios de sus tazas de váter, ni a la acumulación de desperdicios que se acumularán (irremisiblemente) con, pongamos, unas 7.000 personas más habitando en ese lugar. Sin olvidar que como no hay playas en ese último kilómetro para ‘tanta gente’, estas 1.500 familias, sumadas a las otras miles de ‘viviendas GOMENDIO’ de la cercana Punta Prima tendrán que coger coches para moverse de un lado a otro, porque lo que les venden como primera linea de  playa es una farsa, pues no hay más playa que unas pequeñas calas rocosas e inaccesibles. Ah, y ahora en sombra desde media tarde.

Todo indica que para el Gobierno de Ximo Puig ese impacto no cuenta. Sólo tiene ojos para el caracol y el ojo de gato (que por otra parte se extiende por toda la zona pese a que nadie se ocupa de limpiarla), así que a los Gomendio no les importa no construir en uno de los terrenitos. A fin de cuentas les han ‘compensado’ dejándoles’tirar’ más hacia lo alto y aunque aún no han empezado las obras, ya tienen pista para despegar cuando quieran.

¿Adiós a un palmeral histórico?

Y si seguimos por la costa y pasamos la ‘frontera’ a Torrevieja… llegamos a otro paraje en vías de extinción. Se trata del palmeral de Cala Ferris, apenas a 500 metros de la Cala Mosca.. En la zona acaba de aprobarse una reserva marina, pero justo en tierra hay un palmeral único, y por desgracia privado, que se deteriora día a día. Resulta que sus propietarios tienen ganas de enladrillar también este paraje y como no les dejan han decidido no cuidarlo. ¿No suena a chantaje puro y duro? Y si así fuera, me pregunto: ¿No hay forma de que ese terreno, no muy grande, pase a ser público antes de firmar su defunción? Total, si rescatamos bancos y autopistas, seguro que este pequeño palmeral es una ganga. Porque es bochornoso ver cómo palmeras con más de 100 años enferman tras un vallado que, además de dificultar el acceso a la costa de los vecinos, ha colaborado en la destrucción de las dunas de la cala, por más que ahora se traten de regenerar desde el Ayuntamiento. A quien quiera saber más de quienes son estos dueños tan preocupados por sus ‘bienes naturales’, le animo a visitar la web de Ferris Hills.

Para colmo, esta empresa, que maneja el patrimonio de una familia murciana según su web, se ha querellado contra la plataforma conservacionista (todos vecinos de la zona) que ya en 2014 denunció que el muro de cemento ocupa parte de una vía pecuaria pública que no está deslindada. Se llama Plataforma Salvemos Lo Ferris y este año tuvo que convocar un crowdfunding porque tras varias manifestaciones junto a la valla, en las que pude ver a decenas de vecinos, les impusieron una fianza tan desorbitada que no podían pagarla. Es algo que me suena a criminalización de una defensa ambiental. Curiosamente, la Justicia ha sido rápida frente a la denuncia de la empresa Ferris Hills, que les acusó de ‘injurias’ por lo dicho en estas manifestaciones, pero el expediente abierto contra su vallado en el municipio ahí está sin resolver.

Por desgracia, que sean Los Verdes quienes gobiernan en Torrevieja hasta ahora no ha servido de mucho en este caso. La valla sigue y las palmeras, que durante años me hicieron soñar que estaba en otro lugar, mueren. Y estando en Cala Ferris, si una levanta la vista hacia la derecha, los monstruos de Gomendio, en la vecina Orihuela, amenazan con engullirme.

Y así acaba la historia del último kilómetro virgen, que pronto será historia.

(Aprovecho para recomendar leer sobre otro ‘pelotazo’ urbanístico, en este caso en la maravillosa playa de El Cotillo de Fuerteventura, por Sofía Menéndez)

No tenemos remedio.

Torrevieja: el ‘Sodoma y Gomorra’ del ladrillo que no cesa


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Libertad Tipológica. Ese extraño binomio de palabras esconde una nueva fórmula que permite encementar en superficie y en altura lo poco salvable que quedaba en uno de los municipios más desastrosos de España en materia de urbanismo. Ajenos a la brutal crisis económica que ha desencadenado en España el ‘boom constructor’, en Torrevieja han descubierto que lo poco que quedaba libre en su primera línea de costa (que no de playa, pues casi no las hay) es perfecto para levantar edificios de gran altura, no moral, sino acumulación de un piso sobre otro.

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