La Cara Invisible del Planeta: una cita para limpiar, tras mucho ensuciar…


Más de 200 grupos en 31 provincias se suman en la recogida de residuos en ríos, playas y montes de toda España bajo el lema “Desplastificar los supermercados”

ROSA M. TRISTÁN

La ‘bola’ ha crecido como si fuera de nieve… hasta fundirse por muchos rincones de este país, desde la Playa de los Genoveses (Almería) a la de Bastiagueiro (en A Coruña). Es la convocatoria de la ‘La Cara Invisible del Planeta’, un movimiento social, independiente y comprometido, que ha logrado reunir a cerca de 200 grupos de activistas ambientales de todo el país en 31 provincias para limpiar, en la jornda próximo sábado12 de junio, los ríos, lagos, pantanos, fondos oceánicos y playas. Celebrarán así el Día Mundial de los Océanos, que en realidad es este día 8.

Para poner el contexto en el que nos movemos, sólo recordaré una de las muchas cifras que dan idea del volumen de plásticos en nuestros mares-vertederos: ocho millones de toneladas de ese material llega cada año a la parte azul del la Tierra, más del 70% a través de los ríos. Ya os he contado que está integrado en los músculos de las tortugas y las sardinas y que es imposible saber cuánto hay en las profundidades. Ni siquiera hay datos fiables de todo lo que flota del Ártico a la Antártida..

La campaña de este sábado, coordinada por las organizaciones “Ola sin plástico” y “Nasti de plastic Bizkaia”, quiere, según sus promotoras, mostrar la conexión que hay entre todos esos espacios: supermercados, espacios naturales y mares. Comenzó a gestarse el pasado mes de octubre, cuando a las asociaciones vascas se sumaron otros colectivos, como Enmienda Tu Mierda, en el corredor del Henares (Madrid). “El boca a boca corrió como la pólvora. Somos independientes totalmente de otras iniciativas similares y no ha sido fácil conseguir los permisos y materiales, dado que no contamos con financiación, salvo puntual en algunas provincias. Para organizarnos, montamos un canal de Telegram, que echa humo, pero visto el resultado estamos muy felices”, cuenta Nuria Atienza, de Nastic de Plastic Vizcaya.

En su caso, están preparando una recogida de plásticos en Plenztia, un lugar conocido por la cantidad de basura que se acumula, ya sea en la zona de playa, en el puerto bajo el agua o en las orillas de la ría.  En esta ocasión, con la colaboración de una organización de personas con discapacidad. “Lo que muchos no saben es que para ir a limpiar Costas nos cobra 190 euros por el permiso para limpiar”, señala Atienza. No deja de ser surrealista, cuando por tirar residuos no se paga, salvo raras excepciones, como prueba la cantidad de porquería que hay en nuestro medio ambiente. 

Limpieza de Enmienda Tu Mierda en río Jarama. @Rosa M. Tristán

En el caso de Enmienda Limpia Tu Mierda, Esther Moraga cuenta que ya tienen 40 inscritos y que volverán otra vez más al río Jarama, “porque ahí tenemos para sacar y sacar basura mucho tiempo” : los colectores cargados de toallitas, bastoncillos y demás residuos se vierten todavía sin control alguno al cauce de este afluente del Tajo. “Es esa cara invisible que no vemos pero está ahí y creemos que limpiar sirve para recuperar, pero también para concienciar, como también lo hacemos al ir los colegios a contar cómo estamos destruyendo la naturaleza”, comenta Ester.

En el caso de Pleintza, explican que Costas no les deja poner una carpa informativa sobre la actividad, que serviría de divulgación ambiental y para dar a conocer el lema de la recogida y promover la vuelta de los supermercados la venta ‘a granel’ . “Lo importante es dejar el mensaje de que no hay que comprar plásticos innecesarios; pensamos que reciclar es el compromiso más light, necesario pero insuficiente. Mucho plástico que tiramos al contenedor amarillo acaba incinerado; con ello, no se trata de desincentivar el reciclaje pero hay que ser conscientes de que el objetivo es comprar menos y sin esperar al 2050”, señala Atienza.

Basta echar un vistazo al mapa para ‘clickar’ en el punto que interesa e inscribirse. En municipios como El Boálo, incluso se convoca para ir a caballo. En otros, como Badalona o Palma de Mallorca, la cita incluye a buceadores dispuestos a limpiar el fondo marino.  Hay convocatorias a las que se han sumado de grupos locales de Ecologistas en Acción, WWF o Fridays For Future, pero también las hay de otros colectivos más pequeños, escuelas de buceo o surf, pequeñas empresas, proyectos europeos, cofradías de pescadores… Todo un catálogo para elegir el más cercano.

La idea que tienen es sumar el peso de todo lo que se recoja y realizar una clasificación para saber qué tipo de objetos son los más frecuentes en cada zona, para lo cual todos los grupos anotarán los datos en una ficha estandarizada, acordada previamente. Estos datos serán volcados en el programa SurfRider y se incluirán en sus informes anuales. En el caso del País Vasco, además, la empresa Tecnalia quiere utilizar lo recogido para un proyecto de investigación europeo sobre el comportamiento del plástico en los mares.

La Cara invisible del Planeta, señala en un comunicado,  no sólo quiere proponer un cambio en los usos y costumbres de los consumidores, sino también “un replanteamiento y toma de responsabilidades de la generación y del uso por parte de la industria, una mejora en la gestión de los residuos que promueva la reutilización y los envases retornables y una mayor responsabilidad tanto de las administraciones como de las personas individuales con el medio ambiente, en general, y el medio marino, en particular”. 

“Nos ha costado dinero porque hay que comprar guantes, bolsas, y hay ayuntamientos  que ayudan y otros que no nos ponen ni un contenedor para echar lo recogido; pero que quede claro que detrás no tenemos ningún interés lucrativo… La Cara Invisible del Planeta está formada por gente que se deja la piel día a día, la mayoría en su tiempo libre, porque quiere vivir en un planeta más sostenible, libre de plásticos” , insisten.

La realidad es que casi sobrepasadas por el éxito, pero encantadas pese a las trabas en el camino, las promotoras de esta limpieza general de nuestra naturaleza no dan abasto para coordinar a tanta demanda de participación como están teniendo, aunque también han tenido alguna baja porque no pagan nada por participar.

Llegados a este punto, recordar que las limpiezas están abiertas a la participación de toda persona interesada y que para conocer los puntos de limpieza en todo el país hay que entrar e inscribirse en www.lacarainvisibledelplaneta.org. El único requisito es tener muchas ganas de ver el paisaje más limpio.

Los residuos electrónicos, un virus con tratamiento


ROSA M. TRISTÁN

Televisores, batidoras, viejos ordenadores… Hace escasos días en una ciudad costera y levantina pude observar cómo el reciclaje de la electrónica en algunos lugares aún deja mucho que desear. Hace años que la Fundación Ecolec organiza la recogida, el tratamiento y la eliminación de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) en todo el país, pero a nadie escapa que hay agujeros negros en lugares donde, como también he comprobado, resulta todavía una odisea dar el primer paso para evitar que esta basura peligrosa acabe en un vertedero incontrolado. En el caso de Torrevieja, encontrar el teléfono del punto limpio o de la empresa que era responsable de su recogida, en este caso Acciona, puede . Al final, en mi caso, tras marearme en el Ayuntamiento de un lado a otro, conseguí el número en Información Turística. Muy surrealista…

Uno de los jóvenes recicladores de Bangladesh, participantes en el trabajo del IDAEA-CSIC.

Quisiera pensar que son pocos los casos de desperdicios electrónicos en las calles, pero es evidente que aún falta mucho por hacer. Estamos en un país en el que se generan anualmente más de un millón de toneladas de basura electrónica, según datos de estudios oficiales. De ellas, 750.000 se podrían reciclar. Según los últimos datos de Ecolec, en los seis primeros meses de este año han recogido 50.162 toneladas, que son casi 7.000 menos que el año anterior (un 12% menos). Es evidente que una razón es que se  han vendido menos productos porque las tiendas han estado cerradas, pero también es verdad que cerraron los puntos limpios en muchos lugares durante el Estado de Alarma.  Entre Madrid, Andalucía y Cataluña suponen, según sus datos, el 43% del total de esa recogida, menos de lo que les correspondería por su población (las tres autonomía aglutinan casi al 48% de los residentes en España). Les sigue la Comunidad Valenciana.

Volviendo a Torrevieja, un ejemplo paradigmático de la falta de control ambiental es lo habitual que resulta ver ‘recicladores informales’ que con sus furgonetas van recogiendo acá y allá residuos de las calles. ¿Adónde acaban? Conviene no olvidar que, según datos de Naciones Unidas, cada año unas 352.470 toneladas de desechos electrónicos viajan desde Europa a países en vías de desarrollo de África y Asia, fundamentalmente. A nivel mundial, se estima que la mitad de todo ello acaba len zonas de pobreza extrema. El informe internacional detalla que esta basura viaja desde nuestro mundo al suyo en coches de segunda mano o ‘disimulado’ como material para utilizar en países y bajar la brecha digital, aunque la realidad es que son totalmente inservibles y allí se desmontan para sacar el oro u otros minerales valiosos, en condiciones insalubres.

Es un  ‘negocio’ que no sólo tiene un grave impacto ambiental, sino también un elevado riesgo para la salud de quienes lo reciclan sin ninguna medida de seguridad. Así lo ha confirmado un estudio publicado recientemente en la revista ‘Science of The Total Environment’ por un grupo de científicos de varios países, entre los que estaba Ethel Eljarrat, del IDEAE-CSIC. “Durante el desmantelamiento de esos aparatos se generan residuos que contienen componentes peligrosos y muy contaminantes; es el caso de ciertos aditivos químicos de los plásticos, retardantes de llama y metales pesados, como el plomo, mercurio o cromo. Para la mayoría de estos compuestos no se cuenta con un control de reciclado adecuado, con el daño que supone para el medio ambiente y la salud humana”, explica Eljarrat.

En su investigación se centraron en el trabajo de 15 recicladores de Bangladesh, en Dhaka. El trabajo revela que encontraron en sus camisetas y pulseras hasta 23 compuestos químicos que se usan en aislamiento de cables, carcasas de plástico, paneles LCD y tableros de circuitos de equipos eléctricos y electrónicos. Incluso tenían el difeniléter prolibromado, un retardante de llama prohibido internacionalmente por la Convención de Estocolmo, pero que aún esta´en equipos antiguos. “Algunos estudios nos dicen que son compuestos cancerígenos y neurotóxicos, así que está claro que su reciclaje es peligroso cuando no se hace en las condiciones de seguridad adecuadas. Incluso en plantas de reciclaje de Canadá se han detectado porque son espacios cerrados, donde el riesgo es alto, pero cuando los trabajadores van con mascarilla no pasa nada. El problema es que estos residuos llegan a lugares donde no existen esas medidas y la realidad es que seguimos exportando una gran parte de estos desperdicios”, asegura Eljarrat.

Una vez en países como Bangladesh, Nigeria o Sierra Leona, además, se contrata a niños de 14 años o menos porque resulta que sus manos son más pequeñas para desmontar las minúsculas piezas de la electrónica actual; son menores que enferman al mismo ritmo que aquí consumimos televisores, móviles o aires acondicionados.

Desde la Fundación Ecolec lanzan campañas para conseguir que más establecimientos recojan lo viejo y estropeado en cada nueva compra y que más municipios entren en el sistema… pero demasiadas toneladas aún andan sueltas.

Mientras los municipios no pongan las cosas fáciles y mientras la ciudadanía no sea penalizada por tirar basuras fuera de los puntos blancos oficiales, es una epidemia que seguirá infectando el mundo. Y hay tratamiento y vacuna.

 

 

¡Una semana envuelta en plástico! #NoPlastic por favor….


Playa del Caribe (Haití) @ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

Aún me pregunto cómo he podido llegar a cumplir 55 años. Desde cría, apenas con 5 ya compraba chuches a una viejita a la puerta del colegio, que me vendía ‘pastillas de burra’, gominolas, regaliz… tras contar y recontar las piezas con las manos. Higiénico no era, pero aquí estoy, toda una superviviente. Bien es verdad que no recuerdo que ningún caso de muerte por ello.  Sin embargo, no se por cuánto tiempo voy a aguantar la realidad plastificada que me acogota. Ahora, cada día, me enfrento a montañas de plásticos que colapsan mi área de reciclaje en el hogar, me asfixian en cualquier supermercado y, lo que es peor, me hunden en profunda depresión porque, si intento huir a la naturaleza, me veo perseguida por una pesadilla en forma de botes, botellas, bolsitas, tapones, tampones, bastoncitos, garrafas… Todo de plástico, plástico, plástico, plástico… hasta el infinito y mucho más.

Debo reconocer que la muerte de un cachalote en la costa de Murcia con 24 kilos de plástico (palabra que voy a repetir conscientemente, porque aún siendo redundante no lo seré tanto como el plástico), no me ha sorprendido. ¿Alguien puede hacerlo sabiendo que millones de toneladas de plástico forman parte de nuestra realidad? Deja de leer y echa un vistazo a tu despensa.

Es un plástico que, está claro, no se gestiona bien en este país, y creo que en casi ninguno, pero hace tiempo he llegado a la conclusión  de que ya no basta con gestionar el residuo porque nos están engañando con una palabra que inunda todo, que igual sirve para levantar vallas en Melilla que para envolver cada galleta: la peligrosa radicalidad de la SEGURIDAD.

Ribera del Manzanares, Parque Regional Sudeste de Madrid @ROSA M. TRISTÁN

Os retrato lo sucedido en una semana: Empecemos por el domingo pasado, con un paseo que presuponía idílico por el Parque Regional del Sudeste (Madrid). Seguía una senda al río Manzanares -que acaba en el Jarama, que va al Tajo (el del trasvase a Murcia), que va al Atlántico- cuando al acercarme a la orilla el espectáculo se tornó dantesco: plásticos, celulosa y trapos colgando de los árboles, jirones de una basura indestructible entre los nidos de los pájaros y también naves de porquería enganchada a plásticos rumbo al mar. ¿24 kilos en el estómago de un cetáceo? ¡Si hasta pocos me parecen!

El lunes. Un amigo guatemalteco de visita por estos lares me puso sobre la pista del primer conflicto internacional que conozco por invasión de plásticos:  ha ocurrido entre su país y Honduras,  pues Guatemala ha generado una impresionante oleada de basura de polietileno que las corrientes llevan a las costas idílicas del país vecino. ¿Solución?: han puesto alambradas en el cauce de los ríos (en concreto en el río Motagua, aunque debería llamarse Motaplástico) con objeto de retener allí tanto envase como llega a la desembocadura y recogerlo.

Costa de Honduras. Caroline Power

Eso si, luego la aparcan en la orilla, de donde retorna de nuevo al río, convirtiéndose así en un monstruo cada vez más grande, alimentado por millones de nuevos envases. Me decía mi amigo -para más señas se llama Oscar Arias, y trabaja en la ONG ambientalista  MadreSelva-, que le sobrecoge  ver el plástico inunda hoy las comunidades rurales más alejadas. Allá donde no llega un médico, ni un maestro, ni la luz, ni agua potable… si que llegan miles de plásticos con comida basura, con dulces, con refrescos… Esa imagen que me represento es la misma que he visto en Haití, en Senegal, en el desierto de Mauritania. Es el enemigodisfrazado de ‘compadre’ que llega para quedarse, porque para perdurar se inventó.  Plástico, plástico, plástico.

Así, llegamos al martes: un día más en el supermercado me enfrento a la batalla de la compra con ‘poco’ plástico. Todo un reto si no se dispone de mucho tiempo. Mi ojo se fija en un paquete envuelto el film transparente e intento averiguar el contenido. Imposible: es una amalgama de plásticos que, al parecer, esconde cuatro pequeñas piezas de bollería. Así que les hago una foto y se la envío, vía Twitter, al supermercado en cuestión, que no tarda en responder con cuatro largos mensajes que os adjunto y resumo:

«Trabajamos con nuestros proveedores para que todos nuestros productos cumplan los más estrictos estándares de seguridad alimentaria y calidad» «Para lograr estos objetivos es muy importante que el envase sea el más adecuado para cumplir su función: preservar las características naturales del producto y sus propiedades nutricionales… protegiéndolo de posibles contaminaciones y retrasando la oxidación y degradación de vitaminas y minerales. Todo ello contribuye a aumentar la vida útil del producto y a reducir el desperdicio alimentario» Y de remate concluyen: «Todos nuestros envases cumplen con las normativas sanitarias y ambientales: son reciclables y deben depositarse en el contenedor amarillo para que sean correctamente reciclados».

¿Conforme con las respuestas? Pues, ni mucho menos.

Primero, porque  no hay nada más peligroso e inseguro para el ser humano (y los no humanos, evidentemente) que convertir la Tierra en un vertedero, algo evidente que no hay científico que no defienda con pruebas. Segundo, porque la verdadera ‘inseguridad alimentaria’ es la falta de comida para 126 millones de personas  (datos el último informe de la FAO), cuestión que no se la solucionado con la producción industrial de alimentos ni con los transgénicos, por más que algunos se empeñen en defenderlos. Tercero: ¿qué sentido tiene proteger la oxidación de mi pequeña ensaimada generando la putrefacción general? Cuarto: no me sale la cuenta  del beneficio de aumentar la vida útil de un producto causando muerte de ríos y mares. Quinto: la alusión a la reducción del desperdicio alimentario con los plásticos, está en serias dudas (Informe de Amigos de la Tierra), que justo prueba lo contrario. Y sexto: ¡claro que hay que reciclar! Y mucho mejor si se pudieran retornar los envases, como hacía también de niña, lo que ahora no se puede… Pero ¿Acaso los que nos venden no tienen ninguna responsabilidad? Perdonen ustedes, pero yo creo que si la tienen. Por ello me gusta la campaña de Greenpeace España  para pedir a los supermercados que no nos plastifiquen la comida, pero no la pediría sólo para frutas y verduras, sino para muchos alimentos de apenas 100 gramos que ahora nos ponen sobre una bolsita individual, dentro una bandejita de polispán (plástico), cubiertas de film (plástico) o en otro envoltorio más grande con varias piezas (plástico) y que acaba en una bolsa con asas (plástico) porque si nos las venden es a precio de risa.

Miércoles. Sin buscarlo, me llega un artículo con la historia de los gusanos come-plástico que ha descubierto una científica del CSIC. Es una noticia del año pasado, que alguien ha recuperado justo ahora. Desde el punto de vista científico es un avance, claro, y da alas a quienes confían en que «ya solucionaremos el problema porque para eso somos seres inteligentes». Es un argumento que escucho cada vez con más frecuencia, pese a que los investigadores que defienden tamaña confianza en el ser humano son los menos. La noticia, enfocada como la solución que esperábamos, tiene su gracia: ¿realmente alguien puede pensar que los ocho millones de toneladas de plástico que generamos al año pueden ser zampados por gusanos que nacieron para comer cera y miel de abeja? ¿Es capaz de imaginar qué clase de mutaciones sufrirían estos invertebrados a base de polietileno? Con tanta comida, eso sí, estarían en su salsa. Sólo de pensar en la plaga de que se generaría (¿decenas de millones de mega-gusanos?) me dan auténticas náuseas. Casi tantas como las playas de Jacmel que ví en Haití hace un par de años, como esa foto de la costa hondureña que pongo en este artículo e hizo una turista: Carolina Power.

Jueves. Como las ciencias de la naturaleza no son una preocupación educativa (no son ‘competitivas’), entiendo que la gente no sabe casi nada del funcionamiento del planeta. Les cuesta imaginar que ese plástico insignificante que consume para un traguito de agua de 25 centilitros pueda viajar tan lejos, pero en este día descubro un vídeo que puede dar idea de cuán lejos llevamos la ‘seguridad’ de nuestra plastificación.

Es un vídeo en el que se ve a pingüinos (en el Pacífico Sur, no lejos de la Antártida) descansando en una isla muy peculiar, un tanto inestable. Se trata de un montaje de WWF, que no nos muestra los microplásticos que hemos visto como islas-sopas en otras ocasiones: los han puesto sobre esas insidiosas bolsitas de polipropileno, un material más ligero que el polietileno y que tiene una alta resistencia a la fisuración, ácidos abrasivos, solventes orgánicos y electrolitos, dicen sus fabricantes en sus web. También sobre envases de detergente, botes, botellas… que en la realidad si que llegan hasta la costa de la Antártida y quizás a su corazón (espero que el Trineo de Viento de Ramón Larramendi nos ayude a descubrirlo en su próxima expedición… pero ya me temo lo peor). También se ha probado  ya han conquistado el corazón del Ártico, así que el montaje puede dejar de serlo muy pronto.

Dicho lo cual, para el viernes sólo veo una solución posible: iniciar el BOICOT total como consumidores al ‘sobreempaquetado’ de plástico. Podemos hacer mucho daño si nos empeñamos. BOICOT a las empresas que inundan de envoltorios países donde no existe el reciclaje, sin preocuparse de esa coyuntura porque actúan en Estados con gobiernos donde lo ambiental sólo se entiende como una traba a lo que llaman ‘desarrollo’ (en el fondo, no estamos tan lejos nosotros).  Y BOICOT a los dirigentes políticos que siguen haciendo la vista gorda a esta invasión que es mucho más peligrosa que otras que quieren ‘vendernos’ y tienen que ver con la búsqueda de los derechos humanos básicos.

Es imposible librarnos de todos los plásticos de nuestra vida, pero con muy poco esfuerzo podemos expulsar kilos y kilos de nuestras cocinas, de nuestros ríos y campos, de nuestros mares.

No tenemos otro hogar y desde luego yo no se lo quiero dejar a los gusanos. Prefiero los pingüinos y los cachalotes.

 

“Reciclar con la música es una buena fórmula para aprender a cuidar la Tierra”


ROSA M. TRISTÁN

(publicada en ESCUELA)

Hurgando en la basura, aquí y allá, para convertir un desperdicio en arte sonoro, en un espectáculo en el que los objetos ‘resucitan’ y que fascina por igual a niños y adultos. Hace ya algún tiempo que los cinco miembros del grupo de percusión Toom-Pak se pasean por el mundo con su ReciclART 2.0, una vuelta de tuerca de su anterior show que acompañan con un proyecto que triunfa en las aulas: ReciclART SCHOOL. Si algo tiene claro Gorka González, su director, es que el mensaje medioambiental que transmiten debe calar en los pequeños cerebros infantiles “¿Qué mejor que hacerlo divirtiéndose con lo que tienen más a mano?”, se pregunta.

¿Cómo surgió la idea de este proyecto?

Gracias a un profesor de percusión del Conservatorio, el rumano Rares Hotescu. Quería montar un grupo y nos encandiló a un grupo de alumnos. En mi caso, estudiaba Filología árabe, y acabé dejando la carrera. Rares no sólo nos enseñó sino que, además, no implicó en el proyecto, en su diseño. Eso hizo que nos volcáramos de lleno en hacer algo diferente. En menos de un mes ya salíamos en el Telediario. Como sólo teníamos dinero para pagar un local de ensayo, tuvimos que buscarnos la vida para conseguir los instrumentos: bidones, latas, maderas… En cualquier contenedor encontramos con qué hacerlos. Y vimos que a la gente le gustaba el espectáculo, y que percibían que lo hacíamos sin gastar un duro. Ya se reutilizaban materiales en la pintura, la escultura, la moda, pues también en la música se puede reciclar y aprender a cuidar la Tierra. En Toom-Pak queremos divertir, pero aportar a la sociedad la idea de que hay que reducir el consumo. Qué mejor ejemplo que una compañía de percusión sin instrumentos de percusión.

Gorka González, en un parque de Lavapiés. |ROSA M. TRISTÁN

Gorka González, en un parque de Lavapiés. |ROSA M. TRISTÁN

¿Cómo es el proceso creativo?

Muy variado. A veces las ideas provienen de un amigo, de un encargo, incluso de un sueño. Pero lo que nos marca es el instrumento. Algunos los utilizamos tal cual los encontramos, pero otros hay que transformarlos. Los melódicos hay que afinarlos, o ponerles caja de resonancia. Luego, en el montaje del espectáculo participamos todos. Yo soy el director solamente de cara a la galería, no en la composición, donde los cinco aportamos, discutimos. Las ideas evolucionan entre todos. Queremos que sean espectáculos visuales porque vivimos del directo. Por ejemplo, en ReciclART 2.0  somos rebuscadores de residuos que damos vida a la basura en un mundo un tanto siniestro que se transforma.

El espectáculo actual lleva ya varios años  ¿Tenéis pensado alguno nuevo?

El primero que hicimos se llamaba Toom-Pak y sirvió para forjar la compañía; luego creamos el primer ReciclART, que ahora se ha renovado en ReiclART 2.0. Y, efectivamente, ya tenemos en mente el siguiente, y tiene que ver con la misma esencia del grupo. Queremos que el espectáculo se cree a partir de objetos que traiga el público, así que cada día será diferente. Es un reto complicado porque se basa en la improvisación y en nuestro trabajo es fundamental la sincronía y la coordinación. Será un gran reto porque el público y los materiales que aporten serán heterogéneos, pero tengo mucha ilusión en su puesta en escena. Vamos a mostrar sobre el escenario cómo creamos a partir de sus materiales. Aún así, seguiremos manteniendo vivo ReciclART 2.0 porque ahora mismo es un show compacto.

De ahí surgió ReciclART SCHOOL. ¿Cuál es su esencia?

Surgió a raíz del un encargo de la Comunidad de Madrid de hacer un taller para niños. Y disfrutamos tanto que quisimos montar algo específico con ellos. En realidad, nuestro espectáculo lo ve todo el mundo. De hecho, recientemente en México lo han visto 34.000 personas y casi la mitad eran niños. Es gratificante ver cómo lo disfrutan. Pero queríamos ir un paso más allá. Enseñarles lo que hacemos escogiendo lo más didáctico, transmitiendo el mensaje del reciclaje y de que hay que consumir menos y reutilizar más. Así que hicimos un texto con una historia y creamos un personaje, que vamos adaptando según el lugar. A través del humor, la percusión y la música captamos su atención de forma lúdica, utilizando más de 100 instrumentos y objetos reciclados con los que participan. Tanto nos gusta el proyecto que lo gestionamos directamente para abaratar los costes.

Y además tiene un componte de solidaridad social ¿en qué consiste?

Las entradas son baratas, sólo 6 euros, pero 50 céntimos de cada una los donamos a la ONG Educación Sin Fronteras. También tenemos un proyecto de recogida de tapones de plástico en los mismos colegios porque colaboramos con la asociación AEFAT de afectados por una enfermedad degenerativa y rara llamada ataxia telangiectasia. Los niños llevan tapones de plástico a su colegio y nosotros los recogemos y cuando hemos reunidos dos toneladas, la planta de reciclaje viene a buscarlos a nuestro local.

¿Os supera la demanda de colegios?

Rara vez hemos tenido que aplazar una función escolar por un compromiso artístico. Además, el grupo fundador somos cinco personas, pero Toom-Pak lo forman ahora 15 personas, que nos distribuimos el trabajo.  Además, hasta ahora en todos los colegios ha habido una instalación adecuada para hacer ReciclART SCHOOL. En algunos centros hemos hecho hasta tres funciones porque el salón de actos era pequeño, y así abaratamos costes. De hecho, hemos preferido ir nosotros a los centros educativos, y no que ellos vengan a nuestro espectáculo, porque así no tienen que gastar en transporte y es menos contaminante que nos movamos nosotros que cientos de niños. Tampoco debe preocupar que algún alumno no pueda pagar la entrada. Somos conscientes de la situación económica actual de muchas familias y no les vamos a dejar fuera. Con nosotros, los niños no se dan cuenta de que aprenden, solo disfrutan. Y cuando tienes la sensación de disfrutar es cuando más se aprende.

¿Ya no hacéis más talleres de reciclar instrumentos?

No, pero tenemos en proyecto crear una escuela con todas las vertientes de la compañía: la creación instrumentos, la coreografía, la música… Ya hay profesores dispuestos a colaborar. Y sí nos gustaría montar actos en los que participen 200 niños tocando instrumentos. Queremos contar con una cantera de Toom-Pak para que otros sigan nuestro camino.

¿Cuál es el último instrumento que habéis recli-inventado?

La Tacitarra. Es una tapa de la taza del váter que se me rompió en casa y llevé al local. A las dos semanas un compañero estaba haciendo una guitarra. Justo al terminarla, murió Paco de Lucía, así que la usamos como homenaje. Estoy seguro de que la percusión ha sido el primer instrumento del ser humano. Es más, creo que ha debido utilizarse siempre como un medio de comunicación previo al lenguaje, ancestral.

La basura electrónica, alta tecnología que envenena


Fiordo del sur de Groenlandia, donde los residuos eléctricos acaban en el mar sin ningún tratamiento. |@ROSA M. TRISTÁN

Fiordo del sur de Groenlandia, donde los residuos eléctricos y electrónicos acaban en el mar Ártico sin ningún tipo de tratamiento. Asi lo ví hace un año. Y así sigue. |@ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

Cuando hace un año estuve en Groenlandia hubo una imagen que me dejó tan impactada como su fascinante belleza. Junto a un fiordo espectacular se acumulaban toneladas de residuos: coches, bidones de combustible (cuyos restos fluían hacia el agua por el que navegaban los icebergs) y centenares de aparatos eléctricos (lavadoras, frigoríficos, planchas, ordenadores…) cuyos componentes ensuciaban la prístina majestuosidad del entorno. Casi 12 meses más tarde, conocí a la documentalista Cosima Dannonitzer, pues tuve la suerte de presentar su documental ‘Comprar, tirar, comprar’ sobre la obsolescencia programada en unas jornadas de Mediapro en el Matadero de Madrid. Allí me habló de su último trabajo, sobre el que conversamos en esta entrevista, y la imagen de aquel lugar hermoso y trágico me volvió a la mente.

Sigue leyendo

¡Quiero reciclar mi ropa, no me lo pongas tan difícil!


Quiero reciclar, quiero que aquello que ya no necesito tenga una segunda vida. ¡Pero qué difícil me lo ponen! Va para un mes que cargo con una bolsa llena de ropa. No está para ser destruida, pero los cambios físicos y por qué no, de gustos también, hacían que algunas prendas llevaran años sin ver la luz. Así que, tras intentar ‘colocarlas’ a las conocidas sin éxito, como tantas otras veces fui  en busca de un contenedor de ropa… Pero ¡Ay!, resultó ser una misión imposible. Ni rastro de uno en todo Arganzuela, en todo Madrid. Fue entonces cuando fui consciente de que el Ayuntamiento de la capital ha ordenado su retirada total, absoluta, una operación en la que se va a gastar más de ¡100.00 euros! porque seguro que ahora no hay nada mejor en lo que invertirlos.

Contenedores retirados en Madrid. |EL MUNDO/ Alberto Di Lolli

Contenedores retirados en Madrid. |EL MUNDO/ Alberto Di Lolli

Los  quitan porque, acusan sin dar nombres,» hay quien se lucra de ellos», y al decirlo da la sensación de que hablan de una multinacional, de un emporio, de aprovechados de los pobres ciudadanos. Como si los madrileños no fuéramos ya víctimas de algo mucho más grave, como son los derroches municipales  a los que nos someten. Ya me gustaría saber quien se lucra de ellos.

Además, desconozco si los que ponían esos contenedores hacen negocio o no. Alguna vez ví a un inmigrante vaciándolos por la noche, al amparo de las farolas. Y ME DA IGUAL. Yo iba a tirar mi bulto a la basura, a sacarlo de mi vida, a destruirlo. Así que si alguien puede comer de lo que yo desprecio ¿por qué me va a parecer mal? Pues bien, a mí no, pero a la alcaldesa de Madrid, doña Ana Botella, que decide por mí, por lo visto sí, porque solo ha dejado en pie los de Humana (que tiene una extensa red de tiendas, por cierto, que cuenta sólo con 37 contenedores para cuatro millones de residentes y que si ha firmado un contrato).

Como no me ha tocado la lotería de tener un contenedor Humana en mi barrio, por recomendación familiar, acudí a las parroquias, que recogen en sus horarios de misa, claro, siempre y cuando tengan un almacén y no esté lleno. Porque, de hecho, en las dos cercanas a mi domicilio que pregunté, los párrocos me echaron finamente con mi fardo, mientras me aseguraban que ahora ya no dan abasto para organizar y repartir tanta ropa, que no tienen donde dejarla. Vamos, que no quieren más. Ni verla.

Como ni con la iglesia ni con contenedor de Humana estaba fácil la cosa, hace unos días llamé al teléfono de información municipal 010, donde me indicaron que tenía que acercarme al Punto Limpio del Ayuntamiento de mi distrito. Es decir, a varios kilómetros de distancia, en un horario fijo estricto (el de cualquier jornada laboral) y sin transporte público cercano desde mi zona. Y encima cargada. Todo facilidades. Tantas que, como digo, ando con la bolsa de acá para allá a ver si un día me tropiezo con un contenedor que se les haya despistado, aunque mes y medio después de iniciar la búsqueda estoy por tirar la toalla (y todo lo demás) porque la ‘extinción’ del contenedor ‘ilegal’ ha sido tan meticulosa o más que la que planificaron para la de la viruela.

Cuando este  asunto lo comento, siempre hay alguien que me sale con aquello del ‘negociete’  de la ropa usada, de ‘los aprovechados de la solidaridad’, de ‘las mafias’ de los trapos…. Y en el fondo, lo que veo en ello es una inquina injustificada y egoísta frente a quienes se buscan las castañas como pueden. «¿Prefieres triturarlo o quemarlo en Valdemingómez?, les pregunto». Y no creáis, que hay quien no duda en contestar afirmativamente. Así son algunos  ‘sapiens’ , no todos por fortuna.

En un viaje de Mauritania a España, hace unos años, mi compañero de asiento, un mauritano, me mostraba orgulloso en su móvil fotos de la cadena de tiendas que había montado en Nouadhibou (la segunda ciudad del país) con los contenedores de ropa usada que compraba al peso en Canarias. Lo tenía distribuido por plantas, todo limpio y ordenado («Como El Corte Inglés o Zara», me decía) y daba trabajo a varias decenas de personas. No era una ONG, no era una parroquia, pero esa ‘basura’ que nosotros no queremos, organizada y limpia, daba de comer allí a muchas familias. «Lo que ustedes no quieren, aquí es ropa de lujo», aseguraba.

Sin saberlo, además, aquel señor regordete y avispado, del que no recuerdo el nombre, ayudaba a todo el planeta porque resulta que evitaba la contaminación que genera la destrucción de los desperdicios textiles y una nueva producción  (que no es poca, teniendo en cuenta los tintes, las máquinas, los cultivos, los derivados del petróleo, etcétera), como recuerda la campaña Ropa Limpia. Y no era un mafioso, ni desde luego parecía millonario.

Así que pensando en esas gentes lejanas y en otras que ahora siento mucho más cerca, las que rebuscan cada noche en mi cubo, ando ahora con mi bolsa a cuestas. Quiero reciclarla social y medioambientalmente. Quiero que no me lo pongan difícil porque a Humana tiene un contrato con el Ayuntamiento, del que desconozco como se fraguó. Y si me encuentro mi blusa en un mercadillo, y ayuda a pagar el menú escolar de un crío, sentiré una gran alegría.

Estoy segura que ningún banquero, ni constructor, ni especulador de Bolsa anda en esta empresa. Huele a mercadillo, huele a pobres.

La crisis planetaria, la olvidada ‘oficial’ en las escuelas


ROSA M. TRISTÁN

El último reportaje publicado en el periódico ESCUELA es un compendio de las carencias que hoy tiene el sistema educativo con el medio ambiente, pese a que quienes ahora estudian allí deberán bregar con la crisis planetaria que les dejamos las generaciones anteriores. El conocimiento real de la naturaleza, la eficiencia energética, la contaminación… son cuestiones que se tratan en actividades extraescolares, cada vez, eso sí, más innovadoras.

Aquí podéis leerlo. En estos links:

MedioAmbiente (página 1)

MedioAmbiente (página 2)

Sigue leyendo