Los top-science 2019: De ‘entizar’ la atmósfera a conocer la ‘biosfera profunda’


Experimento de la tiza en la atmósfera.

ROSA M. TRISTÁN

Nada hay más difícil que aventurar en ciencia qué es lo que deparará el futuro. Los hallazgos y descubrimientos, en general, no se programan, pero si es posible aventurar que grandes proyectos en marcha o planificados con antelación, inevitablemente, nos van a proporcionar sorpresas. Y son de todo tipo, pero con el hilo común que nos enlaza con la vida y con la Tierra, que en el fondo lo que nos interesa, y curiosamente lo que más maltratamos. Es la paradoja humana.

PASADO Y FUTURO DE LA VIDA HUMANA

1 . Humanos con genes manipulados

En 2018, la mayor revolución y polémica científica tuvo lugar cuano el chino He Jiankui anunció que había ayudado a ‘producir’ dos bebés (gemelas) con los genes manipulados para no sufrir determinadas enfermedades, como el sida.  Ahora podría enfrentarse a la pena de muerte en su país, porque no siguió los canales ni los procedimientos legales. Ni siquiera lo sabían en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur en Shenzhen, donde trabaja. Este año, se ha anunciado que otros científicos intentarán descubrir cualquier efecto secundario potencial del proceso y crearán un marco aún más garantista para controlar este tipo de experimentos, que pueden tener graves efectos secundarios, sin olvidar las consecuencias éticas. No todo vale en ciencia y 2019 puede ser un año importante

Humanos y ‘hobbits’ del pasado 

2. Son muchos los proyectos de excavaciones que están en marcha en el mundo. Entre los más interesantes, desde luego están los yacimientos hallados en Filipinas, en concreto en la isla de Luzón, que fueron publicados el pasado mes de mayo. Un equipo internacional de arqueólogos descubrió que allí vivían humanos hace emás de 700,000 años, cientos de miles de años antes de lo que se pensaba. A 1.200 kilómetros, en la isla de Flores de Indonsia, se encontraron en 2003 restos de humanos muy pequeños, que son conocidos como ‘hobbits’, aunque su nombre oficial es Homo floresiensis. ¿Qué relación hay entre ellos? ¿Serían también enanos los de Luzón? Son misterios que este año, en nuevas excavaciones, pueden tener respuesta. 

3. Ya en clave nacional, mencionaría el proyecto que un equipo español mantiene en la Garganta de Olduvai, en Tanzania, llevado a cabo por el IDEA cada verano, que nos está descubriendo nuestro pasado mucho antes de abandonar el continente africano, que es de donde todos hemos emigrado, algo que conviene recordar. De hecho, la única especie de homínino europea son los neandertales, que precisamente también pueden darnos sorpresas este año cuando comience a excavarse el nuevo yacimiento de La Paredeja de Atapuerca, un programa científico que no deja de crecer.

MIRANDO AL COSMOS O DESDE EL COSMOS

4. Starmus viaja a la Luna. Si algo caracteriza a los humanos es su insaciable curiosidad por saber y conocer el más allá. En 2019 se conmemora el 50 aniversario de uno de los hitos más importantes de esa búsqueda, que fue la llegada a la Luna y con tal motivo el festival bianual Starmus, que avaló Stephen Hawking tras su creación en España,  va a reunir a un elenco inigualable de astronautas de las misiones Apolo, de la NASA, de la Agencia Espacial Europea, cosmonautas rusos… y además estrechas de rock como Brian May (Queen), Steve Vei, Peter Gabriel…. Entre lo más destacado, sin duda, la presencia del esquivo Michael Colins, con el que ya habrán pasado por Starmus los tres astronautas.

5. Los bosques que nos quedan

El pasado 8 de diciembre, la NASA inició un experimento en exterior de la Estación Espacial Internacional con un nuevo instrumento que quiere observar la Tierra. Se trata del GEDI, que estará funcionando hasta 2020, y consiste en obtener datos en 3D de los bosques templados y tropicales de nuestro planeta, como la Amazonía (si es que nos queda algo después del paso de Jair Bolsonaro …). GEDI intentará responder preguntas fundamentales, como la cantidad de carbono almacenado en los árboles y cómo la deforestación podría afectar en el cambio climático. Se podrán hacer estimaciones de cuánto carbono se almacena en los bosques y cómo puede cambiar si  aumentan las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera  terrestre.

VIAJE A LAS PROFUNDIDADES DE LA TIERRA

 6. Explorando la biosfera profunda

Eukariota en la biosfera profunda.

Durante los últimos 10 años, más de mil científicos de todo el mundo, que participan en el llamado Observatorio Deep Carbon, han estado excavando en las profundidades de la Tierra y han descubierto que a cinco kilómetros bajo nuestros pies y bajo los océanos está enterrada lo que han llamado «biosfera profunda», un reservorio subterráneo de organismos no catalogados que podrían reducir la cantidad de vida en la superficie de nuestro planeta. Estiman que los organismos que han hallado representan entre 15.000 y 23.000 millones de toneladas de carbono, cientos de veces más que el contenido en todos los seres humanos. Son microbios que supondrían en 70% de todos los que hay en la superficie y que son prácticamente desconocidos porque sólo se ven por microscopio. Estos microorganismos, a falta de Sol, obtienen energía, por quemosíntesis para alimentarse (energía química y nutrientes a partir de los minerales) y pueden vivir miles de años. Sin duda, en 2019 seguro que descubrimos muchas más de sus fascinantes características.

7. Perforación en Japón tras un terremoto

Frente a la costa suroeste de Japón, por debajo del Océano Pacífico se encuentra el canal Nankai, una zona de subducción activa donde una placa de la corteza terrestre se desliza debajo de otra. Es uno de los lugares con mayor actividad sísmica del planeta, responsable del terremoto de Tōnankai, de magnitud 8,1 que sacudió a Japón en 1944. En 2018, el Experimento de Zona Sismogénica del Canal de Nankai (NanTroSEIZE) comenzó a perforar la falla en la que es la primera expedición para muestrear la parte causante de un terremoto de la corteza terrestre. Las rocas recolectadas en 2019 se analizarán para ver cómo están de sólidas, lo que permitirá a los investigadores comprender mejor sobre las condiciones que podrían llevar a un terremoto en este tipo de falla.

8. El experimento de la tiza

Este experimento, que se pondrá en marcha en 2019, me ha dejado perpleja. Investigadores de Harvard quieren recrear el enfriamiento que genera en el clima una erupción volcánica al impedir el paso de la energía solar. Pero en lugar de cenizas, utilizarán ¡tizas!. Se trata, aseguran de poner en marcha una técnica de geoingeniería solar a la que han bautizado como Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica (SCoPEx), con la que esperan rociar con 100 gramos de partículas de tiza la estratosfera para observar cómo se dispersan por la atmósfera. Tales partículas, dicen, podrían eventualmente enfriar el planeta al reflejar algunos de los rayos del Sol de regreso al espacio, al igual que hacen los hielos. SCoPEx ya ha levantado la polémica entre los escépticos de la geoingeniería, que temen que esta práctica pueda tener consecuencias involuntarias y distraer los imprescindibles esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El equipo de SCoPEx liderado por Estados Unidos está esperando la aprobación de un comité asesor independiente y podría ponerse en marcha en 2019. Como no creo que una tiza solucione el problema del cambio climático, mejor seguir reduciendo emisiones y reforestando. Lo que le sobra a nuestra atmósfera son sustancias que no estaban…

EXPLORANDO LOS HIELOS

9. En busca de grietas en la Antártida

El verano de 2019, una importante expedición se dirigirá al glaciar Thwaites de la Antártida Occidental que parece estar a punto de colapsar y podría cambiar nivel del mar. Costará 25 millones de dólares a la National Science Foundation (NSF) de EEUU y el Consejo de Investigación del Medio Ambiente Natural (NERC) del Reino Unido y está previso que participen en el estudio más de 100 científicos de todo el mundo. Dicen que este glaciar gigante actúa como un corcho, tras el que hay otras enormes masas de hielo y su colapsa, toas ellas podrían acabar en el océano y fundirse, aumentando el nivel del mar. Los satélites ya muestran los cambios pero hay que tener datos del terreno.  Para ayudar en ello, en septiembre, la NASA ya lanzó un satélite que mira a los Polos este año proporcionará muchos datos con los mapas más detallados conocidos del hielo de la Antártida .

10. Circunnavegar el hielo antártico en un trineo. 

A finales de 2019 , una gran expedición polar está previsto que salga desde España del Trineo de Viento, que ahora mismo también recorre ese continente. El siguiente reto de este proyecto pionero, en un eco-vehículo polar único, es la primera Circunnavegación de la historia del continente por el hielo: entre 5.000 y 7.000 kms de recorrido por toda la meseta interior de la Antártida recogiendo datos para la ciencia. Todo ello dependerá de si alguien apuesta por apoyar financieramente esta gran aventura científica, ya sea desde instituciones o empresas.

 

 

CAMBIO CLIMÁTICO: LA ÚLTIMA LLAMADA. ¿ALGUIEN AHÍ?


Islas de Kiribati, que desaparecerán del todo cuando suba un más el nivel del mar

ROSA M. TRISTÁN

El nuevo informe del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU ) sobre el cambio climático es desesperanzador. Pareciera que se ha tirado la toalla respecto a la posibilidad de reducir la contaminación atmosférica que está calentando nuestro planeta a un ritmo inusitado. Pasados 26 años desde la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, cuando se lanzó la primera alerta, no hemos hecho sino empeorar, por más que algunos traten (tratemos) de poner la lupa en lo positivo. Pero el clima se ha calentado un grado desde la era preindustrial. Y ese dato no nos hace reaccionar. Como si no fuera con nosotros…

Teresa Ribera y Pedro Duque en la presentación del VI informe del IPCC.

Dicen los expertos que el nuevo informe es «una llamada a la acción urgente», pero sabemos que llueve sobre mojado, que nos hemos instalado en la miopía, salvo pequeños círculos concéntricos de humanos que se cansan de ‘vocear’ un SOS de escaso eco, y siempre que no se toque el empleo, la comodidad e incluso nuestra capacidad de derroche y crecimiento sin fin…  «Ya hay mucha gente trabajando para solucionarlo», se oye decir con esa confianza ciega en la magia (que no la ciencia) que recuerda mucho a la que tenían nuestros antepasados.

Con la lupa en lo positivo, destacaría que la presentación en España del informe hace unos días ha tenido esta vez mucho más empaque que en el pasado. La protagonizaron dos ministros: la responsable de Transición Ecológica, Teresa Ribera, y el titular de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. La sala estaba a rebosar, entre periodistas y científicos, lo que contrasta con la desangelada imagen que me envíaban de la sede de la Organización Meteorológica Mundial (Ginebra), casi vacía. Vía telemática, también tuvimos a Thelma Krug, vicepresidenta del IPCC. Por desgracia, pese a ello no fue noticia de primera plana en casi ningún medio, ni de TV, ni escrito, ni de radio..

Pero el documento, basado en 6.000 publicaciones científicas y 42.000 comentarios de expertos, es muy clarito. Nos dice que no vamos nada bien si no queremos llegar a  los 2ºC de aumento de temperaturas globales antes de final de siglo y que vamos camino de sobrepasar el 1,5ºC fijado en el Acuerdo de Paris (2016 ) antes de 2030: ¡en 11 años! Ese medio grado, que apenas notamos en la piel, un suspiro, sin embargo es fundamental para proteger a infinidad de especies amenazadas, mantener la producción de cereales que nos alimentan o evitar un estrés hídrico mortal en África y América Central. Si no actuamos ahora, nos dice, la civilización está en juego: «Hay cientos de millones de vidas en juego y las acciones que se requieren para garantizar una transición justa hacia un mundo libre de combustibles fósiles se superponen con las acciones que serían necesarias para reducir la pobreza mundial».

Para que no queden dudas, el IPCC pone como ejemplo lo que ese medio grado insignificante supondría: para 2100 el mar se elevará 10 centímetros menos que con 2ºC; el Ártico sólo se quedaría sin hielo en verano una vez por siglo, en lugar de cada 10 años; y los arrecifes de coral disminuirían entre un 70% y un 90%, pero no desaparecerían del todo. El problema es que lograrlo requiere  transiciones «rápidas y de gran alcance», sin precedentes en lo referente a la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte o las ciudades. Y de TODA la sociedad. Es la única forma de lograr, dice el IPCC, que las emisiones netas globales de dióxido de carbono (CO2) disminuyan en 2030 un 45% respecto de los niveles de 2010 para no pasarnos ese medio grado. Luego deberían seguir  disminuyendo hasta alcanzar el «cero neto» en 2050. Es decir: desde ese momento toda contaminación generada debería ser compensada.

Y como ven un poco ‘negro’  que los políticos actúen (son presos de votos cada poco años), los expertos del IPCC proponen varias vías para reducir los peligros del CO2 y el metano en la atmósfera, entre las que Thelma Krug destacaba tres: captura de CO2, reforestar y la bioenergía. Eso si, reconocía que no se conoce bien el impacto que pudieran tener a gran escala. «A más reducción de emisiones con energías renovables, menos deforestación y mejor manejo de la tierra, menos necesario será recurrir a estas técnicas que nos generan incertidumbres», reconocía Krug.

«Debemos hacer la acción política con los datos que nos presenta la ciencia, porque estos datos son medidas calibradas por mucha gente, no se trata de opiniones. Y entre los que los recogen hay muchos científicos españoles e instalaciones científicas que participan», añadía después el ministro Pedro Duque. Teresa Ribera, por su parte, dejó claro que el escenario de 1,5º no es fácil de garantizar porque ya hemos perdido mucho tiempo, en concreto ¡26 años!. «Y no hay soluciones mágicas», dijo con crudeza y realismo: «O nos lo tomamos en serio, o no es viable, pero no olvidemos que el cambio climático afecta más a los más vulnerables», un grupo en el que nosotros estamos situados: «En España, 2017 fue al año más cálido desde que se tienen registros, en 1965, y siete de los 10 años más cálidos son de este siglo. A ello se suma este año la anomalía de septiembre, las temperaturas de 30ºC en el Mediterráneo… Europa debe tomarse en serio papel de liderazgo», argumentaba. «Formamos parte de la generación que tiene toda la información y la historia será implacable con aquellos que conociendo el alcance de la amenaza climática no fueron capaces de enfrentar el mayor reto de nuestro era».

Teresa Ribera

Convendría tener muy en cuenta que, además, vivimos en un país donde 93.000 personas mueren prematuramente cada año debido a la contaminación atmosférica, como se recoge en el informe «El aire que respiras: la contaminación atmosférica en las ciudades«, presentado por Ecodes y DKV Seguros. Y también por ello, porque ya hay muertos a la puerta de casa, resulta espeluznante que la industria automovilística siga anquilosada en un pasado que condena el futuro: al día siguiente de conocerse el informe del IPCC aseguraban sus portavoces en Bruselas que limitar solamente un 20% las emisiones de CO2 «es irrealista» por el cambio que debería hacer el sector. ¡Si el IPCC habla del 45%! Y, además,  ¿por qué no empezaron a cambiar hace un cuarto de siglo? Ahora, el sector ‘del coche’, apoyado por gobiernos miopes (la que se avecina en Brasil es de órdago, sumada a la era Trump), se escuda en el posible desempleo que puede causar esta reconversión. ¿Y qué? ¿No había antes hechiceros y se reconvirtieron? ¿No había antes lanceros y se reconvirtieron? ¿No había herreros y se reconvirtieron?

Fue en Bruselas, precisamente, donde al día siguiente de la presentación del IPCC, se puso de manifiesto que la idea del ministro/científico Pedro Duque  de contar con la ciencia es una quimera en política. Se habló de limitaciones a las emisiones  contaminantes del 30% (Alemania), del 35% (Austria, España), del 40% (Francia…) pero ninguno se atrevió con el 45% que recomiendan los científicos. Al final, ganó el 35% en un regate que hace preguntarse para qué se hacen informes si luego no se les hace ni caso. Y encima se considera un éxito porque la perspectiva era aún peor.

Planta White Rose antes de su cierre. FOTO BBC

Algunos dirán: «Bien, pues si contaminamos y nos pasamos ese medio maldito grado, luego capturamos el CO2 y lo enterramos». ¡Pero si ni el propio IPCC lo ve claro! Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, recuerda al hilo de ello que la central británica de White Ros tuvo que cerrarse tras gastarse 100 millones de euros en ella porque no compensaba. Salía carísima. Y es que esta tecnología (CCS) consiste en capturar el dióxido de carbono que sale de las chimeneas industriales, comprimirlo y llevarlo a un estado semi-líquido para inyectarlo bajo tierra en yacimientos de entre 1.000 y 1.300 metros. «Sus impactos se desconocen y además es imposible para las emisiones del transporte, a lo que suma el riesgo de convertirse en una excusa para prorrogar las plantas de carbón»,  señala Andaluz. Sin embargo, al Gobierno de Donald Trump le ha venido muy bien para seguir su carrera ‘pro’ petróleo: ofrece incentivos fiscales a quienes  promueven CCS, mientras su país sigue sumando emisiones. Actualmente ya hay 17 instalaciones de CCS operando: Estados Unidos (9), Canadá (3), Noruega (29 y Brasil (1), Arabia Saudí (1) y Emiratos Árabes Unidos (1).  Otra cosa es que los ciudadanos quieran tener esos almacenes de CO2 cerca, que parece ser que no es así.

Otra alternativa que plantea el IPCC es la reforestación y una mejor gestión de los bosques para que capturen CO2, pero tampoco parece una panacea. Un estudio publicado esta semana en ‘Nature‘ dice que el impacto real global sería mínimo tanto si se opta por coníferas como si se opta por caducifolias, si bien se reconoce que el impacto local si sería importante. O sea, no descartable pero no es la solución global, y menos si seguimos deforestando..

Curiosamente, otra investigación de esta semana, en este caso en el PNAS, en la que ha participado el Centro Nacional de Investigación en Evolución Humana (CENIEH), ha determinado que hace entre medio millón y 320.000 años hubo un gran cambio climático que trajo un clima más seco e impredecible (como ahora) y que aquello favoreció nuestra evolución, al estimular la habilidad para sobrevivir con nuevas herramientas. La diferencia es que aquel cambio fue muy lento (hablamos de cientos de miles de años, no de 100 o 200 años) y que había pocos humanos con los que competir. Hoy somos 7.500 millones. Habitamos cada rincón de tierra habitable y aún no hemos encontrado otro lugar al que ir.

Quisiera ser optimista y decir que  la Peste Negra del siglo XXI no llegará a epidemia. Pero visto lo visto me resulta difícil.

 

SOS, SOS, SOS, SOS, SOS, SOS, SOS …………………………..

Si queremos se puede, pero no queremos.