
ROSA M. TRISTÁN
A pocos días de que comience la Cumbre Mundial por la Biodiversidad en Montreal (Canadá), de la que cabría esperar un acuerdo similar al de Paris para el cambio climático –y que, además, se cumpliera-, la FAO pone el foco en uno de los lugares más amenazados del planeta: el Mar Mediterráneo. Con 1.500 metros de profundidad media y 2,5 millones de kilómetros cuadrados, el “Mar Nuestro”, como lo bautizaron los romanos, está en crisis y así lo certifica un informe de la FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU, presentado hoy.
El informe “El estado de la Pesca en el Mediterráneo y el Mar Negro”, elaborado por la Comisión General de Pesca del Mediterráneo (CGPM) de la FAO, nos confirma que, pese a los esfuerzos por evitar que ambos mares se conviertan en cementerios de biodiversidad, nos queda mucho camino por andar para que un día no metamos la cabeza bajo sus aguas y solo veamos latas, toallitas y plásticos. Hoy, se señala, 73% de las especies comerciales de estos mares–las que vemos en el mercado- se sobreexplotan, es decir, que se pescan por encima de su capacidad para reponerse.
En general, esa presión pesquera -a pesar de las quejas del sector, que pareciera que aún querría pescar más días y más cantidad- es el doble de la que debiera ser si se siguieran criterios científicos. En otras palabras: habría que evitar la mitad de las capturas que se hacen si queremos un Mediterráneo vivo y capaz de alimentarnos y deleitarnos en el futuro, como viene haciendo desde que los ‘sapiens’ llegamos a sus orillas hace decenas de miles de años. Y no sólo nosotros: también los neandertales consumían sus productos, como se ha podido comprobar en las cuevas de Gorham, en Gibraltar.
Ciertatemente, la crisis del COVID-19 hizo bajar las capturas hasta un 15% en los años 2020 y 2021, lo que permitió cierto respiro bajo las aguas. Entre las especies que se han recuperado, especialmente porque están sujetas a algún plan de gestión propuesto por la CGPM, están la merluza europea y el lenguado (además del rodaballo, en el Mar Negro), pero la naturaleza precisa de su tiempo desde que se deja de explotar hasta que las poblaciones de especies se recuperan.
El español Miguel Bernal, secretario ejecutivo de la CGPM de la FAO desde poco -si bien lleva 10 años de trabajo en FAO-, nos destaca la importancia de haber logrado poner en funcionamiento 10 planes plurianuales de ordenación pesquera que abarcan unas 15 especies comerciales y afectan a casi 7.000 embarcaciones. También , señala, se han establecido 10 zonas de acceso restringido para esta actividad que ayudan a mejorar las poblaciones y los ecosistemas de aguas profundas en más de 1,7 millones de km2 res. Pero, a la vez, es consciente del reto.
Y es que la situación, especialmente en el Mediterráneo, es más que preocupante.
“Aquí se empezó tarde con la gestión, cuando el Mediterráneo es un mar frágil, con ecosistemas en zonas de riesgo y con países costeros muy vinculados a la pesca, al turismo, al transporte por ese mar, y a la vez afectado por la polución plástica, la destrucción de hábitats, los vertidos..”. Se empezó tarde, explica, porque resulta que los planes de gestión mencionados comenzaron hace tan sólo unos ocho años y hace apenas cinco que se aceleró su puesta en marcha. Por el contrario, aún falta por planificar qué pescar y cuánto y dónde para más de la mitad de las especies comerciales (unas 30) en todos los países implicados. Además, ¿son todos igualmente responsables o aquí también ‘pesa el pasado’?
“Si miramos atrás, la pesca en la UE se desarrolló intensamente mucho antes que en la costa africana; sus flotas crecieron mucho más que en los países no comunitarios. Ahora, en la UE la flota disminuye y el control de lo que se hace es mayor, pero la situación es más difícil en los países no comunitarios para se ajusten a la baja, cuando algunos es ahora cuando están ahora desarrollando su sector y quieren pescar. Aún así, se están adaptando”, afirma Bernal.
En la presentación del informe, pudimos escuchar a Raquel Llopis , pescadora, empresaria y miembro de la asociación A Son de Mar. Llopis mencionaba la falta de relevo generacional que hay en el sector pesquero, por otra parte poco atractivo tanto por su dureza como por los escasos salarios. Es un equilibrio entre economía y medio ambiente que no es nada fácil, por mas que desde la CGPM se promueva que “hay que asegurar alimentación y trabajo”. “Se trata de una balanza entre conservación y pesca, que no puede frenarse, pero es verdad que hay tensiones porque el sector está bajo estrés y los planes de gestión generan rechazo, lo que no impide que se sepa que hay que tomar medidas”, apunta el experto de FAO.
Y es que por si fuera poco la sobrepesca y el plástico, el cambio climático, que aumenta la temperatura del agua, propicia la llegada de especies invasoras. Según FAO, en el Mediterráneo Oriental el 50% de las capturas ya son de especies no indígenas. “En estos casos –explica Bernal- la pesca puede ser la solución. Es el caso del cangrejo azul, una especie de fuera que ya se comercializa en Argelia y aue se exporta con éxito a Europa, además de acabar con ella”.
El informe también menciona las técnicas de pesca, algunas tan polémicas como el arrastre, un método poco selectivo que genera un gran número de peces descartados para su venta una vez capturados. Bernal reconoce que es un grave problema y que habría que mejorar la técnica, si bien puntualiza que “no es verdad que se arrastre todo el fondo, pues hay zonas, como las de roca, donde no se accede” y destaca que más del 60% del Mediterráneo está libre de pesca de arrastre. Visto por el otro lado, si lo habría en casi el 40% . Otra cosa son los controles que se hacen de las pesquerías mediante a inspecciones a barcos para impedir actividades ilegales, que considera eficaces.
De lo que hay pocas dudas tras ver este informe es de que tanto el Mediterráneo como el Mar Negro son una de las regiones pesqueras en mayor riesgo. De momento siguen generando unos ingresos anuales de 2.900 millones de dólares y empleando a medio millón de personas, de las que solo una parte son tripulantes y, entre ellos, apenas el 10 % con menos de 25 años. Sin embargo, ¿hay que mantener estos niveles? Si hay sobreexplotación, está claro que sobran barcos o días de pesca o cantidades capturadas. Pero ¿Cuántos? “Es difícil de cuantificar, pero estamos en ello y este año vamos a debatir cuánto habría que disminuir. Todos, eso si, son conscientes de que con sobreexplotacion no hay futuro para este sector “, asegura Bernal.
Por úlimo, el asunto de aumentar las zonas marinas protegidas, que reclaman algunos científicos y activistas ambientales. Actualmente, ni el 2% del Mediterráneo lo está de forma total. Para Bernal, en este asunto no se trata de proteger de la pesca, sino de otros impactos, como pueden ser la destrucción de hábitats costeros o la polución plástica. “Pesca sostenible y ecosistemas sanos pueden ir de la mano en el Mediterráneo”, defiende el portavoz y responsable de una comisión que aglutina a 23 países.
¿Y el futuro? “Soy optimista –concluye – pero nuestro secretario general, Antonio Guterres, ya nos alerta de que tenemos que cambiar el sistema de producción y tomar medidas inmediatas. Creo que las cosas están cambiando y que para ello el asesoramiento científico es crucial; ahora bien, las medidas sin consenso, no funcionarán. Hay que debatirlas e identificar las mejores soluciones”.
Las pesquerías en pequeña escala representan el 82 % de las embarcaciones y el 59 % de los puestos de trabajo. Asimismo, dan empleo al número más alto de jóvenes, pero los salarios de los pescadores en pequeña escala son normalmente inferiores a la mitad de los de los pescadores en flotas industriales.
La CGPM está formada por 23 Estados miembros y su principal objetivo es garantizar la conservación y el uso sostenible de los recursos marinos vivos, así como el desarrollo sostenible de la acuicultura.