ROSA M. TRISTÁN
Empezaron cada una por su lado, tomando fuerza, mostrando sus colores al albur de los ‘recortes que les daban de lleno, pero han acabado juntándose porque del verde al rojo y del rojo al blanco, no hay más distancia que la cromática: sin Educación (verde) no hay Ciencia (rojo) que ayuda a mejorar la Sanidad (blanco). Y las tres comenzarán el año con unos raquíticos presupuestos, como destacan la Mesa en Defensa de la Sanidad Pública de Madrid (MEDSAP) o Marea Blanca, la Asablema General de Ciencia y la Asamblea Marea Verde de Madrid.
Como no se trata de mayorías silenciosas, sino que quieren dar la batalla, el domingo 15 de diciembre han salido a la calle para inundar de esos tres colores las calles de Madrid. Da igual cuál ponerse, porque si unas demandas parecen justas otras también lo son. En su nota de prensa, los convocantes aluden a que «nos han arrebatado los derechos democráticos a través de los servicios públicos», y son tantos los ejemplos que dan (subida de tasas, las fusiones de centros, la supresión de las becas de comedor, los despidos, la recentralización, la segregación, el mercantilismo, la desatención a la infancia y la discapacidad, el hundimiento de proyectos punteros, el exilio económico de los científicos, la venta a trozos de los servicios sanitarios…) que resulta imposible no identificarse con lo uno o lo otro.
Sin ir más lejos, el otro día presencié como una médica del Hospital Ramón y Cajal clamaba, indignada: «¡Qué cara dura! Nos llaman de un hopital ‘privatizado’ para pedirnos todas las pruebas diagnósticas de un paciente. ¡Lo que faltaba! Nosotros las hacemos con dinero público y ellos las utilizan gratis. ¡Así también me salen a mí las cuentas!» Su hartura, voceada en los pasillos, no es más que un pequeño ejemplo de que esa privatización ‘más rentable’ es un cuento infumable.
Y es una pena que una empresa acabe haciendo negocio con nuestra sangre (con la privatización del Centro de Transfusiones); que personas con problemas de salud mental o con graves adicciones, acaben abandonados a su suerte, con semanas de espera para conseguir cita, mientras su equilibrio vital pende del frágil hilo del apoyo de un especialista que no da más de sí; que el puntero Hospital Carlos III acabe siendo un geriátrico.
Pero si eso es grave, no lo es menos lo que pasa con la Educación. Ya no son solo los recortes, que son brutales. Es la intromisión ideológica. Da vergüenza oír a un grupo de chavales de 16 años del Instituto Beatriz Galindo, en Madrid, contar que su ‘nuevo’ director lo primero que hizo fue redecorar su despacho de diseño, mientras los alumnos se pelan de frío y calor, según la estación. Antes, en la elección de estos puestos intervenía la comunidad educativa (profesores, padres y madres, alumnos) y ahora no, lo ‘fichan’ desde la Administración, y por tanto puede ser cualquiera tan impresentable como este señor.
Y qué decir de la ciencia. Nunca antes hubo tantas protestas de científicos ni aquí ni en ningún país del mundo. Pero es que nunca se la ha dado un ‘hachazo’ presupuestario como en España (un 40% en tres años)…. y no mejorará mucho en 2014. En el manifiesto, recuerdan los portavoces de la Marea Roja que para el PP ahora la ciencia «tiene que dejar de ser contemplativa para ser competitiva, es decir, al servicio del sistema económico». ¿Realmente será competitivo para el sistema económico investigar en enfermedades tan raras como la fibrosis quística? ¿o dejamos que los afectados se busquen la vida ‘por caridad televisiva’ , como en ese impresentable programa de La 1 de RTVE llamado ‘Entre todos’? Claro, que aún es peor cuando ves a científicos en la tele pidiendo para sacar adelante un proyecto que es mucho más útil para todos que el viaje de Rajoy a Sudáfrica (total, para decir que en el estadio de Johannesburgo ganamos un Mundial), que seguro que nos ha costado un riñón.
Está claro que la unión hace la fuerza…. Da igual el color, lo importante es que se vean.