La cuerda de los neandertales: más de 45.000 atando cabos


Scientific Reports (2020).

ROSA M. TRISTÁN

Casi siempre que representamos a nuestros extintos parientes, los neandertales, lo hacemos vistiéndoles con pieles de animales, más bien poniéndoselas encima casi de cualquier forma. En la última década no han dejado de publicarse hallazgos que, de repente, nos han descubierto que esos seres primitivos, en realidad, no eran tan distintos a nosotros mismos, es más, que incluso compartimos sus genes y los heredamos porque durante un tiempo vivíamos en el mismo espacio y tiempo. Y, sin embargo, no dejan de sorprendernos. Ahora, gracias al hallazgo de una cuerda trenzada de seis milímetros de largo, realizada por uno de estos homínidos. Un pequeño objeto que abre un sinfín de posibilidades.

Imagen de la cuerda por un microscopio electrónico @Scientific Reports (2020).

El pequeño cordaje, tres insignificantes haces de fibra vegetal retorcidas, se encontraba sobre una piedra de unos 6 centímetros en un abrigo, es decir una pequeña cueva, conocido como Abri du Maras, cerca del río Ardeche, un afluente del Ródano (Francia). Estaba en un nivel que, según las dataciones, tiene entre 41.000 y 52.000 años, es decir, una fecha media de 45.000 años, cuando los últimos neandertales aún se paseaban por Europa y nuestra especie era, si acaso, una recién llegada.

Los investigadores, que dirige Bruce Hardy y del que forma parte la estudiante del IPHES Céline Kerfant, explican que estaba en el mismo lugar donde ya habían encontrado (desde 2006) más de 4.000 piezas de piedra de unos 15 milímetros, trabajadas con la técnica ‘Levallois’ típica de esta especie, así que no hay duda.

Especulan que el trenzado quizás estaba estar enrollado entorno a la herramienta, como si se tratara de un mango, aunque también podría ser parte de una red para pescar o de una bolsa. Pero son eso, especulaciones.  Si que mencionan que sabía del uso de plantas porque en el yacimiento prehistórico de Poggetti Vecchi (en la Toscana), otros neandertales hicieron palos de madera del boj usando el fuego, si bien  se olvidan que en un yacimiento vasco se encontraron otras herramientas de madera de hace 90.000 años.  Y hay que mencionar el Abric Romaní (en Barcelona), donde se han documentado formas de vida neandertales que hablan de su complejidad cultural.

Con todo, casi todos los restos del Paleolítico Medio que se conocen son huesos y piedras y hay ‘una mayoría que falta’, que es todo lo perecedero porque no fosiliza. De ahí la relevancia de este hallazgo, publicado en la revista Scientific Reports. Es la primera evidencia de que los neandertales usaban fibras naturales para obtener hilos y con ellos elaborar otras cosas. La prueba más antigua de algo similar, hasta ahora, eran unas fibras descubiertas en el  Ohalo II (Israel) de hace 19.000 años, indiscutiblemente de nuestra especie.

De su detallado estudio, con microscopía y espectrocopía, han descubiero que las fibras proceden del interior de una planta sin flores, quizás una conífera, y eso revela que los neandertales tenían un amplio conocimiento del crecimiento y la estacionalidad de estos árboles porque resulta que esas fibras son más fáciles de separar de la corteza y la madera a principios de la primavera, que es cuando la savia comienza a subir. Después, se hacen demasiado grandes y ya no podrían sevirles. ¿Y cómo las separaban de la corteza? Pues se cree que las golpeaban hasta desprenderlas, aunque también se sabe que sumergidas en agua se ablandan y es más fácil separarlas. Luego, una vez conseguidas, retorcían cada una de las fibras en el sentido de las agujas del reloj y, por último, las tres juntas en el sentido contrario.

Yacimiento francés donde ha sido hallada la cuerda. @Scientific Reports (2020).

voilà!. La cuerda.  Algo tan sencillo y que es tan fundamental para tan grande cantidad de actividades humanas, porque no sólo facilitan el transporte y el almacenamiento de alimentos, sino que ayudan en el diseño de herramientas complejas (como redes de pesca, elementos de decoración o arte, la navegación…). Apuntan los científicos que una vez conocida, es muy probable que esta técnica se convirtiera en indispensable y la usaran en su vida cotidiana. También que dedicarían muchas horas a ella, porque hacer encordado requiere mucho tiempo.

Es más, mencionan un aspecto que va más allá del mero objeto: «Las plantas juegan un papel importante en la formación del pensamiento de una cultura, su representación del mundo y su cosmogonía». ¿Qué pensaban los neandertales? Como poco, señalan que hacer cuerdas requiere una comprensión de conceptos matemáticos y realizar un cálculo general que permita poder crear un aestructura de este tipo, por lo que sugieren que algo tan sencillo como este objeto puede contener las «posibles bases cognitivas salvajes para la abstracción y el pensamiento simbólico moderno» porque  requiere realizar un seguimiento de múltiples operaciones secuenciales simultáneamente, a lo que se suma la necesaria memoria operativa. 

En  definitiva, que tenemos cuerda desde hace tiempo…

Neandertales junto al ‘Torrente del Mal»


Hallan restos de dos neandertales, un niño y un adulto, en la Cova de Teixoneres de Cataluña

Cova de les Teixoneres . @IPHES

ROSA M. TRISTÁN

La historia de las Cuevas del Toll (‘charco’, en catalán), en el municipio barcelonés de Moià, está plagada de misterios. En una de ellas, la Cova de Teixoneres, que no es otra cosa sino ‘cobijo de tejones’, han encontrado restos de al menos dos neandertales, uno de ellos una criatura de tres o cuatro años, que aún no se sabe si fueron allí enterrados u objeto de un festín caníbal. En otra, la Cova del Toll propiamente dicha, hay tantos restos de osos de las cavernas que los investigadores aún no saben cúantos son, aunque si que han averiguado que algunos fueron también menú de algún banquete, quien sabe si de los mismos neandertales que esporádicamente ocupaban la caverna vecina. Esta campaña, un nuevo fósil de neandertal, un diente, el segundo hallado en tierras catalanas y en la misma cueva Teixoneres, ha reconfirmado, por si hacía falta, que el proyecto científico de Moià tiene futuro y que queda mucho trabajo para dar respuesta a las incógnitas que surgen a cada golpe de piqueta.

Canino superior de un niño neandertal de hace 52.000 años. @IPHES

El director del proyecto, el arqueólogo Jordi Rosell, el Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), no disimula su entusiasmo con los trabajos en unos yacimientos que pueden aportar mucho al conocimiento de la especie extinta hace unos 30.000 años, lugares que tienen una historia científica con tantos altibajos como la investigación en nuestro país.

Y es que las cuevas llevaban mucho tiempo ocultas en un frondoso bosque, sobre el mencionado Torrente del Mal, riachuelo que -explica Rosell- seguramente debe su nombre  a las múltiples leyendas de magia y brujería que siempre hubo por la zona. En los años 40 del pasado siglo, esa época de la postguerra en la que la que los chavales de los pueblos tenían pocas distracciones y mucho trabajo duro en los campos, una pandilla se entretenía buscando cuevas cerca de su pueblo, cuando encontraron la del Toll, gracias al agujero por el que salía el agua del río.

Adentrándose en ella más de un kilómetro, su sorpresa fue mayúscula cuando se toparon con dos ollas de cerámica del Neolítico. Aquel descubrimiento les animó a seguir investigando y no tardaron en dar con un tapón de arcilla que había cerrado la entrada a una gran galería. Allá por 1954, a base de pico y pala, se logró abrir la boca de la cueva, a la vez que aparecían no sólo más restos de cerámica sino también los de un muerto primitivo y los de numerosos osos de las cavernas que habían escogido ese recóndito lugar para hibernar.

Fue entonces cuando el profesor Josep Fernández Villalta y otros expertos, señalaron la necesidad de hacer unas catas científicas. De hecho, la Cueva del Toll fue uno de los yacimientos presentados en el congreso de la UISPP en 1957, pero después se cerraron y cayeron en el total olvido hasta los años 70. Pero por poco tiempo. En esa década, entre 1972 y 1073, tan sólo unos arqueólogos franceses se acercaron al lugar  para excavar sus niveles neolíticos, tras lo cual volvieron a cerrarse. Para mayor desastre, en 1982, una inundación interior del río dañó las catas de los 50. Aún así, no sería hasta 1998 cuando un arqueólogo se interesó por el lugar y el Ayuntamiento de Moiá decidió aprovechar las cuevas para hacer un Parque Arqueológico. Habían pasado más de 40 años de abandono  cuando, con ese fin, en 2003 aterrizó en ellas un equipo del IPHES para iniciar las primeras excavaciones sistemáticas.

Molar superior de adulto encontrado este año. @IPHES

«En 2016 encontramos el primer diente de un niño neandertal, y este año otro más y una muela de un adulto, todos de hace unos 40.000 años. Pero lo interesante es descubrir cómo ocuparon esta zona tanto ellos como los osos de las cavernas, pues son los yacimientos más ricos de la Península en esta especie de plantígrado y la población que se ha encontrado de ellos más meridional», explica Rosell, que codirige el proyecto con Ruth Blasco.

En un viaje al pasado, la Cueva de Teixoneres nos habla de dos momentos diferentes. Primero, hace entre 35.000 y 45.000 años, de un lugar al que los neandertales acudían a finales de la primavera o comienzos del verano. Por la zona solían moverse pequeñas partidas de caza, se hacían con  sus presas, curiosamente muchas piezas de ejemplares jóvenes o de hembras preñadas, y luego dentro de la cueva las asaban al fuego: hay un tremendo revoltijo de huesos de ciervos, uros, caballos o corzos en los hogares. Algunos son fetos. «Sabemos que traían la materia prima para sus herramientas, el sílex, de lugares a más de 30 kilómetros, desde la costa hacia el interior. Paraban, comían y se iban. No se quedaban», señala Rosell.

Herramientas de neandentarles, con diferentes materiales. @IPHES

Pero los investigadores siguieron profundizando… y ahora ya están en un nivel de hace 52.000 años. En aquel entonces, los habitantes neandertales de la caverna si eran autóctonos, usaban el cuarzo que hay en los alrededores y  habitaban con mucha frecuencia el refugio junto al ‘Torrente del Mal» en un gran espacio: el yacimiento tiene más de 400 m2  y la zona que habitaron fue de unos 100. Es allí donde el pasado año apareció el primer diente de leche de una criatura humana. «Pensamos que debe estar todo el niño pero son huesos tan pequeños y rotos, y tan mezclados con otros, que es difícil distinguirlos de los otros animales», reconoce el arqueólogo. José María Bermúdez de Castro, investigador del CENIEH y experto mundial en dientes, les dejó claro que la pieza era infantil pero que no se había caído, como el común a esas edades, sino que había sido arrancada.

De momento, tienen tres hipótesis de trabajo: una, que aquello fuera un cubil de hienas (que lo fue también) y el niño o niña fuera devorado por uno de estos carnívoros, si bien es poco probable porque las hienas buscan la oscuridad y se halló cerca de la entrada; la segunda, que fuera un enterramiento neandertal; y la tercera, que fuera un acto de canibalismo: los neandertales se comieron al niño como a los otros animales. «Aún es pronto para saberlo pero estamos intentando identificar más fósiles humanos con técnicas modernas», apunta Rosell.

Cuevas del Toll, parte visitable. @Patronato del Museo de Moià

En la campaña de Agosto de este año, mientras las autoridades de Moià ofrecían un refrigerio a la treintena de personas que excavaban en las cuevas, y celebraban el hallazgo de otro diente de niño (posiblemente del mismo, pero no se sabe), unas jóvenes se acercaron radiantes con otra pieza dental entre sus dedos: un molar de un homínido neandertal adulto, hallado a escasa distancia de los anteriores. «¡Imagina la alegría general! Ya tenemos al menos dos individuos, los únicos neandertales encontrados en Cataluña en una excavación sistemática».

Al mismo tiempo, en la Cueva del Toll también se trabaja con intensidad cada verano. Las cerca de 30.000 personas que cada año se acercan a conocerla -fue acondicionada con este fin- no interfieren en las excavaciones de un lugar que acoge espectaculares fósiles de osos de hace unos 50.000 años, pero en el que, además, han hallado herramientas musterienses y huesos con marcas que indican que los vecinos neandertales no hacían ascos a su carne. ¿Aprovechaban cuando estaban hibernando para matarles a lanzazos? ¿Carroñeaban los osos que morían en el lugar? De momento son algunas de las preguntas pendientes de respuestas.

Ahora toca restaurar lo encontrado, clasificarlo y estudiarlo. Todo indica que los alrededores del ‘Torrente del Mal» no eran mal lugar para los neandertales.

La ‘resurrección’ de Orce: paraíso de biodiversidad del Pleistoceno


 

Cuenca de Guadix-Baza. Aquí hubo un lago, con aguas termales, en las que se bañaron humanos de hace 1,4 millones de años. |ROSA M. TRISTÁN

Cuenca de Guadix-Baza. Aquí hubo un lago, con aguas termales, en las que se bañaron humanos de hace 1,4 millones de años. |ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

(Reportaje de El Huffington Post: AQUÍ)

Ha pasado casi una década desde la primera vez que visité los yacimientos paleontológicos de Orce (Granada). Me lo recordaba el actual co-responsable de las excavaciones, Bienvenido Martínez-Navarro, del IPHES, mientras paseábamos de nuevo por esa tierra reseca y dura que en el pasado, en el Pleistoceno inferior, albergó un gran lago. En aquella primera visita, en 2005, el proyecto científico andaba de capa caída por una polémica cuyas heridas aún no se han cerrado del todo.

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Carbonell y Agustí: La crisis de ‘una evolución sin sentido’


Eudald Carbonell y Jordi Agustí, los autores. |IPHES

Eudald Carbonell y Jordi Agustí, los autores. |IPHES


Cuentan los investigadores catalanes Eudald Carbonell y Jordi Agustí que estamos en un momento de crisis estructural, de un sistema, el capitalista, que está al borde del colapso. Pero a diferencia con las crisis del pasado, ahora nuestra especie tiene la responsabilidad y, sobre todo, la capacidad para que el resultado sea distinto al que se avecina. Este es el tema central de ocho apasionantes conversaciones entre ambos recogidas en el libro que comparten ambos científicos: «La evolución sin sentido» (Ed. Península), que acaban de presentar. Las mantuvieron en 2009, pero son de plena actualidad. Como si hubieran tenido acceso a una máquina del tiempo…

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