El «comienzo del futuro» en los yacimientos de Atapuerca


 

ROSA M. TRISTÁN

Antes de aparcar en la entrada de la Trinchera del Ferrocarril ya se nota que es un año raro. Apenas hay dos coches aparcados. Es 12 de Julio de 2020, casi en la mitad de la actual campaña de excavaciones en la paleo-sierra burgalesa, Atapuerca, a cuyos pies los trigales aún están a medio segar y las amapolas visten de color los campos. Este año, no hay visitas en julio en los yacimientos, ni de turistas ni de invitados especiales. Tampoco hay estudiantes. «Sólo han venido doctores, investigadores que llevan 20 o 30 años aquí trabajando y la productividad está siendo altísima para los pocos que somos», me cuenta el codirector del proyecto, Eudald Carbonell.

María Martinón-Torres, con mascarilla, excavando en el Yacimiento Exterior Estatuas (Atapuerca). @Rosa M. Tristán

Al Eudald ‘enmascarado’ se le distingue bien por su altura y por el ‘salacot’ que forma parte de su identidad desde hace tantos años, pero no resulta tan fácil con otras personas, todas ocultas tras los ‘tapabocas’ siguiendo el estricto protocolo de seguridad que este año se ha impuesto en la campaña. Por un año, adiós al ‘almuerzo’ de las 11, cuando los grupos de los distintos yacimientos se reunían en torno a un bocadillo para compartir hallazgos. Estas semanas, cada grupo evita el contacto a toda costa. Por otro lado, la productividad aumenta y por donde el año pasado paseaba entre encinas y carrascos ha surgido, en unas pocas jornadas, un nuevo yacimiento de este inagotable laberinto de historias que es Atapuerca. Se llama ‘Estatuas Exterior’, porque en el fondo no es sino la continuación del que hay en la Galería de las Estatuas, dentro de la Cueva Mayor, un lugar donde ya se sabe que estuvieron los neandertales.

En medio del bosquecillo, Nacho Martínez-Mendizábal, que comparte trabajo este año mano a mano con María Martinón-Torres, me cuenta lo que se sabe de este lugar: «Aquí estaba la entrada de la cueva que se derrumbó y cayó a la Galería de las Estatuas. Abajo hemos encontrado un resto fósil de neandertal y algunas de sus herramientas, pero la cueva estaba aquí arriba y esperamos encontrar ocupaciones neandertales importantes. Es el comienzo del futuro porque aquí habrá para muchas generaciones de científicos», asegura el investigador.

En realidad, ya saben que hay hasta 16 metros de sedimentos de relleno de cueva a sacar de este enclave. «Es como la Gran Dolina para que te hagas idea. Forma parte de una nueva generación de yacimientos, junto con la Cueva Fantasma. Como no está cortada como en La Trinchera, no tenemos la estratigrafía a la vista, pero esto será enorme y todo indica que hemos dado con la entrada», explica junto a Carbonell.

Cueva Fantasma está muy cerca de este lugar. Tampoco existe porque en su día se derrumbó y porque después una cantera de cal cambió la fisonomía del lugar. Como en Estatuas, allí estuvieron los neandertales que tanto cuesta encontrar en Atapuerca, pero que van dando la cara poco a poco. En lo primero que pienso al llegar es lo que ha cambiado este lugar en sólo tres años. Ahora, un techado para evitar que la lluvia lo deteriore y que se ‘deterioren’ los excavadores a pleno sol. La responsable del yacimiento, Ana Isabel Ortega, me recuerda que en el lugar donde el primer año la ayudaba a recoger escombros, ahora ha aparecido un nivel con una gran concentración de fósiles de caballos, bóvidos, hienas… en lo que podría ser un cubil de hienas. Como además hay herramientas, pequeñas lascas de sílex, se sabe que en la cueva también se refugiaban puntualmente los neandertales, de los que ya se encontró un fragmento de un cráneo. Todo de hace entre 90.000 y 50.000 años aproximadamente, aunque también hay una zona que podría tener hasta 200.000 años. «Es la cavidad más grande. La cantera nos quitó el techo y no tocó los sedimentos. Tenemos toda la planta.

@Rosa M. Tristán

La Trinchera está bajo mínimos. Veo poca gente en la Gran Dolina, para lo grande que es, aunque distingo entre las mascarillas a la arqueóloga Palmira Saladié, nadie en el yacimiento de La Galería, cerrado totalmente, y ya de salida, me asomo al foso de la Sima del Elefante y ahí están Rosa Huguet e Isabel Cáceres, ésta última dándole a una pared con un pequeño pico. Me cuentan que tampoco hay nadie cribando sedimentos en el río Arlanzón. Todo se guardará para próximas campañas. «Es raro trabajar tan pocos, pero nos está cundiendo», asegura Huguet.

El esfuerzo por haber mantenido abierto el trabajo, sorteando las dificultades, es evidente. «Esta es la campaña que ha llevado más tiempo preparar para tenerlo todo controlado, en total tres meses entre cambios de andamios, protocolos, etcétera. Pero no podíamos parar totalmente la máquina y al final está siendo muy productiva porque están solos los doctores, investigadores con una larga trayectoria que no paran de trabajar», comenta Carbonell, preocupado por la cantidad de personas cuyos empleos dependen de Atapuerca y sus hallazgos en el Museo de la Evolución Humana (que justo el día de mi visita cumple 10 años), el Parque Arqueológicos, las visitas, los centros de interpretación…

Mientras hablamos, casi debajo de nuestros pies, está la Sima de los Huesos, donde este año el equipo de Juan Luis Arsuaga también excava. Al lado, una tapa recuerda la ‘Operación Mariscal», allá por 1987. Para detalles como éste y otros más, os recomiendo leer ‘Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado«, de RBA, que sigue en el ‘top’ de las ventas sobre este fascinante lugar….

 

Nostalgia de una ‘misión’ antártica


 

ROSA M. TRISTÁN

Cuando dejaba atrás la Antártida y, lentamente, los icebergs fueron desapareciendo de mi vista no imaginaba cuánto echaría de menos ese espacio en el que todo es grandioso, indomablemente salvaje. La mano invisible de nuestra especie está también ahí, echando un maleficio que viene cargado de destrucción y muerte para quien allí habitan, pero lo que llena los ojos y todos los sentidos es la belleza. En estado puro. Hoy, confinada, con el solo respiro de una pequeña terraza, la nostalgia por lo vivido a veces se presenta como un torbellino.

Esa nostalgia viene a acompañada de dos sentimientos contrapuestos que luchan entre si: el entusiasmo por haber conocido un pedazo más de este asombroso hogar que es nuestra Tierra y haberlo hecho de la mano de quienes mejor lo conocen, y la tristeza de comprobar que ni siquiera una amenaza contundente y mortal a nuestra propia vida como es el coronavirus, provocado por nuestra estupidez humana, puede hacernos cambiar el rumbo. Y me pregunto… ¿Qué pasará si volvemos a usar coches privados para todo? ¿Habrá un repunte del uso de plásticos por un aumento de objetos de usar y tirar? ¿Volvemos a la tentación de invertir en construcción (en Madrid) o en turismo (el campo de golf de Nerja) que aumentará el desastre ambiental? ¿Nos olvidaremos de limpiar la casa que ahora nos parece más limpia en aras de un modelo económico que regresará al absurdo del crecimiento infinito?

Os quería compartir aquí, en el Laboratorio para Sapiens, el artículo publicado el domingo día 26 en EL PAÍS SEMANAL. MISIÓN ANTÁRTICA: SALVAR LA TIERRA. Os aconsejo escuchar el podcast y ver el vídeo que lo acompaña de Pepe Molina. Y sobre todo disfrutar con las fotos de Fernando Moreles, todo un artista de la cámara.  Y me gusta el título, que yo no escogí, porque estoy convencida de que para salvar la Tierra primero hay que conocer al detalle qué es lo que allí está ocurriendo, algo que no sería posible si no fuera por los científicos, técnicos y militares, miles en estos 33 años, que participan en las campañas antárticas. Convivir con algunos de ellos, comprender las dificultades a las que se enfrentan, compartir los riesgos, que los hay, y sobre todo ‘absorber’ su conocimiento es algo que no tiene precio. Me pesa no haber podido mencionar los trabajos de todos y cada uno de ellos en el reportaje, pero eran tantos…. ¡Es algo que da para un libro! No me extraña que otros colegas, como Valentín Carrera, hayan terminado escribiéndolos. Yo lo estoy pensando…

Porque, al final, ahí están sus resultados. Como todo en la ciencia, lentos pero contundentes. Estos días de atrás me dejaba perpleja la inmediatez que desde la sociedad se exigía a los investigadores del SARS-CoV19.  Me llegaban comentarios del tipo: necesitamos ya una vacuna, debemos tener test fiables al 100% o ¿qué pasa con los tratamientos?. Pero también veo que ahora ya comenzamos a comprender que este es un trabajo que lleva su tiempo porque no se basa en la magia, ni en creencias religiosas. Se basa en datos que hay que corroborar muchas veces. En el caso de la ciencia antártica además, implica un compromiso personal muy grande: dejar a la familia durante meses, realizar un viaje de casi 14.000 kilómetros del que no puedes volver fácilmente, trabajar a destajo de la mañana a la noche para aprovechar al máximo el tiempo compartido en tan asombroso lugar…

A cambio, la belleza.

Parémonos a reflexionar: basta ya de apoyar a quienes la destruyen, basta de escuchar a quienes en su inconsciencia premeditada nos condenan a un mundo sin futuro habitado por una humanidad sin abrazos.

Posdata:

En este mismo blog encontraréis el DIARIO)

En #SOMOSANTÁRTIDA de El País, muchos artículos por proyectos.

 

 

 

 

 

A por un ‘sistema de alerta’ del coronavirus


ROSA M. TRISTÁN

¿Podríamos prevenir por dónde y cuándo la expansión del coronavirus que genera el COVID-19 va a ser mayor, igual que ahora podemos predecir, con cierta antelación, cuándo lloverá o nos afectará una ola de calor? Cuando aún nos queda mucho por saber sobre este microorganismo que ha puesto el planeta patas arriba, esta es la posibilidad en la que ya están trabajando investigadores de la Agencia Española de Meteorología y del Instituto de Salud Carlos III: la puesta en marcha de un sistema de alerta temprana que adelante posibles ‘picos’ favorables a su expansión, a tenor de factores como la temperatura, la humedad, la radiación ultravioleta, la contaminación ambiental y el polvo sahariano (mineral) que tan a menudo nos llega del Sáhara.

Apenas se ha iniciado el estudio con los últimos 14 días (a fecha 14 de abril) y ya tienen algunos datos que pueden ser de gran interés porque resulta que confirman que a menor temperatura de promedio en un comunidad autónoma, hay un mayor número de casos de contagio por cada 100.000 habitantes, que son los datos de incidencia que se han proporcionado desde el Carlos III. Es decir, el aumento de temperatura frenaría los contagios, como apuntaban ya algunas investigaciones internacionales. También lo haría el aumento de la humedad ambiental. Sin embargo, tal como ya han señalado otros trabajos en Estados Unidos, la contaminación ambiental aumentaría los riesgos y lo mismo ocurriría con el polvo saharaino, dado que son partículas a las que podrían ‘pegarse’ los diminutos coronavirus para permanecer en el ambiente.

«Hemos buscado indicadores que sean sencillos de explicar como temperatura o humedad, aunque ésta última varía mucho según se viva cerca de un río, pero el objetivo es hacer este diagnóstico para tener modelos y poner en marcha un sistema de alerta temprana trabajando por áreas, como lo hacemos para el sistema de olas de calor mediante la elaboración de mapas de riesgo según las condiciones atmosféricas», me explica Fernando Belda, científico encargado en Aemet de este estudio. En el caso de las olas de calor, Aemet lanza una alerta (verde, amarilla, naranja o roja) según el grado de riesgo que hay para la población.

Aunque de momento, las dos instituciones han comenzado a analizar los datos por comunidades autónomas, tienen previsto iniciar el mismo trabajo en Madrid, Valencia, Barcelona y Vitoria, que son las ciudades que han resultado más afectadas por la pandemia. De este modo, juntando datos ambientales y de salud (también con variables como ingresos hospitalarios, ingresos en UCI y mortalidad) se pueden llegar a identificar las zonas de riesgo en tiempo real  diseñar estrategias de diagnóstico y prevención para la gestión de medidas de actuación adecuadas desde el ámbito de la salud pública.

Por lo pronto, los resultados preliminares apuntan a que a medida que se acerque el verano tendremos menos coronavirus en el entorno, siempre y cuando mantengamos los niveles de contaminación que estos días de confinamiento han bajado como nunca antes.

 

 

La sombra de un ‘agujero negro’, en un telescopio tan grande como la Tierra


  • La ciencia española, protagonista con un telescopio andaluz y tres algoritmos que permiten reconstruir la imagen
  • Sólo un 11% de los  participantes en este proyecto es mujer, ejemplo del camino que queda por recorrer

ROSA M. TRISTÁN

Necesitaban un telescopio tan grande como la misma Tierra. Los científicos sabían que solamente así podían intentar sacar la foto de la sombra de un agujero negro, que por otra parte es imposible de captar. Y 100 años después de que la privilegiada cabeza de Albert Einstein intuyera su existencia, los humanos, desde un pequeño planeta azul en una esquina de su galaxia, la Vía Láctea, llegaron hasta otra situada a  55 millones de años luz y sacaron la foto de su centro, donde se encuentra el agujero negro de la M87. Como un gran ojo, rodeado de un intenso halo de fuego, que son gases atraídos por la poderosa fuerza de gravedad, la imagen de este agujero supermasivo, hasta 6.5000 veces más que nuestra estrella el Sol, ha dado la vuelta al mundo en apenas unos segundos.

Para conseguirla, han sido necesarios años de trabajo de 200 científicos en todo el mundo, muchas horas de observación, y más de análisis y, sobre todo, aunar en uno solo ocho telescopios tan potentes como el ALMA de Chile con sus 66 antenas o el IRAM-30 del Observatorio Astronómico de Andalucía. De esas piezas surgió d el gran telescopio planetario (Telescopio Horizonte de Eventos, EHT) que la misión requería. Por ello, la presentación en sí de la imagen se preparó como un acontecimiento, al estilo de los grandes anuncios de la NASA, con conferencias de prensa simultáneas en varios países de tres continentes y con un emocionado comisario Europeo de Investigación, Ciencia e Innovación, Carlos Moedas, como maestro de ceremonias.

En Madrid, la sede del CSIC fue el lugar escogido para mostrar la histórica foto. Entre los científicos españoles participantes, cuatro hombres y una mujer. «En realidad, las mujeres sólo somos el 11% de todo el proyecto a nivel mundial, un número escaso», me comenta Rebecca Azulay,  de la Universidad de Valencia. Rebecca revelaba así otro ‘agujero negro’ científico, el que engulle a las mujeres en algunos campos de la ciencia. Ella fue una de las personas que pasó muchas horas de observación en los 10 días de 2017 que sirvieron para fotografiar al esquivo fenómeno astronómico y con su presencia en el acto ponía de manifiesto el largo camino que queda por recorrer a la científicas.

Rebecca Azulay, de la Universidad de Valencia.

Volviendo, a la foto, los científicos habían escogido la galaxia Messier 87(M87) porque, aún estando lejos, su agujero negro era grande y lo que ocurría a su alrededor se veía mucho más estable que en nuestra Vía Láctea. El EHT, en realidad, captó una película y no una foto fija, en la que se veía un anillo de luz con 42 microsegundos de arco, luz que era 10 veces menos hacia el centro, justo hacia el agujero negro, donde se produce la absorción de los gases. «Esa imagen concuerda con la Teoría de la Relatividad de Einsein», explicaba José Luis Gómez, investgador del CSIC (Instituto de Astrofísica de Andalucía) que no sólo ha desarrollado tres algoritmos para reconstruir las imágenes, sino que ha sido uno de los coordinadores el artículo científico publicado en Asfrophysical Journal Letters.

Pero tener la imagen del EHT no bastaba. Había que comprobar que era real. Y en ello, la participación española ha sido clave. Una de las cuestiones en las que España, con José Luis López, ha participado ha sido el desarrollo de unos algoritmos que permitieron reconstruir las imágenes de la sombra del agujero. Hasta  72.000 simulaciones han sido necesarias para comprobar que las cuatro ‘tomas’ del EHT en abril de 2017 eran lo que esperaban, porque cumplía además con las predicciones teóricas que se tenían.

Iván Martín-Vélez, del Instituto Geográfico Nacional, descataba que lo logrado era «como ver esta pelota de tenis desde la Luna o como ver el grosor de un cabello desde la Estación Espacial». De ahi la necesidad de ‘construir’ un telescopio gigante combinando ocho, algo que ha sido posible gracias a otros algoritmos que él desarrollo. «ALMA, con sus más de 50 antenas, equivale a un telescopio de 70 centímetros de diámetro», dijo. Pero también el granadino IRAM-30 ha tenido su papel.

Una vez conseguido este hito, los científicos ya miran más allá. No sólo quieren saber qué es ese chorro de eyección de material que sale del agujero negro, y quien sabe si saber qué hay y que ocurre dentro, sino que ha tienen hasta cinco agujeros negros tienen ya ‘en su radar’ para intentar sacarles la foto.

Para ello ya están pensando en incorporar un telescopio cercano al Polo Norte (en Groenlandia), porque en la Antártida ya lo tienen en la red (South Pole Telescope) y otros dos más: en Arizona y en los Alpes franceses (Noema). Incluso quieren colocar antenas del EHT en el espacio para multiplicar su nitidez. «No es la primera vez que se trabajaría con ellas. La agencia espacial rusa ya trabaja con el Telescopio Millimetron, que sería el más grande jamás puesto en el espacio y podría coordinarse con el EHT e menos de una década», comentó José Luis López. Con ello, la capacidad de observación se multiplicaría en varios grados.

Todo apunta a que se ha abierto una nueva etapa en el conocimiento del Universo en el que somos una pequeña pieza marcada por una leyes de la física que un visionario llamado Einstein supo ver cuando ni siquiera podía imaginar que algún día la foto de la sombra del agujero de una galaxia vecina daría la vuelta al mundo en cuestión de segundos.

 

 

CAMBIO CLIMÁTICO: LA ÚLTIMA LLAMADA. ¿ALGUIEN AHÍ?


Islas de Kiribati, que desaparecerán del todo cuando suba un más el nivel del mar

ROSA M. TRISTÁN

El nuevo informe del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU ) sobre el cambio climático es desesperanzador. Pareciera que se ha tirado la toalla respecto a la posibilidad de reducir la contaminación atmosférica que está calentando nuestro planeta a un ritmo inusitado. Pasados 26 años desde la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, cuando se lanzó la primera alerta, no hemos hecho sino empeorar, por más que algunos traten (tratemos) de poner la lupa en lo positivo. Pero el clima se ha calentado un grado desde la era preindustrial. Y ese dato no nos hace reaccionar. Como si no fuera con nosotros…

Teresa Ribera y Pedro Duque en la presentación del VI informe del IPCC.

Dicen los expertos que el nuevo informe es «una llamada a la acción urgente», pero sabemos que llueve sobre mojado, que nos hemos instalado en la miopía, salvo pequeños círculos concéntricos de humanos que se cansan de ‘vocear’ un SOS de escaso eco, y siempre que no se toque el empleo, la comodidad e incluso nuestra capacidad de derroche y crecimiento sin fin…  «Ya hay mucha gente trabajando para solucionarlo», se oye decir con esa confianza ciega en la magia (que no la ciencia) que recuerda mucho a la que tenían nuestros antepasados.

Con la lupa en lo positivo, destacaría que la presentación en España del informe hace unos días ha tenido esta vez mucho más empaque que en el pasado. La protagonizaron dos ministros: la responsable de Transición Ecológica, Teresa Ribera, y el titular de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. La sala estaba a rebosar, entre periodistas y científicos, lo que contrasta con la desangelada imagen que me envíaban de la sede de la Organización Meteorológica Mundial (Ginebra), casi vacía. Vía telemática, también tuvimos a Thelma Krug, vicepresidenta del IPCC. Por desgracia, pese a ello no fue noticia de primera plana en casi ningún medio, ni de TV, ni escrito, ni de radio..

Pero el documento, basado en 6.000 publicaciones científicas y 42.000 comentarios de expertos, es muy clarito. Nos dice que no vamos nada bien si no queremos llegar a  los 2ºC de aumento de temperaturas globales antes de final de siglo y que vamos camino de sobrepasar el 1,5ºC fijado en el Acuerdo de Paris (2016 ) antes de 2030: ¡en 11 años! Ese medio grado, que apenas notamos en la piel, un suspiro, sin embargo es fundamental para proteger a infinidad de especies amenazadas, mantener la producción de cereales que nos alimentan o evitar un estrés hídrico mortal en África y América Central. Si no actuamos ahora, nos dice, la civilización está en juego: «Hay cientos de millones de vidas en juego y las acciones que se requieren para garantizar una transición justa hacia un mundo libre de combustibles fósiles se superponen con las acciones que serían necesarias para reducir la pobreza mundial».

Para que no queden dudas, el IPCC pone como ejemplo lo que ese medio grado insignificante supondría: para 2100 el mar se elevará 10 centímetros menos que con 2ºC; el Ártico sólo se quedaría sin hielo en verano una vez por siglo, en lugar de cada 10 años; y los arrecifes de coral disminuirían entre un 70% y un 90%, pero no desaparecerían del todo. El problema es que lograrlo requiere  transiciones «rápidas y de gran alcance», sin precedentes en lo referente a la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte o las ciudades. Y de TODA la sociedad. Es la única forma de lograr, dice el IPCC, que las emisiones netas globales de dióxido de carbono (CO2) disminuyan en 2030 un 45% respecto de los niveles de 2010 para no pasarnos ese medio grado. Luego deberían seguir  disminuyendo hasta alcanzar el «cero neto» en 2050. Es decir: desde ese momento toda contaminación generada debería ser compensada.

Y como ven un poco ‘negro’  que los políticos actúen (son presos de votos cada poco años), los expertos del IPCC proponen varias vías para reducir los peligros del CO2 y el metano en la atmósfera, entre las que Thelma Krug destacaba tres: captura de CO2, reforestar y la bioenergía. Eso si, reconocía que no se conoce bien el impacto que pudieran tener a gran escala. «A más reducción de emisiones con energías renovables, menos deforestación y mejor manejo de la tierra, menos necesario será recurrir a estas técnicas que nos generan incertidumbres», reconocía Krug.

«Debemos hacer la acción política con los datos que nos presenta la ciencia, porque estos datos son medidas calibradas por mucha gente, no se trata de opiniones. Y entre los que los recogen hay muchos científicos españoles e instalaciones científicas que participan», añadía después el ministro Pedro Duque. Teresa Ribera, por su parte, dejó claro que el escenario de 1,5º no es fácil de garantizar porque ya hemos perdido mucho tiempo, en concreto ¡26 años!. «Y no hay soluciones mágicas», dijo con crudeza y realismo: «O nos lo tomamos en serio, o no es viable, pero no olvidemos que el cambio climático afecta más a los más vulnerables», un grupo en el que nosotros estamos situados: «En España, 2017 fue al año más cálido desde que se tienen registros, en 1965, y siete de los 10 años más cálidos son de este siglo. A ello se suma este año la anomalía de septiembre, las temperaturas de 30ºC en el Mediterráneo… Europa debe tomarse en serio papel de liderazgo», argumentaba. «Formamos parte de la generación que tiene toda la información y la historia será implacable con aquellos que conociendo el alcance de la amenaza climática no fueron capaces de enfrentar el mayor reto de nuestro era».

Teresa Ribera

Convendría tener muy en cuenta que, además, vivimos en un país donde 93.000 personas mueren prematuramente cada año debido a la contaminación atmosférica, como se recoge en el informe «El aire que respiras: la contaminación atmosférica en las ciudades«, presentado por Ecodes y DKV Seguros. Y también por ello, porque ya hay muertos a la puerta de casa, resulta espeluznante que la industria automovilística siga anquilosada en un pasado que condena el futuro: al día siguiente de conocerse el informe del IPCC aseguraban sus portavoces en Bruselas que limitar solamente un 20% las emisiones de CO2 «es irrealista» por el cambio que debería hacer el sector. ¡Si el IPCC habla del 45%! Y, además,  ¿por qué no empezaron a cambiar hace un cuarto de siglo? Ahora, el sector ‘del coche’, apoyado por gobiernos miopes (la que se avecina en Brasil es de órdago, sumada a la era Trump), se escuda en el posible desempleo que puede causar esta reconversión. ¿Y qué? ¿No había antes hechiceros y se reconvirtieron? ¿No había antes lanceros y se reconvirtieron? ¿No había herreros y se reconvirtieron?

Fue en Bruselas, precisamente, donde al día siguiente de la presentación del IPCC, se puso de manifiesto que la idea del ministro/científico Pedro Duque  de contar con la ciencia es una quimera en política. Se habló de limitaciones a las emisiones  contaminantes del 30% (Alemania), del 35% (Austria, España), del 40% (Francia…) pero ninguno se atrevió con el 45% que recomiendan los científicos. Al final, ganó el 35% en un regate que hace preguntarse para qué se hacen informes si luego no se les hace ni caso. Y encima se considera un éxito porque la perspectiva era aún peor.

Planta White Rose antes de su cierre. FOTO BBC

Algunos dirán: «Bien, pues si contaminamos y nos pasamos ese medio maldito grado, luego capturamos el CO2 y lo enterramos». ¡Pero si ni el propio IPCC lo ve claro! Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, recuerda al hilo de ello que la central británica de White Ros tuvo que cerrarse tras gastarse 100 millones de euros en ella porque no compensaba. Salía carísima. Y es que esta tecnología (CCS) consiste en capturar el dióxido de carbono que sale de las chimeneas industriales, comprimirlo y llevarlo a un estado semi-líquido para inyectarlo bajo tierra en yacimientos de entre 1.000 y 1.300 metros. «Sus impactos se desconocen y además es imposible para las emisiones del transporte, a lo que suma el riesgo de convertirse en una excusa para prorrogar las plantas de carbón»,  señala Andaluz. Sin embargo, al Gobierno de Donald Trump le ha venido muy bien para seguir su carrera ‘pro’ petróleo: ofrece incentivos fiscales a quienes  promueven CCS, mientras su país sigue sumando emisiones. Actualmente ya hay 17 instalaciones de CCS operando: Estados Unidos (9), Canadá (3), Noruega (29 y Brasil (1), Arabia Saudí (1) y Emiratos Árabes Unidos (1).  Otra cosa es que los ciudadanos quieran tener esos almacenes de CO2 cerca, que parece ser que no es así.

Otra alternativa que plantea el IPCC es la reforestación y una mejor gestión de los bosques para que capturen CO2, pero tampoco parece una panacea. Un estudio publicado esta semana en ‘Nature‘ dice que el impacto real global sería mínimo tanto si se opta por coníferas como si se opta por caducifolias, si bien se reconoce que el impacto local si sería importante. O sea, no descartable pero no es la solución global, y menos si seguimos deforestando..

Curiosamente, otra investigación de esta semana, en este caso en el PNAS, en la que ha participado el Centro Nacional de Investigación en Evolución Humana (CENIEH), ha determinado que hace entre medio millón y 320.000 años hubo un gran cambio climático que trajo un clima más seco e impredecible (como ahora) y que aquello favoreció nuestra evolución, al estimular la habilidad para sobrevivir con nuevas herramientas. La diferencia es que aquel cambio fue muy lento (hablamos de cientos de miles de años, no de 100 o 200 años) y que había pocos humanos con los que competir. Hoy somos 7.500 millones. Habitamos cada rincón de tierra habitable y aún no hemos encontrado otro lugar al que ir.

Quisiera ser optimista y decir que  la Peste Negra del siglo XXI no llegará a epidemia. Pero visto lo visto me resulta difícil.

 

SOS, SOS, SOS, SOS, SOS, SOS, SOS …………………………..

Si queremos se puede, pero no queremos.

 

Atapuerca ‘estrena’ cueva: ‘La Paredeja’ neandertal


Yacimiento neandertal «Cueva de La Paredeja» @RosaTristán

ROSA M. TRISTÁN

Cuando los andamios de la Trinchera del Ferrocarril de la Sierra de Atapuerca se ven en el horizonte, intuyo que una jornada especial va a comenzar. Y así fue este año una vez más, porque ponerme el casco (que se me caía, por cierto) y comenzar un paseo hacia nuestros orígenes del que creía saber mucho, después de escribir «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado», con Eudald Carbonell (National Geographic, RBA), para descubrir que cada campaña hay una gran novedad este año tiene un extraño nombre: ‘La Paredeja’, un nuevo yacimiento en una cueva por la que anduvieron los neandertales.

Eudald Carbonell, desde lo alto de La Paredeja @RosaTristán

La Paredeja, que en la zona significa ‘pared pequeña’, aunque no lo es tanto, se encuentra en el mismo complejo que la cueva de El Mirador. Hace tiempo que estaba identificado este lugar, pero fue hace unos cinco años cuando Carbonell, arqueólogo y codirector de Atapuerca, paseando por el lugar, encontró algunas herramientas de piedra. Este año, por fin, bajo la coordinación de Marta Navazo -que antes trabajaba en los yacimiento neandertales al aire libre de los alrededores- se decidió a ‘atacar’ la pared, o ‘paredeja’ y apenas dos semanas después ya han encontrado unas fantásticas  lascas musterienses, es decir, pruebas de que allí estuvieron  los ‘Homo neanderthalensis‘, así como fósiles de algún animal y hasta un pequeño carbón, éste último minutos antes de que yo  llegara y aún por estudiar para saber su origen.

«Era una antigua cantera y queríamos ver si tiene un gran potencial porque hay 10 metros de sedimentos en la pared, que hemos escalonado en cinco niveles; y en los cinco hay herramientas, como lascas.  Así que estamos limpiando  y al año que viene se excavará», me explicaba Marta a pie de obra. «Hemos hecho también un sondeo estatigráfico con un camión y tenemos hasta 20 metros más de potencial; intuyo que hemos encontrado otro complejo tan importante como la Trinchera de Ferrocarril en el complejo 3, que se completa con El Mirador y Cueva Ciega, que están cerca. Los neandertales igual estuvieron por aquí hace entre 70.000 y 200.000 años, una antigüedad de la que no los hemos encontrado en otro sitio de la sierra. La Paredeja es una cueva enorme, en total con 30 metros de estatigrafía, como la Gran Dolina, así que tenemos trabajo para décadas», añadía Eudald mientras me mostraba desde arriba la inmensa tarea:

Eudald Carbonell: «Nuestros nietos científicos aún excavaran aquí».

Antes de que conocer esta novedad de la campaña, visité la Trinchera del Ferrocarril («El Portalón» estaba cerrado, una pena) que me pareció demasiado silenciosa.  El jueves fue un día de cambio de turno de los excavadores ‘temporales’ y estaba solamente el ‘núcleo duro’. A pocos metros de la entrada, la Sima del Elefante, que cada año me parece un agujero más insondable… Pero no. Rosa Huguet me dijo que están a punto de llegar a la ‘roca madre’, vamos al fondo, y desde luego que han bajado metros desde la primera vez que estuve, tantos que han dejado sin suelo a la propia Trinchera, instalándose una pasarela metálica sobre las cabezas de los que excavan abajo..»Aún podemos encontrar más restos del ‘Homo sp» porque todo entraba de fuera y sería fantástico porque ya estamos en 1,3 millones de años», decía la coordinadora de la Sima.

Isabel Cáceres, una de las dos coordinadoras del yacimiento La Galería, andaba recortando plásticos para clasificar fósiles cuando llegué al yacimiento de La Galería. Este año, un inmenso agujero a la izquierda, justo donde estaba la Covacha de los Zarpazos, me ha llamado la atención. «Han vaciado esta zona para ver la estatigrafía porque no había fósiles», me explicó. Ante su cuadrícula, desde luego que los hay. Llevan más de 500 en esta campaña en lo que fue un agujero desde la sierra, sobre todo de ciervos y caballos, como el dueño de la excelente dentadura que me muestra,  pero también de bisontes o bóvidos. «Estamos empezando unos niveles de sedimento de cuando la trampa para animales era más efectiva porque era más profunda, hace unos 300.000 años.  Y no sabemos cuanto tiempo estaremos. Aquí el que manda es el yacimiento. Siempre mandan las cuevas». (Sigue)

Exvacación en TD10 de la Gran Dolina. @RosaTristán

Siguiendo por la Trinchera llegué a la Gran Dolina y por el andamio subí hasta TD4, donde Jordi Rosell y María Martinón-Torres me pusieron al tanto de lo que está sacando su equipo en esta  ‘casa’ de humanos de hace un millón de años (más antiguos que los ‘Homo antecessor’, de TD6). Y parece que compartían el espacio con los grandes osos ‘Ursus dolinensis’. «Eran los abuelos del ‘oso de las cavernas’, que se pelearían más tarde con los neandertales», me cuenta Jordi. La directora del CENIEH añade que precisamente este yacimiento nos dice que allí hubo humanos (dejaron herramientas) pero también «nos ayudará a saber cómo eran, si eran los mismos que hay en tiempos más recientes de TD6, más antiguos (Homo sp) o si llegaron por oleadas quizás debido a cambios climáticos».

Encima de sus cabezas, en TD10, tras 22 años de trabajo y más de 500.000 restos fósiles encontrados, que se dice pronto, Palmira Saladié dejó sus buriles de trabajo para explicarme que les quedaban cuatro días para llegar a TD9, los sedimentos de hace 500.000 años, un momento en el que se dice que Europa estaba despoblada (entre 500.000 y 800.000). «Estamos excavando 85 metros cuadrados, en el nivel que coincide con la Sima de los Huesos, pero ya no vamos para atrás, a ver que encontramos», me explica desde un lugar que nunca me cansa: desde Gran Dolina la vista de la Trinchera es espectacular.

Cueva Fantasma ¿o del Fantasma?

Un poco más arriba hay una buena salida para Cueva Fantasma, o ‘del Fantasma’, como algunos prefieren llamarla. Fantasma fue la noticia del año pasado y nos obligó a modificar un capítulo del libro cuando casi estaba ‘en máquinas’. No podíamos no incluirlo. Este años,  Ana Isabel Ortega y su equipo han  cambiado totalmente el aspecto que ví en 2017. Hay andamios y este año hacen un sondeo en un recoveco de la  hundida cueva. A pocos metros de conde se encontró el  fósil de neandertal que tanto se esperaba. Se estima que Fantasma tiene una secuencia de entre 100.000 y 40.000 años, que no aparece en otro lugar. «En el sondeo sacamos restos de caballos y otra fauna de hace 40.000 años, pero son apenas 15 días de trabajo. ¡Estamos empezando!», me recordaba una entusiasta Ana Isabel.

Josep Mª Vergès muestra los sondeos en Cueva El Compresor. @RosaTristán

Como colofón, de vuelta a la Trinchera, Josep María Verguès me mostró lo que ocultan en la Cueva del Compresor, un espacio oscuro y frío. Ahí es donde guardan, al fresco, «las entrañas de todo el sistema de cuevas», según sus palabras. «Son testigos de sondeos que realizamos para corroborar a qué distancia están los suelos y techos de las cuevas. Unos son sedimentos finos, otros más gruesos, y es importante para acceder al relleno de las cuevas. Luego hacemos muestras, estudiamos minerales y cronología, a veces incluso en un testigo han salido fósiles».

Hay decenas de cajas azules que se acumulan pendientes de la infinidad de análisis que Vergés y sus colaboradores tienen pendientes de realizar. Aquí todo son ‘contenedores de historias’.

«Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado»

Para terminar la visita, Eudald Carbonell me lleva por el camino, lleno de baches y charcos debido a las últimas tormentas, por el que iban hace ya muchos años hacia los yacimientos, cuando eran los jóvenes que retrata, junto a José María Bermúdez de Castro, en «Perdidos en la colina». Desde que todo esto se inició han pasado cuatro décadas, que este año conmemorarán con numerosas actividades. Entre otras, una exposición en el Museo de la Evolución Humana de Burgos que se inaugura a finales de julio y que os animo a visitar.

Y, aprovecho, si queréis conocer la historia al completo de este proyecto, sus anécdotas y hallazgos, os recomiendo:

«Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado» (National Geographic, RBA Libros).

 

 

 

 

 

 

El misterioso palacio-santuario de los tartesos en Turuñuelo


PUBLICADO EN REVISTA ESTRATOS

 ROSA M. TRISTÁN

 Un equipo de arqueólogos descubren un yacimiento cerca de Mérida que esconde un edificio de hace 2.500 años con miles de objetos en los que descubrir su cultura

Un paraje como conocido como Turuñuelo, en el municipio de Guareña, cerca de Mérida (Bajadoz) escondía entre los campos de maíz un auténtico tesoro: los de un palacio-santuario que fue ocupado en el siglo V a. de C por los tartesos, pueblo que desciende de los fenicios que llegaron hasta el sur de la Península unos siglos antes y acabó por desaparecer tras la invasiones del norte.

Bañera encontrad en Turuñuelo @EstherRodríguez

El yacimiento de Turuñuelo, aún en sus primeras fases de excavación ha demostrado ya su espectacular riqueza. Cada día aparecen nuevas piezas de un ‘ajuar’ que va a ayudar a revelar muchos de los misterios que aún rodean a esta cultura y seguramente a abrir la puerta a otros nuevos. Jarras, copas, calderos gigantescos, pinchos morunos, platos y hasta una bañera de grandes dimensiones son parte de lo que los arqueólogos de Extremadura han encontrado en las dos únicas salas excavadas hasta la fecha de las muchas que podría tener. En total, de momento, en los laboratorios ya hay más de 2.000 piezas que están en restauración por parte del equipo del Instituto de Arqueología de Mérida (IAM), que dirige Sebastián Celestino, también responsable del yacimiento junto a su compañera y arqueóloga Esther Rodríguez.

El hecho de que el equipo acabara picando de sol a sol en Turuñuelo en la primavera de 2014 tiene mucho que ver precisamente con la tesis que estaba realizando Rodríguez sobre los tartesos. La investigadora había identificado, basándose en el estudio de documentación histórica previa, una decena de enclaves en los que podría haber restos tartésicos como los ya conocidos de los yacimientos de Cancho Roano y La Mata (ambos en el municipio extremeño de Villanueva de la Serena).

“Uno de esos 10 puntos era el pequeño cerro artificial que había en mitad de una llanura en una finca en el paraje de Turuñuelo, un túmulo que quedó aislado en mitad de una finca cuando en los años 50, durante el Plan Badajoz, se hicieron muchas tierras de regadío en torno al río Guadiana. Pero el túmulo, de unas dos hectáreas de superficie, no podían ararlo debido a la pendiente así que -aunque sufrió un recorte importante, quedándose en una hectárea-, estaba intacto. De hecho, debido a los trabajos agrícolas, ya en los años 80 se habían encontrado materiales arqueológicos que habían despertado el interés. “Como mi tesis era sobre el poblamiento tartésico en el Valle Medio del Guadiana, era un buen lugar para empezar y lo elegimos”, recuerda Esther.

Conviene recordar que “Tartessos” es el nombre que los griegos dieron a la civilización que encontraron al Occidente de Europa, en concreto en lo que hoy son las provincias de Cádiz, Huelva, Málaga y Badajoz. El historiador Herodoto ya habla en sus textos del siglo V a. de C. de un rey llamado Argantonio, ‘El hombre de plata’, de gran riqueza y muy generoso, que habitaba esas lejanas tierras. Esta cultura tartésica había surgido de la fusión entre la que trajeron los fenicios hasta las costas españolas tres siglos antes de la referencia de Herodoto, y los pueblos indígenas que habitaban la península.

La ‘habitación 100’

La buena disposición de los propietarios de la finca de Turuñuelo para dejarles hacer un sondeo, hizo que poco tiempo después de plantearlo, en la primavera de 2014, los arqueólogos se pusieran manos a la obra con algunos fondos de un proyecto del Programa Estatal de I+D. Fue tal la cantidad de restos de cerámica y otros materiales que salieron en esa primera campaña que para el año siguiente presentaron ya un proyecto específico de excavación a la Consejería de Patrimonio y Cultura de la Junta de Extremadura. “En esa segunda campaña pudimos contar con un equipo de casi 30 estudiantes y un arquitecto que nos ayudó a interpretar lo que encontrábamos”, añade Celestino.

Y el resultado fue espectacular. Salió a la luz la que llaman “Habitación 100”, por su posición en la cuadrícula. Es una sala de 70 metros cuadrados, un gran espacio con paredes encaladas en la que encontraron un banco corrido, una gran bañera de cerámica hecha pedazos y también una pileta excavada en el suelo, forrada de cal. En el suelo, justo en el centro de la sala, tenía como decoración el dibujo de una piel de toro, que según los arqueólogos podría ser el lugar donde se situaba un altar. Aún no se sabe, pero el codirector del yacimiento aventura que el edificio bajo el cerro podría tener forma de “U” con 12 o 14 habitaciones en torno al patio central, siguiendo el modelo de otros enclaves similares en Andalucía.

Los trabajos desde entonces continúan y también los hallazgos. “En 2016 encontramos una puerta de dos metros de ancho, con dos pilastras, que comunicaba la ‘Habitación 100’ con una segunda sala, en las que ya estamos excavando y donde hemos hallado hasta ahora unos bronces magníficos, como los que se utilizarían en un gran banquete. En realidad, tenemos lo que podría ser todo el menaje necesario para un banquete de muchas personas”, señala el arqueólogo.

Gran parte de este ‘tesoro’ se encuentra ahora en el laboratorio de restauración de la Universidad Autónoma de Madrid, con el que el IAM colabora. Más de 100 piezas reconstruidas de cerámica, jarros de bronce, braserillos, una barbacoa, coladores, un gran caldero de un metro de diámetro, ‘quemaperfumes’ (candelabros altos con un plato para aromatizar el lugar) se acumulan en las mesas de reconstrucción y análisis. “Probablemente, los tartesos comerían ovejas, cabras, miel, aceite, y beberían vino. Era un pueblo que vivía de la agricultura, pero también comerciaba; en la costa. con la plata de las minas de Rio Tinto y Aznalcóllar y en el interior con el estaño”, recuerda del director del IAM.

Entre tantos tesoros arqueológicos, Celestino y Rodríguez destacan la belleza de unas piezas que fueron de importación: cajas de marfil con leones labrados y copas griegas. “Su presencia en el valle medio del Guadiana nos habla de que este pueblo tenían relaciones con Ática, que entonces estaba en su apogeo”, apuntan.

Para el equipo del IAM no hay duda de que el palacio-santuario de Turuñuelo era un lugar importante de la cultura tartésica. De hecho, no descartan que debajo de este edificio pudiera haber otros anteriores, que se fueron quedando pequeños con el tiempo. “Esta cultura surgió en torno al Guadalquivir. En el entorno de Doñana ya se han excavado edificios que eran también santuarios, pero que además de una función religiosa tenían también otra económica, política y comercial. En estos lugares vivían las personas que controlaban el territorio y eran asentamientos en los que no había murallas porque era sobre todo una cultura de paz, sin armas. De hecho se conoce como la época de la Paz Tartésica”, explica la codirectora del yacimiento. “Algunos subieron hacia el norte y se extendieron hacia la zona en la que trabajamos nosotros”.

Precisamente su desconocimiento de las estrategias de guerra está en el origen de la desaparición de este pueblo rico y sabio, pues a partir del siglo V a de. C. comenzaron a llegar hasta hasta su territorio extremeño invasores celtas que venían del norte, con un buen entrenamiento bélico. Todo indica que los tartesos no pudieron resistir la invasión y acabaron por desaparecer.

Pero antes de huir de lugares como Turuñuelo, y al igual que hicieron de todo el Guadiana, quemaron todas sus propiedades y derrumbaron todas las paredes de lo que habían sido sus centros de poder y sus lugares de culto, para sellarlos a continuación con arcilla con objeto de que el enemigo que llegaba no pudiera mancillar su cultura. Celestino explica que “esta forma de actuar ha permitido que encontráramos el yacimiento en unas condiciones de conservación que son realmente excepcionales. Tenemos fotos de los años 50 y ahí vemos que el túmulo era más grande, pero con solamente esta hectárea fácilmente tenemos para trabajar 10 años, siempre que haya fondos disponibles. Cada campaña de excavación de un mes supone unos 30.000 euros en gastos, así que para tener excavado el túmulo necesitamos unos 400.000 .

De momento, su objetivo inmediato es esta segunda habitación de los bronces en la que ya están excavando y una tercera, a las dedican la campaña de este año, previsiblemente con fondos de la Junta de Extremadura y con el apoyo del alcalde del cercano municipio de Guareña, que se ha comprometido a buscar alojamiento gratuito para las dos decenas de alumnos que participan en los trabajos.

Algunas piezas ya lucen en el Museo de Mérida. La “bañera” ya restaurada, y de una tonelada de peso, de momento sigue en el yacimiento. Esther reconoce que en realidad ese gran recipiente de cal de unos 70 centímetros de alto y 1, 70 m de largo, podría ser para acumular agua. “No hay otra igual en la Península. Hay algunas de dos siglos más tarde, pero con desagüe, y ésta no tiene, así que es en realidad no tenemos la certeza de para qué la utilizaban, aunque le hayamos puesto ese nombre por la forma que tiene. Estamos seguro de que este túmulo aún nos deparará muchas sorpresas”, concluye.

Los tartesos y la misteriosa Atlántida 

La leyenda del continente perdido de la Atlántida se ha intentado relacionar a lo largo de la historia con la cultura de Tartesos de la Península Ibérica. Su abrupta desaparición, en pocos años, algunos han querido relacionarla con esa gran isla perdida que parece que sólo existió en la imaginación del filósofo griego Platón. A raíz de sus indicaciones sobre la existencia de una civilización rica y poderosa “en una isla delante de las columnas de Hércules (el Estrechos de Gibraltar), muchos investigadores han buscado en el suroeste peninsular sus restos sin encontrarlos.

En 2011, el arqueólogo estadounidense Richard Freund, con el apoyo de la National Geographic Society, llegó a las marismas del río Guadalquivir y, en poco tiempo, concluyó que la supuesta Atlántida y Tartessos eran lo mismo, dejando su hipótesis plasmada en el documental “Encontrando la Atlántida”. Freud concluía que aquella gran isla frente a Doñana había desaparecido por un tsunami hace unos 2.500 años, justo con el fin de los tartesos.

Pero toda esta argumentación ha sido tajantemente desmentida por los investigadores españoles, entre ellos el director del Instituto Arqueológico de Mérdida, Sebastián Celestino, que en 2009 buscó restos arqueológicos en el punto del Parque Nacional de Doñana donde Freund había detectado supuestos restos de templos en fotos de satélite. Y no encontró nada. Otros trabajos también han descartado la conexión Atlántida-Tartessos, dejando a la Atlántida de nuevo en el capítulo de las leyendas.

 

 

Comedores escolares: Somos lo que comemos pero…¿Qué comemos?


ROSA M. TRISTÁN

(Publicado en Cuadernos de Pedagogía): Número 476

Seis de cada 10 niños y niñas se alimentan cada día, en los centros escolares, con productos elaborados por la industria agroalimentaria, muchos de los cuales contienen residuos químicos y están envueltos (y calentados) en plásticos. Los ecocomedores son una alternativa ecológica y de proximidad que apuesta por la salud y la educación. En ellos, los alumnos descubren el origen de los alimentos y aprenden a comer mejor respetando el medio ambiente. Es la nueva revolución ‘verde’ que llega a los colegios.

Candela da grandes mordiscos a su manzana. “Está buenísima y no le echan pesticidas de esos que matan los bichos y son veneno”. Sobre su cabeza, un cartel que dice: “La fruta está para comérsela. No te la saltes”. Pero Candela, de 8 años, lo tiene claro: “Nos dan comida ecológica, que es buena para el medio ambiente porque no viaja desde lejos y porque no contamina”. “¿A qué no sabes lo que es ser vegano?”, dice un compañero de mesa”. “¡Yo sí, a mí!, se levantan varios brazos.

El escenario es el comedor del Colegio Lourdes de Madrid, un centro concertado de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), que hace ya cuatro cursos decidió dar “un vuelco” a su comida escolar para que fuera más acorde con un ideario en el que la sostenibilidad es un eje fundamental. Hoy es uno de los referentes de los “eco-comedores escolares”, espacios para alimentarse y, por qué no, aprender. “Aquí no queremos saber nada de caterings”, aseguran.

Su apuesta por los productos ecológicos y de proximidad no es fácil, pero no es exclusiva porque como en los cuatro centros de Fuhem, poco a poco toma cuerpo en España la preocupación por lo que comen los escolares y su futura visión del modelo de consumo alimentario. Así, pese a la trabas de las administraciones autonómicas, que son las que deciden en los centros públicos el modelo de gestión, surgen cada día iniciativas de directivos, personal de la cocina, padres y madres y docentes que tienen claro que “somos lo que comemos” y que en el caso de la infancia, mejorar el sistema actual es básico para ellos y para el planeta, un camino que también se ha iniciado en otros países del entorno.

Ahora estamos en casa de Marcos, que muy al contrario que Candela mira la verdura con desgana. Pasea el tenedor por el plato mientras marea las acelgas con tomate. “Antes le encantaba la verdura, pero ya no hay forma. Le cambió el paladar desde que comenzó a ir al colegio, cinco días a la semana comiendo de catering. Lograr que se la coma es la batalla diaria”. Adela es una de esas madres que reconoce que no sabe qué es un eco-comedor escolar, aunque se muestra dispuesta a impulsarlo en el centro al que acude su hijo, de 8 años, en Boadilla del Monte (Madrid). “¿De qué sirve que en Conocimiento del Medio les hablen de peces si luego no ven ninguno porque los ven empanados en cuadrados?”, se queja.

Los últimos datos disponibles señalan que casi 1, 7 millones de escolares como Marcos -de Educación Infantil, Primaria y ESO- comen en el colegio en España, según el Ministerio de Educación. De ellos, el 61% tienen el servicio subcontratado a una empresa externa, sector que se ha convertido en un sustancioso negocio en manos de unas pocas compañías. Sólo una de ellas, sirve 210.000 comidas al día en diferentes instituciones públicas, como son los hospitales o los colegios, adonde llegan servidas en sus correspondientes bandejas de plástico.

Un cocinero en el colegio Lourdes de FUHEM, trabajo en extinción.

Son datos que proceden de la reciente investigación “La alimentación escolar en España”, realizada por iniciativa de la asociación Del Campo al Cole y del grupo de investigación Carro de Combate. “Con este trabajo queríamos poner sobre la mesa la importancia del comedor escolar. Analizar la situación actual y el abanico de problemas que genera una mala alimentación infantil, cuando existen alternativas para mejorarla y aprovecharlo como recurso educativo”, apunta Andrés Muñoz Rico, de Del Campo al Cole. “Nosotros precisamente trabajamos para poner en contacto a los agroproductores con los colegios, un camino que va a más pero que es lento y tortuoso por las complicaciones administrativas”, reconoce.

Y es que hoy, en España, son aún pocos los colegios, sobre todo públicos, que apuestan por hacer de sus comedores y cocinas un lugar desde la que acercarse a la alimentación, a la educación ambiental; en definitiva, al aprendizaje desde el estómago. Muy al contrario, al albur de la masificación en menús industriales, las cocinas desaparecen y se transforman en salas de “línea fría” destinadas a platos precocinados. “A nadie le gustaría comer durante años comida de hospital, pero es lo que les damos a los niños”, apunta el catedrático de Medicina e investigador Nicolás Olea.

Olea, de la Universidad de Granada, es uno de los científicos que más ha estudiado los efectos de la alimentación en la infancia. En análisis de orina a menores de edad, se han detectado hasta 128 residuos químicos de 81 sustancias, de las cuales 42 pueden provocar cáncer y 37 son disruptores endocrinos que alteran las hormonas del organismo. “Podría decirle que los niños españoles hoy orinan más plástico que ninguno en Europa . Comer cada día en una bandeja de policarbonato está afectando a su desarrollo neuro-conductual, y no lo digo por ser alarmista, sino realista”, señala Olea a Cuadernos de Pedagogía.

En la misma línea, la endocrina Carmen Valls-Llobet, asesora de la Organización Mundial de la Salud, lanza la voz de alarma: “Ya hemos observado cómo los disruptores endocrinos que ingieren desde la primera infancia están provocando una pubertad precoz, hasta el punto de que hay niñas de seis años que ya tienen vello púbico”.

Pero incluso sin contaminantes, ¿es la comida escolar equilibrada? La normativa de las autonomías recoge un exhaustivo índice de calorías, de minerales, de lípidos o proteínas que hay que ingerir, eso sí, al precio más bajo posible. Pero eso tiene su coste y la bióloga Mercedes Aguirre, autora del libro “Nutrición, salud y complementos”, detecta un déficit de elementos esenciales para el desarrollo del cerebro en los menús infantiles. “El Omega 3 DHA, que encontramos en el pescado blanco, no existe en el panga, tan habitual en esos menús, pero se sabe que es importante para el cerebro de niños con Transtornos con Déficit de Atención (TDA). Por el contrario, se come exceso de pollo hormonado, de carbohidratos (pasta, arroces…) que se convierten en azúcares y generan excitación y obesidad, pero que son más económicos que los integrales”, denuncia la investigadora.

Pero no todo es salud. Aprender a comer mal es aprender un modelo de vida insostenible que colisiona con la educación ambiental. “Esa dimensión educativa de los comedores está muy olvidada, aunque es un recurso excelente para aprender de dónde viene la comida o qué impactos tiene en la naturaleza. No se trata de dar clases en el comedor, sino de que la alimentación escolar se incorpore como un tema más en las aulas, en actividades y juegos, en las excursiones que se programan desde el colegio”, explica Abel Esteban, de Ecologistas en Acción, una organización que participa en la Plataforma Comedores Responsables (http://comedoresresponsables.org/) creada en junio de 2016 con otras organizaciones, como CEAPA y Veterinarios Sin Fronteras (VSF), para promover ese cambio de enfoque.

Nani Moré, desde mucho antes, es un referente en esta batalla. Desde su primer trabajo, en la cocina de una guardería de Mallorca, se interesó en mejorar lo que ponía en los platos de las criaturas. “Para mí comer no es sólo llenar el estómago, es educación ambiental y es salud. Y en ello estoy, demostrando que mejorar la comida escolar con productos ecológicos y de proximidad no cuesta mucho más si se compara con sus beneficios”. Fruto de ese convencimiento surgió el documental que financió en 2012 con un crownfunding, El plato o la vida, que desembocó en la pionera Asociació Menjadors Ecologics de Cataluña, hoy lugar de encuentro para quienes inician el camino. “Desde 2013 hacemos estudios de viabilidad de proyectos de eco-comedores escolares. La cuestión es que no hay reglas, porque cada centro y cada territorio es un mundo”, asegura Moré. “En general, se trata de que al menos el 50% de la comida sea ecológica o de proximidad sin subir los precios, pero también se trata de enseñar a los niños a conectar la vida con la comida, a tener un huerto escolar, a cocinar cosas sencillas, a visitar los campos. Y ello requiere que los docentes se impliquen. Y los cocineros. Ahora estamos preparando un recetario con un grupo de chefs para aprender a provechar lo que ofrece cada temporada”, explica la ex cocinera.

En el Colegio Lourdes de la Fuhem, el aula de 1º de Primaria que imparte Paula Manrique a veces se convierte en un huerto. “A ver, ¿Qué sembramos hoy? ¿Un tomate? ¿aceitunas? ¿lapiceros? ¿Y qué hacemos para que no haya bichos que se coman nuestra comida?”. Es una de las muchas actividades pedagógicas que complementan los nuevos platos que cada día prepara el cocinero Javier Ventura, a quien ahora le llegan las patatas con tierra, en vez de cortadas en bolsas. “Hace poco fuimos a un mercado para que hicieran su lista de la compra, otras veces hacemos zumos con frutas de temporada. Los mensajes de lo bueno y lo malo para el cuerpo y la Tierra van calando”, explica Paula, rodeada de dibujos de extraños personajes hechos con frutas y verduras.

Fuhem es el ejemplo de una transformación impulsada desde la dirección, un proyecto ecosocial denominado “Alimentando otros modelos”. Hoy, prácticamente todo lo que consumen sus 2.500 diarios comensales es ecológico o de proximidad. “Llevamos ya tres cursos y la transición requiere reajustes, pero es imparable. El precio del menú es prácticamente el mismo y ya no hay queja entre los escolares porque se han acostumbrado a los sabores. Pero es que además hemos introducido temas relacionados con el sistema alimentario desde 2º de Infantil a 1º de ESO, recogidos en una “Guía Educativa” que utilizan los profesores como Paula. Y aún hay más: hemos incluido en el cambio a las familias”, explica Luis González Reyes, coordinador de la iniciativa.

Se refiere al impulso que se ha dado a la creación de grupos de consumo ecológico entre los progenitores de sus alumnos. “El colegio es el punto de entrega y recogida de la compra una vez a la semana y estamos encantados. Es verdad que al principio costó introducir algunos alimentos con los niños, pero ahora se van acostumbrando. Cada curso se les da un alimento nuevo al menos ocho veces. Luego, pueden comer en casa lo mismo, gracias a los grupos de consumo. Ya somos 40 familias implicadas”, señala Irene Domínguez, madre de una niña de 14 años y un niño de 8 del Lourdes. “Desde que se creó el comedor ecológico, es más habitual que mis hijos hablen de dónde viene la comida o qué es mejor cuando comemos juntos”, explica Irene.

Huerto del Colegio Montserrat de FUHEM.

En el Colegio Pere Roselló Oliver de Alaró (Mallorca), la idea de apostar por un eco-comedor surgió de la AMPA. Tras convencer al Gobierno balear de que podían hacerse las cosas de un modo alternativo al catering, este curso llegó el cambio. “El documental “El plato o la vida” de Nani Moré fue motivador para nosotros. Ahora, el AMPA gestionamos el comedor ecológico sin encarecer la cuota. Pero, además, hemos implicado a los docentes en un proyecto que se llama Alimentación, eje de las actividades extraescolares. Queremos que el niño conozca su relación con el alimento, que el personal de cocina les explique el origen de lo que tienen en el plato, que la comida no sea sólo un trámite”, explica Tomeu Noguera, padre e impulsor de una iniciativa que ya exporta a otros centros. En torno a ese cambio, además, el huerto escolar ha reverdecido, se organizan talleres eco-gastronómicos para las familias e incluso se ha abierto una pequeña cocina para talleres en los que los alumnos aprenden a preparar galletas.

“Es un aprendizaje. Comer más verdura se les hace cuesta arriba, pero si se empieza desde muy pequeños es más fácil. Mayor problema es que las familias se resistan al cambio, porque sus hijos también lo harán, pero si están convencidas, es posible. Ahora queremos que nuestro proyecto se extienda, que la Administración balear favorezca a las pequeñas empresas que tienen productos ecológicos, no sólo a las que ofrecen un precio menor, y que se pongan en valor las acciones educativas desde el comedor y la cocina”, recalca Noguera.

Actividades similares son las que desarrollan desde 2010 Veterinarios Sin Fronteras en colegios de toda España, dentro de su campaña Alimentacción. La mayoría de carácter extraescolar para el alumnado, pero también organizan talleres con docentes y familias para crear conciencia sobre los impactos del actual modelo alimentario. A menudo organizan funciones de teatro, excursiones y ofrecen materiales didácticos sobre productos concretos, como el aceite de oliva o las legumbres. “Este curso trabajamos con 90 centros de toda España, siempre con el mensaje de revalorizar el campo y dar a conocer cómo afecta nuestra alimentación en el Tercer Mundo y la naturaleza. A veces, los profesores son reticentes porque ha aumentado mucho la carga docente, pero es cuestión de sembrar para que se vaya difundiendo”, explica Jordi Menéndez, al cargo de la campaña.

Otro de los referentes en eco-innovación en comedores escolares es el cocinero José Luis Cabrero, del Colegio Público Asunción Pañart de Aínsa (Huesca). Es el autor de otro vídeo, “El comedor, un aula más”, donde explica cómo fue el proceso del cambio en su pequeño centro. Cabrero, como Nani en Mallorca, fue quien echó a andar la transformación del proceso de compra de lo que llegaba al centro. “Ese cambio a lo ecológico fue paulatino, pero tan importante como ese paso, fue la introducción del programa Alimentacción de VSF, a través del cual les doy información de lo que es el consumo responsable. No hay que olvidar que el tiempo de comedor es de descanso, pero hay que buscar el equilibro para que a la vez sean conscientes del modelo de consumo”, apunta Cabrero.

Un paso más allá es el que lleva tiempo proponiendo un afamado cocinero inglés, Jamie Oliver. Oliver puso en marcha a comienzos de esta década la ‘Food Revolution”, una lucha la que ha tratado de involucrar a los países del G-20. En 2015, lanzó una campaña global para que la alimentación fuera una asignatura obligatoria en los colegios de los 20 países y obtuvo 1,6 millones de firmas. Oliver defiende que niños no sólo deben aprender de dónde viene la comida, sino todo el proceso, del cultivo a la cocina, incluyendo el aprendizaje a guisar, aunque resulte un tanto complicado su puesta en marcha. “Vivimos en un mundo en el que la obesidad infantil es un problema, pero generaciones de padres se alimentan de comida rápida porque no saben cocinar. Con una asignatura obligatoria, los niños aprenderían”, señalaba entonces.

En esa línea trabajan, hasta cierto punto, en el Colegio Público Espartidero de Zaragoza, donde además de contar con un eco-comedor autogestionado por los padres y madres, los niños entran en la cocina durante talleres extraescolares. Nacho Corral, padre de dos de los alumnos, muy implicado en el proyecto, tiene claro que por ahí debe ir el futuro: “La alimentación debe formar parte del proceso educativo. Con cuidado, porque las cocinas son lugares que requieren una seguridad especial cuando hay muchos niños, pero animándoles a aprender, como lo hacen programas televisivos como Master Chef Junior, de TVE. Y, eso si, nosotros siempre con el lema ‘ni un bocado desperdiciado’. Ese el camino hacia un mundo más saludable y más justo”, concluye.

 

GUÍA PARA QUE EL COMEDOR ESCOLAR SE ‘PINTE DE VERDE’

  1. Contactar con el AMPA y formar parte de la comisión de comedor del centro escolar; sino hay AMPA o comisión de comedor, empezar por promover su constitución.
  2. Conocer la situación aplicable en cada escuela (contrato, competencias, etcétera), hablar con la empresa actual sobre la gestión del servicio. Una opción es consultar a la plataforma de Comedores Responsables, que funciona como asesoría: http://comedoresresponsables.org/
  3. Buscar escuelas de la comarca o de la ciudad que ya dispongan de un comedor ecológico y de proximidad para que faciliten información y contactos.
  4. Una vez identificada la normativa y constatado que se puede cambiar la gestión del comedor, organizar una charla para conocer la opinión de la comunidad educativa. Es importante que haya consenso. Existen dos vídeos en Youtube que ayudarán a plantear el tema: “El comedor escolar: un aula más” y “El plato o la vida” .
  5. Estudiar la viabilidad económica hablando con proveedores. Incluir en lo scosts el aumento de personal de cocina, cuando sea preciso.
  6. Redactar un proyecto de comedor: los menús, el proyecto educativo, los alimentos, etc, con la participación de una representación de padres/madres y docentes. Se puede consultar a otras escuelas, a la Plataforma de Comedores Escolares de Calidad, a Menjadors Ecologics, etc. Este proyecto se presentará al Consejo Escolar para su aprobación.
  7. La empresa actual y la comisión implantarán el nuevo comedor ecológico de forma progresiva. Si la empresa no acepta, hay que buscar otra o autogestionarlo desde el AMPA. Para esto último, se puede recurrir al asesoramiento mencionado.

Adictos a la aventura humana que ‘agrandan’ el planeta


Albert Casals, Premio Viajero del 2013, a sus 21 años. |ROSA M. TRISTÁN

Albert Casals, Premio Viajero del 2013, a sus 21 años. |ROSA M. TRISTÁN

Son adictos a la aventura. Seres humanos que optaron por platearse retos personales que acabaron enriqueciendo la sabiduría global, como aquellos primeros ‘sapiens’ que dejaron África hace 80.000 años en busca de nuevos horizontes. Ese esfuerzo, físico e intelectual, ha sido reconocido, una vez más, por los Premios de la Sociedad Geográfica Española 2013, que acaban de entregarse. Los hay viajeros del tiempo (como Polly Wiesser), del hielo (Adolfo Eraso), que viven inmersos en el pasado (Salima Ikram) o que hacen de su vida una ruta de superación tan excepcional que los convierte en pequeños (por edad)-grandes héroes (Albert Casals).

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Miquel Serra-Ricart: «Debemos aplicar la inteligencia colectiva para hacer ciencia ciudadana»


ROSA M. TRISTÁN (publicado en ESCUELA)

Entrevista  al Director del Observatorio de El Teide (Instituto de Astrofísica de Canarias)

Miquel Serra-Ricart, en Groenlandia. |ROSA M. TRISTÁN

Miquel Serra-Ricart, en Groenlandia. |ROSA M. TRISTÁN

Miquel Serra-Ricart hace ya mucho tiempo que comprendió que la ciencia y la divulgación deben ser un binomio indisoluble. Astrónomo en el Instituto de Astrofísica de Canarias, donde actualmente es el administrador del Observatorio del Teide, es de esas personas que no pueden quedarse quietas. En su afán por poner su grano de arena en esa unión necesaria, en 1998 creó Shelios, asociación que hoy aglutina a un equipo muy multidisciplinar en torno a expediciones que recorren el planeta en busca de espectáculos celestes y que se enmarca dentro del proyecto europeo Gloria. Su objetivo: que los jóvenes “caigan en las redes de la Astronomía’.

Desde 2002, mantiene vivo el portal educativo ‘Astroaula.net’ y desde dos años también “La ruta de las estrellas’, que permite a estudiantes de Secundaria y Bachillerato participar en las expediciones. Este año, cuatro de ellos viajaron a Groenlandia para ver auroras boreales (ver ESCUELA nº 3995) y más recientemente a Kenia, para ver un eclipse total solar.

El lugar que más ha visitado en todos estos años ha sido Groenlandia. ¿Cómo ha evolucionado el proyecto Shelios desde aquel primer viaje hasta hoy?

A Groenlandia vinimos en el año 2000 y luego hemos repetidos en 2011, 2012, 2013 y seguramente volveremos el que viene. En ese tiempo ha cambiado Shelios y también Groenlandia. Hay una bahía en la que veníamos en barco, algo que este año hubiera sido imposible por la cantidad de hielo que taponaba el fiordo. Y la expedición tampoco es igual porque al principio había más miembros dedicados a la logística (ingenieros, electricistas, cocineros…) y ahora se componen de más profesionales de la ciencia y divulgadores científicos. Creo que somos un grupo más completo porque el objetivo es transmitir a todo el mundo los fenómenos astronómicos y a la vez hacer un proyecto educativo con los estudiantes que nos acompañan.

¿Cómo surgió este proyecto?

Comencé con las expediciones en el año 99, pero no fue hasta 2004 que pudimos incorporar a estudiantes. Pensé que había que atraer a los jóvenes a la astronomía con algo atractivo, y qué mejor que participar en una expedición. En 2005 fueron ocho y en 2006 otros 12 viajaron al Kilimanjaro a ver un eclipse y así hasta que llegó la crisis y durante dos años no pudieron venir. En 2012 lo recuperamos, exportando la Ruta de las Estrellas al resto del país, porque hasta entonces eran canarios. Logramos financiación de la Fundación Catalana La Pedrera y de la Diputación de Badajoz.  Aun así, este año sólo fueron cuatro a Groenlandia. Lo ideal sería una docena, pero necesitamos ayudas para pagar su viaje.

¿Por qué se metió en esta aventura?

Comenzó por mi interés personal. Como astrónomo, quería ver los grandes espectáculos del Cosmos, como son auroras boreales, los eclipses o las tormentas de estrellas. Pero era necesario también mostrarlo al mundo porque son un imán hacia la Astronomía, sobre todo para los jóvenes. Y fui buscando fondos para hacerlo. Hace tres años, conseguí financiación europea a través del proyecto Gloria. Este proyecto tiene como eje poner telescopios robóticos, que están por todo el mundo, a disposición de los ciudadanos a través de  internet. Con lo que captan, cualquiera puede hacer ciencia desde su casa, identificando meteoritos, contando estrellas…. Es fascinante, y para los docentes una herramienta muy útil.

Este verano ¿Volvió satisfecho de la expedición a Groenlandia?

Hubo resultados muy buenos. El objetivo era retransmitir auroras a la mayor cantidad de gente posible y hubo un día que tuvimos 30.000 visitas al portal de internet. Es señal de que hay interés y de que se puede hacer ciencia. La Ruta de las Estrellas también funcionó. Los estudiantes volvieron fascinados con la experiencia. Nosotros no viajamos para conseguir resultados científicos. Para investigar, hay que ir a centros especializados. Otra cosa es dotar a la expedición de contenidos de ciencia, con trabajos académicos y educativos que son muy motivadores. No es lo mismo hacer fórmulas en la pizarra que en Groenlandia o en África. En el fondo, nuestras retransmisiones son un ‘mercadillo’ para que la gente se enganche y se pregunte ¿qué hacen estos en el Ártico?

Parece que no es buen momento para potenciar vocaciones por la ciencia

No lo es, pero no por eso vamos a dejar de ofrecer a los jóvenes la posibilidad de que la conozcan. Además, esto tiene que cambiar en tres o cuatro años y estos chavales que vienen en nuestros viajes se van cambiados, porque han vivido en primera persona con investigadores. A nivel nacional debería habría que hacer más jornadas de puertas abiertas en las que los científicos fueran a los institutos y colegios a contar lo que están haciendo. Existe la Semana por la Ciencia, pero no es suficiente. Los estudiantes quieren ver a personas normales, preguntarles sobre sus experiencias personales. Ese contacto directo puede serles útil al tomar la decisión de qué quieren hacer en el futuro.

En general ¿cómo es la formación científica de estos jóvenes?

Creo que es buena. En todo caso, los que vienen a las expediciones han sido seleccionados entre los mejores. Pero, en general, falta motivación. Nos pasamos con teoremas y nos olvidamos de que es una edad con demasiadas inquietudes, un momento en el que se está muy perdido. Y por otro lado hay estudiantes brillantes que se pierden porque les faltan habilidades sociales, aspecto que también trabajamos en las expediciones con ellos. En todo caso, debemos intentar seguir divulgando y que cada día vengan más. Ese es el grano de arena que se llevará la sociedad de nuestras expediciones.

Y este año, además, Shelios también ha ido a Kenia.

Pues sí. En este caso, retransmitimos por internet un eclipse solar total desde la orilla oriental del Lago Turkana, en el Parque Nacional de Sibiloi, el 3 de noviembre. Duró dos horas y 14 minutos. En esta ocasión, no vinieron estudiantes porque ya había comenzado el curso escolar, pero a través de la web de Gloria invitamos a todos los docentes y alumnos a conocer la aventura. Hemos organizado actividades para los centros educativos después del viaje.  Grabaremos datos para que realicen experimentos a través de la web  (http://live.gloria-project.eu/). También hemos puesto en marcha un juego científico a través de teléfonos móviles del sistema Android, que se puede descargar gratis como una aplicación (Gloria Solar Activity). Utilizando imágenes de telescopios, los chavales pueden ayudar a los astrónomos a buscar manchas solares. Y recibir premios a cambio. Siempre tratamos de aprovechar la inteligencia colectiva para hacer ciencia ciudadana.