Hace dos años Alfredo Pérez González, geólogo de formación y nuevo director del Centro Nacional de Investigación en Evolución Humana (CENIEH), me enseñaba las piedras que tallaron nuestros ancestros los Homo ergaster en la Garganta de Olduvai (Tanzania). Recorríamos los barrancos y mientras él y su joven ayudante buscaban pistas de aquel pasado remoto, yo los observaba trabajar, cavado aquí y allá con la piqueta, desmenuzando terrones de tierra de los que luego extraían aplastantes conclusiones. También los observaban las jirafas.