Un alcalde extremeño: del eco-municipalismo a la cárcel


Centro Agro-Ecológico Demostrativo en Carcaboso.

ROSA M. TRISTÁN

Firmas por Alberto Cañero en Change.org: AQUÍ

Alberto Cañedo, ex alcalde del pequeño municipio de Carcaboso (Cáceres)  no sabe qué hacer para eludir la cárcel. Recientemente escribía en este blog sobre un líder ambiental preso en Guatemala por defender un río pero, sin llegar al riesgo físico que en ese país supone estar en prisión, también en España el caso de Cañedo es la prueba de que en algunas zonas del territorio europeo siguen vigentes estructuras que nos remontan un pasado que creemos superado.

«A Alberto le quieren inhabilitar y  encarcelar por beneficiar a los vecinos de su pueblo, por poner en práctica la ecología política en un pueblo que recibió el Premio de Sostenibilidad de la Unesco», señaló Marta Sánchez, de la Editorial Queimada en la presentación  del libro «Del ecomunicipalismo a las puertas de la cárcel», del periodista Eduardo Muriel.

Los problemas para este agricultor con raíces en Carcaboso comenzaron desde que llegó a la Alcaldía dentro de una candidatura ciudadana independiente que se hizo con el Ayuntamiento tras una moción de censura, en 2005, al anterior en el cargo. Dos años después, ganaría por mayoría absoluta. «Carcaboso es un pueblo poco más de mil habitantes, con agua, con buenos suelos pero con un sistema que nos lleva a depender del PER (subsidio agrario), que si bien fija población en los pueblos, también castra iniciativas. Con la crisis de la construcción, en Carcaboso aumentó mucho el paro, así que iniciamos proyectos municipales que dieran trabajo en el pueblo, siempre partiendo de que fuera sostenible», recordaba Cañedo hace unos días en la librería Traficantes de Sueños.

Desde el comienzo, con el nuevo y creativo alcalde se pusieron en marcha iniciativas que tejían a su alrededor sostenibilidad ambiental y social: un registro de productos locales,  huertos en terrenos municipales para cultivos ecológicos, una fábrica de conservas vegetales con apoyo municipal, un gallinero comunitario… Incluso inventaron los ¡jardines comestibles!, que no es otra cosa que cambiar las plantas ornamentales y el césped del pueblo por huertos urbanos de frutales, plantas medicinales u hortalizas de las que disfrutaban los vecinos. Además, abrieron un Centro Agro-Ecológico Demostrativo que fue premiado por el Congreso Nacional de Medio Ambiente. Mucho cambio en un pueblo pequeño.

Si importante era cuidar el entorno (también se declaró municipio libre de transgénicos), no lo fue menos contar con la participación ciudadana, así que se creó un consejo de ancianos, el Senado de Mayores lo llaman, para que participaran con sus sugerencias en la gestión municipal,  y también se implicó a los niños, permitiendo que acudieran a algunos de los plenos para que aprendieran cómo funcionaba su municipio. «Queríamos que todo el mundo colaborara, que se sintiera parte del proyecto», explicaba el ex alcalde.

Lo que no imaginaba Cañero es que todo ello iba a desencadenar una ‘guerra’ por quienes no estaban dispuestos a dejar el poder así como así. El ‘enemigo’ estaba en la aldea, concretamente en concejales del PSOE, uno de los cuales decidió boicotear su gestión por un método aplastante: presentar cientos solicitudes de información para colapsar al Consistorio. En dos años, el personaje en cuestión llevó más de 700 escritos al Ayuntamiento reclamando datos de lo más variopinto. «Era imposible contestar a todo lo que pedía, así que se empezaron a acumular las peticiones y finalmente me denunciaron por no contestar, y lo hicieron por la vía penal, contra mi persona, no por la administrativa, como hubiera sido lo lógico. Para mi sorpresa, ahí tuve la primera condena, ¡por no responder a tiempo cuando Rajoy acumula miles de preguntas sin contestar en el Congreso!. Es una condena por prevaricación administrativa, como si hubiera robado algo. El fallo señala que en algunos casos tardé cinco meses en contestar, cuando el propio juzgado tardó 11 en dictar sentencia ‘por carga de trabajo’, según especifican. ¿Y 700 escritos no son carga de trabajo? Así que me inhabilitaron por nueve años, aunque para entonces ya había dimitido (2014); también me condenaron al pago de 18.000 euros de multa por seguir de alcalde mientras estaba pendiente del recurso que presenté».

Pero ahí no acabó todo. La misma familia del concejal socialista volvió a denunciarle, en este caso  por prevaricación urbanística por un caso aún más rocambolesco: esta familia tenía una finca en la que construyó seis viviendas. Como el constructor no la urbanizó, el Ayuntamiento no  daba la licencia de habitabilidad a los vecinos que las compraron. La situación se complicó cuando dicho constructor entró en crisis y las familias propietarias se encontraron con que no podían escriturarlas por falta de licencia. «Me dijeron que les daba la licencia o podían perder las casas». Y Alberto se la dió, previo aval para garantizar la urbanización por parte de la constructora. Sin embargo, los mismos que antes no tardaron en denunciarle. «La nueva denuncia fue por prevaricación urbanística y me pidieron 3 años de cárcel y 90.00 euros de multa, otra vez a mi persona. Recurrí y mi abogada no daba crédito porque, en vez de darme la razón, aumentaron la sentencia al condenarme también por responsabilidad civil: otros 36.00 euros». Al tener condena anterior, el riesgo de ser encarcelado está en el horizonte.

Alberto Cañedo está pendiente de un recurso en el Tribunal Constitucional, y si no en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, aunque cree que no lo tiene fácil. «No se si servirá de algo. No tengo un plan. En el pueblo, nadie me ha defendido públicamente, por miedo a perder el PER,  pero luego votan a nuestro partido, que ha vuelto a ganar las elecciones. Lorena Rodríguez es la alcaldesa desde 2015. También a ella la acosan. Lo que he comprobado es que la Justicia es una cosa y la legalidad otra, porque los jueces no son independientes», afirmaba, desesperado, el que fuera un reconocido ‘eco-alcalde’.

Juan López Uralde, diputado de Equo, presente en el acto, recordó la importancia de hacer ‘otra política’ en las zonas rurales para cambiar las cosas. «El caso de Alberto es un drama y no es casual. En una España rural vacía hay muchos diputados en juego y el PP y el PSOE quieren controlarlos. Son los que apoyan políticas como la caza, los toros, la agricultura industrial y proyectos mineros que destruyen el entorno y  así vacían el territorio. Por ello no les gustan las personas como Alberto que defienden otra España rural, activa, de pueblos emprendedores, gente valiente que no puede quedarse en el camiono por determinados caciques», señaló.

«Si tengo que ir a la cárcel iré pero no quiero callarme, porque si voy a la cárcel que sea para cambiar algo, y que sea el último», añadió Alberto. Y por ello ha publicado con Eduardo Muriel el libro, se ha lanzado la recogida de firmas y anda intentando hacerse oír en los medios. Del ecomunicipalismo a la cárcel no puede ser el final.

 

 

 

 

El misterioso palacio-santuario de los tartesos en Turuñuelo


PUBLICADO EN REVISTA ESTRATOS

 ROSA M. TRISTÁN

 Un equipo de arqueólogos descubren un yacimiento cerca de Mérida que esconde un edificio de hace 2.500 años con miles de objetos en los que descubrir su cultura

Un paraje como conocido como Turuñuelo, en el municipio de Guareña, cerca de Mérida (Bajadoz) escondía entre los campos de maíz un auténtico tesoro: los de un palacio-santuario que fue ocupado en el siglo V a. de C por los tartesos, pueblo que desciende de los fenicios que llegaron hasta el sur de la Península unos siglos antes y acabó por desaparecer tras la invasiones del norte.

Bañera encontrad en Turuñuelo @EstherRodríguez

El yacimiento de Turuñuelo, aún en sus primeras fases de excavación ha demostrado ya su espectacular riqueza. Cada día aparecen nuevas piezas de un ‘ajuar’ que va a ayudar a revelar muchos de los misterios que aún rodean a esta cultura y seguramente a abrir la puerta a otros nuevos. Jarras, copas, calderos gigantescos, pinchos morunos, platos y hasta una bañera de grandes dimensiones son parte de lo que los arqueólogos de Extremadura han encontrado en las dos únicas salas excavadas hasta la fecha de las muchas que podría tener. En total, de momento, en los laboratorios ya hay más de 2.000 piezas que están en restauración por parte del equipo del Instituto de Arqueología de Mérida (IAM), que dirige Sebastián Celestino, también responsable del yacimiento junto a su compañera y arqueóloga Esther Rodríguez.

El hecho de que el equipo acabara picando de sol a sol en Turuñuelo en la primavera de 2014 tiene mucho que ver precisamente con la tesis que estaba realizando Rodríguez sobre los tartesos. La investigadora había identificado, basándose en el estudio de documentación histórica previa, una decena de enclaves en los que podría haber restos tartésicos como los ya conocidos de los yacimientos de Cancho Roano y La Mata (ambos en el municipio extremeño de Villanueva de la Serena).

“Uno de esos 10 puntos era el pequeño cerro artificial que había en mitad de una llanura en una finca en el paraje de Turuñuelo, un túmulo que quedó aislado en mitad de una finca cuando en los años 50, durante el Plan Badajoz, se hicieron muchas tierras de regadío en torno al río Guadiana. Pero el túmulo, de unas dos hectáreas de superficie, no podían ararlo debido a la pendiente así que -aunque sufrió un recorte importante, quedándose en una hectárea-, estaba intacto. De hecho, debido a los trabajos agrícolas, ya en los años 80 se habían encontrado materiales arqueológicos que habían despertado el interés. “Como mi tesis era sobre el poblamiento tartésico en el Valle Medio del Guadiana, era un buen lugar para empezar y lo elegimos”, recuerda Esther.

Conviene recordar que “Tartessos” es el nombre que los griegos dieron a la civilización que encontraron al Occidente de Europa, en concreto en lo que hoy son las provincias de Cádiz, Huelva, Málaga y Badajoz. El historiador Herodoto ya habla en sus textos del siglo V a. de C. de un rey llamado Argantonio, ‘El hombre de plata’, de gran riqueza y muy generoso, que habitaba esas lejanas tierras. Esta cultura tartésica había surgido de la fusión entre la que trajeron los fenicios hasta las costas españolas tres siglos antes de la referencia de Herodoto, y los pueblos indígenas que habitaban la península.

La ‘habitación 100’

La buena disposición de los propietarios de la finca de Turuñuelo para dejarles hacer un sondeo, hizo que poco tiempo después de plantearlo, en la primavera de 2014, los arqueólogos se pusieran manos a la obra con algunos fondos de un proyecto del Programa Estatal de I+D. Fue tal la cantidad de restos de cerámica y otros materiales que salieron en esa primera campaña que para el año siguiente presentaron ya un proyecto específico de excavación a la Consejería de Patrimonio y Cultura de la Junta de Extremadura. “En esa segunda campaña pudimos contar con un equipo de casi 30 estudiantes y un arquitecto que nos ayudó a interpretar lo que encontrábamos”, añade Celestino.

Y el resultado fue espectacular. Salió a la luz la que llaman “Habitación 100”, por su posición en la cuadrícula. Es una sala de 70 metros cuadrados, un gran espacio con paredes encaladas en la que encontraron un banco corrido, una gran bañera de cerámica hecha pedazos y también una pileta excavada en el suelo, forrada de cal. En el suelo, justo en el centro de la sala, tenía como decoración el dibujo de una piel de toro, que según los arqueólogos podría ser el lugar donde se situaba un altar. Aún no se sabe, pero el codirector del yacimiento aventura que el edificio bajo el cerro podría tener forma de “U” con 12 o 14 habitaciones en torno al patio central, siguiendo el modelo de otros enclaves similares en Andalucía.

Los trabajos desde entonces continúan y también los hallazgos. “En 2016 encontramos una puerta de dos metros de ancho, con dos pilastras, que comunicaba la ‘Habitación 100’ con una segunda sala, en las que ya estamos excavando y donde hemos hallado hasta ahora unos bronces magníficos, como los que se utilizarían en un gran banquete. En realidad, tenemos lo que podría ser todo el menaje necesario para un banquete de muchas personas”, señala el arqueólogo.

Gran parte de este ‘tesoro’ se encuentra ahora en el laboratorio de restauración de la Universidad Autónoma de Madrid, con el que el IAM colabora. Más de 100 piezas reconstruidas de cerámica, jarros de bronce, braserillos, una barbacoa, coladores, un gran caldero de un metro de diámetro, ‘quemaperfumes’ (candelabros altos con un plato para aromatizar el lugar) se acumulan en las mesas de reconstrucción y análisis. “Probablemente, los tartesos comerían ovejas, cabras, miel, aceite, y beberían vino. Era un pueblo que vivía de la agricultura, pero también comerciaba; en la costa. con la plata de las minas de Rio Tinto y Aznalcóllar y en el interior con el estaño”, recuerda del director del IAM.

Entre tantos tesoros arqueológicos, Celestino y Rodríguez destacan la belleza de unas piezas que fueron de importación: cajas de marfil con leones labrados y copas griegas. “Su presencia en el valle medio del Guadiana nos habla de que este pueblo tenían relaciones con Ática, que entonces estaba en su apogeo”, apuntan.

Para el equipo del IAM no hay duda de que el palacio-santuario de Turuñuelo era un lugar importante de la cultura tartésica. De hecho, no descartan que debajo de este edificio pudiera haber otros anteriores, que se fueron quedando pequeños con el tiempo. “Esta cultura surgió en torno al Guadalquivir. En el entorno de Doñana ya se han excavado edificios que eran también santuarios, pero que además de una función religiosa tenían también otra económica, política y comercial. En estos lugares vivían las personas que controlaban el territorio y eran asentamientos en los que no había murallas porque era sobre todo una cultura de paz, sin armas. De hecho se conoce como la época de la Paz Tartésica”, explica la codirectora del yacimiento. “Algunos subieron hacia el norte y se extendieron hacia la zona en la que trabajamos nosotros”.

Precisamente su desconocimiento de las estrategias de guerra está en el origen de la desaparición de este pueblo rico y sabio, pues a partir del siglo V a de. C. comenzaron a llegar hasta hasta su territorio extremeño invasores celtas que venían del norte, con un buen entrenamiento bélico. Todo indica que los tartesos no pudieron resistir la invasión y acabaron por desaparecer.

Pero antes de huir de lugares como Turuñuelo, y al igual que hicieron de todo el Guadiana, quemaron todas sus propiedades y derrumbaron todas las paredes de lo que habían sido sus centros de poder y sus lugares de culto, para sellarlos a continuación con arcilla con objeto de que el enemigo que llegaba no pudiera mancillar su cultura. Celestino explica que “esta forma de actuar ha permitido que encontráramos el yacimiento en unas condiciones de conservación que son realmente excepcionales. Tenemos fotos de los años 50 y ahí vemos que el túmulo era más grande, pero con solamente esta hectárea fácilmente tenemos para trabajar 10 años, siempre que haya fondos disponibles. Cada campaña de excavación de un mes supone unos 30.000 euros en gastos, así que para tener excavado el túmulo necesitamos unos 400.000 .

De momento, su objetivo inmediato es esta segunda habitación de los bronces en la que ya están excavando y una tercera, a las dedican la campaña de este año, previsiblemente con fondos de la Junta de Extremadura y con el apoyo del alcalde del cercano municipio de Guareña, que se ha comprometido a buscar alojamiento gratuito para las dos decenas de alumnos que participan en los trabajos.

Algunas piezas ya lucen en el Museo de Mérida. La “bañera” ya restaurada, y de una tonelada de peso, de momento sigue en el yacimiento. Esther reconoce que en realidad ese gran recipiente de cal de unos 70 centímetros de alto y 1, 70 m de largo, podría ser para acumular agua. “No hay otra igual en la Península. Hay algunas de dos siglos más tarde, pero con desagüe, y ésta no tiene, así que es en realidad no tenemos la certeza de para qué la utilizaban, aunque le hayamos puesto ese nombre por la forma que tiene. Estamos seguro de que este túmulo aún nos deparará muchas sorpresas”, concluye.

Los tartesos y la misteriosa Atlántida 

La leyenda del continente perdido de la Atlántida se ha intentado relacionar a lo largo de la historia con la cultura de Tartesos de la Península Ibérica. Su abrupta desaparición, en pocos años, algunos han querido relacionarla con esa gran isla perdida que parece que sólo existió en la imaginación del filósofo griego Platón. A raíz de sus indicaciones sobre la existencia de una civilización rica y poderosa “en una isla delante de las columnas de Hércules (el Estrechos de Gibraltar), muchos investigadores han buscado en el suroeste peninsular sus restos sin encontrarlos.

En 2011, el arqueólogo estadounidense Richard Freund, con el apoyo de la National Geographic Society, llegó a las marismas del río Guadalquivir y, en poco tiempo, concluyó que la supuesta Atlántida y Tartessos eran lo mismo, dejando su hipótesis plasmada en el documental “Encontrando la Atlántida”. Freud concluía que aquella gran isla frente a Doñana había desaparecido por un tsunami hace unos 2.500 años, justo con el fin de los tartesos.

Pero toda esta argumentación ha sido tajantemente desmentida por los investigadores españoles, entre ellos el director del Instituto Arqueológico de Mérdida, Sebastián Celestino, que en 2009 buscó restos arqueológicos en el punto del Parque Nacional de Doñana donde Freund había detectado supuestos restos de templos en fotos de satélite. Y no encontró nada. Otros trabajos también han descartado la conexión Atlántida-Tartessos, dejando a la Atlántida de nuevo en el capítulo de las leyendas.