A LA CONQUISTA DE LAS TIERRAS POLARES COLGADOS DE UNA COMETA


ROSA M. TRISTÁN

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De las muchas fotos que he visto de las expediciones del Trineo de Viento, el Inuit WindSed de Ramón Larramendi, ésta me gusta especialmente. Está hecha a medianoche, en mayo de 2014. En medio del desolador desierto de hielo de Groenlandia de cuya permanencia depende tanta vida en este planeta. Me identifico con ese explorador que mira al horizonte sin fin, no se si el propio Ramón, o Manuel Olivera, o la danesa Karin Moe Bojsen, y quiero imaginar que por mente pasaba una reflexión sobre la belleza del vacío, sobre la Tierra y el Universo. Quizás pensaba en ese afán de exploración y aventura que le llevó hasta ese lugar, con esa seguridad que a otros humanos les impulsó a saltar de su sabana a un continente, y de éste (África) al resto del mundo, para luego explorar en naves espaciales la Luna. O Marte.


Dentro de apenas unos días, el mismo extraño vehículo que se ve en la imagen surcará navegando los hielos del Ártico, otra vez. Propulsado por los vientos polares, arrastrará tras de sí dos toneladas de peso en un recorrido de más de 2.000 kilómetros para demostrar, llevándolo a condiciones extremas, que este convoy tirado por cometas puede ser una gran apuesta para la ciencia polar española. La aventura comienza el próximo domingo, día 15 de mayo, y durará al menos un mes y medio. Como en la anterior, en la de la foto, cada día trataré de contactar con ellos para saber qué pasó, o qué no pasó, y transmitirlo a miles de kilómetros.

Me gusta la foto porque se que poco antes de tomarse, en ese día que no acababa nunca, un hilo invisible me unía a ese lugar gracias a los satélites artificiales que flotan navegando sobre mi cabeza. La complejidad de la tecnología espacial hermanada con la sencillez de la tradición inuit para seguir explorando, conociendo, buscando. De estas cosas hablaba el otro día Larramendi con el arqueólogo Eudald Carbonell, en la Trinchera del Ferrocarril.»El ‘antecessor’  era un explorador y por ello le pusimos ese nombre», le explicaba Eudald mientras le mostraba los yacimientos en los que él y todo el equipo de Atapuerca navegan entre los sedimentos para encontrar nuestro pasado.

Con Eudald Cabonell y Ramón Larramendi, en una visita en mayo de 2016 a la Trinchera de Atapuerca.

Con Eudald Cabonell y Ramón Larramendi, en una visita en mayo de 2016 a la Trinchera de Atapuerca.

Cuando escucho a Larramendi contar cómo surgió la idea de diseñar un trineo capaz de llevar carga, tras una agotadora travesía al Polo Norte, y cuando veo las fotos de sus primeras expediciones a Groenlandia en aquel precario prototipo, no deja de sorprenderme cómo ha evolucionado a lo largo de estos últimos 16 años, hasta convertirse en una alternativa real para la ciencia polar española. Sorprende porque ha sido posible sólo gracias a su empeño personal, tal cual un Quijote polar en solitaria pelea con otros vientos. ¿Seremos capaces de aprovechar este creativo ingenio antes de que desde fuera de nuestras fronteras alguien venga que lo haga suyo? Quien sabe porque a estas alturas no deja de ser inquietante que el explorador tenga que pagar de su bolsillo una iniciativa que ideó para la ciencia  y que ha ido mejorando a base de viajes a los territorios polares (no existen simuladores del WindSled como los hay de las naves espaciales) que son costosos y con riesgo.

Sin embargo, cada vez más científicos lo ven como una oportunidad. En Esapaña y fuera. Y es que poco a poco va tomándose en serio el proyecto, porque estuve en la primera reunión de 2012  en la Universidad Autónoma de Madrid, y entonces ví mucha incredulidad en las caras. Ahora prestigiosos investigadores españoles y extranjeros se han embarcado con él en su Inuit WindSled. No irán a bordo, tirando de los mandos de las cometas que llevarán a los expedicionarios a la cima de hielo de la gran isla helada, pero sobre ese laboratorio móvil si que viajarán sus proyectos y los nueve expedicionarios que participan en la aventura y recogerán datos sobre la nieve y el hielo, sobre la temperatura, sobre radiaciones cósmicas o sobre posibles microorganismos en el aire del Ártico que ayudarán a conocer mejor un lugar que sigue siendo de los más desconocidos del planeta.

83d54efd-a0dc-478b-8eb9-0ed6b296041aSi, Groenlandia es una gran desconocida porque según nos cuenta el investigador norteamericano Jason Box, que por cierto avala las posibilidades del Trineo de Viento, apenas hay medio centenar de puntos donde se han podido recoger datos dentro de su inmenso ‘inlandsis’ interior, pero a la vez es uno de los lugares de la Tierra que más interés despiertan porque su deshielo total supondría una subida de seis metros del nivel del mar, ahogándonos a millones de seres humanos. ¿Por qué no utilizar un vehículo eólico que es barato, que no contamina, que puede recorrer miles de kilómetros recogiendo información, que es fácil de manejar y que puede llevar hasta 2.000 kilos de carga?

La ruta que este año plantea el explorador va más allá de lo que requeriría su utilización para la ciencia. Nadie antes que él y su equipo ha intentado ascender hasta el Summit Camp, una base científica americana, situada a 3.207 metros de altitud, con tamaña carga y sin combustibles fósiles. “Queremos llevarlo a situaciones extremas para demostrar que hasta en las condiciones más complicadas funciona, que no nos deja tirados porque en su propio diseño sencillo están las ventajas respecto a convoyes tradicionales, que cuestan 10 veces más. Nuestro Trineo de Viento, evidentemente, no puede hacer toda la ciencia, pero si conseguir mucha información necesaria. Por ello creemos que puede ser el eje de un programa nacional en torno al cual se articulen diferentes proyectos. Ese es nuestro objetivo”, argumenta Larramendi.

Algunos, como el propio Jason Box (que es miembro del IPCC), Antonio Quesada (gestor del programa estatal de investigaciones polares), Miguel Ramos (habitual de las campañas españolas en la Antártida), Nacho López Moreno (del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC) y otros muchos ya han comprendido que es una oportunidad. Y en ciencia es importante saber verlas. López Moreno, de hecho, ya colaboró con la expedición de 2014, la Circunnavegación a Groenlandia, y los de los datos obtenidos ya han sido publicados.

No deja de ser llamativo que ninguna institución pública o empresa privada, más que la agencia Tierras Polares (del propio Larramendi) se haya implicado en una aventura que conlleva ciencia, exploración, aventura, medio ambiente… Repito: ¿Acaso esperamos a que alguna fundación internacional se  haga con ello?

La expedición completa se podrá seguir desde el día 15 de mayo en la web del proyecto Trineo de Viento, donde habrá un diario de lo que ocurre cada día, así como resúmenes semanales en el digital El Huffington Post. Y es que cada interminable jornada es diferente en ese lugar donde, en mayo y junio, nunca se pone el Sol, donde el paisaje parece el mismo, pero oculta dunas de hielo, grietas, tormentas que van y vienen, instalaciones fantasma abandonadas hace décadas y quien sabe qué más.

Tierra de misterios que, impulsados por ese combustible invisible que es el viento, estos expedicionarios españoles recorrerán durante semanas para adentrarnos en ella a través de sus ojos. No los perdamos de vista.

Twitter: @RamonLarramendi

Facebook: Ramón Larramendi

Javier Cacho: «La ciencia es una gran aventura»


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ROSA M. TRISTÁN

Javier Cacho no sólo es uno de los científicos españoles que más tiempo han vivido en la Antártida. También es un gran divulgador. Experto en estudios atmosféricos, en 2011 sorprendió con el relato de la conquista del Polo Sur en su libro ‘Scott-Amundsen: duelo en la Antártida’. Ahora, ha vuelto a editar, pero en este caso el protagonista es ‘Shackleton, el indomable’ (Ed. Fórcola), otro gran explorador polar.

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¿Circunnavegar Groenlandia? Un reto científico posible


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Cuando conocí el Proyecto Trineo de Viento debo reconocer que me fascinó. Un artilugio tan sencillo y con tantas posibilidades. Me fascinó porque tenía su origen en un invento fruto de la adaptación del ser humano al ecosistema más inhóspito de la Tierra, un objeto que se desliza y ayudó a los ‘sapiens’ de los territorios polares a sobrevivir cuando otro medio de moverse era imposible, incluido el bipedismo. Había sido un exporador español, Ramón Larramendi, quien tuvo la brillante idea de dar una vuelta a ese rudimentario objeto para convertirlo en otra cosa, en un vehículo que sigue siendo muy simple, y por tanto barato, pero que abre nuevas posibilidades para que los científicos puedan desarrollar infinitos proyectos en esas mismas tierras, cuyo deshielo, por el calentamiento global, se ha convertido en una de las grandes preocupaciones en el planeta. En todo caso, para quien no lo es debería serlo.

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Adictos a la aventura humana que ‘agrandan’ el planeta


Albert Casals, Premio Viajero del 2013, a sus 21 años. |ROSA M. TRISTÁN

Albert Casals, Premio Viajero del 2013, a sus 21 años. |ROSA M. TRISTÁN

Son adictos a la aventura. Seres humanos que optaron por platearse retos personales que acabaron enriqueciendo la sabiduría global, como aquellos primeros ‘sapiens’ que dejaron África hace 80.000 años en busca de nuevos horizontes. Ese esfuerzo, físico e intelectual, ha sido reconocido, una vez más, por los Premios de la Sociedad Geográfica Española 2013, que acaban de entregarse. Los hay viajeros del tiempo (como Polly Wiesser), del hielo (Adolfo Eraso), que viven inmersos en el pasado (Salima Ikram) o que hacen de su vida una ruta de superación tan excepcional que los convierte en pequeños (por edad)-grandes héroes (Albert Casals).

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