El francés de hielo, a la deriva en los mares antárticos


ROSA M. TRISTÁN

El día que el Jean Louis Etienne, con ocho años, hizo la primera expedición al jardín de su casa, donde acampó, sus padres entendieron que su hijo tenía un indomable espíritu aventurero. Hoy, a sus 72 años, este médico francés, el primer ser humano en llegar al Polo Norte Geográfico en solitario, además de otras muchas hazañas, es un firme convencido de que la lucha contra el cambio climático es inevitable . De todo ello, y de su intensa vida, nos habló hace unos días en un evento en el Instituto Francés de Madrid en el que conocimos su próximo proyecto : el Polar Pod, una plataforma oceánica con la que quiere dar la vuelta a la Antártida.

Etienne, de 64 años, recordaba que no fue un buen estudiante en su pueblo cerca de Toulousse, así que de adolescente estudió un curso de fresador en FP. Descubrió así que le gustaba hacer cosas con las manos y cuando se decidió por estudiar medicina, hizo todo lo posible por acabar en un quirófano: «Fue allí donde comenzaron a pedirme colaborar como médico en expediciones, algo en lo que trabajé durante 12 años, hasta que un día, en un campamento cerca de la cima del Everest, decidí que quería ser la primera persona en llegar sola a un sitio». Ese lugar sería el Polo Norte que alcanzó en solitario en 1986, avanznado una media de 20 kilómetros al día y soportando temperaturas de hasta 52º bajo cero.

«Cuando fui había dos metros de espesura del hielo donde hoy hay 1,2 metros. Iba con un trineo, tirando de él, con esquís sobre un hielo que se mueve porque en realidad es la banquisa. Cuando te despiertas de madrugada no sientes pies ni manos. El cuerpo sacrifica la circulación de la periferia para mantener la temperatura a 37º. Pero tenía ganas de llegar al Polo Norte y fue superando límites que no sabes que tienes hasta que llegas a ellos», señalaba Etienne ante una audiciencia entregada, entre la que había científicos polares de la talla de Jerónimo López o Ana Justel o montañeros aventureros como Sebastián Alvaro.

«Y luego llegas y no hay nada. Sólo hielo que se mueve entre 5 kms al día, pero es un gran momento», reconocía el explorador, que no tardó en iniciar otra aventura: la expedición Trasantártica, que atravesó de lado a lado (6.300 kilómetros pasando por el Polo Sur) el continente y que realizó con cinco hombres de otras tantas nacionalidades. Viajaban con trineos de perros porque entonces aún se podían llevar animales. «En 1989 era el final de la primera parte del Tratado Antártico y quisimos ser embajadores en ese momento de la necesidad de seguir protegiendo la Antártida, que no se comenzaran a explotar sus recursos naturales. Fue un momento de grandes cambios, porque mientras duró cayó el Muro de Berlín, se hundió la URSS. El ruso salió de un país y volvió a otro», recordaba. Unos años después, en 2005, un español, Ramón Larramendi, haría otra famosa expedición Trasantártica, en este caso con uno de sus primeros modelos del Trineo de Viento que estos días vuelve al corazón de ese continente en otra gran aventura, ésta totalmente científica.

Entre 1991 y 1996, el explorador francés estuvo inmerso en una serie de expediciones científicas a la Antártida,a bordo de la goleta Antarctica ( actualmente la Tara). Su última gran gesta, en 2010, fue convertirse en el primer humano en realizar la travesía del Polo Norte en globo aerostático, también en solitario, un viaje que no estuvo exento de problemas (incluido un incendio y con el que quiso llamar la atención sobre un mundo que desaparece a ojos vista: el del hielo del Ártico.

Cuando a Etienne le preguntan que es lo más difícil de realizar una expedición de este calibre responda, sin dudarlo, que es conseguir financiación. Es algo que también conoce bien Larramendi. «Esa es la verdadera prueba de resistencia, porque requiere estar activado, proactivo, con llamadas, cartas, visitas.. La gente con dinero que puede apoyar siempre están muy ocupados, pero hay que insistir», señalaba el aventurero francés.

Ahora está volcado en otro proyecto que bien podría ser complementario del Trineo de Viento de Ramón Larramendi: el Polar Pod, con el que quiere recabar datos científicos de los océanos alrededor de la Antártida del mismo modo que el Trineo de Viento es ya la plataforma para conseguirlos en el interior. Y ambos cero emisiones, gracias a la energía eólica. «Los satélites nos envían información, pero hay que ir allí y hacer las mediciones en el escenario real», explicó.

La expedición Polar Pod, de 22.000 kilómetros, consistirá en circunnavegar la Antártida con una boya o plataforma flotante que estará a la deriva. Dadas las condiciones extremas del mar en esas latitudes, para escapar del fuerte oleaje en superficie, ha diseñado un gran flotador vertical, cuya parte sumergida descenderá a 80 metros bajo el agua, donde las aguas son más estables. El objetivo es que sea impulsada por la corriente circumpolar y los vientos, a una velocidad de 1, 85 km/h. Se calcula que la expedición durará dos años y que la plataforma llevará a bordo a ocho personas, que se irán relevando cada dos meses. Uno de ellos será Jean Louis Etienne, por supuesto: «El agua fría polar es un importante sumidero de CO2, pero sabemos poco sobre su papel sobre el clima, y queremos descubrirlo, pero también vamos a estudiar la fauna y el impacto de los microplásticos», adelantaba en su conferencia. El coste de todo ello no es poco: la construcción del Polar Pod costará 15 millones de euros, que financia el Gobierno francés según señaló, pero la expedición costará otros ocho millones de euros que aún está buscando.

Su faceta más controvertida es su defensa absoluta de la energía nuclear para hacer frente a los impactos del carbón. «Desde luego que hay que promover las energías renovables, el papel de las plantas para convertir CO2 en oxígeno, e incluso apoyar la idea de construir un Sol en la Tierra, como es el ITER, pero hoy por hoy la energía nuclear es una opción porque es capaz de generar energía suficiente y el problema de no usarla , que es una subida de las temperaturas, es mayor que el riesgo de hacerlo», argumentó. Algunos presentes en la conferencia destacaron, a su vez, los problemas que supondría el fomento mundial de esta alternativa, dado que el uranio es un bien escaso, cuya adquisición generaría tantas guerras como el petróleo; aumentarían los residuos radiactivos por todo el mundo; y, añadieron, sería complicado garantizar que determinados países construyan centrales nucleares totalmente y absolutamente seguras, como ya la historia nos ha demostrado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Españolas en una expedición mundial antártica sólo para investigadoras del cambio climático


@Horneward Bond Project

ROSA M. TRISTÁN

Crear una red mundial de 1.000 científicas que trabajen globalmente y lideren políticas y proyectos sobre el cambio climático. En definitiva, reivindicar el papel de la mujer en este asunto de impacto global que afecta, sobre todo, a madres, hijas, nietas. A mujeres. Este es el reto que busca la plataforma australiana Homeward Bound. Un reto al que se han sumado tres científicas españolas y una francesa que vive en Córdoba. Las cuatro han sido seleccionadas entre cientos de candidatas para formar parte de una expedición polar muy especial: la Homeward Bound Antarctic Expedition, el viaje de tres semanas en el que buscarán el liderazgo femenino en el ámbito de la ciencia climática.

Entre los apoyos a esta iniciativa figuran científicas de renombrado prestigio –como la primatóloga Jane Goodall o la oceanógrafa Sylvia Earle–, así como tinfluyentes mujeres en el mundo de la comunicación, la diplomacia y los negocios–como la diplomática Christiana Figueres, la actriz Amy Poehler o Chelsea Clinton.

Expedición Homeward Bound 2016. @HomewardBound

Desde España se embarcarán (aunque una lo haga literalmente desde Estados Unidos) Alicia Pérez Porro, Ana Payo Payo, Uxua López y la francesa Alexandra Dubini. Las cuatro compartirán navegación entre icebergs y verán de cerca los impactos del calentamiento,  con otras 76 participantes llegadas de los cinco continentes (Estados Unidos, Kenia, China, Colombia, Venezuela… y así hasta 13 países) Su meta: el ‘sexto’, el continente de hielo. Se trata de una travesía de seis semanas que comenzará en febrero de 2018 y les llevará de ruta por varios enclaves científicos cercanos a la costa. Aún no saben si se incluye el paso por alguna base española, la Base Juan Carlos I o la Gabriel de Castilla.

«Estamos entusiasmadas. Por el viaje, pero sobre todo es lo que hay detrás, por la posibilidad de hacer co-working para para poner el tema del género sobre la mesa respecto a políticas y proyectos relacionados con el cambio climático global, un asunto que lideran sobre todo los hombres pero que afecta a las mujeres. El objetivo es que el proyecto dure 10 años y logre reunir a 1.000 mujeres con formación académica. Nosotras somos el segundo gran paso para conseguirlo, tras la expedición del año pasado», comenta vía Skype Alicia Pérez desde Nueva York, donde trabaja en el  National Museum of Natural History, como investigadora asociada. Alicia es especialista en esponjas de mar y estudia mediante herramientas genómicas cómo el cambio climático puede afectarlas y cambiar los ecosistemas en los que viven.

La idea surgió de dos australianas, la activista Fabian Dattner y la científica polar Jess Melbourne Thomas, cansadas de que fueran hombres quienes ‘llevaban la voz cantante’ en el asunto del cambio climático. «Faltaba una perspectiva de género, cuando los estudios señalan que cuando hay mujeres liderando proyectos se consiguen más cosas, que son ellas quienes más sufren los impactos más graves del calentamiento global y no sólo en los países en desarrollo. Aquí  nos van a enseñar a ejercer ese liderazgo que nos falta», argumenta Alicia Pérez.

 

Ana Payo Payo.

Participar en el proyecto, una vez seleccionada, les exige ya estar todo un año recibiendo formación ‘on line’ en diversos temas relacionados con ese liderazgo, desde ‘coaching’ hasta  cómo tener presencia en los medios, a lo que hay que sumar el atractivo viaje a la Antártida. Eso si, la investigadoras deben costeárselo las investigadoras en un 40% (unos 20.000 euros).

Para esta edición, se presentaron 300 candidatas, entre las que hay también ingenieras, economistas y periodistas especializadas en cambio climático. «Todas somos mujeres que podemos ejercer de líderes de lo local a lo global», señala Ana Payo Payo, bióloga y experta en el estudio de las aves marinas y el impacto de la contaminación sobre sus poblaciones, otra de las participantes. Su investigación ha ayudado a desarrollar estrategias de gestión para la conservación de especies amenazadas bajo las nuevas políticas ambientales europeas.

Para poder conseguir esa cuantiosa cantidad de dinero algunas participantes, como Alicia Pérez Porro, han lanzado un crowndfunding con el que esperan conseguir los fondos que les faltan todavía, con el lema de la expedición: «La naturaleza necesita a sus hijas». «Vamos a ver lo que pasa en tiempo real, pero no queremos hacer ciencia, ni recoger muestras, no vamos en un barco científico, sino que queremos constituir esa red mundial y mejorar nuestra capacidad de divulgación», argumenta. «Queremos dejar de ser de segunda, así que la inversió merece la pena» asegura.

Alexandra Dubini

Alexandra Dubini trabaja en la Universidad de Córdoba como investigadora. Es una gran experta en algas verdes y su función ‘biorremediadora’ a la hora de limpiar aguas sucias. También lo es en el campo de las energías renovables.  «Estoy encantada de participar en la Homeward Bound Antarctic Expedition . Me apunté porque conocía una mujer que participó el año anterior y voy con el objetivo de que pueda salir un plan de acción internacional conjunto respecto al cambio climático que puede ser diferente a los que hay ahora y dirigen los hombres». También Alexandra ha lanzado su crowdfunding particular.

La zamorana Ana Payo Payo, por su parte, trabaja en el IMEDEA-CSIC en Mallorca. Oceanógrafa y licenciada en Ciencias Ambientales lo suyo son los estudios demográficos de aves marina, pero en su caso también es una buena divulgadora a través de Big Van. «La figura de la mujer científica está olvidada. Si le dices a un niño que dibuje a alguien que haga ciencia, siempre hacen un hombre con barba y gafas. Es fundamental tener contacto con otras mujeres para que eso cambie en el futuro. Volveremos enriquecidas de esta experiencia», afirma. Como sus compañeras también cuenta con un crowdfunding en marcha, y ya ha recaudado el 70%.

Uxua López

La cuarta es la vasca Uxua López, ingeniera de telecomunicaciones en Acciona Energía , con una experiencia de más de una década en el campo de las energías renovables.

Con ellas, España es uno de los países mejor representados en la expedición. La mayoría de las 76, no obstante, proceden de Estados Unidos y, sobre todo, de Australia, que es el país de lanzamiento.

En octubre se cerró el plazo para presentarse a la expedición del 2019, pero todavía quedan años por delante para participar y en unos meses volverá a estar vigente la convocatoria. Para entonces, estas cuatro científicas ya estarán de vuelta.