El cóctel explosivo de la ceguera climática


Atardecer en Castilla @Rosa M. Tristán

ROSA M. TRISTÁN

Este verano estamos asistiendo a una debacle ambiental, política y social de proporciones inconmensurables si hablamos en términos ambientales. Tanto es así, que al intentar hacer balance una no sabe por donde empezar. Más de 200.000 hectáreas quemadas –empiezo por los incendios forestales- en un país mediterráneo en ya acelerado proceso de desertificación debiera bastar para que todo el mundo se pusiera manos a la obra para que tamaña barbarie no se repita. Si sumamos la sequía, la falta de agua para beber en muchos pueblos, el agua del mar a 30º, augurando ‘Danas’ otoñales… Este cóctel explosivo debiera ser suficiente para crear un consejo de expertos y expertas, científicos a poder ser, a nivel nacional (un IPCC pero al que se haga más caso) que pusiera datos y realidades sobre las causas, las medidas para prevenirlas más certeras en cada lugar y qué hacer después para no seguir en próximos año, en la medida de lo posible, en la misma debacle.

Sin embargo, atónita, veo cómo en lugar de esos análisis y de aumentar la conciencia ciudadana con continuas “asambleas climáticas” (sólo hemos hecho una, y muy menor), algunos medios ponen el micrófono a cualquiera en un pueblo para que suelte una barbaridad que se hace viral, resulta que consejeros y otros políticos, responsables de los territorios más masacrados en la península, pero absolutamente irresponsables en sus declaraciones, la repiten cual mantra . A saber: que los ecologistas y ambientalistas, que ahora más que nunca se basan en datos científicos, son los culpables de los incendios forestales, que el cambio climático no mata o que es normal que haya calor (44,9ºC en Orihuela el 4 de julio). Y todo así, a bocarrajo.

En el caso de los incendios que nos abrasan el ánimo, ahora resulta que alertar desde hace décadas de lo que iba a pasar –y está pasando- te convierte en incendiario, culpable del estado de unos bosques que resulta que es evidente que están resecos porque no llueve, porque además hace un calor insoportable y porque, como bosques que son, tienen sus arbustos, sus maderos viejos de los que comen cientos de bichos, su capa de humus… y lo que no tienen son la ganadería extensiva (ovejas, principalmente) que limpiaban amplias zona, que no todas.

@Tve

Pero también se olvida que si arden es porque, salvo rayo mediante, en un momento de extrema emergencia climática, hay detrás manos humanas que lo provocan, adrede –lo que ya es de traca- o por obra y gracia de lo que algunos llaman errores no intencionados y debieran ser delitos, imprudentes en muchos en esos pueblos donde hay aún gente que no sabe, o no quiere enterarse, de que el clima ha cambiado y sus ‘tradiciones agrícolas’ no pueden seguir como antes. Es verdad que nuestra España rural se vacía –tampoco es que lo pongan fácil a los recién llegados que quieren quedarse y mejorar cosas, a decir verdad- pero los que hay deben saber que cosechar  a mediodía con 40º C es delito y quemar rastrojos o basuras en ola de calor y tirar fuegos artificiales en fiestas del verano. Idealizar a los humanos por el lugar donde viven me parece de un desconocimiento supino de los pueblos.

El Retiro el domingo 24 de julio, la parte al sol era la permitida para caminar. Los paseantes, infriendo la «norma». @Rosa M. Tristán

Claro que tampoco vamos a pedir peras al olmo, porque si en los pueblos no se enteran de lo que está pasando, en las urbes menos… Que ahí tenemos a alcaldes de pro, elegidos por los urbanitas, como los de Madrid, cerrando parques y sombras y ‘reconstruyendo’ plazas de hormigón –barbacoas humanas, las he bautizado- porque el verde sólo vale si es pintado o en césped de plástico (veasé la Plaza de España de la capital), que a ver si lo vegetal hace daño… Y también tenemos los aires acondicionados a todo trapo en centros comerciales y oficinas donde hay que entrar con rebequita, no sea que del resfriado tengamos mocos y nos entre la paranoia de que es COVID. Y, por supuesto, en las urbes regamos a los que se sientan en las terrazas como si fueran tiestos, con un sistema que requiere consumo de energía continuo y no renovable, eso si, no tanta como la que gastamos en invierno en calentarles con estufas, facilitando en ‘calentamiento climático corpóreo’ en vena.

Todo esto está pasando mientras en España hemos duplicado ya con creces el calentamiento de 2ºC de media que el planeta quería –y lo pongo en pasado- evitar a finales de siglo. Orihuela se lleva la palma, pero las temperaturas récord han proliferado al mismo ritmo que los embalses se han vaciado (y aún he visto cultivos regándose en plena Castilla de secano). Como decía certeramente Fernando Valladares, igual es el verano más fresquito que tendremos en nuestra vida, pero está claro que “no miramos arriba” porque asusta y es mejor seguir ciegos.

Hay que decir que en Europa la cosa no va mejor: también arde Italia y Francia y Grecia y Alemania… mientras en la UE ‘resucitamos’ el carbón como combustible, que es la mejor forma de que salte por los aires el afamado Acuerdo de Paris de 2015, y llamamos «verde» a lo que era negro: el gas; o azul fosforito: las nucleares.

Por cierto, también en California el entorno del maravilloso Parque Nacional de Yosemite (¿sabes que es el segundo creado en el mundo, en 1890?)

Y ¿qué decir de África, donde casi nadie tiene coche, ni hay industrias ni aires acondicionados? Poco se habla estos días de que el Cuerno de África está sufriendo su peor sequía en 40 años, como alertaba el pasado 25 de julio la agencia humanitaria de la ONU. Alerta que cae en oídos sordos, por cierto, aunque haya ya 18,7 millones (18.700.000) de seres humanos en riesgo de severa desnutrición. Los muertos, ni se sabe, pero el millar que se calcula que ya tenemos en España por el calor son una gota. En todo caso, no nos preocupemos, que si los africanos subsaharianos osan acercarse a nuestras fronteras, ya los echamos a patadas, que ya se encarga Marruecos de acusarles de traficantes o abandonarlos en el desierto.

Isla Rey Jorge este mes. Foto de investigadores chilenos @Antarctica_cl

¿Y si miramos a los hielos? Malas noticias… El Ártico, un verano más, presenta un panorama terrible. A mediados de julio en Groenlandia perdió, en sólo tres días (del 15 al 17) 18.000 millones de toneladas de hielo, casi lo mismo que en una semana en 2021 en un área de un millón de kms cuadrados (el doble que la Península Ibérica). En la Península Antártica, científicos chilenos informan de que el pasado 17 de julio, en pleno invierno antártico, tenían 10ºC en Base Esperanza, 15ºC más de lo esperable en esa fecha debido a llegada de masas de aire cálidas.

Avalancha en los Alpes.

De las cordilleras, casi da miedo hablar. Los Alpes, los mayores glaciares de Europa, con grandes avalanchas que causan muertos, refugios ya inaccesibles por las grietas que ha dejado el deshielo; los Andes, tras un inicio seco del invierno austral, ahora parece que comienza a nevar, aunque han perdido ya el 30% de su masa glaciar. En el Himalaya cuentan los últimos estudios que se han secado el 50% de las cascadas y la estación meteorológica South Col detectó el pasado día 21 de julio un récord inimaginable hace nada: una temperatura máxima de -1,5º C a una altitud de 7.945 metros en el mismísimo Everest.

Con todo lo anterior, hay que escuchar que la culpa es de los ecologistas porque, claro, es mucho más fácil acusar a los activistas ambientales (como ya se hace también con las feministas) que al sistema económico tal como está estructurado, igual que más fácil acusar al lobo que a la gran superficie o a la macrogranja que exprime a los ganaderos o, por qué no, a las grandes compañías que estos días nos sonrojan con sus dividendos.

Y para terminar el repaso, reconozco que me va corroyendo el convencimiento de que esto no se arregla con acuerdos internacionales vendidos con muchas alaracas que luego acaban en la basura, por desgracia. Quizás si acabe con una catástrofe a paso lento en la que saldrán perdiendo los de siempre: los pobres.  Aún con esa amenaza delante, sigo creyendo en la apuesta por las renovables, porque no queda otra, porque el humano evolucionó aprendiendo a ser eficiente con la energía y en el camino lo olvidamos; eso si,  serán útiles si logramos que el decrecimiento del consumo sea visto como oportunidad y no como un cataclismo. Y confío en las iniciativas de grupos humanos que no están sujetos a los vaivenes del poder, como tantos políticos, sin olvidar que son elegidos por mayorías. Y sugiero que habrá que dedicar nuestra inmensa creatividad tecnológica no tanto a nuevos móviles (ya no se qué más pueden hacer) como a mejorar el reciclaje de unos materiales terrestres que no podemos seguir expoliando infinitamente, y menos a costa de masacrar pueblos ajenos.

Mi generación ha destrozado la biosfera de un  planeta entero en 60 años.

Si hay responsables lo somos todos. Culpar a los que nos avisaban es, cuando menos, mezquino.

Antártida, crónica de una frustración anunciada


Hoy comienza la COP26 ¿Habrá más suerte?

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ROSA M. TRISTÁN


El Océano Antártico no será protegido, tampoco este año. Con ser una decisión que se preveía en casi todas las esferas diplomáticas, políticas y científicas, no deja de ser una frustración, anunciada, que la decisión de crear nuevas áreas marinas con protección sea de nuevo aplazada otros 12 meses.


Frustración porque si no somos de capaces de considerar una prioridad dejar sin explotar un mar al que los humanos llegamos hace apenas 150 años, ¿cómo pensar en conseguirlo para ese 30% de todo el planeta, con sus minerales, sus maderas, sus ríos, sus plantas y animales, que ya está inmerso, de un modo u otro, en algún negocio, algún consumo, algo que alguien considera fundamental para ‘seguir creciendo’?


En el juego de la diplomacia internacional, la baza dependía de China y Rusia, dos países que se han quedado solos en la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos (CCAMLR, en inglés) que se ha reunido las pasadas dos semanas y que se cerró el pasado viernes con sus posturas inamovibles. China y Rusia, precisamente dos grandes implicados en el cambio climático –el uno por ser uno de los mayores contaminantes al acaparar buena parte de la producción mundial- y otro por ser quien tiene grandes reservas de gas natural (combustible fósil como el petróleo, por si alguien no lo sabe) con las que ‘chantajea’ a diestro y siniestro. Pues bien, la biodiversidad antártica no les preocupa, y lo dicen justo los días que en el gigante asiático se celebraba una reunión preliminar de la Cumbre de la Biodiversidad…. Ver para creer.


No ha bastado el impulso internacional que se intentó dar el asunto en España, coincidiendo con el 30 aniversario del Protocolo de Madrid, este ‘anexo’ al Tratado Antártico que sirvió para proteger la tierra de la minería y otro impactos. En realidad, pocos de los presentes –políticos, ministros, científicos y activistas- confiaban que hubiera el necesario consenso; que el millón y medio de firmas recogidas en el mundo para que cuatro millones de kilómetros cuadrados de turbulentas y ricas aguas (en el Mar de Weddell, la Península Antártica y la Antártida Oriental) dejaran de ser visitadas por grandes buques pesqueros que rompen sus frágil equilibrio.


“Estamos muy decepcionados al presenciar una vez más esta oportunidad perdida de asegurar lo que podría han sido el acto más grande de protección de los océanos en la historia mediante el establecimiento de tres AMP en la Antártida. El planeta y las preciosas aguas de la Antártida no pueden permitirse un año más de inacción ”, ha declarado después Claire Christian, directora ejecutiva de la Coalición Antártica y del Océano Austral (ASOC), que también estuvo en Madrid recientemente. Similares declaraciones se han hecho desde WWF y Greenpeace.


Es más, para ASOC esta demora en las negociaciones y la incapacidad de avanzar “pone en riesgo la credibilidad internacional de la CCAMLR”, porque resulta que esta Convención habla de desarrollar recomendaciones científicas y la ciencia ya ha hablado hace tiempo, señalando la imperiosa necesidad de proteger el Austral y hacerlo cuanto antes.


Destaca, eso si, que de los 26 países que forman parte de CCAMLR, este año a la iniciativa de la protección de estas tres áreas se sumaron como co-patrocinadores otros cuatro países (India, Corea del Sur, Ucrania, Uruguay e incluso Noruega, éste último aunque tiene importantes empresas que capturan el krill). Pero no bastó. Al menos si se llegó a un consenso para evitar la sobrepesca de ese crustáceo, que proporciona el 96% de las calorías de todos los mamíferos y aves marinas de la Antártida (pingüinos, focas, ballenas…).


La cuestión es que estamos hablando de un lugar lejano, frío, inhóspito, de cuyos recursos no depende la alimentación humana. Si no somos capaces de consensuar este asunto ¿qué pasará con los retos que la COP26 tiene por delante? ¿Qué acciones serán capaces los líderes del mundo de iniciar? ¿cómo conseguir un compromiso firme y real de que se van a recortar emisiones contaminantes cuando resulta que líderes fundamentales para ello ni siquiera van a ir a Glasgow?


Las soluciones las tenemos, como también sabemos qué hay que hacer para no esquilmar ecosistemas que ni siquiera conocemos bien, como los antárticos. Sabemos que hay que reducir la presión del consumo a mansalva, que hay que cortar una globalización comercial que marea productos de acá para allá a bordo de ‘chimeneas de CO2’ flotantes, que las renovables están aquí para quedarse –a ser posible sin generar más destrozo- , que aunque está cara (y cada vez más) seguimos derrochando energía fósil y que, con todo ello, hemos generado un cambio climático que ya está causando miles de muertos, millones de desplazados, miles de millones de pérdidas económicas.


Uno de los temas fundamentales de esta cumbre será la financiación climática para mitigar, adaptarse y pagar los daños del cambio climático. Mitigar es invertir en tratar de que no vaya a más, adaptarse es prepararse para los impactos que ya están llegando y que, todo indica, que se agravarán, y pagar daños es asumir la responsabilidad de quien ha generado catástrofes climáticas que afectan más a quienes menos tienen, los países del sur global. Hasta ahora, no se han cumplido los compromisos de dotar de dinero estos fondos, y de lo que hay el 80% son créditos a devolver por quienes los pidan, aumentando así su deuda externa.


Otro tema es el de los mercados de carbono, es decir, crear un mecanismo que permita a los países más contaminantes compensar sus emisiones comprando ‘créditos de carbono” que pueden venir de acciones de reforestación, captura de CO2, proyectos de renovables y de países que tienen de sobra. Pero la cuestión es que ya existe en mecanismo puesto en marcha en Kioto y que unos países quieren mantener esos derechos ya adquirios (China, India y Corea el Sur) mientras la UE quiere partir de cero.

También está el riesgo de que en esa compraventa, los dos países implicados se apunten el tanto, lo que en el fondo es ‘trucar’ la cuenta de carbono. En definitiva, si bien según algunos aseguran que sin mercado de carbono es muy difícil que los grandes contaminadores cumplan el Acuerdo de Paris de 2015, según otros no deja de ser una ‘trampa’ para seguir contaminando a costa de pagar, mientras el clima en la Tierra sigue calentándose, con el grave riesgo de superar los 1,5ºC marcados.


Según el IPCC, de seguir así, las emisiones aumentarán un 16% más para 2030 y la temperatura subirá hasta 2,7ºC. Con esas temperaturas los hielos antártico y árticos acelerarían exponencialmente su derretimiento, el nivel del mar subiría inundando tierras donde viven millones de personas, países como España sufrirían olas de calor cada vez más intensas, superando quizás muchos días los 47ºC que ya hubo el pasado verano en Egipto, escasearía la comida y las migraciones climáticas serían un flujo continuo…


Comienzan dos semanas que son claves para la vida en la Tierra, la nuestra también. Visto lo ocurrido con la Antártida y la protección de su océano, no parece que vivamos tiempos de consensos… Ojalá me equivoque.

La Cara Invisible del Planeta: una cita para limpiar, tras mucho ensuciar…


Más de 200 grupos en 31 provincias se suman en la recogida de residuos en ríos, playas y montes de toda España bajo el lema “Desplastificar los supermercados”

ROSA M. TRISTÁN

La ‘bola’ ha crecido como si fuera de nieve… hasta fundirse por muchos rincones de este país, desde la Playa de los Genoveses (Almería) a la de Bastiagueiro (en A Coruña). Es la convocatoria de la ‘La Cara Invisible del Planeta’, un movimiento social, independiente y comprometido, que ha logrado reunir a cerca de 200 grupos de activistas ambientales de todo el país en 31 provincias para limpiar, en la jornda próximo sábado12 de junio, los ríos, lagos, pantanos, fondos oceánicos y playas. Celebrarán así el Día Mundial de los Océanos, que en realidad es este día 8.

Para poner el contexto en el que nos movemos, sólo recordaré una de las muchas cifras que dan idea del volumen de plásticos en nuestros mares-vertederos: ocho millones de toneladas de ese material llega cada año a la parte azul del la Tierra, más del 70% a través de los ríos. Ya os he contado que está integrado en los músculos de las tortugas y las sardinas y que es imposible saber cuánto hay en las profundidades. Ni siquiera hay datos fiables de todo lo que flota del Ártico a la Antártida..

La campaña de este sábado, coordinada por las organizaciones “Ola sin plástico” y “Nasti de plastic Bizkaia”, quiere, según sus promotoras, mostrar la conexión que hay entre todos esos espacios: supermercados, espacios naturales y mares. Comenzó a gestarse el pasado mes de octubre, cuando a las asociaciones vascas se sumaron otros colectivos, como Enmienda Tu Mierda, en el corredor del Henares (Madrid). “El boca a boca corrió como la pólvora. Somos independientes totalmente de otras iniciativas similares y no ha sido fácil conseguir los permisos y materiales, dado que no contamos con financiación, salvo puntual en algunas provincias. Para organizarnos, montamos un canal de Telegram, que echa humo, pero visto el resultado estamos muy felices”, cuenta Nuria Atienza, de Nastic de Plastic Vizcaya.

En su caso, están preparando una recogida de plásticos en Plenztia, un lugar conocido por la cantidad de basura que se acumula, ya sea en la zona de playa, en el puerto bajo el agua o en las orillas de la ría.  En esta ocasión, con la colaboración de una organización de personas con discapacidad. “Lo que muchos no saben es que para ir a limpiar Costas nos cobra 190 euros por el permiso para limpiar”, señala Atienza. No deja de ser surrealista, cuando por tirar residuos no se paga, salvo raras excepciones, como prueba la cantidad de porquería que hay en nuestro medio ambiente. 

Limpieza de Enmienda Tu Mierda en río Jarama. @Rosa M. Tristán

En el caso de Enmienda Limpia Tu Mierda, Esther Moraga cuenta que ya tienen 40 inscritos y que volverán otra vez más al río Jarama, “porque ahí tenemos para sacar y sacar basura mucho tiempo” : los colectores cargados de toallitas, bastoncillos y demás residuos se vierten todavía sin control alguno al cauce de este afluente del Tajo. “Es esa cara invisible que no vemos pero está ahí y creemos que limpiar sirve para recuperar, pero también para concienciar, como también lo hacemos al ir los colegios a contar cómo estamos destruyendo la naturaleza”, comenta Ester.

En el caso de Pleintza, explican que Costas no les deja poner una carpa informativa sobre la actividad, que serviría de divulgación ambiental y para dar a conocer el lema de la recogida y promover la vuelta de los supermercados la venta ‘a granel’ . “Lo importante es dejar el mensaje de que no hay que comprar plásticos innecesarios; pensamos que reciclar es el compromiso más light, necesario pero insuficiente. Mucho plástico que tiramos al contenedor amarillo acaba incinerado; con ello, no se trata de desincentivar el reciclaje pero hay que ser conscientes de que el objetivo es comprar menos y sin esperar al 2050”, señala Atienza.

Basta echar un vistazo al mapa para ‘clickar’ en el punto que interesa e inscribirse. En municipios como El Boálo, incluso se convoca para ir a caballo. En otros, como Badalona o Palma de Mallorca, la cita incluye a buceadores dispuestos a limpiar el fondo marino.  Hay convocatorias a las que se han sumado de grupos locales de Ecologistas en Acción, WWF o Fridays For Future, pero también las hay de otros colectivos más pequeños, escuelas de buceo o surf, pequeñas empresas, proyectos europeos, cofradías de pescadores… Todo un catálogo para elegir el más cercano.

La idea que tienen es sumar el peso de todo lo que se recoja y realizar una clasificación para saber qué tipo de objetos son los más frecuentes en cada zona, para lo cual todos los grupos anotarán los datos en una ficha estandarizada, acordada previamente. Estos datos serán volcados en el programa SurfRider y se incluirán en sus informes anuales. En el caso del País Vasco, además, la empresa Tecnalia quiere utilizar lo recogido para un proyecto de investigación europeo sobre el comportamiento del plástico en los mares.

La Cara invisible del Planeta, señala en un comunicado,  no sólo quiere proponer un cambio en los usos y costumbres de los consumidores, sino también “un replanteamiento y toma de responsabilidades de la generación y del uso por parte de la industria, una mejora en la gestión de los residuos que promueva la reutilización y los envases retornables y una mayor responsabilidad tanto de las administraciones como de las personas individuales con el medio ambiente, en general, y el medio marino, en particular”. 

“Nos ha costado dinero porque hay que comprar guantes, bolsas, y hay ayuntamientos  que ayudan y otros que no nos ponen ni un contenedor para echar lo recogido; pero que quede claro que detrás no tenemos ningún interés lucrativo… La Cara Invisible del Planeta está formada por gente que se deja la piel día a día, la mayoría en su tiempo libre, porque quiere vivir en un planeta más sostenible, libre de plásticos” , insisten.

La realidad es que casi sobrepasadas por el éxito, pero encantadas pese a las trabas en el camino, las promotoras de esta limpieza general de nuestra naturaleza no dan abasto para coordinar a tanta demanda de participación como están teniendo, aunque también han tenido alguna baja porque no pagan nada por participar.

Llegados a este punto, recordar que las limpiezas están abiertas a la participación de toda persona interesada y que para conocer los puntos de limpieza en todo el país hay que entrar e inscribirse en www.lacarainvisibledelplaneta.org. El único requisito es tener muchas ganas de ver el paisaje más limpio.

¡Una semana envuelta en plástico! #NoPlastic por favor….


Playa del Caribe (Haití) @ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

Aún me pregunto cómo he podido llegar a cumplir 55 años. Desde cría, apenas con 5 ya compraba chuches a una viejita a la puerta del colegio, que me vendía ‘pastillas de burra’, gominolas, regaliz… tras contar y recontar las piezas con las manos. Higiénico no era, pero aquí estoy, toda una superviviente. Bien es verdad que no recuerdo que ningún caso de muerte por ello.  Sin embargo, no se por cuánto tiempo voy a aguantar la realidad plastificada que me acogota. Ahora, cada día, me enfrento a montañas de plásticos que colapsan mi área de reciclaje en el hogar, me asfixian en cualquier supermercado y, lo que es peor, me hunden en profunda depresión porque, si intento huir a la naturaleza, me veo perseguida por una pesadilla en forma de botes, botellas, bolsitas, tapones, tampones, bastoncitos, garrafas… Todo de plástico, plástico, plástico, plástico… hasta el infinito y mucho más.

Debo reconocer que la muerte de un cachalote en la costa de Murcia con 24 kilos de plástico (palabra que voy a repetir conscientemente, porque aún siendo redundante no lo seré tanto como el plástico), no me ha sorprendido. ¿Alguien puede hacerlo sabiendo que millones de toneladas de plástico forman parte de nuestra realidad? Deja de leer y echa un vistazo a tu despensa.

Es un plástico que, está claro, no se gestiona bien en este país, y creo que en casi ninguno, pero hace tiempo he llegado a la conclusión  de que ya no basta con gestionar el residuo porque nos están engañando con una palabra que inunda todo, que igual sirve para levantar vallas en Melilla que para envolver cada galleta: la peligrosa radicalidad de la SEGURIDAD.

Ribera del Manzanares, Parque Regional Sudeste de Madrid @ROSA M. TRISTÁN

Os retrato lo sucedido en una semana: Empecemos por el domingo pasado, con un paseo que presuponía idílico por el Parque Regional del Sudeste (Madrid). Seguía una senda al río Manzanares -que acaba en el Jarama, que va al Tajo (el del trasvase a Murcia), que va al Atlántico- cuando al acercarme a la orilla el espectáculo se tornó dantesco: plásticos, celulosa y trapos colgando de los árboles, jirones de una basura indestructible entre los nidos de los pájaros y también naves de porquería enganchada a plásticos rumbo al mar. ¿24 kilos en el estómago de un cetáceo? ¡Si hasta pocos me parecen!

El lunes. Un amigo guatemalteco de visita por estos lares me puso sobre la pista del primer conflicto internacional que conozco por invasión de plásticos:  ha ocurrido entre su país y Honduras,  pues Guatemala ha generado una impresionante oleada de basura de polietileno que las corrientes llevan a las costas idílicas del país vecino. ¿Solución?: han puesto alambradas en el cauce de los ríos (en concreto en el río Motagua, aunque debería llamarse Motaplástico) con objeto de retener allí tanto envase como llega a la desembocadura y recogerlo.

Costa de Honduras. Caroline Power

Eso si, luego la aparcan en la orilla, de donde retorna de nuevo al río, convirtiéndose así en un monstruo cada vez más grande, alimentado por millones de nuevos envases. Me decía mi amigo -para más señas se llama Oscar Arias, y trabaja en la ONG ambientalista  MadreSelva-, que le sobrecoge  ver el plástico inunda hoy las comunidades rurales más alejadas. Allá donde no llega un médico, ni un maestro, ni la luz, ni agua potable… si que llegan miles de plásticos con comida basura, con dulces, con refrescos… Esa imagen que me represento es la misma que he visto en Haití, en Senegal, en el desierto de Mauritania. Es el enemigodisfrazado de ‘compadre’ que llega para quedarse, porque para perdurar se inventó.  Plástico, plástico, plástico.

Así, llegamos al martes: un día más en el supermercado me enfrento a la batalla de la compra con ‘poco’ plástico. Todo un reto si no se dispone de mucho tiempo. Mi ojo se fija en un paquete envuelto el film transparente e intento averiguar el contenido. Imposible: es una amalgama de plásticos que, al parecer, esconde cuatro pequeñas piezas de bollería. Así que les hago una foto y se la envío, vía Twitter, al supermercado en cuestión, que no tarda en responder con cuatro largos mensajes que os adjunto y resumo:

«Trabajamos con nuestros proveedores para que todos nuestros productos cumplan los más estrictos estándares de seguridad alimentaria y calidad» «Para lograr estos objetivos es muy importante que el envase sea el más adecuado para cumplir su función: preservar las características naturales del producto y sus propiedades nutricionales… protegiéndolo de posibles contaminaciones y retrasando la oxidación y degradación de vitaminas y minerales. Todo ello contribuye a aumentar la vida útil del producto y a reducir el desperdicio alimentario» Y de remate concluyen: «Todos nuestros envases cumplen con las normativas sanitarias y ambientales: son reciclables y deben depositarse en el contenedor amarillo para que sean correctamente reciclados».

¿Conforme con las respuestas? Pues, ni mucho menos.

Primero, porque  no hay nada más peligroso e inseguro para el ser humano (y los no humanos, evidentemente) que convertir la Tierra en un vertedero, algo evidente que no hay científico que no defienda con pruebas. Segundo, porque la verdadera ‘inseguridad alimentaria’ es la falta de comida para 126 millones de personas  (datos el último informe de la FAO), cuestión que no se la solucionado con la producción industrial de alimentos ni con los transgénicos, por más que algunos se empeñen en defenderlos. Tercero: ¿qué sentido tiene proteger la oxidación de mi pequeña ensaimada generando la putrefacción general? Cuarto: no me sale la cuenta  del beneficio de aumentar la vida útil de un producto causando muerte de ríos y mares. Quinto: la alusión a la reducción del desperdicio alimentario con los plásticos, está en serias dudas (Informe de Amigos de la Tierra), que justo prueba lo contrario. Y sexto: ¡claro que hay que reciclar! Y mucho mejor si se pudieran retornar los envases, como hacía también de niña, lo que ahora no se puede… Pero ¿Acaso los que nos venden no tienen ninguna responsabilidad? Perdonen ustedes, pero yo creo que si la tienen. Por ello me gusta la campaña de Greenpeace España  para pedir a los supermercados que no nos plastifiquen la comida, pero no la pediría sólo para frutas y verduras, sino para muchos alimentos de apenas 100 gramos que ahora nos ponen sobre una bolsita individual, dentro una bandejita de polispán (plástico), cubiertas de film (plástico) o en otro envoltorio más grande con varias piezas (plástico) y que acaba en una bolsa con asas (plástico) porque si nos las venden es a precio de risa.

Miércoles. Sin buscarlo, me llega un artículo con la historia de los gusanos come-plástico que ha descubierto una científica del CSIC. Es una noticia del año pasado, que alguien ha recuperado justo ahora. Desde el punto de vista científico es un avance, claro, y da alas a quienes confían en que «ya solucionaremos el problema porque para eso somos seres inteligentes». Es un argumento que escucho cada vez con más frecuencia, pese a que los investigadores que defienden tamaña confianza en el ser humano son los menos. La noticia, enfocada como la solución que esperábamos, tiene su gracia: ¿realmente alguien puede pensar que los ocho millones de toneladas de plástico que generamos al año pueden ser zampados por gusanos que nacieron para comer cera y miel de abeja? ¿Es capaz de imaginar qué clase de mutaciones sufrirían estos invertebrados a base de polietileno? Con tanta comida, eso sí, estarían en su salsa. Sólo de pensar en la plaga de que se generaría (¿decenas de millones de mega-gusanos?) me dan auténticas náuseas. Casi tantas como las playas de Jacmel que ví en Haití hace un par de años, como esa foto de la costa hondureña que pongo en este artículo e hizo una turista: Carolina Power.

Jueves. Como las ciencias de la naturaleza no son una preocupación educativa (no son ‘competitivas’), entiendo que la gente no sabe casi nada del funcionamiento del planeta. Les cuesta imaginar que ese plástico insignificante que consume para un traguito de agua de 25 centilitros pueda viajar tan lejos, pero en este día descubro un vídeo que puede dar idea de cuán lejos llevamos la ‘seguridad’ de nuestra plastificación.

Es un vídeo en el que se ve a pingüinos (en el Pacífico Sur, no lejos de la Antártida) descansando en una isla muy peculiar, un tanto inestable. Se trata de un montaje de WWF, que no nos muestra los microplásticos que hemos visto como islas-sopas en otras ocasiones: los han puesto sobre esas insidiosas bolsitas de polipropileno, un material más ligero que el polietileno y que tiene una alta resistencia a la fisuración, ácidos abrasivos, solventes orgánicos y electrolitos, dicen sus fabricantes en sus web. También sobre envases de detergente, botes, botellas… que en la realidad si que llegan hasta la costa de la Antártida y quizás a su corazón (espero que el Trineo de Viento de Ramón Larramendi nos ayude a descubrirlo en su próxima expedición… pero ya me temo lo peor). También se ha probado  ya han conquistado el corazón del Ártico, así que el montaje puede dejar de serlo muy pronto.

Dicho lo cual, para el viernes sólo veo una solución posible: iniciar el BOICOT total como consumidores al ‘sobreempaquetado’ de plástico. Podemos hacer mucho daño si nos empeñamos. BOICOT a las empresas que inundan de envoltorios países donde no existe el reciclaje, sin preocuparse de esa coyuntura porque actúan en Estados con gobiernos donde lo ambiental sólo se entiende como una traba a lo que llaman ‘desarrollo’ (en el fondo, no estamos tan lejos nosotros).  Y BOICOT a los dirigentes políticos que siguen haciendo la vista gorda a esta invasión que es mucho más peligrosa que otras que quieren ‘vendernos’ y tienen que ver con la búsqueda de los derechos humanos básicos.

Es imposible librarnos de todos los plásticos de nuestra vida, pero con muy poco esfuerzo podemos expulsar kilos y kilos de nuestras cocinas, de nuestros ríos y campos, de nuestros mares.

No tenemos otro hogar y desde luego yo no se lo quiero dejar a los gusanos. Prefiero los pingüinos y los cachalotes.

 

Antonio Quesada (Comité Polar): España en el reto geoestratégico del Ártico (entrevista)


ROSA M. TRISTÁN

El biólogo Antonio Quesada ha sido nombrado, recientemente, secretario técnico del Comité Polar Español, máximo responsable ejecutivo de un organismo poco conocido pero en cuyas manos está la presencia de España en los territorios polares del Ártico y la Antártida. Llega a este puesto tras encargarse durante los últimos años del Programa Polar, subdirección desde la que se coordinan los proyectos científicos. Ahora, desde su nuevo puesto quiere dar un impulso a la actividad polar española, especialmente en el Ártico, una zona que considera que está en una situación “muy peligrosa” desde el punto de vista de la política geoestratégica mundial.

¿Qué es exactamente el Comité Polar Español?

Es un organismo que depende administrativamente del Ministerio de Economía y Hacienda pero del que forman parte el de Exteriores, Defensa, Medio Ambiente y también la Armada, el Ejército de Tierra, el CSIC, la Unidad de Tecnología Marina (UTM), el IGME, del que depende el Centro Nacional de Datos Polares, el IEO. La presidenta es la secretaria de Estado Carmen Vela, si bien ejerce Marina Villegas, directora de la Agencia Estatal de Investigación. Todos sus miembros se reunían dos veces al año, pero desde ahora lo hará cuatro porque hay mucho trabajo ejecutivo que hacer. El Comité coordina toda la actividad polar española, en tres partes: la ciencia, la logística y la legislación. Es un organismo técnico, aunque tiene influencia política, sobre todo a nivel internacional. Somos miembros como observadores del Arctic Council (https://www.arctic-council.org/index.php/en/), el organismo del que forman parte todos los países árticos para promover su cooperación y coordinación en esta zona polar. Y para mantener ese status no sólo hay que hacer una ciencia de calidad, sino tener presencia. No se trata de tener infraestructuras en el Ártico, como las bases que tenemos en la Antártida, sino de llegar a acuerdos con otros países para que nuestros científicos puedan utilizar las suyas y estar presentes en foros internacionales. Estamos ya preparando acuerdos con Canadá, Noruega y Japón.

¿Y su papel en la Antártida?

España es miembro del Tratado Antártico y tenemos dos bases allí: la Juan Carlos I y la Gabriel de Castilla. El Comité Polar es el responsable de dar los permisos para que funcionen, de los protocolos que deben seguir. En general, de hacer que se cumpla la ley e informar al sistema antártico, especialmente en todo lo que se refiere al impacto ambiental. También coordinamos las inversiones en las infraestructuras. Ahora, por ejemplo, en la base Gabriel de Castilla hay que arreglar un módulo científico que está en muy malas condiciones. El Comité lo comunica al Ejército, que es quien lleva la gestión, a la UTM y a las instituciones deben poner el dinero. Y lo mismo en cuanto a los buques. Necesitamos dos: un nuevo buque oceanográfico como el Hespérides, que en unos años cumplirá su vida útil, y otro para la logística, como el que hubo que jubilar (Las Palmas). El Hespérides es un buque muy caro y debes ser utilizado para hacer ciencia, no funciones de taxi. Estoy contento porque la comisión de trabajo sobre este tema va para adelante.

¿Cree que el Comité requiere un cambio respecto a lo que ha venido siendo?

Ha funcionado, pero ahora quiero que sea más participativo. Antes el secretario técnico, que además no vivía en Madrid, se tenía que encargar de todo y creo que es preciso crear un comité de gestión, otro ejecutivo… Implicar a más miembros, más allá de las reuniones. Veo que hay interés en mejorarlo y en destinar recursos para que los técnicos y profesionales que trabajan para este organismo lo vean remunerado, no puede ser algo altruista, como hasta ahora porque hasta ahora no hemos tenido ningún presupuesto. Así es difícil mantener el nivel que deseo, para el que requiero colaboradores cuyo trabajo se reconozca. También es importante mejorar la difusión de nuestras actividades y crear un Observatorio Antártico Español.

¿Considera que la ciencia polar española se difunde lo suficiente?

Creo que es una de las actividades científicas que más difusión tienen. No obstante, quiero aclarar que el Comité Polar no se encarga de los proyectos científicos. Eso depende del Programa Polar, que tiene su gestor, justo el puesto que antes ocupaba yo. Es ahí donde se envían las propuestas científicas y se evalúa en paneles su calidad, las posibilidades logísticas para realizarlas y su legalidad. Nadie puede ser autorizado a cazar ballenas aunque sea para investigar, por ejemplo. En general, son para la Antártida pero este año ha habido dos solicitudes para el Ártico, así que si se aprueban, el Comité si deberá buscar colaboraciones con otros países que tienen allí instalaciones. Cada año, el Programa, en función del dinero que hay disponible, aprueba más o menos proyectos, pero el Comité no entra en ello, sólo en que el trabajo se desempeñe como debe hacerlo.

Existen unas directrices sobre los objetivos del Comité Polar que hablan de promover la investigación, del seguimiento de las pesquerías, de que la presencia polar sea asunto de Estado. ¿Cuál es su importancia real?

Es un documento que comenzó a trabajarse hace dos años porque no había nada al respecto. Y ha despertado el debate, porque son solo directrices cuando algunos esperaban más. En realidad, no tenemos una estrategia científica polar, algo que me hubiera gustado diseñar con todos los científicos polares españoles, de abajo a arriba. Ahora es un trabajo que depende de mi sucesor en el Programa. Pero estas directrices son importantes y quiero llevarlas a Comisión Parlamentaria para que la estudien, hagan enmiendas y se apruebe. Es el modo de que no dependan de un gobierno y puedan perdurar.

El Comité controla pero ¿quién castiga los delitos en la Antártida?

Nosotros tenemos que salvaguardar que se cumple el Tratado Antártico al que España se adhirió en 1988, pero lo que ocurre es que 30 años después aún no se ha desarrollado en Ley, como debiera. A veces detectamos veleros que atracan sin permiso. Si son de otros países, lo comunicamos al Sistema del Tratado y si no hacen caso o reinciden, pasan a una lista negra. En algunos países, hay penas de cárcel. Pero en España la falta de ley complica la situación.

Mencionaba antes un Observatorio Antártico Español ¿En qué consistirá?

Forma parte de la mejora de la comunicación. Tenemos mucha información que difundir. Llevamos 30 años recogiendo datos en la Antártida, series temporales para las que es difícil conseguir fondos porque generan impacto científico a muy largo plazo, pero que son importantes. Tenemos series de geomagnetismo, geodesia, permafrost y vulcanismo. Me gustaría que todos estos datos estuvieran en un canal, un Observatorio Antártico Español. También es importante la información de vulcanología, pues estamos en una isla antártica, Isla Decepción, donde hay un volcán con actividad. Del Comité Polar depende el ‘semáforo’ que dice cuando se puede ir o no. Ahora es un servicio que realizan los vulcanólogos que van a la Antártida con sus proyectos. Cuando barcos de otros países quieren acceder, llaman y preguntan, pero sería bueno que ese semáforo estuviera disponible como servicio oficial y que se pagara a alguien por mantenerlo. Luego está la divulgación a la sociedad, que debemos mejorarla.

¿Cómo de grande es la comunidad científica polar española?

Cada año van unos 80 científicos a la Antártida y en total seremos unos 200. No es fácil serlo porque para que se apruebe un proyecto hay que tener una buena memoria técnica, presupuesto y hasta siete documentos más, lo que es complejo para los nuevos. Pero es bueno que los haya. En el Ártico somos menos. El Hespérides no puede hacer largas distancias durante seis meses, así que no puede viajar en el verano boreal. Otro problema es que los científicos sólo pueden dirigir un proyecto financiado por el Plan Nacional y si lo tienen en la Antártida no pueden tenerlo en el Ártico, salvo que haya financiación internacional.

Apuntaba antes que hay que estar en el Ártico ¿Cómo ve la situación en esa compleja zona del planeta?

Está cambiando mucho. Ahora los caladeros de pesca están más al norte y en todo el Ártico sólo hay dos pequeños pedazos que son aguas internacionales, y que reclaman Rusia y Noruega. Si se abre con el deshielo el Paso del Nordeste, el transporte entre Asia y Europa llevará menos tiempo y combustible que ahora por el Canal de Suez y el Mediterráneo. Eso nos afecta directamente. Y Rusia ya está haciendo puertos, aunque aún el riesgo para la navegación es alto. Es preocupante. En 2016, Obama convocó una reunión mundial para un Tratado Ártico, para que fuera un lugar para la ciencia y la paz. Este verano, la comisaria de la UE Federica Mogherini reconocía que el problema del Ártico es de seguridad. Es una ‘patata caliente’, con una situación peligrosa. Por ello es importante desde la ‘diplomacia científica’ hacer lo que podamos. A veces la ciencia ayuda a relajar tensiones y abrir puertas y en el Comité Polar Español sabemos que es parte de trabajo.

¿Cómo será la próxima campaña antártica?

Está previsto realizar dos campañas oceanográficas y que vayan 20 proyectos. Esperemos que el Hespérides salga en Noviembre porque tarda un mes en llegar y, así, comenzar hacia el 8 de Diciembre hasta marzo.

S.O.S: crisis en los humedales españoles


Delta del Ebro. @Carlos Montserrat /SEO7Birdlife

Delta del Ebro. @Carlos Montserrat /SEO7Birdlife

ROSA M. TRISTÁN

Hace 10 años visité con WWF los pozos ilegales que hay en el entorno del Parque Nacional de Doñana. Estaban a la vista, impunes; junto a unos de los principales humedales de Europa, un ecosistema único que es parque nacional; rodeados de invernaderos de las fresas que se venden a un euro el kilo en nuestros supermercados. Inolvidable cómo los agentes de la autoridad de la zona echaron a las cámaras de malos modos, en defensa del propietario de la finca fresera cercana, donde tomaban unos planos, dentro de un mar de plásticos entre los pinos.

Una década después, hay mil pozos ilegales. Y a las fresas se han sumado los arándanos, que resulta que ahora están de moda porque son antioxidantes, aunque no se dice con tanta frecuencia que su consumo de agua aún es mayor que el de la fresa. Por algo es un fruto de las montañas, donde llueve, y no de las marismas cercanas a África.

Este caso de Doñana es uno de los que acontecen en esas áreas inundables extremadamente frágiles y a la vez imprescindibles para decenas de miles de aves y para nuestra especie, dado que nos protegen en caso de desastres naturales. Solamente en España el 80% que nos queda está en una situación muy preocupante, como denuncia la directora de SEO/Birlife, Asunción Ruíz. Esta organización acaba de lanzar la alerta por los tres más importantes de nuestro país: el mencionado de Doñana, el Delta del Ebro y la Albufera de Valencia. Los tres se encuentran a las puertas de «un punto de no retorno», en palabras de Roberto González, también de SEO (la Sociedad Ornitológica Española). Y los tres son el hogar de unas 600.000 aves acuáticas invernantes (de las que 60.000 serían reproductoras, según también los datos de SEO).

Bien es verdad que el cambio climático, con su consecuente disminución de lluvias, no favorece la situación, pero es que, además, en lugar de paliarse, el problema se agrava. Así, en el Ebro hay 125 embalses que han impedido la llegada de entre 40.000 y 200.000 toneladas de sedimentos al Delta en las últimas décadas (aún se pierden unas 1.600 toneladas al año), lo que sumado a los que se pierden por la costa (otros 110.000 m3) da como resultado que el Delta desaparece a ojos vista. Evidentemente, ello perjudica a quienes viven del mejillón o la anchoa, pero también a las muchas aves que habitan este lugar.

La "sopa" verde de la Albufera de Valencia. @Pablo Vera/ SEO Birdlife

La «sopa» verde de la Albufera de Valencia. @Pablo Vera/ SEO Birdlife

Otro caso distinto es el de la Albufera, que en el pasado recorrí en una piragua, reflejándose el sol en sus cristalinas aguas. Hoy es una «sopa» verdusca, un lago costero en el que se acumulan 2.800 toneladas de fosfatos procedentes de los vertidos ilegales y de las depuradoras. Sólo el nivel de clorofila es de 120 mg por litro, cuando debieran ser 20 mg. En dos décadas se han multiplicado por 12 los hectómetros de estos vertidos que llegan a la Albufera. «Una consecuencia directa es el impacto en las aves. Hoy, por ejumplo, el pato colorado ha desaparecido de la laguna», afirma González.

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Y, como no, Doñana. Cuando se vea una oferta de fresas, conviene recordar que seguramente proceden de ese lugar que la Junta de Andalucía dice defender mientras mira para otro lado, sin impedir que campe a sus anchas la ilegalidad más fragante. Nadie sabe con certeza cuánta agua se extrae del acuífero de Doñana, entre los pozos ilegales y los que no lo son, pero lo cierto es que ni las advertencias de la Comisión Europea  han conseguido cambiar el panorama, no vaya a ser que se pierdan votos por eso de la biodiversidad. Y como resultado, tenemos 1.500 hectáreas de cultivos ilegales reconocidos (que podrían ser 3.000) que están ‘chupando’ la sangre de la marisma, donde han desaparecido ya el 85% de los humedales que había hace 60 años.

Como el domingo es el DÍA MUNDIAL DE LOS HUMEDALES, la ong conservacionista ha querido recordar que las soluciones están a mano, porque una ventaja de estos lugares es que recuperan con rapidez con unos pocos ‘mimos’, eso sí, antes de secarse del todo. Por ejemplo, podría hacerse con un plan de gestión que movilice los sedimentos hacia el Delta del Ebro; prohibiendo todos los vertidos ilegales en la Albufera, a la vez que se asegura que entra agua nueva que renueve la que ya está sucia; y, por último, cerrando todos los pozos legales e ilegales que están dañando al Parque Nacional de Doñana.

La campaña ‘Mójate por los humedales’ quiere recabar el apoyo de todos aquellos que pensamos que es importante que no desaparezcan,  que ninguno de estos tres emblemáticos espacios pasen a ser fotos del pasado, una película antigua que recordar.

#SOSHumedales 

Puedes firmar por su protección AQUÍ.

Pregunta: ¿Qué opinas de la caza en España?


 

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Cacería en Llanas de Cabrera, marzo de 2016. @DIARIO DE LEÓN

ROSA M. TRISTÁN  

Si hay un tema que levante ‘ampollas’ en España es el de la caza. En unas comunidades autónomas más que en otras, léase Castilla-La Mancha, pero en general en todas. Por ello, la decana de las organizaciones conservacionistas del país, SEO/BirdLife, ha lanzado una encuesta (lo denomina proceso participativo) para poder fijar una posición en torno a esta actividad directamente relacionada con la protección de la naturaleza, proceso al que invita a participar a toda la ciudadanía en una primera fase, y que también a sus muchos miles de socios. Para participar basta con rellenar este CUESTIONARIO.

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Científicos de Europa: «Han elegido la ignorancia»


ROSA M. TRISTÁN
Hace unos días, se daban a conocer los funestos presupuestos para 2015 que exprimen hasta dejar bajo mínimos a la investigación en España. Ahora, una carta publicada en la revista Nature, y firmada por un grupo de científicos europeos, encabezados por la astrofísica española Amaya Moro-Martín, contextualiza la debacle en nuestro país en un entorno europeo en el que la situación es igualmente preocupante. Se titula Han elegido la ignorancia (y aquí en inglés)  y en ella piden la firma de todos los ciudadanos en apoyo de la ciencia, que vive sus horas más bajas en el continente.

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Gran bacanal de buitres en Iruelas, carroñeros al ataque (con VÍDEO)


ROSA M. TRISTÁN (Valle de Iruelas, Ávila)

El valle de los buitres from Miguel Ángel Nieto on Vimeo.

(Vídeo: Rosa M. Tristán. Edición del vídeo: Miguel Angel Nieto)

La señal la dio un cuervo pequeño.  Se acercó a la carne fresca que, ya llena de moscas, había sido dejado hace casi tres horas a escasos metros del observatorio. Llegó, olió y no se lo pensó mucho para aprovechar la comida. En segundos, un revuelo de más de 250 buitres se lanzaron al banquete. Buitres leonados y buitres negros. El cuervo hizo ‘mutis por el foro’ mientras comenzaba un espectáculo apabullante, cargado de agresividad, a la vez hermoso y salvaje. Ocurrió el 10 de septiembre en la reserva natural del Valle de Iruelas, en Ávila, quizás pronto conocido como el ‘Valle de los Buitres’ porque allí se encuentra una de las colonias de buitre negro más importante de España, y del mundo.

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