El astronauta Scott Kelly: «Explorar nos ha hecho los humanos que hoy somos»


ROSA M. TRISTÁN

Una rueda de prensa con un astronauta en la que se le pregunta si ha visto  OVNIS o si dependía de la tecnología para sobrevivir en el espacio. Y Scott Kelly ha resistido estoicamente, aunque bien es cierto que en ciertos momentos, se notaba cierta sorna. «¿Me está preguntando usted si he visto OVNIS?». Kelly es el segundo ser humano que más tiempo ha estado de seguido en el espacio: 340 días (el ruso Valeri Poliakov estuvo 437); una experiencia que le ha marcado y que describe en el libro autobiográfico ‘Resistencia» (Debate) que ha venido a presentar a España. Es una obra conjunta con la escritora Margaret Lazarus Dean, aunque ella no figura en la portada, ni en la contraportada, ni en la versión inglesa ni en la española. Valga mi reconocimiento desde aquí.

Kelly recordaba cómo su afán por ir al espacio no llegó hasta los 18 años, tras leer «Elegidos para la gloria» de Tom Wolfe. No comentó si su hermano gemelo, Mark E. Kelly, también astronauta, leyó la misma historia. Se sabe que no fue buen estudiante y que le tocó nacer en una familia con un padre maltratador y alcohólico. Dice mucho de su fortaleza personal que decidiera regresar a la Estación Espacial Internacional (ISS) en marzo de 2015, después de que tras una estancia anterior de 159 días (2007) sufriera un cáncer de próstata. Y es que la radiación es 30 veces mayor fuera de nuestra atmósfera, un riesgo que ya saben que deben asumir todos los que la abandonan. «Al principio, cuando me hicieron la propuesta me negué, pero luego me di cuenta de que quería más retos y que eso significaba ir más tiempo, así que acepté», reconocía Kelly. El objetivo de la misión era probar cómo resistía el cuerpo humano fuera de la Tierra en la que evolucionó a lo largo de millones de años, de cara a un futuro viaje a Marte. Así que al regreso se comparó su estado con el de su hermano Mark.

Poco ha contado Kelly de los cambios físicos que experimento tras casi un año sin gravedad y 5.440 vueltas a la Tierra. Si nos ha dicho que volvió con una modificación en el ADN, los telómeros más largos, que es como decir que volvío rejuvenecido. También algo más alto por la falta de gravedad, aunque pronto recuperó la suya con la gravedad. Nada nos ha hablado de sus dolores musculares, su poco volumen de sangre o su mala puntería. «Lo que más me preocupaba era la radiación y de hecho es el reto de cara a viajar a Marte: o vas muy rápido o te proteges mejor para sobrevivir», ha dicho. A nivel psicológico, ha asegurado que no detectó ningún cambio, aunque ya se intuye una personalidad fuerte, resiliente, con pocas concesiones al relajo de una sonrisa. De hecho, no ha habido ni una en la hora de rueda de prensa, pero si muchas interpelaciones porque no entendía las preguntas.

Evidentemente, una de ellas ha sido sobre la propuesta de Donald Trump de volver a la Luna. «Tenemos que volver para practicar antes de ir a Marte, pero Trump dice que vamos a regresar y luego recorta el dinero de la NASA o la deja sin administrador todo un año (seguimos sin tenerlo) así que no es una propuesta seria, es solo publicidad, no me lo tomo en serio».

Kelly ha repetido lo que otros muchos astronautas han compartido públicamente antes que él, empezando por Neil Armstrong: «Sentí más fuerte la relación con el medio ambiente, del precio que se pagará con el cambio climático. El planeta es hermoso y los que pasamos mucho tiempo fuera vemos que somos parte de un todo y hay que buscar soluciones conjuntas».

Como anécdota, reconoció que lo que más echó de menos durante tantos meses, al margen de la familia,  fue la sensación de ducharse y sentir el agua correr por el cuerpo,  pero también ver el sol y mojarse con la lluvia, incluso sentarse en una silla.

Yo le pregunté por su libro de cabecera en esa aventura espacial, «El legendario viaje de Shackleton» de Alfred Lansing: «Los astronautas tienen muchas características comunes con los exploradores: la curiosidad, la capacidad de manejar situaciones complejas, de lidiar con la soledad. Así ha sido en la exploración del siglo XIX y XX y será en la de Marte». «A Shackleton se le rompía todo y salía adelante, así que cuando estaba algo bajo de ánimo, abría el libro y me hacía sentir mejor. Me inspiraba su coraje. De hecho, «Resistencia» es un homenaje a Shackleton», ha explicado después de resumir la aventura antártica del ‘Endurance’ a comienzos del pasado siglo.

Kelly, que envío y compartió más de mil maravillosas fotos de la Tierra desde la ISS, comentó que en pocos años el turismo espacial organizado será una realidad con compañías como Space X o Virgin. «Igual en 100 años hay una aero-línea galáctica que va de Madrid a Nueva York en 20 minutos», aventuró.

Y respondió a otra pregunta inevitable: ¿por qué invertir en exploración espacial con los problemas que hay dentro del planeta? La respuesta fue la lógica-previsible: «Si el ser humano no fuera un explorador curioso no habría salido nunca de la selva porque es el afán con conocer lo que nos ha hecho ser lo que somos. Las civilizaciones que no viajaron, desaparecieron. Además, los programas de la NASA atraen a millones de niños a la ciencia. Y, por último, si tenemos un presupuesto de 19.000 millones pero gracias a él se desarrollan nuevas tecnologías útiles para todos. En total, he estado 50o días en la ISS y allí no había dinero, todo se gastó en la Tierra, en mejorar la sociedad».

Por cierto… ¿Y si le propusieran ir a Marte? «Sólo iría a Marte si está garantizado el viaje de vuelta».

 

 

 

 

 

 

 

Desde la Tierra, viajando enganchados a un cometa



El aragonés Miguel Angel Pérez de Ayúcar está con el alma en vilo. Es el líder de operaciones científicas, en la Agencia Espacial Europea (ESA), para la sonda Rosetta, que este martes día 12 de noviembre depositará un sofisticado módulo espacial sobre un cometa. De pequeña me contaron cómo  El Principito de Antoine de Saint-Exupéry logró atrapar un cometa con una red para cazar mariposas y así viajaba de un planeta a otro desde su asteroide B612. Siempre me gustó esa historia. Ahora, los científicos de la ESA también viajarán por el espacio, virtualmente, a lomos de otro cometa, el 67P/Churyumov-Gerasimenko, gracias a una pequeña caja-máquina-robot que lleva viajando por el espacio más de 10 años y que se convertirá, una vez en su superficie, en sus ojos, sus manos, su nariz…

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España también pierde órbita en el espacio


Ni siquiera se ha molestado en ir a Nápoles. El ministro de Indutria, José Manuel Soria, no ha querido estar presente en reunión interministerial de los países miembros de la Agencia Espacial Europea (ESA), en donde se deciden los programas para los próximos años y la financiación que aportara cada Gobierno. Total, el presupuesto para 2013 da un tijeretazo brutal a la participación española y con ello a las pocas expectativas que tenía la industria espacial española de que  reconsiderara esta decisión.

España desde el espacio

El Gobierno deja así claro que ni siquiera la investigación y el desarrollo que tiene aplicación inmediata y genera riqueza tiene interés para el futuro este país. Porque no  invertir en programas espaciales de la ESA no significa únicamente  no  participar en futuras misiones, sino dejar en la estacada a empresas que durante la última década han generado un gran retorno industrial, con profesionales de alta cualificación, logrando un lugar muy respetable a nivel internacional. Así me lo comentaban los directivos de algunas de las principales empresas del sector, en la presentación del satélite Gaia, hace un mes escaso.

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Gaia, un geógrafo estelar para una generación en crisis


La Agencia Espacial Europea ha presentado en Madrid uno de sus proyectos más emblemáticos: un satélite espacial que será lanzado a finales del año que viene con el ambicioso objetivo de hacer un mapa de nuestra Vía Láctea en tres dimensiones. En total, GAIA escudriñará 1.000 millones de estrellas, una infinidad de puntos brillantes en el cielo de cada noche de las que nos dirá cómo se mueven, a qué temperatura están o cuál es su composición. Y son muchas y pocas, según se mire: apenas el 1% de la galaxia que nos acoge.

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