ROSA M. TRISTÁN
Hubo un tiempo en el que en la Península Ibérica se cortaban cabelleras, y después, además, se cocían al fuego lento los huesos del muerto. Ocurrió hace entre 9.000 y 7.000 años en una cueva de Lucena (Córdoba) y los restos de aquellos extraños rituales funerarios han sido encontrados ahora gracias a los trabajos del equipo dirigido por Cecilio Barroso Ruiz, Presidente de la Fundación Instituto de Investigación de Prehistoria y Evolución Humana, y José Antonio García Solano, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
Hace casi 20 años que Barroso llegó a la Cueva del Ángel y comenzaron las excavaciones. En el yacimiento había una sima de unos 100 metros de profundidad utilizada como dolmen de enterramiento por las poblaciones del Neolítico y del Calcolítico. De allí sacaron el año pasado un millar de restos humanos que han analizado este verano, para descubrir que pertenecieron al menos a 50 individuos de todos los sexos y edades. «Lo que hemos comprobado es que les quitaban el cuero cabelludo y luego cocían los huesos para su descarnamiento, pero no tenemos pruebas de que hubiera canibalismo, no hay marcas de que se los comieran», asegura el investigador desde Lucena.
Por lo que han averiguado, los enterramientos tenían lugar en la cueva que hay sobre la sima, pero como era muy pequeña, cada cierto tiempo tenían que ‘limpiar’ el lugar de cadáveres, y éstos eran arrojados por la oquedad para dejar espacio a los nuevos muertos. En definiva, era «un dolmen-cueva», asegura Antonio Monclova, otro miembro del equipo.
La mitad de los cadáveres se corresponden a niños, y la mitad de ellos murieron justo en la edad del destete, que es cuando el riesgo de muerte, ante el paso a una alimentación más insegura, es más alto. Es lo que aún sigue ocurriendo por desgracia en muchos países africanos. Los adultos eran de unos 40 años, pues en esa época de la Prehistoria pocos sobrevivían más allá de esa edad.
El estudio de estos fósiles también ha revelado muchas marcas de corte y señales de que fueron quemados intencionadamente, dentro del mismo ritual.
Los restos del Calcolítico son más recientes y
no tienen ya esas marcas de corte ni fueron quemados, sino tan sólo depositados en la cámara dolménica. Al parecer, se arrojaban a la Sima cuando ya no tenían masa muscular.
El equipo ha iniciado un proyecto de bio-medicina con el Instituto Reina Sofía, la Universidad de Málaga y otras dos instituciones extranjeras con el objeto de realizar estudios con estos restos sobre las enfermedades que eran habituales en el Neolítico y la Edad del Bronce. También se realizarán estudios del ADN que permitan conocer la demografía de las poblaciones, las primeras que comenzaron a cultivar las tierras peninsulares y a domesticar a sus animales. El material genético se espera conseguir en la campaña del año que viene.
Los investigadores confían en encontrar restos de ‘Homo heildebergensis’ en el fondo de la Sima, después del hallazgo en campañas anteriores de industria achelense, como se publicó en Quaternary International en 2011.
De momento, esperan recopilar más datos sobre el yacimiento para publicar los nuevos resultados.