ROSA M. TRISTÁN
«Se me quedó cara de pasmo cuando llegamos a la excavación y el fósil perfecto que íbamos a extraer no estaba». El paleontólogo Albert G. Selles, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, tiene muy grabado ese día. Su perplejidad sólo fue comparable a la que experimentó cuando conoció la ‘condena’ judicial por expoliar y destrozar aquel ‘tesoro’ de precio incalculable: 90 euros.
Pero ¿de qué pieza estamos hablando? Se trata de una nueva especie bautizada como Ogresuchus furatus, un cocodrilo terrestre de tamaño pequeño que pudo alimentarse de las crías de los dinosaurios que ponían sus huevos en la zona de Coll de Nargó, en los Pirineos. Su nombre significa «el cocodrilo-ogro que fue robado«, para que no se olvide el ‘secuestro’ que sufrió el esqueleto, cuyo análisis ha sido ahora publicado en la revista Scientific Reports. Al parecer, esta familia de sebécidos eran muy comunes hace entre 65 y 15 millones de años, pero en este caso se ha calculado que vivió hace 71,5 millones de años, así que a su valor como nueva especie se suma que es el más antiguo especímen descubierto. «Su hallazgo nos obliga a redefinir la historia evolutiva de esta familia», explica Sellés, que ha dirigido la investigación.
¿Y un tribunal considera que su valor es de 90 euros?
Y es que a punto estuvieron que de nada de todo esto fuera descubierto. La historia, con tintes policiacos, se remonta a 2013, cuando una Asociación de Amigos de los Dinosaurios en Coll de Nargó avisó del hallazgo de restos fósiles junto a unos huevos de dinosaurios, que por cierto siempre han sido expoliados en esta rica zona paleontológica. «Enseguida fuimos y empezamos a excavar. Un día apareció por allí un hombre diciendo que aquel terreno era suyo, aunque por lo que sabíamos era comunal. Quería alguna compensación. Nos dijo que si él no sacaba algo de allí, no lo sacaba nadie. No hicimos caso y un jueves dejamos el esqueleto fósil al descubierto para extraerlo al día siguiente. Nos quedamos perplejos el viernes cuando llegamos. No había nada. Inmediatamente avisamos a los Mossos.
Comenzó así una investigación del destacamento de Protección del Patrimonio Histórico de los Mossos. Tomaron muestras, encontraron restos del envoltorio del fósil por los alrededores, identificaron huellas de un vehículo y, un mes después, fueron en busca del expoliador con la certeza de no equivocarse. Le ofrecieron devolver el fósil en un plazo determinado y olvidar lo sucedido, pero no lo hizo y al final hubo que presionar mucho para que entregara el esqueleto del cocodrilo. «Nos lo devolvió hecho trizas, con muchas partes rotas y otras que faltaban, y que han desaparecido, pero que estaban cuando lo excavamos. Debió sacarlo con un pico. Nos hemos pasado más de año y medio restaurando el destrozo para poder estudiarlo. Una pena», denuncia el paleontólogo.
Pero aún quedaban sorpresas: en la denuncia interpuesta por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña, el propio Selles hizo un peritaje de valoración de daños, lo que no fue fácil: «¿Qué precio poner a un fósil que es único en el mundo? ¿300.000 euros? y a la restauración ¿20.000?. Pues al final, sólo le pusieron una multa de 90 euros. Y, claro, luego reincidió y volvió a ir al yacimiento a romper más cosas, creo recordar que en 2016», señala el investigador.
Cabe señalar que a nivel nacional, la última ley que protege el patrimonio paleontológico español es de 2015, la Ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad, que modifica una anterior de 2007. También hay otra previa de 1985. Otra cosa son las sanciones, que a tenor de este fallo judicial parecen dejar mucho que desear: al culpable del expolio le costó menos el robo y destrozo que una multa de tráfico por mal aparcamiento. «Si que hay normativas que protegen este patrimonio, pero la gente no las conoce, no que no se pueden coger fósiles legalmente porque no se sabe qué información puede contener. En este caso era muy valiosa», comenta Selles.
Este extraño cocodrilo prehistórico, de menos de un metro de largo, se diferenciaba de los actuales en que tenía sus patas situadas debajo del cuerpo, lo que les permitía moverse como cuadrúpedos, como los mamíferos actuales. Sus dientes curvos y esas patas gráciles hacen pensar que eran grandes cazadores de presas pequeñas también en tierra. También su cráneo es distinto a otros similares que ya se conocían, razón por la que es nueva especie.
Dado que estaba tan cerca de un nido de huevos de titanosaurio (animales que podían medir hasta 12 metros de largo) y que había muchas cáscaras de estos huevo, se especula que podría haberse alimentado de sus crías. Según comenta Selles «las crías de dinosaurio probablemente no eran su principal fuente de alimento pero habrían sido una presa fácil para un cocodrilo de estas características que no habría desperdiciado la oportunidad de depredarlos».
Hay que tener en cuenta que entonces la actual cordillera de los Pirineos no era tal como la conocemos. Su proceso de formación comenzó hace unos 80 millones de años, pero no terminó hasta hace 24 millones de años, así que aún era una llanura de vegetación tropical con humedales salobres en los que habitaba una gran diversidad de fauna, incluyendo dinosaurios titanosaurios y hadrosáurios, así como numerosas especies de cocodrilos, tortugas, peces, lagartos, ranas.. De hecho, los dinosaurios de los Pirineos, señalan los científicos catalanes, son los últimos que vivieron en Europa antes de su
extinción en todo el mundo. Durante más de 10 años, han organizado campañas de excavación y sus hallazgos han dado lugar a cientos de publicaciones científicas sobre las faunas del Pirineo durante el Mesozoico.