No hace ni un año que publicaba, en El Huffington Post, el caso de un científico español que después de buscar fondos de la UE para trabajar, y los consiguió, tuvo que ‘regalarlos’ a científicos alemanes porque en su institución se negaron a pagar su parte. Se trata del físico Javier Buceta. Pues bien, finalmente Buceta va a pasar a engrosar la abultada lista de ‘científicos emigrantes’, o exiliados, de España a falta de una política científica que le permita desarrollar su talento.
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¡Quiero reciclar mi ropa, no me lo pongas tan difícil!
Quiero reciclar, quiero que aquello que ya no necesito tenga una segunda vida. ¡Pero qué difícil me lo ponen! Va para un mes que cargo con una bolsa llena de ropa. No está para ser destruida, pero los cambios físicos y por qué no, de gustos también, hacían que algunas prendas llevaran años sin ver la luz. Así que, tras intentar ‘colocarlas’ a las conocidas sin éxito, como tantas otras veces fui en busca de un contenedor de ropa… Pero ¡Ay!, resultó ser una misión imposible. Ni rastro de uno en todo Arganzuela, en todo Madrid. Fue entonces cuando fui consciente de que el Ayuntamiento de la capital ha ordenado su retirada total, absoluta, una operación en la que se va a gastar más de ¡100.00 euros! porque seguro que ahora no hay nada mejor en lo que invertirlos.
Los quitan porque, acusan sin dar nombres,» hay quien se lucra de ellos», y al decirlo da la sensación de que hablan de una multinacional, de un emporio, de aprovechados de los pobres ciudadanos. Como si los madrileños no fuéramos ya víctimas de algo mucho más grave, como son los derroches municipales a los que nos someten. Ya me gustaría saber quien se lucra de ellos.
Además, desconozco si los que ponían esos contenedores hacen negocio o no. Alguna vez ví a un inmigrante vaciándolos por la noche, al amparo de las farolas. Y ME DA IGUAL. Yo iba a tirar mi bulto a la basura, a sacarlo de mi vida, a destruirlo. Así que si alguien puede comer de lo que yo desprecio ¿por qué me va a parecer mal? Pues bien, a mí no, pero a la alcaldesa de Madrid, doña Ana Botella, que decide por mí, por lo visto sí, porque solo ha dejado en pie los de Humana (que tiene una extensa red de tiendas, por cierto, que cuenta sólo con 37 contenedores para cuatro millones de residentes y que si ha firmado un contrato).
Como no me ha tocado la lotería de tener un contenedor Humana en mi barrio, por recomendación familiar, acudí a las parroquias, que recogen en sus horarios de misa, claro, siempre y cuando tengan un almacén y no esté lleno. Porque, de hecho, en las dos cercanas a mi domicilio que pregunté, los párrocos me echaron finamente con mi fardo, mientras me aseguraban que ahora ya no dan abasto para organizar y repartir tanta ropa, que no tienen donde dejarla. Vamos, que no quieren más. Ni verla.
Como ni con la iglesia ni con contenedor de Humana estaba fácil la cosa, hace unos días llamé al teléfono de información municipal 010, donde me indicaron que tenía que acercarme al Punto Limpio del Ayuntamiento de mi distrito. Es decir, a varios kilómetros de distancia, en un horario fijo estricto (el de cualquier jornada laboral) y sin transporte público cercano desde mi zona. Y encima cargada. Todo facilidades. Tantas que, como digo, ando con la bolsa de acá para allá a ver si un día me tropiezo con un contenedor que se les haya despistado, aunque mes y medio después de iniciar la búsqueda estoy por tirar la toalla (y todo lo demás) porque la ‘extinción’ del contenedor ‘ilegal’ ha sido tan meticulosa o más que la que planificaron para la de la viruela.
Cuando este asunto lo comento, siempre hay alguien que me sale con aquello del ‘negociete’ de la ropa usada, de ‘los aprovechados de la solidaridad’, de ‘las mafias’ de los trapos…. Y en el fondo, lo que veo en ello es una inquina injustificada y egoísta frente a quienes se buscan las castañas como pueden. «¿Prefieres triturarlo o quemarlo en Valdemingómez?, les pregunto». Y no creáis, que hay quien no duda en contestar afirmativamente. Así son algunos ‘sapiens’ , no todos por fortuna.
En un viaje de Mauritania a España, hace unos años, mi compañero de asiento, un mauritano, me mostraba orgulloso en su móvil fotos de la cadena de tiendas que había montado en Nouadhibou (la segunda ciudad del país) con los contenedores de ropa usada que compraba al peso en Canarias. Lo tenía distribuido por plantas, todo limpio y ordenado («Como El Corte Inglés o Zara», me decía) y daba trabajo a varias decenas de personas. No era una ONG, no era una parroquia, pero esa ‘basura’ que nosotros no queremos, organizada y limpia, daba de comer allí a muchas familias. «Lo que ustedes no quieren, aquí es ropa de lujo», aseguraba.
Sin saberlo, además, aquel señor regordete y avispado, del que no recuerdo el nombre, ayudaba a todo el planeta porque resulta que evitaba la contaminación que genera la destrucción de los desperdicios textiles y una nueva producción (que no es poca, teniendo en cuenta los tintes, las máquinas, los cultivos, los derivados del petróleo, etcétera), como recuerda la campaña Ropa Limpia. Y no era un mafioso, ni desde luego parecía millonario.
Así que pensando en esas gentes lejanas y en otras que ahora siento mucho más cerca, las que rebuscan cada noche en mi cubo, ando ahora con mi bolsa a cuestas. Quiero reciclarla social y medioambientalmente. Quiero que no me lo pongan difícil porque a Humana tiene un contrato con el Ayuntamiento, del que desconozco como se fraguó. Y si me encuentro mi blusa en un mercadillo, y ayuda a pagar el menú escolar de un crío, sentiré una gran alegría.
Estoy segura que ningún banquero, ni constructor, ni especulador de Bolsa anda en esta empresa. Huele a mercadillo, huele a pobres.
José Esquinas: «El hambre no es contagiosa, pero sí peligrosa»
ROSA M. TRISTÁN
Hace años que conocí a José Esquinas. Entonces estaba en la Organización Mundial de la Alimentación y la Agricultura (FAO), tratando de evitar que el mundo perdiera biodiversidad alimentaria. Seguimos en ello desgraciadamente, pero mucho menos gracias a su trabajo. José Esquinas es ahora el único catedrático de Estudios contra el Hambre y la Pobreza que hay un España, un puesto que ocupa en la Universidad de Córdoba.
Es lo que hasta, antes de ayer, llamábamos primer mundo, frente a los que vivían al sur y llegaban a nuestras fronteras en busca de un futuro. Exactamente lo mismo que buscan hoy miles de españoles en el extranjero, los mejor formados, los más listos, los dispuestos a cambiar para mejorar. Y eso es todo lo contrario que bueno, pese a lo que hemos tenido que oír a una política, de esas que salieron un día elegidas para dirigir este país.
Esquinas no ha sido elegido por nadie con votos democráticos, ni lo será nunca porque no es político, pero mantiene intacta su conexión con quienes peor lo están pasando. Por eso sabe que no hay futuro si seguimos consumiendo sin sentido, si no nos importa que nuestra ropa huela a muertos de Bangladesh, ni que nuestra comida viaje 10.000 kilómetros para acabar en el cubo de la basura. Y sobre todo si no cambiamos a una clase política que es incapaz de asomarse al balcón de su despacho para ver que pasa por ahí fuera, no sea que un hambriento le pida limosna.
De todo ello y mucho más me habló en la reciente entrevista que le hice para el periódico ESCUELA, que aquí comparto con vosotros…. «El hambre no es contagiosa, pero si peligrosa», asegura. El mensaje de un sabio que no debiera caer en saco roto.
AQUÍ VAN LOS LINKS. ABAJO LA ENTREVISTA ENTERA, PRIMERO, Y EL TEXTO DESPUÉS
Hacienda ‘arruina’ a los científicos: subvenciones prometidas que no llegan
Por si la ciencia en este país tenía pocos problemas con el Ministerio de Economía, ahora también el Ministerio de Hacienda ha decidido declarar la guerra a los investigadores. Y ahora le ha tocado el turno, entre muchos otros, a un proyecto que había situado a España en un lugar privilegiado para estudiar el origen de la especie humana: el proyecto del Instituto de Evolución en África (IDEA), dirigido por los arqueólogos Manuel Domínguez-Rodrigo y Enrique Baquedano. Después de ser aprobada la subvención que recibirían en 2012 para la campaña de excavación, que tuvo lugar el verano pasado, ha sido a finales de diciembre cuando han recibido la noticia de que el dinero prometido por el Ministerio de Cultura ni ha llegado ni se le espera.
El CSIC se moviliza: ciencia al borde del colapso
¿Movilizaciones en la institución más importante de la ciencia en España? El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) está al borde del colapso total y los 14.500 trabajadores de sus centros comienzan a temer, no ya por su trabajo, sino también por sus salarios. El descontento con la dirección del organismo, y su poco clara información, crecen por doquier.Fachada del edificio central del CSIC
«Lo peor no es ya la falta de dinero, sino la desidia, la falta de iniciativa, la incompetencia de quienes llevan las riendas. Es un desastre», me aseguraba hace un par de semanas un conocido investigador de la plantilla.