Indígenas: cuidadores de la Amazonía desde hace 5.000 años


Una investigación revela que en el pasado los amazónicos sólo modificaron de forma intensa las zonas fértiles cercanas a los ríos para asentarse

PNAS

Rosa M. Tristán

Son muchos los estudios científicos que nos dicen que los pueblos indígenas son excelentes guardianes de la biodiversidad cuando mantienen su forma de vida tradicional, especialmente en lugares como la Amazonía, donde hay aún grandes espacios sin ‘reconvertir’ en pastos para vacas. Ahora, se ha dado a conocer que esta capacidad de preservar el entorno –eso si, siempre que estos pueblos no sean ‘colonizados’ y atraídos por otros modos de vida – perdura desde hace milenios, al menos 5.000 años en el caso de esa zona del mundo que sigue siendo un lugar privilegiado pese a las amenazas que se ciernen sobre la inmensa selva sudamericana.

Un trabajo liderado por científicos del Instituto Smithsonian de EEUU ha encontrado evidencias de cómo los pueblos amazónicos prehistóricos no alteraron de forma significativa grandes partes de los ecosistemas forestales en la Amazonía occidental, preservándolos de forma efectiva sin cambios en su composición, unas conclusiones que desmiente estudios previos que apuntaban a que en el pasado estos pueblos fueron moldeando la rica biodiversidad actual o que fue reforestada tras un periodo de cambio climático.  

Los autores señalan que sus nuevos datos pueden ser claves para la conservación de los ecosistemas amazónicos, siempre, claro está, que poderes económicos y políticos lo permitan, algo que en Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Colombia o Venezuela no está nada claro. Es más, no hay más que mirar a la web brasileña de Amazonía Sofocada para comprobar que mientras está leyendo esta noticia hay cientos de incendios en gran parte de esa cuenca y se sabe que prácticamente todos son premeditados.

Volviendo a la zona más inalterada, la distribución de las especies de flora había hecho pensar a algunos científicos que la selva había sido “modelada” de forma intensa por los indígenas precolombinos en función de sus intereses; otros mencionaban como origen de su estado actual el impacto de la llamada Pequeña Edad de Hielo o incluso el hecho de que muchos de los amazónicos murieran tras la llegada de los colonizadores europeos. Veían ahí la explicación a unas supuestas transformaciones. Pero se equivocaban en la premisa, según los resultados publicados estos días en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), donde se sugiere que durante al menos los últimos 5.000 años todas las áreas alejadas de las tierras junto a los ríos se quedaron intactas, sin ser prácticamente deforestadas con fuego, el mismo método que ahora las destruye, y sin ser cultivadas intensivamente.

Como explica en un comunicado del Smithsonian la autora principal, Dolores Piperno, “los asentamientos humanos complejos y permanentes en la Amazonia no tuvieron influencia sobre el paisaje en algunas regiones”. “Nuestro estudio añade evidencias de que la mayor parte del impacto ambiental de la población indígena en el medio forestal se concentró en los suelos ricos en nutrientes cercanos a ríos y que su uso de la selva tropical circundante era sostenible, sin causar pérdidas de especies detectables o perturbaciones durante milenios”.

Para explorar la escala de la posible, o no, modificación indígena de la Amazonía, Piperno y sus colegas recogieron 10 núcleos de suelo (perforaciones de aproximadamente un metro de profundidad) en tres lugares remotos de las cuencas hidrográficas del Putumayo-Algodón, al noroeste de Perú. Querían analizar los fitolitos (microfósiles de plantas mineralizadas) y el carbón vegetal u hollín que se ha acumulado a lo largo del tiempo bajo los bosques más antiguos (los alejados de riberas y que no eran inundables). Esos ‘núcleos de tierra’ les permitieron profundizar en un pasado que se remonta unos 5.000 años, según dataron con carbono 14.

Comprobaron, tras comparar los registros de las muestras halladas con un inventario de árboles, que no había nada que indicara que hubo talas ni un uso agrícola anual que hubiera dejado raíces o semillas. Ni siquiera detectaron un aumento importante de especies de palmeras que eran aprovechables y que hoy son muy dominantes en la flora moderna, es decir, que hace cinco milenios nadie las cultivó. Y lo mismo pasa con otros árboles: a lo largo del tiempo encontraban la misma estructura forestal, estable y diversa.

“Nuestros datos respaldan algunas investigaciones anteriores que indican que áreas considerables de algunos bosques de tierra firme amazónicos no fueron impactadas significativamente por las actividades humanas durante la era prehistórica. Más bien parece que durante los últimos 5.000 años, las poblaciones indígenas de esta región coexistieron y ayudaron a mantener grandes extensiones de bosque relativamente sin modificar, como continúan haciéndolo hoy”, apuntan los autores.

Los tres lugares estudiados están ubicados a un kilómetro de los cursos de los ríos y las llanuras aluviales. Son bosques interfluviales que en realidad suponen más del 90% de la superficie del Amazonas y, por lo tanto, cruciales para comprenden la influencia de los asentamientos humanos que los arqueólogos encuentran cerca de los ríos, como, por otro lado, es natural en todas las civilizaciones. En un lugar donde llueve en grandes cantidades, el fuego ha sido casi siempre de origen humano y, de haberse usado para limpiar grandes áreas, para usos como la agricultura y los asentamientos, habría dejado su huella.

Los investigadores también realizaron estudios de los bosques modernos que se encuentran en el entorno de cada muestra extraída, un inventario extraordinario de 550 especies de árboles y 1.300 de otras especies de flora, que dan idea de la biodiversidad amazónica. «Pero no encontramos evidencias de plantas de cultivo o agricultura; no hay evidencia de tala de bosques ni de incendios; no hay prueba alguna del establecimiento de jardines forestales. Es similar a lo que se encuentra en otras regiones amazónicas «, señala Piperno.

A tenor de estos datos, podemos decir que todavía hoy existen regiones en la selva muy parecidas a las que había hace esos 5.000 años, incluso que permanecen totalmente inalteradas. «Esto significa que los ecólogos, científicos del suelo y climatólogos que buscan comprender la dinámica ecológica y la capacidad de almacenamiento de carbono de esta región pueden estar seguros de que están estudiando bosques que no han sido muy modificados por los humanos sustancialmente», afirma la investigadora.

Pero también alerta de que, por otro lado “no debemos asumir que los bosques alguna vez fueron resilientes frente a perturbaciones importantes», es decir, que más vale conservarlos con las políticas adecuadas porque su respuesta ante la destrucción y su capacidad de recuperación es desconocida.

La explicación que encuentran para que los precolombinos no usaran ese suelo alejado de ríos es que tiene pocos nutrientes, por lo que es poco agradecido para los cultivos, algo que ahora se solventa con la utilización de fertilizantes en el caso agrícola y robando nuevos espacios al bosque en el caso ganadero. Por desgracia, a ello se suman otras graves amenazas en la región del Putumayo, como es la minería ilegal, que está en aumento en Perú.

Para Piperno es importante hacer más trabajos en otras regiones alejadas de ríos y llanuras aluviales de la Amazonía aún no estudiadas para obtener una visión más amplia de lo sucedido en tiempos remotos. “En todo caso, no se trata de que los indígenas no utilizaran de ninguna forma el bosque, sino de que lo usaron de forma sostenible y no modificaron mucho su composición de especies», comenta. «Es un lugar donde los humanos parecen haber sido una fuerza positiva en este paisaje y su biodiversidad durante miles de años».

Desde luego, algo que no podemos decir de muchos otros sitios…

Primera cátedra de Parques Nacionales: Eduardo Martínez de Pisón


Eduardo Martínez de Pisón, catedrático de Parques Nacionales @RosaTristán

ROSA M. TRISTÁN

España cuenta con una Cátedra de Parques Nacionales desde ayer, tal como ha sido publicado en el BOE, y su titular será una de las personas que más conocen y más han hecho por su preservación: el geógrafo Eduardo Martínez de Pisón, que ya es catedrático emérito de Geografía en la Universidad Autónoma de Madrid, además gran escritor, divulgador y alpinista.

La nueva cátedra es fruto del convenio entre tres universidades (Politécnica de Madrid, Rey Juan Carlos y Alcalá de Henares) y el organismo de Parques Nacionales y nace con el objetivo de mejorar la red de parques, a la vez que se imparte  formación y docencia y se incrementa la divulgación, concienciación e investigación en torno a la  conservación y gestión de los parques de forma coordinada.

Cada una de las universidades se han comprometido a organizar un máster sobre parques nacionales para mejorar la formación de los profesionales de la red de parques; apoyar con estudios técnicos y científicos a la red, realizar estudios especializados para el organismo autónomo; potenciar la colaboración científica y transferencia de resultados en el ámbito nacional e internacional, con especial atención a las nuevas tecnologías; colaborar en la gestión de la información que proporcioan los parques y en la proyección de la imagen de la Red entre la sociedad, etcétera.

Martínez de Pisón, como responsable, será el encargado de coordinar las actividades del Comité de la Cátedra y de representarla oficialmente. Cada universidad aportará a la cátedra 15.000 euros al año para sus actividades, en forma de horas de trabajo de su personal. Por su parte, el organismo de Parques Nacionales aportará 150.000 euros, de los que 30.000 se harán efectivos a cada Universidad, quedando los restantes 60.000 a disposición del Comité para las actividades de la Cátedra, que se harán efectivos a la Universidad Politécnica de Madrid.

La aprobación de esta nueva cátedra coincide con la celebración, este año, de los centenarios de los Parque Nacionales de Ordesa y Picos de Europa (Covadonga). Elegir a uno de los ‘imprescindibles’ de la ciencia y la conservación de la naturaleza como es Martínez de Pisón, un acierto.

 

Gran bacanal de buitres en Iruelas, carroñeros al ataque (con VÍDEO)


ROSA M. TRISTÁN (Valle de Iruelas, Ávila)

El valle de los buitres from Miguel Ángel Nieto on Vimeo.

(Vídeo: Rosa M. Tristán. Edición del vídeo: Miguel Angel Nieto)

La señal la dio un cuervo pequeño.  Se acercó a la carne fresca que, ya llena de moscas, había sido dejado hace casi tres horas a escasos metros del observatorio. Llegó, olió y no se lo pensó mucho para aprovechar la comida. En segundos, un revuelo de más de 250 buitres se lanzaron al banquete. Buitres leonados y buitres negros. El cuervo hizo ‘mutis por el foro’ mientras comenzaba un espectáculo apabullante, cargado de agresividad, a la vez hermoso y salvaje. Ocurrió el 10 de septiembre en la reserva natural del Valle de Iruelas, en Ávila, quizás pronto conocido como el ‘Valle de los Buitres’ porque allí se encuentra una de las colonias de buitre negro más importante de España, y del mundo.

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«Es un milano».  «No, no, es un aguilucho». «Pues a mí me parece una aguililla calzada». «Y aquello es un pato, pero ¿qué pato? Casi siempre que miramos al cielo y vemos un ave desearíamos tener al lado un ornitólogo que, con la certeza que da la sabiduría en una materia, nos aclarara las dudas, o una guía de esas que al final no metemos en la mochila porque pesa y porque cuando queremos encontrar lo que buscamos, el ave en cuestión ha largado volando. Ahora, la Sociedad Ornitológica Española (SEO/Birdlife) nos lo pone muy fácil: acaba de presentar una aplicación para teléfonos móviles, totalmente gratuita, que contiene toda la Guía de Aves de España con sólo pulsar una tecla. Y no solo eso: también  incluye los mejores itinerarios para poder encontrarlas.

Abejaruco Tatavasco

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