Multa de 90€ por el robo de un cocodrilo fósil único en el mundo


ROSA M. TRISTÁN

«Se  me quedó cara de pasmo cuando llegamos a la excavación y el fósil perfecto que íbamos a extraer no estaba». El paleontólogo Albert G. Selles, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, tiene muy grabado ese día. Su perplejidad sólo fue comparable a la que experimentó cuando conoció la ‘condena’ judicial por expoliar y destrozar aquel ‘tesoro’ de precio incalculable: 90 euros.

Pero ¿de qué pieza estamos hablando? Se trata de una nueva especie bautizada como Ogresuchus furatus, un cocodrilo terrestre de tamaño pequeño que pudo alimentarse de las crías de los dinosaurios que ponían sus huevos en la zona de Coll de Nargó, en los Pirineos. Su nombre significa «el cocodrilo-ogro que fue robado«, para que no se olvide el ‘secuestro’ que sufrió el esqueleto, cuyo análisis ha sido ahora publicado en la revista Scientific Reports. Al parecer, esta familia de sebécidos eran muy comunes hace entre 65 y 15 millones de años, pero en este caso se ha calculado que vivió hace 71,5 millones de años, así que a su valor como  nueva especie se suma que es el más antiguo especímen descubierto. «Su hallazgo nos obliga a redefinir la historia evolutiva de esta familia», explica Sellés, que ha dirigido la investigación.

¿Y un tribunal considera que su valor es de 90 euros?

Recreación cocodrilo prehistórico encontrado en los Pirineos.

Y es que a punto estuvieron que de nada de todo esto fuera descubierto. La historia, con tintes policiacos, se remonta a 2013, cuando una Asociación de Amigos de los Dinosaurios en Coll de Nargó avisó del hallazgo de restos fósiles junto a unos huevos de dinosaurios, que por cierto siempre han sido expoliados en esta rica zona paleontológica. «Enseguida fuimos y empezamos a excavar. Un día apareció por allí un hombre diciendo que aquel terreno era suyo, aunque por lo que sabíamos era comunal. Quería alguna compensación. Nos dijo que si él no sacaba algo de allí, no lo sacaba nadie. No hicimos caso y un jueves dejamos el esqueleto fósil al descubierto para extraerlo al día siguiente. Nos quedamos perplejos el viernes cuando llegamos. No había nada. Inmediatamente avisamos a los Mossos.

Comenzó así una investigación del destacamento de Protección del Patrimonio Histórico de los Mossos. Tomaron muestras, encontraron restos del envoltorio del fósil por los alrededores, identificaron huellas de un vehículo y, un mes después, fueron en busca del expoliador con la certeza de no equivocarse. Le ofrecieron devolver el fósil en un plazo determinado y olvidar lo sucedido, pero no lo hizo y al final hubo que presionar mucho para que entregara el esqueleto del cocodrilo. «Nos lo devolvió hecho trizas, con muchas partes rotas y otras que faltaban, y que han desaparecido, pero que estaban cuando lo excavamos.  Debió sacarlo con un pico. Nos hemos pasado más de año y medio restaurando el destrozo para poder estudiarlo. Una pena», denuncia el paleontólogo.

 

Pero aún quedaban sorpresas: en la denuncia interpuesta por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña, el propio Selles hizo un peritaje de valoración de daños, lo que no fue fácil: «¿Qué precio poner a un fósil que es único en el mundo? ¿300.000 euros? y a la restauración ¿20.000?. Pues al final, sólo le pusieron una multa de 90 euros. Y, claro, luego reincidió y volvió a ir al yacimiento a romper más cosas, creo recordar que en 2016», señala el investigador.

Cabe señalar que a nivel nacional, la última ley que protege el patrimonio paleontológico español es de 2015, la Ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad, que modifica una anterior de 2007. También hay otra previa de 1985.  Otra cosa son las sanciones, que a tenor de este fallo judicial parecen dejar mucho que desear: al culpable del expolio le costó menos el robo y destrozo que una multa de tráfico por mal aparcamiento. «Si que hay normativas que protegen este patrimonio, pero la gente no las conoce, no que no se pueden coger fósiles legalmente porque no se sabe qué información puede contener. En este caso era muy valiosa», comenta Selles.

Este extraño cocodrilo prehistórico, de menos de un metro de largo, se diferenciaba de los actuales en que tenía sus patas situadas debajo del cuerpo, lo que les permitía moverse como cuadrúpedos, como los mamíferos actuales. Sus dientes curvos y esas patas gráciles hacen pensar que eran grandes cazadores de presas pequeñas también en tierra. También su cráneo es distinto a otros similares que ya se conocían, razón por la que es nueva especie.

Dado que estaba tan cerca de un nido de huevos de titanosaurio (animales que podían medir hasta 12 metros de largo) y que había muchas cáscaras de estos huevo, se especula que podría haberse alimentado de sus crías. Según comenta Selles «las crías de dinosaurio probablemente no eran su principal fuente de alimento pero habrían sido una presa fácil para un cocodrilo de estas características que no habría desperdiciado la oportunidad de depredarlos».

Hay que tener en cuenta que entonces la actual cordillera de los Pirineos no era tal como la conocemos. Su proceso de formación comenzó hace unos 80 millones de años, pero no terminó hasta hace 24 millones de años, así que aún era una llanura de vegetación tropical con humedales salobres en los que habitaba una gran diversidad de fauna, incluyendo dinosaurios titanosaurios y hadrosáurios, así como numerosas especies de cocodrilos, tortugas, peces, lagartos, ranas.. De hecho, los dinosaurios de los Pirineos, señalan los científicos catalanes, son los últimos que vivieron en Europa antes de su
extinción en todo el mundo. Durante más de 10 años, han organizado campañas de excavación y sus hallazgos han dado lugar a cientos de publicaciones científicas sobre las faunas del Pirineo durante el Mesozoico.

 

Neandertales junto al ‘Torrente del Mal»


Hallan restos de dos neandertales, un niño y un adulto, en la Cova de Teixoneres de Cataluña

Cova de les Teixoneres . @IPHES

ROSA M. TRISTÁN

La historia de las Cuevas del Toll (‘charco’, en catalán), en el municipio barcelonés de Moià, está plagada de misterios. En una de ellas, la Cova de Teixoneres, que no es otra cosa sino ‘cobijo de tejones’, han encontrado restos de al menos dos neandertales, uno de ellos una criatura de tres o cuatro años, que aún no se sabe si fueron allí enterrados u objeto de un festín caníbal. En otra, la Cova del Toll propiamente dicha, hay tantos restos de osos de las cavernas que los investigadores aún no saben cúantos son, aunque si que han averiguado que algunos fueron también menú de algún banquete, quien sabe si de los mismos neandertales que esporádicamente ocupaban la caverna vecina. Esta campaña, un nuevo fósil de neandertal, un diente, el segundo hallado en tierras catalanas y en la misma cueva Teixoneres, ha reconfirmado, por si hacía falta, que el proyecto científico de Moià tiene futuro y que queda mucho trabajo para dar respuesta a las incógnitas que surgen a cada golpe de piqueta.

Canino superior de un niño neandertal de hace 52.000 años. @IPHES

El director del proyecto, el arqueólogo Jordi Rosell, el Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), no disimula su entusiasmo con los trabajos en unos yacimientos que pueden aportar mucho al conocimiento de la especie extinta hace unos 30.000 años, lugares que tienen una historia científica con tantos altibajos como la investigación en nuestro país.

Y es que las cuevas llevaban mucho tiempo ocultas en un frondoso bosque, sobre el mencionado Torrente del Mal, riachuelo que -explica Rosell- seguramente debe su nombre  a las múltiples leyendas de magia y brujería que siempre hubo por la zona. En los años 40 del pasado siglo, esa época de la postguerra en la que la que los chavales de los pueblos tenían pocas distracciones y mucho trabajo duro en los campos, una pandilla se entretenía buscando cuevas cerca de su pueblo, cuando encontraron la del Toll, gracias al agujero por el que salía el agua del río.

Adentrándose en ella más de un kilómetro, su sorpresa fue mayúscula cuando se toparon con dos ollas de cerámica del Neolítico. Aquel descubrimiento les animó a seguir investigando y no tardaron en dar con un tapón de arcilla que había cerrado la entrada a una gran galería. Allá por 1954, a base de pico y pala, se logró abrir la boca de la cueva, a la vez que aparecían no sólo más restos de cerámica sino también los de un muerto primitivo y los de numerosos osos de las cavernas que habían escogido ese recóndito lugar para hibernar.

Fue entonces cuando el profesor Josep Fernández Villalta y otros expertos, señalaron la necesidad de hacer unas catas científicas. De hecho, la Cueva del Toll fue uno de los yacimientos presentados en el congreso de la UISPP en 1957, pero después se cerraron y cayeron en el total olvido hasta los años 70. Pero por poco tiempo. En esa década, entre 1972 y 1073, tan sólo unos arqueólogos franceses se acercaron al lugar  para excavar sus niveles neolíticos, tras lo cual volvieron a cerrarse. Para mayor desastre, en 1982, una inundación interior del río dañó las catas de los 50. Aún así, no sería hasta 1998 cuando un arqueólogo se interesó por el lugar y el Ayuntamiento de Moiá decidió aprovechar las cuevas para hacer un Parque Arqueológico. Habían pasado más de 40 años de abandono  cuando, con ese fin, en 2003 aterrizó en ellas un equipo del IPHES para iniciar las primeras excavaciones sistemáticas.

Molar superior de adulto encontrado este año. @IPHES

«En 2016 encontramos el primer diente de un niño neandertal, y este año otro más y una muela de un adulto, todos de hace unos 40.000 años. Pero lo interesante es descubrir cómo ocuparon esta zona tanto ellos como los osos de las cavernas, pues son los yacimientos más ricos de la Península en esta especie de plantígrado y la población que se ha encontrado de ellos más meridional», explica Rosell, que codirige el proyecto con Ruth Blasco.

En un viaje al pasado, la Cueva de Teixoneres nos habla de dos momentos diferentes. Primero, hace entre 35.000 y 45.000 años, de un lugar al que los neandertales acudían a finales de la primavera o comienzos del verano. Por la zona solían moverse pequeñas partidas de caza, se hacían con  sus presas, curiosamente muchas piezas de ejemplares jóvenes o de hembras preñadas, y luego dentro de la cueva las asaban al fuego: hay un tremendo revoltijo de huesos de ciervos, uros, caballos o corzos en los hogares. Algunos son fetos. «Sabemos que traían la materia prima para sus herramientas, el sílex, de lugares a más de 30 kilómetros, desde la costa hacia el interior. Paraban, comían y se iban. No se quedaban», señala Rosell.

Herramientas de neandentarles, con diferentes materiales. @IPHES

Pero los investigadores siguieron profundizando… y ahora ya están en un nivel de hace 52.000 años. En aquel entonces, los habitantes neandertales de la caverna si eran autóctonos, usaban el cuarzo que hay en los alrededores y  habitaban con mucha frecuencia el refugio junto al ‘Torrente del Mal» en un gran espacio: el yacimiento tiene más de 400 m2  y la zona que habitaron fue de unos 100. Es allí donde el pasado año apareció el primer diente de leche de una criatura humana. «Pensamos que debe estar todo el niño pero son huesos tan pequeños y rotos, y tan mezclados con otros, que es difícil distinguirlos de los otros animales», reconoce el arqueólogo. José María Bermúdez de Castro, investigador del CENIEH y experto mundial en dientes, les dejó claro que la pieza era infantil pero que no se había caído, como el común a esas edades, sino que había sido arrancada.

De momento, tienen tres hipótesis de trabajo: una, que aquello fuera un cubil de hienas (que lo fue también) y el niño o niña fuera devorado por uno de estos carnívoros, si bien es poco probable porque las hienas buscan la oscuridad y se halló cerca de la entrada; la segunda, que fuera un enterramiento neandertal; y la tercera, que fuera un acto de canibalismo: los neandertales se comieron al niño como a los otros animales. «Aún es pronto para saberlo pero estamos intentando identificar más fósiles humanos con técnicas modernas», apunta Rosell.

Cuevas del Toll, parte visitable. @Patronato del Museo de Moià

En la campaña de Agosto de este año, mientras las autoridades de Moià ofrecían un refrigerio a la treintena de personas que excavaban en las cuevas, y celebraban el hallazgo de otro diente de niño (posiblemente del mismo, pero no se sabe), unas jóvenes se acercaron radiantes con otra pieza dental entre sus dedos: un molar de un homínido neandertal adulto, hallado a escasa distancia de los anteriores. «¡Imagina la alegría general! Ya tenemos al menos dos individuos, los únicos neandertales encontrados en Cataluña en una excavación sistemática».

Al mismo tiempo, en la Cueva del Toll también se trabaja con intensidad cada verano. Las cerca de 30.000 personas que cada año se acercan a conocerla -fue acondicionada con este fin- no interfieren en las excavaciones de un lugar que acoge espectaculares fósiles de osos de hace unos 50.000 años, pero en el que, además, han hallado herramientas musterienses y huesos con marcas que indican que los vecinos neandertales no hacían ascos a su carne. ¿Aprovechaban cuando estaban hibernando para matarles a lanzazos? ¿Carroñeaban los osos que morían en el lugar? De momento son algunas de las preguntas pendientes de respuestas.

Ahora toca restaurar lo encontrado, clasificarlo y estudiarlo. Todo indica que los alrededores del ‘Torrente del Mal» no eran mal lugar para los neandertales.

El litoral de España, plagado de tesoros naufragados por descubrir


 

Sólo cuatro instituciones públicas trabajan en la recuperación, protección y divulgación de los restos arqueológicos subacuáticos en España, primera potencia mundial en pecios hundidos. La falta de recursos para investigar impide que salgan a la luz, mientras otros países se aprovechan

Documentacixn._Pecio_El_Aguila._Almerxa.JPG_1386872985

 

ROSA M. TRISTÁN

(publicado en ESTRATOS, PDF patrimonio Subacuático Estratos)

Nadie lo duda. España es el país con más patrimonio arqueológico subacuático en todo el mundo. Se calcula que varios miles de buques de Estado, de todos los periodos de la Historia, andan sumergidos en los oceános a lo largo y ancho del planeta, en los lugares adonde temporales, batallas y piratas los enviaron cargados de vidas e historias. Solo en nuestras costas, con un litoral de 7.876 kilómetros, se esconden objetos de culturas que van desde la Prehistoria hasta nuestros días, pero ese imperio bajo las aguas se extiende también a las costas americanas. Rescatarlo del olvido es la tarea en la que se hallan inmersas las pocas instituciones que sacan ‘a flote’ sus misterios.

Pero todos los responsables de la arqueología subacuática hacen hincapié en la necesidad de aumentar la divulgación y las inversiones en un área de la investigación y la conservación del Patrimonio que alcanzó su mayor protagonismo por un gran expolio. Fue en el año 2007, cuando la empresa ‘cazatesoros’ norteamericana Odyssey anunció al mundo que había sacado medio millón de monedas de oro y plata de un lugar, en aguas internacionales, cercano a la costa sur portuguesa.

“Trataron de ocultarlo, pero se supo que era la fragata Mercedes; al final, la empresa tuvo que devolver todo a España, tras un juicio en el que fue condenada, pero el destrozo en el yacimiento fue brutal. Aquello sentó un precedente y las instituciones españolas se pusieron en marcha para que aquello, que no era el primer expolio, no volviera a ocurrir”, recuerda el arqueólogo submarino Carlos León Amores, director creativo de la exposición inaugurada en 2014 sobre La Mercedes en el Museo Arqueológico Nacional.

UN PLAN FRUTO DE UN EXPOLIO

El primer resultado de aquel suceso fue el Plan Nacional para la Protección del Patrimonio Nacional Subacuático, un auténtico ‘Libro Verde’ elaborado en 2009 y pendiente aún de llevar a la legislación, pero que ya ha ayudado a cambiar el panorama. A nivel internacional, la Convención de la UNESCO de 2001 ya indicaba que los países propietarios de los buques mantienen su “inmunidad soberana” sobre los mismos, estén donde estén hundidos, pero los buscadores de tesoros no tienen remilgos para saltárselo.

En el caso de España, sólo la Armada ha documentado 1.580 naufragios españoles, aunque nadie sabe la cifra exacta, que fácilmente se multiplica por dos o tres. Pese a mantener esa propiedad legal sobre ellos, expertos como Carlos León reconocen que para excavar un pecio en aguas de otros países es preciso el permiso de esos gobiernos, lo que conlleva alcanzar acuerdos para su protección e investigación en los que los materiales acaban repartidos, y más habitualmente en los museos de ultramar.

Son acuerdos similares al que se firmó en junio de 2014 entre el Ministerio de Cultura español y los responsables del Gobierno de México, en este caso para localizar y rescatar dos galeones de la Flota de la Nueva España de 1630-1631: el Santa Teresa y Nuestra Señora del Juncal, que iba cargado con un millón de monedas de plata y reales. Los términos del acuerdo sobre qué pasará con el material rescatado no se han hecho públicos. Y en todo caso, son sólo dos de los de los más de 300 barcos españoles que se calcula que hay en aguas mexicanas.

Imagen1

“Somos un país inmensamente rico bajo el mar. El Juncal es uno de los miles que hay hundidos porque fueron más de 200 años de monopolio comercial entre Europa y América; muchos naufragaron en el Caribe por temporales o por ataques de los piratas y muchos iban cargados de materiales valiosos. Tras un arduo trabajo de investigación en los Archivos de Indias, tengo documentados unos 100 barcos fuera de nuestro país que diría que son muy buenos para excavarse”, afirma León Amores.

UN MUSEO DE ESPAÑA, FUERA DE ESPAÑA

Un escaparate de esa riqueza se exhibirá en unos meses en el futuro museo marítimo de  Santo Domingo (República Dominicana), impulsado por el Banco Interamericano y en el que el arqueólogo trabaja como asesor. Allí se podrán ver más de 1.000 piezas de 15 barcos españoles de la época del Imperio, la mayoría excavados por buscadores de tesoros entre los años 70 y 80. Uno de ellos, el Concepción, llevaba a bordo una espectacular colección de cerámica Ming  y una curiosa caja llena de esperma de ballena, usada en el siglo XVIII para cosmética. En otros, como el Guadalupe y el Conde de Tolosa,  se encontraron piezas tan valiosas como una Cruz de Santiago, de oro y  diamantes. Incluso se ha documentado un pecio que fue cargado de osos. ¿Su destino? Un misterio que la investigación debe resolver.

Pese a las normas nacionales e internacionales, basta echar un vistazo en internet para comprobar que aún hoy los ‘cazatesoros’ siguen haciendo ‘caja, si bien ahora suelen incluir un arqueólogo y hacen cuadrículas en los yacimientos. En definitiva, intentan dar un halo científico a su trabajo, pero continúan con la venta de piezas del patrimonio subacuático español y de otros países en el mercado negro.

LAS RICAS AGUAS PENÍNSULARES

Más si los pecios españoles en aguas ajenas son muchos, no menos hay en las propias, quizás con objetos menos deseados por los modernos ‘piratas’, pero con un valor para el conocimiento del pasado que no se puede cuantificar en metales preciosos.

En la actualidad, con las competencias en la materia transferidas a las comunidades autónomas, en toda la Península existen´únicamente tres centros específicos dedicados a la investigación de este Patrimonio: el andaluz, en la Playa de la Caleta de Cádiz, se creó en 1997; el de la Comunidad Valenciana comenzó en Alicante en 1986 y ahora tiene su sede en el Puerto de Burriana (Castellón), y el catalán, en Girona, se fundó1992, aunque ya existía un servicio a nivel provincial desde 1981; hoy, esta institución es la única del país que que tiene un barco propio: el Tethis. Todos están bajo mínimos.

Museo Arqua de Cartagena.A nivel estatal, España cuenta con el Museo Nacional Arqua, creado en 1980 en Cartagena (Murcia), que depende del Ministerio de Cultura, si bien desde 2008 no cuenta con un centro de investigación, cuando fue cerrado. Su director, Iván Negueruela, que retomó su puesto hace un año tras una sentencia judicial, quiere recuperarlo a toda costa. “Estos últimos años Arqua se ha dedicado únicamente a ser sede de exposiciones, pero debemos volver a investigar, a excavar bajo el agua y a hacer prospecciones micro y macro espaciales para tener una radiografía de lo que hay en nuestro litoral”, afirma Negueruela a ‘ESTRATOS’.

Entre los grandes hallazgos que se hicieron desde allí hace una década, el director de Arqua recuerda las prospecciones de 72.000 metros cuadrados en la bahía de Mazarrón, donde se encontró un valioso barco de finales de la Edad de Bronce. También en el Bajo de la Campana (La Manga) localizaron pecios fenicios, romanos y púnicos.

Asimismo, considera fundamental recuperar la revista del Museo, única que existía a nivel nacional, dado que, según afirma, “es importante tener una publicación para mantener nuestra presencia en instituciones internacionales y también porque muchos jóvenes arqueólogos hoy no tienen donde publicar sus investigaciones”.

Su tercer gran reto es promover la colaboración con las comunidades autónomas del norte e isleñas, que carecen de un departamento específico para la arqueología subacuática.  De hecho, allí no se hace nada . “No sabemos cuántos pecios hay hundidos ni por ahí fuera ni en nuestras costas. Las rías gallegas, por ejemplo, son muy ricas en Patrimonio Subacuático, y Baleares, y Canarias, pero no tienen centros de investigación. Desde Arqua podemos prospectar y buscar barcos con apoyo del Instituto Nacional de Oceanografía y de la Armada. Y en el Museo tenemos laboratorios para estudiar el material. Creo que el Gobierno central debe excavar al menos un galeón. Es caro, pero cada día es más necesario porque, en otro caso, lo harán los buscadores de tesoros”, afirma.

CATALUÑA, LA ÚNICA CON UN BARCO

El litoral levantino está mejor cubierto. En Girona, Gustau Vivar es el responsable del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, donde con el Thetis acaba de terminar una campaña de excavación. Vivar tiene localizados en su ‘carta’ arqueológica ni más ni menos que 820 yacimientos, desde estructuras neolíticas con 7.000 años, como el poblado sumergido de La Draga; a barcos romanos como el Culip IV o el Cap de Volt, que iba cargado de vino para los legionarios; o buques militares del siglo XIX, como el Deltebre I, hallado en el Delta del Ebro por unos pescadores y que ha revelado una gran obra de ingeniería. Estos meses, este barco es objeto de una exhaustiva exposición en el Museo Arqueológico de Alicante.

“Tenemos que ser conscientes de que cada pieza nos da una información histórica. La cala de Aiguablava, por ejemplo, se usó durante 23 siglos como fondeadero natural y hay al menos cinco barcos hundidos. Tenemos tanto patrimonio que no damos abasto. De hecho, todo el Mediterráneo está lleno de pecios y muchos serían fundamentales para reconstruir nuestra historia. Bajo el mar, los arqueólogos hallamos objetos muy cercanos a las personas que los perdieron, porque un naufragio es algo que pasa muy rápido y, por ello, podemos reconstruir los últimos momentos antes del hundimiento, algo que es mucho más difícil en tierra”, explica Vivar.

Como León Amores, Vivar pasa muchas horas bajo el agua. Gracias a su trabajo, la excavación en el Cap de Volt, que ya en los años 60 fue saqueado por buceadores belgas, ha servido para conocer la red de distribución y exportación del vino local entre el siglo I y el siglo II a. de C., y para documentar que los íberos eran capaces de diseñar barcos que navegaban por las marismas, gracias a una quilla menos pronunciada y con menor calado.

UN PAÍS DE MAR, DE ESPALDAS AL MAR

“Yo creo que España dio la espalda al mar tras el desastre de Trafalgar, que aún no lo hemos superado. Quizá por ello no hay ninguna especialidad de arqueología subacuática en ninguna universidad española. Los interesados o somos autodidactas, o nos vamos al extranjero, no tenemos cultura marítima, pese a nuestro extenso litoral. Sin embargo, no podemos entender nuestra historia sin saber lo que pasó en los mares. Afortunadamente, en el Mediterráneo hay pocos ‘cazatesoros’ porque el oro está en las Indias, no aquí, pero sí que hay expoliador de fin de semana, que se llevan unas ánforas y hacen mucho daño. Por ello hay que aumentar la vigilancia”, apunta el investigador catalán.

Siguiendo el litoral hacia el sur, en una casa cercana al mar del Puerto de Burriana (Castellón), se encuentra el Centro de Investigación Subacuática de la Comunidad Valenciana (CASCV). Dirigido por Asunción Fernández, la arqueóloga del centro, desde allí se gestiona el Patrimonio sumergido en 400 kilómetros de costa.  No ha sido posible hablar con ella. Desde la Generalitat  remiten a otra persona:“Necesitaríamos más recursos, pero con lo que hay seguimos con los proyectos en marcha e intentamos divulgar todo lo posible”, apunta Consuelo Matamoros, jefa de servicio de Patrimonio Cultural de la Generalitat. Una declaración que mal esconde la situación del CASCV.

En CASCV tienen hasta 136 fichas con localizaciones de restos arqueológicos y de 20 pecios hundidos, pero el mapa lo mantienen secreto para evitar expolios. En la actualidad, tienen cuatro proyectos en marcha. Por un lado, realizan un inventario documental de los barcos hundidos durante la Primera Guerra Mundial en la costa valenciana. Por otro, documentan una carta arqueológica de la Bahía de Alicante, después de que estudios previos concluyeran que allí pudo estar el puerto romano de Lucentum, el más importante que existió en Alicante desde el siglo II antes de Cristo hasta el final del Imperio Romano y por el que pasaron todas las rutas comerciales de la antigüedad. El tercer proyecto sería la carta arqueológica subacuática de Dénia.

Y por último, desde CASCV continúan excavando en el pecio romano Bou Ferrer, que con sus 20 metros de eslora es el más grande en el Mediterráneo de su época. Su excavación ha proporcionado datos fascinantes sobre la comida de aquella época, pues se han encontrado más de 200 ánforas, cada una de las cuales contenía unos 40 litros de salsas de pescado a base de boquerón, caballa y jurel. Incluso llevaban el famoso garum y otras salazones de pescado, que eran una de las mercancías más caras de la época, pero imprescindibles en la gastronomía romana.

Situado a 25 metros de profundidad, el Bou Ferrer ha sido declarado este año Bien de Interés Cultural y es el único bajo el agua con visitas guiadas, explica Matamoros: “Comenzamos hace dos años y está teniendo un gran éxito. Es una forma de divulgar y poner en valor este Patrimonio escondido bajo el agua, puesto que Unesco recomienda no sacar los barcos del fondo. Así, los visitantes pueden conocerlo, seguimos con la excavación”, señala.

ANDALUCÍA: 1.100 NAUFRÁGIOS DOCUMENTADOS

Tras dar un salto en Murcia, en cuyo litoral se encuentra el Museo Nacional Arqua, hay que navegar hasta Cádiz para encontrar la cuarta institución dedicada a ‘bucear’, literalmente, en el pasado. El Balneario Nuestra Señora de La Palma, en Cádiz, es la sede del Centro de Arqueología Subacuática andaluz. Al frente, Carmen García Rivero, que tiene más de 1.100 kilómetros bajo ‘su dominio’ científico.  Pero poca ayuda tiene para ello. “Siempre he pensado que es una disciplina muy atractiva para el público, pues está ligada a las aventuras, a los piratas. Pero habría que explotarla más. En Andalucía tenemos 1.100 naufragios documentados, gracias a los Archivos de Indias de Sevilla, y un total de 86 yacimientos que van desde los púnicos hasta épocas recientes. Es impresionante”.

descarga

Tanto hay donde escoger y tanto por descubrir aún que la Ley de Patrimonio de la Junta de Andalucía optó por diferenciar entre las zonas arqueológicas (de las que hay 56) de las zonas de servidumbre (42), en las que podría haber pecios sin localizar. “Es una forma de protegerlos contra expolios y contra obras que se realizan en el medio marino. Con esta Ley, a los que las quieren hacer se les obliga a hacer un informe previo del lugar.

Con tres barcos en el Puerto de Cádiz reconocidos como Bien de Interés Cultural, que forman parte de los contendientes en la famosa Batalla de Trafalgar, para García Rivero la seguridad es uno de los asuntos a los que dedica parte de sus esfuerzos. De hecho, en 2005, antes de que saltara el caso ‘Odyssey’, la Guardia Civil desarticuló una extensa red de tráfico de material arqueológico que había sido extraído ilegalmente del Golfo de Cádiz. Fue la ‘Operación Bahía’. “Ahora hay en marcha una campaña con los clubs de buceo y arqueólogos para que avisen si ven barcos con un comportamiento extraño en zonas sensibles. Ahora, además, dentro del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) de la Guardia Civil, además de vigilar el narcotráfico, también protegen estos yacimientos de los ‘cazatesoros’, que no ven los barcos como un contenedor de hisotiera, sino solo como un lugar del que sacar oro”.

En la actualidad, desde esta institución andaluza se investigan los barcos localizados a comienzos de este año en la obras de ampliación en el Puerto de Cádiz: el Delta-1, como se ha denominado provisionalmente, era del siglo XVIII y llevaba a bordo lingotes de plata; y el Delta-2, del siglo XVI, iba cargado de ánforas con aceitunas, semillas y cochinilla (muy utilizada para tintes), por lo que se cree que era un barco de redistribución de productos por la costa. “La arqueología subacuática nos cuenta grandes acontecimientos y otros cotidianos del pasado. Ponerla en valor es una función gratificante”, concluye García Rivero.

 

 

 

 

 

 

Porquería química irrespirable en el Ebro


Así hay que entrar en la planta de descontaminación de AcuaMed, donde se 'limpian' los tóxicos del río Ebro.

Así hay que entrar en la planta de descontaminación de AcuaMed, donde se ‘limpian’ los tóxicos del río Ebro.

Crónica Huffington Post: http://www.huffingtonpost.es/2014/03/28/ebro-supura-toxicos_n_5042376.html?utm_hp_ref=es-ciencia-y-tecnologia

En el enlace anterior podéis leer el resultado de la visita que, organizada por AcuaMed, realicé el 24 de marzo de 2014 a las instalaciones de esta empresa en el municipio de Flix, con la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA).

 

 

 

Un fósil ‘de pega’ en Cosmocaixa


El diario Folha de Sao Paulo acaba de publicar una noticia que atañe a uno de los más importante museos de ciencia de España: el Museo Cosmocaixa de Barcelona. Científicos brasileños han comprobado que el fósil de un pterosaurio,atribuido al Cretácico (hace entre 145 y 100 millones de años) y expuesto en sus salas, no es original en un alto porcentaje. En realidad, afirman es una combinación de huesos de varios ejemplares, ensamblados para formar un ‘Anhanguera piscator’, que sería uno de los primeros vertebrados en conquistar el aire.

Sigue leyendo