ROSA M. TRISTÁN
Antes de aparcar en la entrada de la Trinchera del Ferrocarril ya se nota que es un año raro. Apenas hay dos coches aparcados. Es 12 de Julio de 2020, casi en la mitad de la actual campaña de excavaciones en la paleo-sierra burgalesa, Atapuerca, a cuyos pies los trigales aún están a medio segar y las amapolas visten de color los campos. Este año, no hay visitas en julio en los yacimientos, ni de turistas ni de invitados especiales. Tampoco hay estudiantes. «Sólo han venido doctores, investigadores que llevan 20 o 30 años aquí trabajando y la productividad está siendo altísima para los pocos que somos», me cuenta el codirector del proyecto, Eudald Carbonell.

María Martinón-Torres, con mascarilla, excavando en el Yacimiento Exterior Estatuas (Atapuerca). @Rosa M. Tristán
Al Eudald ‘enmascarado’ se le distingue bien por su altura y por el ‘salacot’ que forma parte de su identidad desde hace tantos años, pero no resulta tan fácil con otras personas, todas ocultas tras los ‘tapabocas’ siguiendo el estricto protocolo de seguridad que este año se ha impuesto en la campaña. Por un año, adiós al ‘almuerzo’ de las 11, cuando los grupos de los distintos yacimientos se reunían en torno a un bocadillo para compartir hallazgos. Estas semanas, cada grupo evita el contacto a toda costa. Por otro lado, la productividad aumenta y por donde el año pasado paseaba entre encinas y carrascos ha surgido, en unas pocas jornadas, un nuevo yacimiento de este inagotable laberinto de historias que es Atapuerca. Se llama ‘Estatuas Exterior’, porque en el fondo no es sino la continuación del que hay en la Galería de las Estatuas, dentro de la Cueva Mayor, un lugar donde ya se sabe que estuvieron los neandertales.
En medio del bosquecillo, Nacho Martínez-Mendizábal, que comparte trabajo este año mano a mano con María Martinón-Torres, me cuenta lo que se sabe de este lugar: «Aquí estaba la entrada de la cueva que se derrumbó y cayó a la Galería de las Estatuas. Abajo hemos encontrado un resto fósil de neandertal y algunas de sus herramientas, pero la cueva estaba aquí arriba y esperamos encontrar ocupaciones neandertales importantes. Es el comienzo del futuro porque aquí habrá para muchas generaciones de científicos», asegura el investigador.
En realidad, ya saben que hay hasta 16 metros de sedimentos de relleno de cueva a sacar de este enclave. «Es como la Gran Dolina para que te hagas idea. Forma parte de una nueva generación de yacimientos, junto con la Cueva Fantasma. Como no está cortada como en La Trinchera, no tenemos la estratigrafía a la vista, pero esto será enorme y todo indica que hemos dado con la entrada», explica junto a Carbonell.
Cueva Fantasma está muy cerca de este lugar. Tampoco existe porque en su día se derrumbó y porque después una cantera de cal cambió la fisonomía del lugar. Como en Estatuas, allí estuvieron los neandertales que tanto cuesta encontrar en Atapuerca, pero que van dando la cara poco a poco. En lo primero que pienso al llegar es lo que ha cambiado este lugar en sólo tres años. Ahora, un techado para evitar que la lluvia lo deteriore y que se ‘deterioren’ los excavadores a pleno sol. La responsable del yacimiento, Ana Isabel Ortega, me recuerda que en el lugar donde el primer año la ayudaba a recoger escombros, ahora ha aparecido un nivel con una gran concentración de fósiles de caballos, bóvidos, hienas… en lo que podría ser un cubil de hienas. Como además hay herramientas, pequeñas lascas de sílex, se sabe que en la cueva también se refugiaban puntualmente los neandertales, de los que ya se encontró un fragmento de un cráneo. Todo de hace entre 90.000 y 50.000 años aproximadamente, aunque también hay una zona que podría tener hasta 200.000 años. «Es la cavidad más grande. La cantera nos quitó el techo y no tocó los sedimentos. Tenemos toda la planta.
La Trinchera está bajo mínimos. Veo poca gente en la Gran Dolina, para lo grande que es, aunque distingo entre las mascarillas a la arqueóloga Palmira Saladié, nadie en el yacimiento de La Galería, cerrado totalmente, y ya de salida, me asomo al foso de la Sima del Elefante y ahí están Rosa Huguet e Isabel Cáceres, ésta última dándole a una pared con un pequeño pico. Me cuentan que tampoco hay nadie cribando sedimentos en el río Arlanzón. Todo se guardará para próximas campañas. «Es raro trabajar tan pocos, pero nos está cundiendo», asegura Huguet.
El esfuerzo por haber mantenido abierto el trabajo, sorteando las dificultades, es evidente. «Esta es la campaña que ha llevado más tiempo preparar para tenerlo todo controlado, en total tres meses entre cambios de andamios, protocolos, etcétera. Pero no podíamos parar totalmente la máquina y al final está siendo muy productiva porque están solos los doctores, investigadores con una larga trayectoria que no paran de trabajar», comenta Carbonell, preocupado por la cantidad de personas cuyos empleos dependen de Atapuerca y sus hallazgos en el Museo de la Evolución Humana (que justo el día de mi visita cumple 10 años), el Parque Arqueológicos, las visitas, los centros de interpretación…
Mientras hablamos, casi debajo de nuestros pies, está la Sima de los Huesos, donde este año el equipo de Juan Luis Arsuaga también excava. Al lado, una tapa recuerda la ‘Operación Mariscal», allá por 1987. Para detalles como éste y otros más, os recomiendo leer ‘Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado«, de RBA, que sigue en el ‘top’ de las ventas sobre este fascinante lugar….