El cóctel explosivo de la ceguera climática


Atardecer en Castilla @Rosa M. Tristán

ROSA M. TRISTÁN

Este verano estamos asistiendo a una debacle ambiental, política y social de proporciones inconmensurables si hablamos en términos ambientales. Tanto es así, que al intentar hacer balance una no sabe por donde empezar. Más de 200.000 hectáreas quemadas –empiezo por los incendios forestales- en un país mediterráneo en ya acelerado proceso de desertificación debiera bastar para que todo el mundo se pusiera manos a la obra para que tamaña barbarie no se repita. Si sumamos la sequía, la falta de agua para beber en muchos pueblos, el agua del mar a 30º, augurando ‘Danas’ otoñales… Este cóctel explosivo debiera ser suficiente para crear un consejo de expertos y expertas, científicos a poder ser, a nivel nacional (un IPCC pero al que se haga más caso) que pusiera datos y realidades sobre las causas, las medidas para prevenirlas más certeras en cada lugar y qué hacer después para no seguir en próximos año, en la medida de lo posible, en la misma debacle.

Sin embargo, atónita, veo cómo en lugar de esos análisis y de aumentar la conciencia ciudadana con continuas “asambleas climáticas” (sólo hemos hecho una, y muy menor), algunos medios ponen el micrófono a cualquiera en un pueblo para que suelte una barbaridad que se hace viral, resulta que consejeros y otros políticos, responsables de los territorios más masacrados en la península, pero absolutamente irresponsables en sus declaraciones, la repiten cual mantra . A saber: que los ecologistas y ambientalistas, que ahora más que nunca se basan en datos científicos, son los culpables de los incendios forestales, que el cambio climático no mata o que es normal que haya calor (44,9ºC en Orihuela el 4 de julio). Y todo así, a bocarrajo.

En el caso de los incendios que nos abrasan el ánimo, ahora resulta que alertar desde hace décadas de lo que iba a pasar –y está pasando- te convierte en incendiario, culpable del estado de unos bosques que resulta que es evidente que están resecos porque no llueve, porque además hace un calor insoportable y porque, como bosques que son, tienen sus arbustos, sus maderos viejos de los que comen cientos de bichos, su capa de humus… y lo que no tienen son la ganadería extensiva (ovejas, principalmente) que limpiaban amplias zona, que no todas.

@Tve

Pero también se olvida que si arden es porque, salvo rayo mediante, en un momento de extrema emergencia climática, hay detrás manos humanas que lo provocan, adrede –lo que ya es de traca- o por obra y gracia de lo que algunos llaman errores no intencionados y debieran ser delitos, imprudentes en muchos en esos pueblos donde hay aún gente que no sabe, o no quiere enterarse, de que el clima ha cambiado y sus ‘tradiciones agrícolas’ no pueden seguir como antes. Es verdad que nuestra España rural se vacía –tampoco es que lo pongan fácil a los recién llegados que quieren quedarse y mejorar cosas, a decir verdad- pero los que hay deben saber que cosechar  a mediodía con 40º C es delito y quemar rastrojos o basuras en ola de calor y tirar fuegos artificiales en fiestas del verano. Idealizar a los humanos por el lugar donde viven me parece de un desconocimiento supino de los pueblos.

El Retiro el domingo 24 de julio, la parte al sol era la permitida para caminar. Los paseantes, infriendo la «norma». @Rosa M. Tristán

Claro que tampoco vamos a pedir peras al olmo, porque si en los pueblos no se enteran de lo que está pasando, en las urbes menos… Que ahí tenemos a alcaldes de pro, elegidos por los urbanitas, como los de Madrid, cerrando parques y sombras y ‘reconstruyendo’ plazas de hormigón –barbacoas humanas, las he bautizado- porque el verde sólo vale si es pintado o en césped de plástico (veasé la Plaza de España de la capital), que a ver si lo vegetal hace daño… Y también tenemos los aires acondicionados a todo trapo en centros comerciales y oficinas donde hay que entrar con rebequita, no sea que del resfriado tengamos mocos y nos entre la paranoia de que es COVID. Y, por supuesto, en las urbes regamos a los que se sientan en las terrazas como si fueran tiestos, con un sistema que requiere consumo de energía continuo y no renovable, eso si, no tanta como la que gastamos en invierno en calentarles con estufas, facilitando en ‘calentamiento climático corpóreo’ en vena.

Todo esto está pasando mientras en España hemos duplicado ya con creces el calentamiento de 2ºC de media que el planeta quería –y lo pongo en pasado- evitar a finales de siglo. Orihuela se lleva la palma, pero las temperaturas récord han proliferado al mismo ritmo que los embalses se han vaciado (y aún he visto cultivos regándose en plena Castilla de secano). Como decía certeramente Fernando Valladares, igual es el verano más fresquito que tendremos en nuestra vida, pero está claro que “no miramos arriba” porque asusta y es mejor seguir ciegos.

Hay que decir que en Europa la cosa no va mejor: también arde Italia y Francia y Grecia y Alemania… mientras en la UE ‘resucitamos’ el carbón como combustible, que es la mejor forma de que salte por los aires el afamado Acuerdo de Paris de 2015, y llamamos «verde» a lo que era negro: el gas; o azul fosforito: las nucleares.

Por cierto, también en California el entorno del maravilloso Parque Nacional de Yosemite (¿sabes que es el segundo creado en el mundo, en 1890?)

Y ¿qué decir de África, donde casi nadie tiene coche, ni hay industrias ni aires acondicionados? Poco se habla estos días de que el Cuerno de África está sufriendo su peor sequía en 40 años, como alertaba el pasado 25 de julio la agencia humanitaria de la ONU. Alerta que cae en oídos sordos, por cierto, aunque haya ya 18,7 millones (18.700.000) de seres humanos en riesgo de severa desnutrición. Los muertos, ni se sabe, pero el millar que se calcula que ya tenemos en España por el calor son una gota. En todo caso, no nos preocupemos, que si los africanos subsaharianos osan acercarse a nuestras fronteras, ya los echamos a patadas, que ya se encarga Marruecos de acusarles de traficantes o abandonarlos en el desierto.

Isla Rey Jorge este mes. Foto de investigadores chilenos @Antarctica_cl

¿Y si miramos a los hielos? Malas noticias… El Ártico, un verano más, presenta un panorama terrible. A mediados de julio en Groenlandia perdió, en sólo tres días (del 15 al 17) 18.000 millones de toneladas de hielo, casi lo mismo que en una semana en 2021 en un área de un millón de kms cuadrados (el doble que la Península Ibérica). En la Península Antártica, científicos chilenos informan de que el pasado 17 de julio, en pleno invierno antártico, tenían 10ºC en Base Esperanza, 15ºC más de lo esperable en esa fecha debido a llegada de masas de aire cálidas.

Avalancha en los Alpes.

De las cordilleras, casi da miedo hablar. Los Alpes, los mayores glaciares de Europa, con grandes avalanchas que causan muertos, refugios ya inaccesibles por las grietas que ha dejado el deshielo; los Andes, tras un inicio seco del invierno austral, ahora parece que comienza a nevar, aunque han perdido ya el 30% de su masa glaciar. En el Himalaya cuentan los últimos estudios que se han secado el 50% de las cascadas y la estación meteorológica South Col detectó el pasado día 21 de julio un récord inimaginable hace nada: una temperatura máxima de -1,5º C a una altitud de 7.945 metros en el mismísimo Everest.

Con todo lo anterior, hay que escuchar que la culpa es de los ecologistas porque, claro, es mucho más fácil acusar a los activistas ambientales (como ya se hace también con las feministas) que al sistema económico tal como está estructurado, igual que más fácil acusar al lobo que a la gran superficie o a la macrogranja que exprime a los ganaderos o, por qué no, a las grandes compañías que estos días nos sonrojan con sus dividendos.

Y para terminar el repaso, reconozco que me va corroyendo el convencimiento de que esto no se arregla con acuerdos internacionales vendidos con muchas alaracas que luego acaban en la basura, por desgracia. Quizás si acabe con una catástrofe a paso lento en la que saldrán perdiendo los de siempre: los pobres.  Aún con esa amenaza delante, sigo creyendo en la apuesta por las renovables, porque no queda otra, porque el humano evolucionó aprendiendo a ser eficiente con la energía y en el camino lo olvidamos; eso si,  serán útiles si logramos que el decrecimiento del consumo sea visto como oportunidad y no como un cataclismo. Y confío en las iniciativas de grupos humanos que no están sujetos a los vaivenes del poder, como tantos políticos, sin olvidar que son elegidos por mayorías. Y sugiero que habrá que dedicar nuestra inmensa creatividad tecnológica no tanto a nuevos móviles (ya no se qué más pueden hacer) como a mejorar el reciclaje de unos materiales terrestres que no podemos seguir expoliando infinitamente, y menos a costa de masacrar pueblos ajenos.

Mi generación ha destrozado la biosfera de un  planeta entero en 60 años.

Si hay responsables lo somos todos. Culpar a los que nos avisaban es, cuando menos, mezquino.

Krill, la ‘gamba de oro’ que puede ‘colapsar’ la vida en la Antártida


El mercado en auge de este crustáceo en China y Noruega y una posible entrada de Rusia ponen en riesgo a la fauna antártica. La protección del océano se discute estos días a nivel internacional

Foca sobre un témpano de hielo en la Antártida. @Rosa M. Tristán

ROSA M. TRISTÁN

Cuanto más se profundiza en algunas cuestiones relacionadas con la especie humana y su relación con el resto de las especies… más se afianza la sensación de que ciencia (raciocinio) y economía (dinero) son mundos paralelos. Esa es la sensación al investigar sobre el krill antártico, esa especie de gamba/langostino, un crustáceo, que es fundamental para la fauna polar, incluidas las ballenas, y que proporciona nutrientes a los mares, gracias a las corrientes que circulan por los océanos del planeta. Además, los 379 millones de toneladas que existen -dicen algunos informes-, también retienen más de 23 millones de toneladas de CO2, ese gas contaminante que expelen nuestros tubos de escape,  chimeneas, aviones, buques, etc, etc… y que está empañando el futuro, el nuestro y el del krill.

Pues bien. Ese pequeña gamba, tan abundante como imprescindible, que se alimenta de algas que crecen bajo un hielo marino que va a menos, es objeto de deseo de quienes, sin ser conscientes del daño que causan, lo consumen convencidos de que es bueno para su salud porque tiene omega-3 (como las nueces, por cierto)  o para sus vacas, porque también se hace harina de pescado para piensos, o incluso para sus perros.

Una entrevista publicada en el portal SeaFood, de Mark Godfried, proporciona datos reveladores, a través del testimonio de Dmitri Sclabos, un agrónomo de Chile que dirige la empresa Tharos, especializada en pesquería de krill. Dice Sclabos que su empresa es sostenible porque ha ideado un sistema que permite conseguir el codiciado aceite de krill de forma más eficiente y productiva en los mismos buques que lo extraen del océano, que ya no se procesa en tierra. Y es sostenible porque así se consume menos petróleo, pero no porque se capture menos.

A finales de 2019, aventuraba que la demanda china de aceite de krill puede alcanzar hasta 4,5 veces la producción mundial actual y hasta cuatro veces la de harina. De hecho, la empresa china Shen Len ya botó el pasado año el barco más grande del mundo diseñado para pescar krill antártico. Y es el primero de dos.

Por cierto que también en la desarrollada Noruega, la empresa Aker Biomarine está buscando desarrollar alimentos y medicamentos de alto valor a partir del krill antártico. Es verdad que en 2018 se sumó al grupo de grandes compañías pesqueras noruegas que dejaron de pescar krill en la Península Antártica –tras una intensa gran campaña de Greenpeace- pero lo cierto es Aker que siguen haciéndolo en otras zonas del continente, también vulnerables, y que por sus proyectos no parece que vaya a rebajar sus cuotas de captura.

El barco chino Shen Lan, especializado la captura de krill antártico. De Web CCAMLR

En la entrevista, Sclabos apunta que la demanda china puede acabar cambiando la gestión del krill antártico, que ahora depende de la Convención para la Conservación de Recursos Marinos Antárticos (CCAMLR), de la que este país forma parte, y que podría trabajar en los próximos cuatro años hacia un sistema que promueva aumentar la pesca, en lugar de limitarla, que es lo que correspondería en un contexto de cambio climático y que es lo que quiere hacer la mayoría de CCAMLR siguiendo criterios científicos. Además ¿Cómo cuadra este hecho con la defensa de la biodiversidad en los grandes foros de la ONU por su presidente Xi Jinping? Y por otro lado, las cuotas de la CCAMLR, convención aprobada en 1982 de la que forman parte 25 países (con la UE), permite capturar un máximo de 620.000 toneladas… Entonces ¿Por qué seguir fomentando la demanda de ese pequeño y valioso animal marino? ¿Por qué buscarle más y más posibles salidas?

Basta entrar en la web de Aker para ver hacia donde van esos nuevos mercados para el krill: introducir su aceite en la comida para perros, como complemento alimenticio en todo el ejército de Estados Unidos, la acuicultura, nuevos fármacos… 

En el caso de China, además, se subvenciona su captura a través de un proyecto lanzado en 2011 destinado a su procesamiento rápido o apoyando la construcción de estos grandes buques arrastreros o invirtiendo en la ciudad de Haimen, donde se ha anunciando hace unos meses la instalación de una gran factoría que manejará ella sola 50.000 toneladas de krill al año (que se valoran en 773 millones de euros). 

La única esperanza que aporta Stablos es que si China se sale de los límites y por tanto de la CCMALR habría una gran reacción en contra en el mercado internacional, arriesgándose a un boicoteo de sus productos. Por otro lado, está la noruega Aker, que aunque dice ser ahora más sostenible en sus arrastreros, tiene una presencia mayor que China y también con creciente producción. Stablos estima que, pese a que el límite de capturas de krill actual es de 620.000 toneladas, para cubrir demanda anual en pocos años serán necesarias hasta 1,2 millones de toneladas, casi el doble que ahora, lo que puede romper el consenso en CCMALR.

Esta ballena azul come cuatro toneladas de krill al día. @BBC

¿Cómo cuadrar esto con el cambio climático y su impacto en este crustáceo? Porque la ciencia nos dice que ya está siendo afectado en su alimentación, pero es que además, ciclos biológicos que antes tenían lugar en febrero y marzo ahora se pueden ver en noviembre o diciembre. De hecho, estas razones, y la necesidad de proteger a la fauna antártica que vive de la ‘gamba de oro rojo’, están detrás de la propuesta para proteger una gran extensión del Océano Antártico de las pesquerías, hasta cuatro millones de kilómetros cuadrados. La propuesta se discute estos días, como os contaba en «Proteger la Antártida antes de que sea tarde».

Pero falta hablar de Rusia, que tampoco es muy proclive a proteger nada más de lo que ya está protegido, que es poco. En mayo de este año, Pyotr Savchuk, presidente de la Agencia Federal de Pesca rusa, señalaba que “hay suficiente stock de krill’ para meterse en el mercado a lo grande. Savchuk dijo que tendrán que construir nuevos barcos especializados, además de instalaciones de procesamiento en tierra pero que los altos niveles de omega-3, vitaminas y otros ácidos grasos saludables del krill «lo hacen muy atractivo como recurso para aplicaciones en alimentos, acuicultura, farmacología y productos nutracéuticos”. Toda una declaración de intenciones.

De hecho, en mayo pasado culminó una expedición rusa a la Antártida de cinco meses (de AtlantNIRO) cuyo objetivo era “estudiar su hábitat y su situación” para así hacer ‘recomendaciones sobre cómo los barcos rusos pueden introducirse en este océano para que sea rentable”. A destacar que no se mencionó la palabra sostenibilidad.

Como miembro de la CCMALR, Rusia puede pescar allí. Es más, ya lo hizo en el pasado, llegando a capturar en 1982 un total de 491.000 toneladas, de las 528.000 totales ese año, vamos el 90%. Tras la caída de la URSS, su interés en el krill decayó hasta prácticamente desaparecer de escena hace 10 años. Claro que fue entonces cuando llegaron China, Noruega, Corea del Sur, Ucrania y Chile a tomar el relevo. En todo caso, aún no está claro si el gobierno ruso considera muy rentable invertir en un mercado con límites y con tanto actor presente, pero si ocurre ¿habrá pastel para tantos?

Con este panorama, cabe preguntarse dónde queda la ciencia y sus conclusiones, la sostenibilidad ambiental en un lugar tan especial como frágil, cabe preguntarse qué pasará con la demanda de crear grandes áreas marinas protegidas para, precisamente, entre otras especies, salvar al krill. Sobre todo, cabe preguntárselo porque hoy el mundo mira hacia otro lado.

De epílogo un dato para recordar: sólo una ballena azul necesita 3,4 toneladas de krill al día para su alimentación. Lleva consumiéndolo millones de años. ¿De verdad nuestros perros necesitan ahora un poco de aceite de esa gamba para vivir? ¿Lo necesitamos los humanos? ¿Y nuestras vacas?

Nostalgia de una ‘misión’ antártica


 

ROSA M. TRISTÁN

Cuando dejaba atrás la Antártida y, lentamente, los icebergs fueron desapareciendo de mi vista no imaginaba cuánto echaría de menos ese espacio en el que todo es grandioso, indomablemente salvaje. La mano invisible de nuestra especie está también ahí, echando un maleficio que viene cargado de destrucción y muerte para quien allí habitan, pero lo que llena los ojos y todos los sentidos es la belleza. En estado puro. Hoy, confinada, con el solo respiro de una pequeña terraza, la nostalgia por lo vivido a veces se presenta como un torbellino.

Esa nostalgia viene a acompañada de dos sentimientos contrapuestos que luchan entre si: el entusiasmo por haber conocido un pedazo más de este asombroso hogar que es nuestra Tierra y haberlo hecho de la mano de quienes mejor lo conocen, y la tristeza de comprobar que ni siquiera una amenaza contundente y mortal a nuestra propia vida como es el coronavirus, provocado por nuestra estupidez humana, puede hacernos cambiar el rumbo. Y me pregunto… ¿Qué pasará si volvemos a usar coches privados para todo? ¿Habrá un repunte del uso de plásticos por un aumento de objetos de usar y tirar? ¿Volvemos a la tentación de invertir en construcción (en Madrid) o en turismo (el campo de golf de Nerja) que aumentará el desastre ambiental? ¿Nos olvidaremos de limpiar la casa que ahora nos parece más limpia en aras de un modelo económico que regresará al absurdo del crecimiento infinito?

Os quería compartir aquí, en el Laboratorio para Sapiens, el artículo publicado el domingo día 26 en EL PAÍS SEMANAL. MISIÓN ANTÁRTICA: SALVAR LA TIERRA. Os aconsejo escuchar el podcast y ver el vídeo que lo acompaña de Pepe Molina. Y sobre todo disfrutar con las fotos de Fernando Moreles, todo un artista de la cámara.  Y me gusta el título, que yo no escogí, porque estoy convencida de que para salvar la Tierra primero hay que conocer al detalle qué es lo que allí está ocurriendo, algo que no sería posible si no fuera por los científicos, técnicos y militares, miles en estos 33 años, que participan en las campañas antárticas. Convivir con algunos de ellos, comprender las dificultades a las que se enfrentan, compartir los riesgos, que los hay, y sobre todo ‘absorber’ su conocimiento es algo que no tiene precio. Me pesa no haber podido mencionar los trabajos de todos y cada uno de ellos en el reportaje, pero eran tantos…. ¡Es algo que da para un libro! No me extraña que otros colegas, como Valentín Carrera, hayan terminado escribiéndolos. Yo lo estoy pensando…

Porque, al final, ahí están sus resultados. Como todo en la ciencia, lentos pero contundentes. Estos días de atrás me dejaba perpleja la inmediatez que desde la sociedad se exigía a los investigadores del SARS-CoV19.  Me llegaban comentarios del tipo: necesitamos ya una vacuna, debemos tener test fiables al 100% o ¿qué pasa con los tratamientos?. Pero también veo que ahora ya comenzamos a comprender que este es un trabajo que lleva su tiempo porque no se basa en la magia, ni en creencias religiosas. Se basa en datos que hay que corroborar muchas veces. En el caso de la ciencia antártica además, implica un compromiso personal muy grande: dejar a la familia durante meses, realizar un viaje de casi 14.000 kilómetros del que no puedes volver fácilmente, trabajar a destajo de la mañana a la noche para aprovechar al máximo el tiempo compartido en tan asombroso lugar…

A cambio, la belleza.

Parémonos a reflexionar: basta ya de apoyar a quienes la destruyen, basta de escuchar a quienes en su inconsciencia premeditada nos condenan a un mundo sin futuro habitado por una humanidad sin abrazos.

Posdata:

En este mismo blog encontraréis el DIARIO)

En #SOMOSANTÁRTIDA de El País, muchos artículos por proyectos.

 

 

 

 

 

¿Te vienes a la Antártida sin salir a la calle?: UN DIARIO POLAR


 

ROSA M. TRISTÁN

Un intenso mes en la Antártida, pisando uno de los lugares más hermosos y frágiles del planeta, un primer retorno a un país, Chile, inmerso en un grave conflicto social y, para terminar, la llegada al punto de salida, una España muy distinta a la que dejé a comienzos de febrero. En todo este tiempo, si algo he traído en la maleta, además de ropa sucia, un disco duro lleno de fotos y miles de anotaciones entremezcladas con recuerdos imborrables, es otra constatación más de que el ser humano lo está cambiando todo, hasta los lugares más inhóspitos para la vida están cambiando.. y nuestra mano está detrás, con ese empeño en destruir y colonizar ecosistemas en donde antes extraños virus no podían atacarnos. Si eso lo sumamos a nuestra inmensa capacidad de movernos de un lado a otro del globo en pocas horas, el cóctel está preparado.

Si algo espero de esta circunstancia es que entendamos, por fin, la importancia de no creernos al margen de la naturaleza o, lo que es peor, por encima de ella. Y, además, espero que se entienda que ante las amenazas globales, como una pandemia o como el cambio climático o como la deforestación global…, sólo la unión nos hace fuertes.

Haz click para leer el diario completo: Diario Antártico

 

Antártida: día entre lobos marinos en Isla Livingston


ROSA M. TRISTÁN

Si hay un protagonista de este domingo, desde luego es este lobo marino (o león marino). Estaba cómodamente tumbado en Caleta Argentina, un enclave en la costa de Isla Livingston, justo al pie de uno de las lenguas de glaciar Hurd, que por cierto ya no llega al mar debido a su retroceso. Era un animal enorme, comparado con las focas que ví en el pasado, que es lo más parecido a este mamífero pinnípedo que he visto en mi vida. Y, sin embargo, me ha despertado una gran  ternura su mirada, su gesto, esa sensación de vulnerabilidad que transmitía. 

(SIGUE)

Hespérides día 1: Calma chicha en el Mar de Hoces


@Rosa Tristán

ROSA M. TRISTÁN

El día ha sido realmente tranquilo en alta mar. Ahora si que estoy rumbo a la Antártida, hacia donde partimos ayer a las 23 horas, dos horas después de embarcar en el buque oceanográfico Hespérides, un barco de Estado con 55 tripulantes de la Armada a bordo y 36 pasajeros más, todos científicos o técnicos de la Unidad de Tecnología Marina (UTM); también algunos estudiantes americanos, incluidos en el proyecto de vulcanología Bravoseis (acrónimo del área BRAndsfield VOcanology SEismology) y una periodista… Vamos, no queda ni una cama libre en una campaña antártica que cuenta este barco para logística y ciencia. (SIGUE)

Una ‘caja negra made in Spain’ para estudiar el cambio climático polar


ROSA M. TRISTÁN

Apenas hace nueve meses que la expedición polar ‘Antártida Inexplorada’ del Trineo de Viento regresó del continente más desconocido de la Tierra cuando la prestigiosa revista científica de la American Meteorological Society, ya ha publicado uno de los inventos que se diseñaron para la ocasión: una estación meteorológica móvil única en el mundo, la M-AWS, que fue creada por el equipo del proyecto MicroAirPolar de la Universidad Autónoma de Madrid y el grupo Aemet Antártica  con motivo de esta travesía pionera a nivel internacional. Este proyecto fue dirigido por la científica Ana Justel, de MicroAirPolar.  “En un escenario de cambio climático, es fundamental tener datos ‘in situ’ sobre el clima de la Antártida”, afirma Antonio Quesada, codirector de MicroAirPolar. Ambos ya habían colaborado con el eco-vehículo español en expediciones en el Ártico. «Estoy muy orgullosa de los resultados que hemos obtenidos con la M-AWS después de tanto esfuerzo», afirma Justel, una de las pocas mujeres que dirige una investigación polar en España.

Durante los meses previos a esta aventura científica y de exploración, los investigadores de ambos equipos trabajaron conjuntamente, bajo la dirección de Justel, para que pudiera llevarse a bordo una estación móvil que registrara la temperatura, humedad y dirección del viento que los cuatro expedicionarios (Ramón Larramendi, Hilo Moreno, Manuel Olivera e Ignacio Oficialdegui) se encontrarían en su recorrido, una inmensa región sobre la que existe un gran vacío en cuanto a las observaciones en superficie.

Esta falta de datos contrasta con la importancia de conocer las condiciones climatológicas de la Antártida, de lo que depende en buena medida nuestro futuro en el planeta: estudios científicos prevén que si su hielo desapareciera, el nivel del mar aumentaría 57 metros. De momento, ese deshielo afecta más al Ártico, pero tener información precisa sobre el terreno se sabe que es fundamental para saber qué esta pasando: el último estudio en Nature Comunications indica que para mediados de siglo, con sólo medio metro de aumento del nivel del mar, 300 millones de personas se verán amenazados, entre ellos 200.000 españoles, por inundaciones costeras. “El creciente interés en las regiones polares, debido a los desafíos impuestos por el cambio climático,  requiere introducir mejoras en los modelos y las predicciones meteorológicas en la Antártida”, afirma, asimismo, Sergi González, de AEMET, que figura como firmante del artículo «Weather Observations of Remote Polar Areas Using an AWS Onboard a Unique Zero-Emissions Polar Vehicle«.

Pero el reto que tenían por delante los investigadores de Microairpolar y Aemet no era fácil. “Teníamos que diseñar una estación meteorológica capaz de trabajar a temperaturas próximas a -50 °C, con materiales que resistieran el frío y los golpes que sufriría cuando el Trineo de Viento navegara sobre el hielo. Nada podía fallar. Un solo componente inadecuado y nos quedábamos sin los preciados datos», explica Ana Justel, de Microairpolar (UAM), que fue su responsable y dedicó muchas horas al ‘invento’. A ello se suma que el dispositivo debía utilizar la menor energía posible, dado que el  suministro del eco-vehículo depende de placas fotovoltáicas, que tenía que geolocalizar los datos con un GPS y que su manejo debía se fácil para los expedicionarios.

Ana Justel y parte del equipo de investigadores haciendo pruebas de conexión de la M-AWS aprovechando su participación el IX Simposio Polar de 2018. @RosaTristán

Tras muchas pruebas y ensayos, en la Mobile Automatic Weather Station se colocó un datalogger y un GPS dentro de un contenedor isotérmico acolchado de polietileno expandido. Su suministro de energía se solucionó con una batería de litio hecha a medida con capacidad suficiente para soportar dos meses sin tener que recambiarse pese a las bajas temperaturas, que llegaron a ser de menos 42,2ºC.  Con este fin, se incorporó una resistencia eléctrica  alimentada por dos celdas solares de 10 W. Asimismo, se configuró con un sensor de viento (anemómetro) y una sonda de temperatura y humedad relativa, si bien los autores señalan que pueden incorporarse más  instrumentos. Con todo ello, cada 30 minutos, en automático, recogería los datos.

Y así lo hizo. El M-AWS funcionó a lo largo de los 2.538 kilómetros recorridos en ‘Antártida Inexplorada 2018-2019’, recopilando y almacenando la información la mayor parte del transecto pese a que los cables que enlazaban la resistencia eléctrica con los paneles solares se rompieron al octavo día debido al frío y los bruscos movimientos del vehículo eólico. Por contra, el interior de la ‘caja negra’ se mantuvo indenme y funcionando. Más problemas, irresolubles, hubo con el anemómetro, dado que no pudo colocarse en el trípode diseñado con este fin en el Trineo de Viento al resultar muy pesado, algo que, apuntan, deberá mejorarse para futuras expediciones con el Trine de Viento.

En todo caso, se recopilaron datos meteorológicos que están siendo utilizados por varios de los proyectos científicos participantes en la expedición que, además, ya sirvieron para que el equipo de Aemet Antártida elaborara los boletines de previsiones que cada día enviaban a los expedicionarios vía satélite.

Prueba de la importancia de esta estación móvil, una auténtica ‘caja negra’ de la meteorología, es que la revista ha publicado este desarrollo español coincidiendo con el Año Polar Predicción Período Especial de Observación del Hemisferio Sur (YOPP) y que se hayan incorporado sus observaciones a la base de datos de YOPP en PANGEA. Para futuras expediciones, su objetivo es integrarlos datos en el Sistema Mundial de Telecomunicaciones de la OMM (Organización Meteorológica Mundial).

En todo caso, conviene hacer un poco la historia. La recogida de datos meteorológicos sobre el terreno antártico comenzó a principios del siglo XX con grandes exploradores, como Ernst Shackleton, Amundsen, Scott o Fuchs… Una vez conseguidos los retos geográficos, se olvidó ese inhóspito lugar, del que ningún recurso natural podía sacarse a simple vista, hasta que en el Año Geofísico Internacional en 1957/58, la comunidad internacional decidió construir estaciones de investigación científica en el continente y, en ellas, se instalaron las primeras estaciones meteorológicas, todas fijas.

Desde entonces, entre los esfuerzos por aumentar la cantidad de datos que estas pocas estaciones pueden proporcionar destacan los del Centro de Investigación Meteorológica Antártica de la Universidad de Wisconsin–Madison, que desde finales de la década de los 70 mantienen una red de estaciones meteorológicas automáticas (AWS), hoy 63 según su web, en la plataforma de hielo Ross y la capa de hielo antártica occidental (de hecho Larramendi estuvo en mayo de 2019 reunido con este equipo para ver posibilidades de colaboración con el Trineo de Viento).

Equipo del Trineo de Viento en Antártida Inexplorada, con la M-AWS en primer plano.

Pero la Antártida tiene 14 millones de kilómetros cuadrados, así que ese centenar aproximado de AWS fijas son como unos pocos granos en una inmensa paella. Bien es verdad que también hay registros de  aviones o satélites, con los que se realizan modelos meteorológicos, pero los investigadores recuerdan que lo más preciso es recogerlos sobre el terreno. Por ello, en los últimos años se ha retomado la importancia de realizar trayectos interiores (transectos), sobre todo por la Antártida Oriental, de donde menos información se tiene.

El problema es el coste de estas expediciones polares, algo en lo que el Trineo de Viento de Larramendi aporta una alternativa económica y no contaminante, al estar impulsado por cometas gigantes de entre 30 y 150 metros cuadrados, ser desmontable totalmente y capaz de recorrer miles de kilómetros sin problemas. En estos momentos, una comisión del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades está analizando la posibilidades de incorporar el eco-vehículo al programa polar español. El ministro Pedro Duque confirmó esta misma semana a este blog que el proyecto sigue adelante, tras realizar una consulta sobre su idoneidad a los investigadores españoles. 

De momento, la expedición ‘Antártida Inexplorada’ de este año ya  ha dado lugar a un innovador dispositivo, que podrá ser utilizado por científicos polares de todo el mundo. Para los firmantes, «el creciente interés en las regiones polares, que ha surgido recientemente debido a los desafíos impuestos por el cambio climático, requiere un aumento en la cantidad y calidad de datos siempre que sea posible a través de métodos económicos y sostenibles para el medio ambiente».

 

 

 

Los top-science 2019: De ‘entizar’ la atmósfera a conocer la ‘biosfera profunda’


Experimento de la tiza en la atmósfera.

ROSA M. TRISTÁN

Nada hay más difícil que aventurar en ciencia qué es lo que deparará el futuro. Los hallazgos y descubrimientos, en general, no se programan, pero si es posible aventurar que grandes proyectos en marcha o planificados con antelación, inevitablemente, nos van a proporcionar sorpresas. Y son de todo tipo, pero con el hilo común que nos enlaza con la vida y con la Tierra, que en el fondo lo que nos interesa, y curiosamente lo que más maltratamos. Es la paradoja humana.

PASADO Y FUTURO DE LA VIDA HUMANA

1 . Humanos con genes manipulados

En 2018, la mayor revolución y polémica científica tuvo lugar cuano el chino He Jiankui anunció que había ayudado a ‘producir’ dos bebés (gemelas) con los genes manipulados para no sufrir determinadas enfermedades, como el sida.  Ahora podría enfrentarse a la pena de muerte en su país, porque no siguió los canales ni los procedimientos legales. Ni siquiera lo sabían en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur en Shenzhen, donde trabaja. Este año, se ha anunciado que otros científicos intentarán descubrir cualquier efecto secundario potencial del proceso y crearán un marco aún más garantista para controlar este tipo de experimentos, que pueden tener graves efectos secundarios, sin olvidar las consecuencias éticas. No todo vale en ciencia y 2019 puede ser un año importante

Humanos y ‘hobbits’ del pasado 

2. Son muchos los proyectos de excavaciones que están en marcha en el mundo. Entre los más interesantes, desde luego están los yacimientos hallados en Filipinas, en concreto en la isla de Luzón, que fueron publicados el pasado mes de mayo. Un equipo internacional de arqueólogos descubrió que allí vivían humanos hace emás de 700,000 años, cientos de miles de años antes de lo que se pensaba. A 1.200 kilómetros, en la isla de Flores de Indonsia, se encontraron en 2003 restos de humanos muy pequeños, que son conocidos como ‘hobbits’, aunque su nombre oficial es Homo floresiensis. ¿Qué relación hay entre ellos? ¿Serían también enanos los de Luzón? Son misterios que este año, en nuevas excavaciones, pueden tener respuesta. 

3. Ya en clave nacional, mencionaría el proyecto que un equipo español mantiene en la Garganta de Olduvai, en Tanzania, llevado a cabo por el IDEA cada verano, que nos está descubriendo nuestro pasado mucho antes de abandonar el continente africano, que es de donde todos hemos emigrado, algo que conviene recordar. De hecho, la única especie de homínino europea son los neandertales, que precisamente también pueden darnos sorpresas este año cuando comience a excavarse el nuevo yacimiento de La Paredeja de Atapuerca, un programa científico que no deja de crecer.

MIRANDO AL COSMOS O DESDE EL COSMOS

4. Starmus viaja a la Luna. Si algo caracteriza a los humanos es su insaciable curiosidad por saber y conocer el más allá. En 2019 se conmemora el 50 aniversario de uno de los hitos más importantes de esa búsqueda, que fue la llegada a la Luna y con tal motivo el festival bianual Starmus, que avaló Stephen Hawking tras su creación en España,  va a reunir a un elenco inigualable de astronautas de las misiones Apolo, de la NASA, de la Agencia Espacial Europea, cosmonautas rusos… y además estrechas de rock como Brian May (Queen), Steve Vei, Peter Gabriel…. Entre lo más destacado, sin duda, la presencia del esquivo Michael Colins, con el que ya habrán pasado por Starmus los tres astronautas.

5. Los bosques que nos quedan

El pasado 8 de diciembre, la NASA inició un experimento en exterior de la Estación Espacial Internacional con un nuevo instrumento que quiere observar la Tierra. Se trata del GEDI, que estará funcionando hasta 2020, y consiste en obtener datos en 3D de los bosques templados y tropicales de nuestro planeta, como la Amazonía (si es que nos queda algo después del paso de Jair Bolsonaro …). GEDI intentará responder preguntas fundamentales, como la cantidad de carbono almacenado en los árboles y cómo la deforestación podría afectar en el cambio climático. Se podrán hacer estimaciones de cuánto carbono se almacena en los bosques y cómo puede cambiar si  aumentan las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera  terrestre.

VIAJE A LAS PROFUNDIDADES DE LA TIERRA

 6. Explorando la biosfera profunda

Eukariota en la biosfera profunda.

Durante los últimos 10 años, más de mil científicos de todo el mundo, que participan en el llamado Observatorio Deep Carbon, han estado excavando en las profundidades de la Tierra y han descubierto que a cinco kilómetros bajo nuestros pies y bajo los océanos está enterrada lo que han llamado «biosfera profunda», un reservorio subterráneo de organismos no catalogados que podrían reducir la cantidad de vida en la superficie de nuestro planeta. Estiman que los organismos que han hallado representan entre 15.000 y 23.000 millones de toneladas de carbono, cientos de veces más que el contenido en todos los seres humanos. Son microbios que supondrían en 70% de todos los que hay en la superficie y que son prácticamente desconocidos porque sólo se ven por microscopio. Estos microorganismos, a falta de Sol, obtienen energía, por quemosíntesis para alimentarse (energía química y nutrientes a partir de los minerales) y pueden vivir miles de años. Sin duda, en 2019 seguro que descubrimos muchas más de sus fascinantes características.

7. Perforación en Japón tras un terremoto

Frente a la costa suroeste de Japón, por debajo del Océano Pacífico se encuentra el canal Nankai, una zona de subducción activa donde una placa de la corteza terrestre se desliza debajo de otra. Es uno de los lugares con mayor actividad sísmica del planeta, responsable del terremoto de Tōnankai, de magnitud 8,1 que sacudió a Japón en 1944. En 2018, el Experimento de Zona Sismogénica del Canal de Nankai (NanTroSEIZE) comenzó a perforar la falla en la que es la primera expedición para muestrear la parte causante de un terremoto de la corteza terrestre. Las rocas recolectadas en 2019 se analizarán para ver cómo están de sólidas, lo que permitirá a los investigadores comprender mejor sobre las condiciones que podrían llevar a un terremoto en este tipo de falla.

8. El experimento de la tiza

Este experimento, que se pondrá en marcha en 2019, me ha dejado perpleja. Investigadores de Harvard quieren recrear el enfriamiento que genera en el clima una erupción volcánica al impedir el paso de la energía solar. Pero en lugar de cenizas, utilizarán ¡tizas!. Se trata, aseguran de poner en marcha una técnica de geoingeniería solar a la que han bautizado como Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica (SCoPEx), con la que esperan rociar con 100 gramos de partículas de tiza la estratosfera para observar cómo se dispersan por la atmósfera. Tales partículas, dicen, podrían eventualmente enfriar el planeta al reflejar algunos de los rayos del Sol de regreso al espacio, al igual que hacen los hielos. SCoPEx ya ha levantado la polémica entre los escépticos de la geoingeniería, que temen que esta práctica pueda tener consecuencias involuntarias y distraer los imprescindibles esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El equipo de SCoPEx liderado por Estados Unidos está esperando la aprobación de un comité asesor independiente y podría ponerse en marcha en 2019. Como no creo que una tiza solucione el problema del cambio climático, mejor seguir reduciendo emisiones y reforestando. Lo que le sobra a nuestra atmósfera son sustancias que no estaban…

EXPLORANDO LOS HIELOS

9. En busca de grietas en la Antártida

El verano de 2019, una importante expedición se dirigirá al glaciar Thwaites de la Antártida Occidental que parece estar a punto de colapsar y podría cambiar nivel del mar. Costará 25 millones de dólares a la National Science Foundation (NSF) de EEUU y el Consejo de Investigación del Medio Ambiente Natural (NERC) del Reino Unido y está previso que participen en el estudio más de 100 científicos de todo el mundo. Dicen que este glaciar gigante actúa como un corcho, tras el que hay otras enormes masas de hielo y su colapsa, toas ellas podrían acabar en el océano y fundirse, aumentando el nivel del mar. Los satélites ya muestran los cambios pero hay que tener datos del terreno.  Para ayudar en ello, en septiembre, la NASA ya lanzó un satélite que mira a los Polos este año proporcionará muchos datos con los mapas más detallados conocidos del hielo de la Antártida .

10. Circunnavegar el hielo antártico en un trineo. 

A finales de 2019 , una gran expedición polar está previsto que salga desde España del Trineo de Viento, que ahora mismo también recorre ese continente. El siguiente reto de este proyecto pionero, en un eco-vehículo polar único, es la primera Circunnavegación de la historia del continente por el hielo: entre 5.000 y 7.000 kms de recorrido por toda la meseta interior de la Antártida recogiendo datos para la ciencia. Todo ello dependerá de si alguien apuesta por apoyar financieramente esta gran aventura científica, ya sea desde instituciones o empresas.

 

 

El francés de hielo, a la deriva en los mares antárticos


ROSA M. TRISTÁN

El día que el Jean Louis Etienne, con ocho años, hizo la primera expedición al jardín de su casa, donde acampó, sus padres entendieron que su hijo tenía un indomable espíritu aventurero. Hoy, a sus 72 años, este médico francés, el primer ser humano en llegar al Polo Norte Geográfico en solitario, además de otras muchas hazañas, es un firme convencido de que la lucha contra el cambio climático es inevitable . De todo ello, y de su intensa vida, nos habló hace unos días en un evento en el Instituto Francés de Madrid en el que conocimos su próximo proyecto : el Polar Pod, una plataforma oceánica con la que quiere dar la vuelta a la Antártida.

Etienne, de 64 años, recordaba que no fue un buen estudiante en su pueblo cerca de Toulousse, así que de adolescente estudió un curso de fresador en FP. Descubrió así que le gustaba hacer cosas con las manos y cuando se decidió por estudiar medicina, hizo todo lo posible por acabar en un quirófano: «Fue allí donde comenzaron a pedirme colaborar como médico en expediciones, algo en lo que trabajé durante 12 años, hasta que un día, en un campamento cerca de la cima del Everest, decidí que quería ser la primera persona en llegar sola a un sitio». Ese lugar sería el Polo Norte que alcanzó en solitario en 1986, avanznado una media de 20 kilómetros al día y soportando temperaturas de hasta 52º bajo cero.

«Cuando fui había dos metros de espesura del hielo donde hoy hay 1,2 metros. Iba con un trineo, tirando de él, con esquís sobre un hielo que se mueve porque en realidad es la banquisa. Cuando te despiertas de madrugada no sientes pies ni manos. El cuerpo sacrifica la circulación de la periferia para mantener la temperatura a 37º. Pero tenía ganas de llegar al Polo Norte y fue superando límites que no sabes que tienes hasta que llegas a ellos», señalaba Etienne ante una audiciencia entregada, entre la que había científicos polares de la talla de Jerónimo López o Ana Justel o montañeros aventureros como Sebastián Alvaro.

«Y luego llegas y no hay nada. Sólo hielo que se mueve entre 5 kms al día, pero es un gran momento», reconocía el explorador, que no tardó en iniciar otra aventura: la expedición Trasantártica, que atravesó de lado a lado (6.300 kilómetros pasando por el Polo Sur) el continente y que realizó con cinco hombres de otras tantas nacionalidades. Viajaban con trineos de perros porque entonces aún se podían llevar animales. «En 1989 era el final de la primera parte del Tratado Antártico y quisimos ser embajadores en ese momento de la necesidad de seguir protegiendo la Antártida, que no se comenzaran a explotar sus recursos naturales. Fue un momento de grandes cambios, porque mientras duró cayó el Muro de Berlín, se hundió la URSS. El ruso salió de un país y volvió a otro», recordaba. Unos años después, en 2005, un español, Ramón Larramendi, haría otra famosa expedición Trasantártica, en este caso con uno de sus primeros modelos del Trineo de Viento que estos días vuelve al corazón de ese continente en otra gran aventura, ésta totalmente científica.

Entre 1991 y 1996, el explorador francés estuvo inmerso en una serie de expediciones científicas a la Antártida,a bordo de la goleta Antarctica ( actualmente la Tara). Su última gran gesta, en 2010, fue convertirse en el primer humano en realizar la travesía del Polo Norte en globo aerostático, también en solitario, un viaje que no estuvo exento de problemas (incluido un incendio y con el que quiso llamar la atención sobre un mundo que desaparece a ojos vista: el del hielo del Ártico.

Cuando a Etienne le preguntan que es lo más difícil de realizar una expedición de este calibre responda, sin dudarlo, que es conseguir financiación. Es algo que también conoce bien Larramendi. «Esa es la verdadera prueba de resistencia, porque requiere estar activado, proactivo, con llamadas, cartas, visitas.. La gente con dinero que puede apoyar siempre están muy ocupados, pero hay que insistir», señalaba el aventurero francés.

Ahora está volcado en otro proyecto que bien podría ser complementario del Trineo de Viento de Ramón Larramendi: el Polar Pod, con el que quiere recabar datos científicos de los océanos alrededor de la Antártida del mismo modo que el Trineo de Viento es ya la plataforma para conseguirlos en el interior. Y ambos cero emisiones, gracias a la energía eólica. «Los satélites nos envían información, pero hay que ir allí y hacer las mediciones en el escenario real», explicó.

La expedición Polar Pod, de 22.000 kilómetros, consistirá en circunnavegar la Antártida con una boya o plataforma flotante que estará a la deriva. Dadas las condiciones extremas del mar en esas latitudes, para escapar del fuerte oleaje en superficie, ha diseñado un gran flotador vertical, cuya parte sumergida descenderá a 80 metros bajo el agua, donde las aguas son más estables. El objetivo es que sea impulsada por la corriente circumpolar y los vientos, a una velocidad de 1, 85 km/h. Se calcula que la expedición durará dos años y que la plataforma llevará a bordo a ocho personas, que se irán relevando cada dos meses. Uno de ellos será Jean Louis Etienne, por supuesto: «El agua fría polar es un importante sumidero de CO2, pero sabemos poco sobre su papel sobre el clima, y queremos descubrirlo, pero también vamos a estudiar la fauna y el impacto de los microplásticos», adelantaba en su conferencia. El coste de todo ello no es poco: la construcción del Polar Pod costará 15 millones de euros, que financia el Gobierno francés según señaló, pero la expedición costará otros ocho millones de euros que aún está buscando.

Su faceta más controvertida es su defensa absoluta de la energía nuclear para hacer frente a los impactos del carbón. «Desde luego que hay que promover las energías renovables, el papel de las plantas para convertir CO2 en oxígeno, e incluso apoyar la idea de construir un Sol en la Tierra, como es el ITER, pero hoy por hoy la energía nuclear es una opción porque es capaz de generar energía suficiente y el problema de no usarla , que es una subida de las temperaturas, es mayor que el riesgo de hacerlo», argumentó. Algunos presentes en la conferencia destacaron, a su vez, los problemas que supondría el fomento mundial de esta alternativa, dado que el uranio es un bien escaso, cuya adquisición generaría tantas guerras como el petróleo; aumentarían los residuos radiactivos por todo el mundo; y, añadieron, sería complicado garantizar que determinados países construyan centrales nucleares totalmente y absolutamente seguras, como ya la historia nos ha demostrado.