SOS: el virus corona-sapiens se extiende


 

Mapa de incendios en la Amazonía en 2019. @INPE

ROSA M. TRISTÁN

Durante días y días, desde las ventanas de casa, desde la azotea, pero también en las imágenes que inundaban mis redes sociales, observé, como tantos y tantas, que la naturaleza urbana, se limpiaba a pasos agigantados del virus humano. Durante semanas absorbí ese resurgir de la vida en una gran ciudad y atendí a cuantos mensajes llegaban de que era el momento de hacer un punto y aparte y comenzar a pensar como sociedad, y no solamente en los círculos concéntricos de siempre, que otro mundo es posible, pero ya con la certeza de haber visto el cambio.

Esos días de confinamiento extremo escuché a muchos científicos que, como Fernando Valladares, nos dejaban claro que la pandemia no vino sola, sino que salimos en su busca  a fuerza de destruir la biodiversidad de la Tierra, de ocupar espacios que no eran nuestros, de no hacer caso a las señales de alarma… Es verdad que estos científicos han tenido un espacio ínfimo entre tanta información como los periodistas y medios hemos dedicado al COVID-19. Desde One Ocean (Reino Unido) me envían cada semana un informe global de medios en los que he ido comprobando cómo en abril, a nivel global, el medio ambiente tenía una presencia hermosa, centrado en el resurgir de la vida, que ha ido perdiendo a lo largo de las últimas semanas.

Río Manzanares, tramo renaturalizado. @Rosa M. Tristán

En pocas jornadas, hemos dejado de hablar de las oportunidades del parón (provocado por una tragedia) para repensar el modelo económico, de la fascinación de ver ciervos por las calles y escuchar el silencio… Y algunas personas, creo que no las suficientes, comenzamos a intuir que el futuro va a ir por otros derroteros que huelen a rancio, que por más que queramos ser optimistas y hablar soluciones factibles, el mismo saco se abre bajo los pies: el esclavismo del consumo para seguir en movimiento… Como si no hubiera un mañana.

El primer desasosiego comencé a sentirlo en el estómago cuando escuchaba las recomendaciones de utilizar transporte privado, de usar más objetos de usar y tirar para protegernos, del consumo de alimentos envasados en plásticos… En definitiva, de una ‘nueva normalidad’ que se centraba en distanciamiento social entre las personas, pero no en el distanciamiento de un sistema que no piensa que habitamos un mundo finito. Luego, ese desasosiego se me fue extendiendo por el cuerpo con las noticias que llegaban de Estados Unidos y hablaban del desmantelamiento de las leyes que recortan emisiones contaminante; o China, el país que primero ha salido de la crisis del COVID-19, que recuperaba rápidamente sus niveles de contaminación anteriores a la pandemia (pronto ocurrirá aquí) o que en Colombia se dejaba la puerta abierta a extraer hidrocarbunos de la Amazonía que les toca.

Indios amazónicos en Brasil. Foto cedida por @Sydney Possuelo.

Y así, mientras estábamos encerrados y escuchábamos embelesados los pájaros, resulta que en esa misma Amazonía, pero en Brasil, el río se convertía en vía de contagio para pueblos indígenas que podrían desaparecer en un visto y no visto porque no se han tomado ninguna medida para evitarlo, y a la vez aumentaba (y aumenta) la deforestación, aprovechándose del descontrol: ha habido en marzo casi un 30% más de alertas según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de este país (un 51% más que en tres meses que en el mismo periodo en 2019). Y en el centro de África, los furtivos se aprovechaban para masacrar fauna salvaje porque no hay turistas y tampoco dinero para tener guardas forestales. Lo leía y la inquietud se hacía cada vez más grande ante ese virus mortífero de la biodiversidad global que igual asesina que cambia el clima de todo un planeta. Por cierto, que desde Groenlandia y Siberia, los científicos avisaban también en ese confinamiento sin fin de que hay señales de que este año se avecina otro deshielo espectacular, justamente el mismo año en el que hubo una ‘ola de calor’ en la Antártida, que por cierto coincidió con mi viaje y que puede ser puntual, pero es la primera.

Claro que si miramos al panorama nacional, el desasosiego ya me sale por los poros hasta con la mascarilla puesta, tal es el olor a cemento que me llega. Bien es verdad que por fin se ha aprobado la Ley de Cambio Climático que deberá marcar la pauta, si, aunque ello conlleve el cierre de fábricas de coches que no se adapten al cambio (y digo yo que no será porque no han tenido tiempo), pero sinceramente no parece que sea suficiente para la que, ojalá me equivoque, se avecina.

Río Manzanares, también en tramo renaturalizado. @Rosa M. Tristán

Y es que en cuatro días, como quien dice, muchas comunidades autónomas han decidido que para salir de la crisis no les vienen bien las propuestas más sostenibles, y querría recordar en ese punto el informe que ha presentado WWF sobre empleo verde, sino que es mejor lanzarse a degüello contra el medio ambiente para su ‘nueva normalidad’, que a mi me apesta a rancia y vieja: es decir, a construir y construir, que no es sino destruir . ¿Para qué vamos a darle vueltas a eso del empleo verde, o la necesidad de reforzar el sector de los cuidados, especialmente de los ancianos, o promover la investigación o apostar por la agroecología? Paparruchas frente a un ladrillazo, que deja pingües beneficios a grandes empresas.

Así que en Madrid, el Gobierno autonómico ya han dicho que liberará suelo y que relajará else asunto de las licencias urbanísticas, todo un estorbo. En Murcia, más de lo mismo, con reformas en un visto y no visto de la Ley de Puertos, la Ley del Suelo, la Ley de Vivienda y la Ley de Protección Ambiental Integrada, algo que ya han  denunciado las cinco ONGs ambientalistas. Es más, de propina otro decreto permite aumentar un 25% los vertidos en tierra y mar. Imaginen cómo quedará el Mar Menor, que conocí como un paraíso y hoy da verdadero repelús. ¿Y qué me dicen de la eliminación de trabas burocráticas para promotores inmobiliarios en Andalucía? Claro, que en Extremadura también ha entrado en vigor el día 25 de Mayo un Decreto Ley que ‘flexibiliza’ mucho el asunto del cemento en aras del progreso económico.

Pero me faltaba el remate, en lo local y cercano, lo de al lado de casa… Por si alguna duda me quedaba de que este virus no hay vacuna que lo cure, cuando por fin pude salir a pasear, primero me encontré el suelo sembrado aquí y allá de guantes y mascarillas… Y días después, ya en Madrid Río, a orillas del Manzanares, con el derribo de un estadio que, a simple vista, me ha dejado sin palabras: Cascotes y cristales cayendo sobre los patos a cascoporro. Como soy malpensada, intuyo en el desastre las prisas por acabar antes de que los ciudadanos pudiéramos asomarnos a ver lo que ocurría, por comenzar a construir los pisos de lujo que veremos crecer en breve. ¿Culpables? La empresa, si, pero sobre todo las autoridades que debieran haberlos controlado. Una desafección así ante un espacio natural tan singular y cercano me dice que la infección de este virus humano está lejos de ‘aplanar la curva’.

Vamos de cabeza a la siguiente gran epidemia y con los ojos cerrados. Y dadas las características del virus que la provoca sólo puedo denominarla corona-sapiens. Como veis, el corona-sapiens tiene unas características muy definidas: se transmite en la distancia, incluso a miles de kilómetros hasta llegar a los polos, se contagia tanto a fauna como a flora, incluso a microorganismos que crecen a su amparo para dañarlo, destruye la calidad del aire y infecta las aguas de ríos, mares, lagos, incluso las subterráneas. Tiene mutaciones ‘multirresistentes’ a cualquier intento de control. Se conocen tratamiento eficaces y vacuna, pero no se utilizan.

POSTDATA: Aún así, desasosegada, y bastante deprimida con todo ello, comparto con algunos mensajes recibidos que no hay que tirar la toalla. Que hay esperanza porque no todos los humanos somos de la especie corona-sapiens y que los hay resistentes a ese virus destructor. Y como muestra, ahí están las movilizaciones de los jóvenes por el clima, las muchas iniciativas locales que como hormiguitas socavan sus defensas, las ongs ambientalistas y esa ciudadanía que tiene claro el rumbo y es consciente de que es importante saber a quien se vota cuando se vota.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Indígenas amazónicos: «En Europa hemos sembrado semillas, tenéis que regarlas»


«Reforestar el corazón de las personas». Las palabras de la indígena Sonia Guajajara quiero pensar que aún resuenan en el Congreso de los Diputados. Ayer, junto a otros 11 indígenas, venidos de diferentes zonas de Brasil, las dejó colgadas de las bancadas junto a otro mensaje muy claro para la sociedad, pero también los políticos españoles y europeos: no podemos poner el grito en el cielo porque se quema la Amazonía y luego firmar acuerdos como el de la UE con Mercosur que promueve su destrucción, tan ligada a la ganadería y productos como la soja que la alimenta.

Con este mensaje, la delegación de ‘Ni una gota más’, en referencia a la sangre indígena derramada -tres asesinatos a la semana van este año-, ha recorrido 12 países europeos y 20 ciudades (entre ellas, Madrid, Barcelona y Valencia), pasando un frío que no forma parte de su cultura y su vida y que decian tardarán en olvidar. Sobre todo el de algunos corazones. «Nosotros representamos a todos los biomas de Brasil, de la mata atlántica al Amazonas, de la pampa a la catinga. En 12 países hemos plantado semillas para descarbonizar las mentes y ahora tienen que regarlas», nos dijo Sonia Guajarara, del pueblo de los guajarara de Maranhao. Ella sabe bien lo que es perder gotas de sangre: su pariente Paulo Paulino Guajajara, uno de los Guardianes de la Biodiversidad, fue tiroteado mientras ella y sus compañeros recorrían el otro lado del mundo clamando por apoyos contra la violencia. A su regreso, Paulo Paulino ya no estará.

Con Sonia Guajajara, en el Congreso. Foto de Alfonso Domingo.

De él se acordaba en una de las salas del Congreso, a la que sólo se acercaron dos diputados (uno de En Comú Podem y otra de Esquerrra Republicana de Catalunya). Escaso recibimiento de los que toman decisiones que les afectan, porque será en ese lugar donde se ratifique, o no, el acuerdo firmado entre la UE y Mercosur el pasado verano para fomentar la importaciones desde el otro lado del océano, y con ellas, promover la destrucción de más árboles, más selva, más vidas.

La realidad es que la tala en la Amazonia brasileña corre devastadoramente y ha tomado impulso con Jair Bolsonaro en el poder, el mismo personaje que viene a decirnos que es suya, como presidente de Brasil, como si la Tierra le hubiera otorgado ese poder hace decenas de miles de años. Entre agosto del 2018 y julio del 2019, se destruyeron 9.762 kilómetros cuadrados en esa selva que habitan tantos pueblos con más 519 años de muertes acumuladas: «Ya no necesitamos más mártires -clamaba Sonia – y por ello hemos venido a hablar contra el capitalismo y también porque necesitamos solidaridad internacional». Y recordaba que este año ya se quemó un 82% más de territorio amazónico que el año anterior, mientrras en Bruselas se firmaban acuerdos con un presidente que, denuncian, ha dejado bajo minimos los fondos destinados al control y seguimiento de lo que los madereros hacen en la selva.

Entre las organizaciones presentes en el acto, Greenpeace España y Ecologistas en Acción, y mucha gente de los que ven con preocupación los riesgos de no hacer caso a ese 5% de la humanidad que tanto hace por proteger lo que el resto, mayoritariamente, destruye. Ese 82% de la biodiversidad en la que habitan y que cuidan y protegen con sus vidas. «En Brasil se está cometiendo un genocidio, un etcnocidio y un ecocidio y no podemos permitir que los culpables sigan inmunes. ¿Cómo es que la gente no entiende que el agua que  beben y el aire que respiran viene de nuestros bosques? Nosotros si que sabemos mantener el clima», decía en relación a la próxima Cumbre del Clima (COP 25).

Con el diputado de En Comú Podem, ayer en el Congreso de los Diputados.

Por ello han venido a Europa. Para decir, a quien quiera escucharles, que ese tratado comercial con Mercosur «es una bala como la que mató a Paulino» y que la UE debería tener leyes que garanticen que no se comercia con productos que provienen de zonas conflictivas, ni de selvas, ni de minas, ni de ríos de donde sacan beneficios de la destrucción. «Y deben crear sanciones a las empresas que no lo cumplan, pero para ello necesitamos vuestro apoyo», pedía Sonia Guajajara, que es también coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) de la que forma parte todo el grupo.

Los diputados presentes recordaron la importancia de trabajar en el Congreso para poner límites a las empresas españolas, que las hay, que participan de ese expolio de recursos naturales, que hay que penalizarlas y excluirlas de los contratos públicos, por más presiones que hagan. Y desde Ecologistas en Acción anunciaron que el 6 de diciembre habrá una movilización con motivo de la COP 25 en España.

El día después, el 7 de diciembre, está previsto que todas las mujeres indígenas del mundo realicen acciones de movilización en defensa del clima y en defensa de la tierra.

«En esta gira que ahora termina, hemos puesto las semillas. Les dejamos la responsabilidad de regarlas».

Vaya este artículo como una ‘gota de agua’ que ayude a fructificarlas, frente a las ‘gotas de sangre’ indígena.

 

 

 

¿Adiós a la Amazonía en sólo 245 años?


@Victor Moriyama (Greenpeace Brasil): PORTO VELHO, RONDONIA,

ROSA M. TRISTÁN

Hace más de 15 años, cuando aún se financiaban en TVE grandes documentales, hubo una serie que me dejó huella: «Amazonía, la última llamada«, de Luis Miguel Domínguez. Ahora, tras casi un mes de incendios en la selva que oxigena este planeta, y cientos de miles de hectáreas quemadas, está claro que la llamada quedó sin respuesta. La situación es hoy mucho más dramática, hasta el punto de que podría desaparecer en sólo 245 años de seguir los actuales niveles de degradación, dejando a la Tierra sin el 20% de oxígeno que nos proporciona esta selva. De hecho, ya ha dejado de ser el sumidero de CO2 que era en el pasado, debido a la muerte prematura de millones de árboles y la quema actual no hace sino empeorar la situación. O los derrames de petróleo. ..

La dramática fecha del año 2.264 que se avecina en la Amazonía sudamericana no dirá nada a los políticos de hoy, empeñados en estrellar la nave Tierra que pilotan, ni a los millones de ciudadanos que les votan, incapaces de pensar en la herencia carbonizada que dejarán, pero está en el horizonte según las previsiones de una investigación liderada por el geógrafo Mark Mulligan, del King’s College de Londres, basándose en el histórico ratio de degradación de las áreas protegidas de esta zona del planeta. Según sus resultados, si la deforestación no se detiene, el bosque amazónico desaparecerá en unos dos siglos y, además, justo antes de su fin, ya dejará de proporcionar servicios ambientales que ayuden a mantener la vida en el planeta, como el almacenamiento de carbono almacenamiento para la regulación climática (algo que ya disminuye), el suministro de agua o el control de erosión, entre otros relacionados con la biodiversidad, de la que no se habla lo suficiente, pero está también en crisis. «Tener más áreas protegidas de forma eficaz es vital. Con  áreas de protección ineficaces, el bosque amazónico, con 55 millones de años, tiene este futuro muy corto», ha señalado Mulligan a través de Twitter al hilo de los incendios, activos en este momento.

Y es que son más de 72.800 focos los detectados entre enero y agosto  de 2019 en la Amazonia, según los datos recogidos vía satélites por el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil, el mismo del que ha sido despedido su director, Ricardo Galvao, por tener el atrevimiento de denunciar el brutal deterioro de la selva desde que Jair Bolsonaro llegó al Gobierno, hace apenas unos meses. Ciertamente, la deforestación para uso agrícola siempre ha existido en este país y aledaños (Bolivia, Colombia, Ecuador..) pero datos de satélites indican que el pasado mes de julio se duplicaron las tasas de fuegos registradas, hasta suponer unos 60 km cuadrados de destrucción al día. Un kilómetro mientras lee este artículo..

En la revista científica ‘Nature Sustainability‘ se publicaba a finales de julio una investigación de la Universidad de Oklahoma que ya alertaba de pérdidas insostenibles antes de la ‘era Bolsonaro. El estudio, con datos satelitales entre los años 2000 a 2017 del área amazónica brasileña, señalaba que si bien había un 15% más de masa forestal que lo que decían fuentes oficiales del PRODES (Brasil), se reflejaban uno tasas de deforestación duplicaban lo que este mismo PRODES decía años antes, sobre todo desde 2013. El Niño y la sequía de un año en 2015/2016 incrementaron, según este estudio, las  pérdidas forestales,  que eran de un 11%  ‘áreas protegidas’. ¿Medidas del nuevo Gobierno? Desmantelar el sistema de protección y control sobre la deforestación, mientras anima a los grandes  intereses agroindustriales y mineros a expandirse hacia la selva amazónica. El indigenista Sydney Possuelo denunciaba en una entrevista en este blog lo que se avecinaba para los pueblos indígenas.

Bien es verdad que no sólo la Amazonía arde. Pero lo triste es que en este planeta donde sabemos quien marcó un gol al segundo a la otra punta del globo, nos enteramos del desastre dos semanas tarde. Y lo triste es que sólo por ello descubrimos que también África arde, que los bosques de Angola, República Democrática del Congo,  Zambia o  Mozambique desaparecen. Son lugares que habitan una extraordinaria fauna salvaje y, si bien es cierto que los incendios de sabana son habituales para regenerar pastos en este continente, la NASA detecta que también se está quemando la cada vez más escasa y rala selva africana por el mismo afán agrícola que mueve los hilos al otro lado del Océano Atlántico.

Por desgracia, nada indica que la tendencia vaya a cambiar porque desde que el ser humano se hizo campesino dejó de ver la naturaleza como un bien para verla como un recurso a explotar dentro de unas fronteras determinadas que nada tienen que ver con la vida planetaria ni con nuestra propia evolución biológico, como nos recuerda en ‘Sapiens‘ el historiador israelí Yuval Noah Harari.

Ahora bien, no basta quejarse. A comienzos de agosto el Panel Intergubernamental de expertos en Cambio Climático (IPCC) alertaba de cómo el consumo de carne está generando esta deforestación global catastrófica. La soja que consumen en pienso las vacas españolas (y muchas otras) sale en gran medida de este mismo Brasil que se carboniza: en 2018, este país batió su récord con más de 82 millones de toneladas exportadas de este cultivo , un 22% más que el año anterior. El 80% fue para una China cada vez más carnívora. Pero no hace falta irse tan lejos: España recibe el 40% de su soja de Brasil, según el reciente informe de Greenpeace «Enganchados a la carne«. De hecho, somos el segundo país de la UE que más carne consume, alimentada con piensos que destruyen los bosques.

No deja de ser llamativo que el Gobierno en funciones español haya sido uno de los principales impulsores de un acuerdo comercial de la UE con Mercosur que favorece, precisamente, importaciones agrícolas y ganaderas de países como Brasil y Argentina hacia Europa. También es llamativo su silencio frente al G-7. Los dirigentes de Francia, Irlanda o Luxemburgo ya han dicho que no ratificarán ese acuerdo si Bolsonaro no hace más por proteger la Amazonía.

Otros prefieren el estómago lleno por delante de los pulmones.

Lo irónico es que sin aire que respirar apenas sobrevivimos cinco minutos.

 

 

 

Gran derrame de petróleo en la Amazonía peruana


ROSA M. TRISTÁN

Ocurrió hace unos días y sigue avanzando sin control…. Un gran derrame de petróleo ha tenido lugar en la Amazonía peruana, en concreto en el departamento de Loreto, una de las regiones de más espectacular biodiversidad de este planeta. El origen está en el oleoducto Norperuano que el pasado 18 de junio ha vuelto a sufrir un derrame en su kilómetro 237, en tierras de una comunidad indígena llamada Nuevo Progreso. El derrame ya está llegando al rio Marañón, afluente del Amazonas, a cuyas orillas viven numerosas comunidades en un entorno natural único.

Llama la atención que lo primero que hicieron desde PetroPerú, fue señalar que se trataba de un sabotaje, en un intento de criminalizar a las comunidades de auto-contaminar su propio territorio, pero esta acusación ha sido tajantemente desmentida por sus líderes. Si que es verdad que en un principio no dejaron pasar a los técnicos de PetroPerú a su territorio, pero es que en PetroPerú nadie les informó de lo que había sucedido sino que llegaron sin más. Deberían saber que para entrar en terreno de una comunidad indígena hay que pedir permiso a su líder. Es una forma ancestral de defenderse frente a las agresiones externas.

Lo que si que es cierto es el estado lamentable de este oleoducto de más de 850 kilómetros de recorrido y más de 42 años de existencia, una bomba de relojería que explota demasiado a menudo en este frágil entorno amazónico. En mayo, un reportaje en El País se hacía eco de un informe del Parlamento de Perú que reconocía la existencia de  36 derrames entre los años 2008 y 2016, que afectaron unas 141 hectáreas de terrenos comunales. Según el ex ministro de Medio Ambiente Manuel Pulgar Vidal, eran derrames causados por la falta de mantenimiento y corrosión de una infraestructura por la que circulan 100.000 barriles de petróleo por hora.

Finalmente, las comunidades nativas de Nuevo Progreso y Jerusalén han permitido el ingreso de representantes de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Loreto, que sobrevolaron la zona con un dron y comprobaron que el crudo que brota del km 237 del ramal norte del oleducto llegó ya hasta el río Saramiriza, afluente del río Marañón, donde también ya se han visto grandes manchas negras y es patente el olor a petróleo, según los habitantes.

Pocos datos hay ahora de territorio o personas afectadas, y quizás nunca lo sabremos, pero los daños serán incalculables porque, si bien se ha avisado a las poblaciones de que no cojan agua ni de pozos ni del río, ¿de dónde van a sacar entonces el agua para beber o lavarse?  ¿Y los peces para comer? Además, ¿llegará esa información a todos y cada uno de los seres humanos que viven en ese territorio?. El Gobierno de Perú ha aprobado un decreto en el que se reconoce la presencia del combustible en los ríos de la zona y también que “constituye un elevado riesgo epidemiológico para la salud y la vida de la población indígena que se abastece de agua para el consumo humano, así como de los peces, alimento principal de estas familias”. De poco sirve para la que se avecina en contaminación de tierras y agua.

El Ministerio Público está ya en la zona de emergencia con biólogos para verificar cómo es el derrame, tomar muestras y evaluar el impacto contra el ecosistema. Pero  los habitantes de la zona aseguran, según medios locales, que siguen sin tomarse medidas de remediación efectivas para evitar que el crudo siga su impacable avance, cuando han pasado más de 15 días desde los hechos. Al parecer, sólo se han puesto unas grapas en el oleoducto sobre el lugar de la fuga que parecen que no han logrado frenar el derrame. Y aseguran que desde PetroPerú siguen bombeando petróleo, que son muchos millones de barriles…

Las 54 federaciones indígenas de Loreto han anunciado ya que este viernes 5 de julio se realizará un paro en contra de la actividad petrolera en la región. Las medidas de protesta incluirán la toma de estaciones, embarcaderos y zonas de reserva petrolera. Los expertos, además, tienen el temor de fundado de que desde el Marañón, uno de los principales tributarios del Amazonas, la presencia del hiddrocarburo afecte al  complejo de humedales del Abanico del Pastaza y la Reserva Nacional Pacaya Samiria, dos grandes zonas de humedales que se abastecen con agua de este gran río.

Quienes hemos visto ‘in situ’ el resultado de un derrame de petróleo décadas después de que tuvo lugar… sabemos que la recuperación de la vida no es fácil. Y sin embargo, la selva amazónica está cruzadas de bombas como ésta por demasiados lugares y en unos cuantos países. Que exploten en un desastre es cuestión de tiempo.

@Imágenes tomadas por técnicos de la Fiscalía de Medio Ambiente de Loreto (Perú)

 

 

La ‘guerra invisible’ contra 370 millones de personas: los indígenas


Entrevista con el indigenista brasileño Sydney Possuelo, que denuncia el desmantelamiento de la protección de los indígenas que sobrevivieron 500 años aislados en unos meses

ROSA M. TRISTÁN

La ‘guerra invisible’ no es noticia aunque causa miles de muertes directas, e indirectas. La ‘guerra invisible’ nunca es portada aunque en uno de sus bandos hay más de 370 millones de personas. Y ‘la guerra invisible’ la perdemos todos, más de 8.000 millones, porque somos nuestro peor enemigo. Esa ‘guerra invisible’ nos llega, si acaso, como un goteo de muertes que cae por el grifo abierto de la indiferencia globalizada. También, muy de cuando en cuando, como un susurro inaudible cuyas voces se pierden en el ‘ruido’ de sociedades inmersas en su abrumador ego. Rara vez, como el grito de desesperación de quien ya no puede más. La ‘guerra invisible’ es por la Tierra, y sus guardianes desaparecen a ojos vista en batallas que no se ven porque habitan un mundo paralelo: el de la conservación ambiental porque si. Cada asesinato de líderes y lideresas indígenas en Colombia, cada apresamiento en Guatemala, cada agresión, cada expolio, cada gran empresa con grandes proyectos que llega a sus tierras, son heridas de una batalla contra el futuro de los que ya, desde su juventud, nos gritan ‘basta’.

Hace ya muchos años que conocí a Sydney Possuelo. Es un indigenista brasileño de referencia en el mundo. Gracias a él han sobrevivido hasta nuestros días un grupo de esos indígenas que apenas suman unos miles: los pocos indígenas aislados que existen (porque así lo quieren) al margen del mundo que hemos creado. Con casi 80 años, Possuelo sigue transmitiendo la misma energía que hace décadas le llevó a la selva amazónica. Ahora lo hace desde los bosques tropicales del río Yavarí, donde ejerce aún de altavoz de esos grupos y comunidades indígenas, aislados o no, cuyas voces no se escuchan más allá de la tierra que pisan y que, día a día, desaparece bajo sus pies por ‘un agujero negro’, que no es otro que la avaricia del mundo.

Hoy, Sydney Possuelo es director del Instituto Brasileño Indigenista, pero si miran su historial figura que fue quien creó hace más de 30 años, el departamento de Indios Isolados (aislados) en la Fundación Nacional del Indio (FUNAI). Hasta la selva, en la que pasó décadas, se fue siguiendo los pasos de los hermanos Vilas Boas, los sertanistas que crearon la reserva del Parque Nacional Xingú en 1960, a quienes acompañó en infinidad de expediciones. No sin esfuerzo, Possuelo consiguió que el Gobierno brasileño comenzara a demarcar territorios para que nadie pudiera entrar en una Amazonía que les pertenece y que, por más que algunos se empeñen, no quieren abandonar. Hoy, cuando alguno es detectado, con sus flechas y sus pinturas de guerra o de paz, siguen siendo noticia mundial, como si fueran una anacronía de un espacio/tiempo que, sin embargo, también les pertenece. Ahora, este indigenista incansable presencia, entre la perplejidad y la indignación, como a su alrededor se desmorona todo lo que se preservó durante décadas con un gobierno, el de Jair Bolsonaro. Donde él ve futuro, cultura y vida, el presidente y su equipo sólo vislumbran ‘salvajes’ a evangelizar y tierras por cultivar.

Tras estar desconectados varios años, recientemente nos reencontramos para mantener una entrevista, vía Skype, que ha puesto en conexión mi mundo y el suyo.

Sydney, veo que es imposible jubilarse de la defensa del mundo indígena.

Si, lo es. Yo en teoría estoy jubilado de la FUNAI pero sigo trabajando en el Instituto Brasileño Indigenista (IBI) que creé tras dejar la Fundación. Ahora tengo proyectos en el Valle de Yavarí, entre Perú y Colombia, centrados en la defensa de la tierra y empoderamiento de los pueblos, porque hay quye reforzarles para que puedan decidir sobre su vida frente a las amenazas externas.

Apenas cinco meses después de la llegada al poder del presidente Jair Bolsonaro, ¿en qué se nota ya el deterioro de la situación para ellos en Brasil?

Para empezar han destrozado la Fundación Nacional del Indio. La han puesto al servicio del agronegocio y de los protestantes. Nunca ví algo tan peligroso para los pueblos indígenas y el medio ambiente global, pues ambas cosas son lo mismo. Debo decir que históricamente los militares fueron favorables a los indígenas. El primer servicio de protección indígenas en Brasil lo organizó el mariscal Rondó en 1910. Por desgracia, a su muerte el servicio se deterioró y llegó a convertirse en algo terrible, corrompido. En 1967, los militares lo extinguieron y crearon la FUNAI. Fue el periodo más prolífico y lo comandaban generales, por increíble que parezca. Teníamos recursos, dinero y autoridad. Pero ya no es así. Muchos militares que apoyan ahora a Bolsonaro son contrarios a los indígenas. No comprendo por qué una tradición de protección que demostró al mundo el interés del Gobierno de Brasil con todos sus pueblos, de repente cambió del blanco al negro.

¿A qué atribuye este cambio?

Es verdad que siempre hubo militares, principalmente de la Escuela Superior de Guerra, que tenían una visión negativa de la tierra indígena y de su participación en nuestra sociedad, así que creo que los de hoy vienen de esta línea militar. Pero yo trabajé más de 40 años en la Amazonía y hubo oficiales me ayudaron en mis expediciones, en proteger la tierra… El cambio es desconcertante. Y los indígenas también están perplejos. En su día, la FUNAI demarcó mucha tierra indígena. Y ahora esa Fundación está dividida en trozos que dirigen ideologías, que no personas, contrarias a sus intereses. Es impresentable que la cuestión de las tierras indígenas sea competencia del Ministerio de Agricultura, que es el enemigo, el agronegocio. Y la cuestión de los indios aislados, que requieren de especial protección, está en manos de los protestantes.. Quieren desmontar todo un complejo de protección que existía.

¿Cómo la Amazonía ha ido a parar a parar a los protestantes?

Porque con el Gobierno de Bolsonaro, los aislados han pasado a depender del Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, que dirige Damares Alves, una pastora protestante, que da sermones cada domingo y que dice claramente que no hay que tener indios aislados, que les llegó el momento de la Iglesia, de evangelizarlos. Es muy triste ver que quieren destruir todo lo que se conservó durante 500 años y  lo que se construyó hasta convertir a Brasil en un faro de la defensa del mundo  indígena. Ahora no somos nada. Acabamos con ellos y, de paso, con la Amazonía.

¿Cómo, en cuatro meses, lo notan en sus vidas?

En todo. De hecho, a finales de abril han comenzando a movilizarse con los pocos medios que tienen. Son conscientes de los cambios, que quieren revertir. Y es difícil, pero no imposible. Al menos, a ver si podemos reducir el impacto del Gobierno. Un ejemplo claro de lo que está pasando es que el Ministro de la Salud quiere acabar con departamento de salud especial para los indígenas. Dicen que deben ser atendidos como los demás ciudadanos, pero eso es una falacia porque ellos viven en comunidades distantes, en la selva; es más, incluso en las ciudades necesitan grupos de atención especiales, una conquista que tenían, que se va a terminar y que para ellos es muy importante.

¿Están llegando invasores de tierras indígenas?

Ya antes de tomar posesión Bolsonaro hubo agresiones. En el valle del Yavari tuvimos ataques de hombres armados y también en Mato Grosso. Imagínese ahora que está en el poder. La situación se ha agravado. Nosotros hacemos reuniones, campañas y hay entidades internacionales que nos apoyan. Pero es patético. Pasé toda mi vida tratando de protegerlos,  evitar contactos, que pudieran vivir con su cultura, su lengua y su forma de vida tradicional, y ahora miro para atrás y veo todo destruido, como en una guerra. Como si fuera una ciudad bombardeada. Y es verdad: es una guerra contra los pueblos indígenas y contra el medio ambiente invisible al mundo.

¿Hay alguna respuesta de la sociedad brasileña?

De un modo general, a la sociedad brasileña no le importan nada los indígenas amazónicos. Y respecto a los gobiernos, hubo alguno menos malo, pero ninguno bueno. Nunca se les respetó históricamente. Igual aquí que en el resto del mundo. En realidad, la visión de la sociedad occidental va contra ellos. Muchos hablan en su apoyo pero no hacen ni la mitad de lo que se podría hacer. Bartolomé de las Casas si que luchó toda su vida por los indígenas, pero sus pensamientos se perdieron. Ahora hay un ‘agujero negro’ que hace desaparecer todas las conquistas. Aún así creo que nunca es tarde para recomenzar. Bolsonaro apenas lleva unos meses, así que aún puede humanizarse.

¿La solución puede venir con presiones desde el exterior? Recientemente, científicos y activistas reclamaron en la UE el cese de determinadas importaciones…

Con la globalización, sabemos la implicaciones que tienen los cambios ambientales, que todo funciona con interdependencia. Pero tengo claro que sólo si pones la mano en la parte más sensible del ser humano, el bolsillo, la gente se preocupa. Brasil exporta mucha carne al resto de la humanidad y grano para ganado. Y es verdad que se pueden hacer presiones comerciales, disminuyendo compra de carne que viene de estas zonas. A mí me gustaría que Brasil retomara su protección a los bosques sin presiones externas pero ¿será posible? Hasta ahora, se que es un sueño fuera de la realidad. Y lo cierto es que tenemos 8,5 millones de kilómetros cuadrados, que hay espacio para todo: ganado, cereales, cerdos y tierras de protección permanente, porque esas tierras no están vacías sino habitadas por personas con una forma de ver el mundo y sentirlo mucho menos invasiva que la nuestra. Los indígenas no destruyen nada ni nos amenazan. Al contrario, su presencia demuestra que existen porque se les dejó en paz. Pero el proceso económico va avanzando cada vez más lejos y está llegando adonde están ellos. Los demás, no somos conscientes de que con su fin, nos perjudicamos todos. Los jóvenes del Friday for Futuro si lo están viendo y ojalá lleguen a ser activos en Brasil. Yo miro atrás y no veo que seamos más felices que padres y abuelos, veo que la tecnología que debiera haber servido para tener más tiempo para pensar, amar, estudiar, escuchar música, al final nos ha hecho menos humanos. Y eso es algo que tenemos que combatir globalmente.

¿Cómo logra en ese contexto que el Instituto Brasileiro Indigenista salga adelante?

En Yavarí estamos en cuatro puntos de interés, con un convenio UNIVALLA, la organización que representa a las comunidades indígenas del valle. El dinero lo pone una Ong norteamericana. Gracias a ello, hacemos proyectos en la tierra, de refuerzo institucional y también les ayudamos en temas de salud.

Por esa zona está habiendo problemas entre indios contactados y aislados ¿Este tipo de casos están aumentando?

Fue algo que provocó la FUNAI y al final envió una expedición diciendo que iban a arreglarlo. Yo personalmente estoy en contra del contacto que han efectuado porque es consecuencia de errores anteriores de la FUNAI. El contacto, una vez que se hace, es irreversible, modifica para siempre a los pueblos, y a peor en el caso de la vida de los aislados, creando una dependencia que acaba con ellos. Sigo defendiendo que lo mejor es que estén en su espacio y si un día quieren contactarnos, ya saben donde estamos. Ir a ellos no es bueno; sólo les ofrecemos una sociedad deshumanizada. En ese caso, hablé con la FUNAI para  encaminar el problema de otra forma, pero los que ahora están en el departamento que yo creé tienen visiones distintas. Si que es bueno que se sepa lo que aquí está pasando, a ver si reaccionamos.

 

 

La selva del Amazonas, en manos de ‘piratas’


ROSA M. TRISTÁN

Son muchas décadas las que se lleva alertando sobre la desaparición de la selva amazónica, de los efectos de esa tala indiscriminada sobre el resto del planeta, de la masiva extinción de especies aún por conocer que puede estar teniendo lugar sin siquiera ser conscientes de ello. A este lado del Atlántico casi nadie se ha enterado del brutal recorte presupuestario en Brasil para los organismos que defienden las tierras indígenas, cada vez más ante el ‘lobby’ ejercido por los terratenientes y la agro-industria que maneja al presidente Michel Temer; ni que en Colombia la llegada de la paz no ha frenado la deforestación; o que en Perú, los corruptos políticos de ese país no han impedido que en 2016 desaparecieron 1.600 kms cuadrados de bosque tropical, pese a que hay leyes que lo prohiben. Ese año fue un 5% más que en 2105 y un 7% más que en 2014, así que seguramente 2017 aún será peor cuando se conozcan los datos. Todo ello, en un planeta en el que solamente el 15%  de la cubierta forestal sigue intacta, según el pretigioso World Resources Institute.

Precisamente en este último país, Perú, en el que se indultan crímenes de lesa la Humanidad como los de Alberto Fujimori, la ONG Global Witness ha denunciado recientemente el mayor escándalo de los últimos tiempos por la implicación de empresas en exportaciones ilegales de madera amazónicagracias a  grabaciones encubiertas difundidas por esta organización. En estas grabaciones, las empresas reconocen que los documentos sobre la procedencia de la madera a menudo se falsifican, lo que da idea de lo organizado que está el negocio.

La denuncia de Global Witness se refiere en concreto al caso de un cargamento de madera transportada desde la Amazonía (Loreto) en el barco Yacu Kallpa a finales de 2015, tras un intento fallido de un fiscal peruano de decomisar parte de la carga. El barco fue posteriormente detenido  en México, cuando navegaba hacia los Estados Unidos. En última instancia, se encontró que más del 96% de la madera que iba a bordo era ilegal. El intento de decomiso – junto con el bloqueo del cargamento previo a su llegada a los Estados Unidos – convirtió al Yacu Kallpa en el escándalo maderero más grande conocido en Perú. De hecho, generó un gran interés mediático en el país y en los medios internacionales y, tras la reacción del sector empresarial de la madera, contribuyó a que se extendieran las protestas en dos de las ciudades madereras más importantes del país.

Entonces, los principales exportadores implicados en el Yacu Kallpa argumentaron en su defensa que la madera contaba con la documentación adecuada, pero en Perú, donde la corrupción en el gobierno regional está fuera de control, era sabido que tales documentos a menudo se falsifican y se usan para lavar madera extraída ilegalmente. Otra cosa es demostrarlo. Para obtener las pruebas, representantes de tres de las 11  empresas exportadoras – Adam Andrews de Corporación Industrial Forestal, William Castro de Inversiones WCA y Dante Zevallos de Sico Maderas – fueron grabados en secreto por miembros de Global Witness, unas declaraciones en las que todos admitieron que la falsificación es habitual. 

“Yo puedo buenamente saber que [la madera] no está viniendo de buena fuente, porque si todos compráramos todo lo que tiene que ser, nadie compra una tabla”, dijo Zevallos a Global Witness (con grabación oculta). “Entonces, sabiendo que probablemente la madera que estoy comprando tiene ese origen, no me preocupaba porque tenía [gesticula como si tuviera papeles en las manos]… Yo era un comprador de buena fe.” Al preguntarle si eso es lo que ocurrió con la embarcación del Yacu Kallpa detenido en México, Zevallos respondió: “Sí, con toda”.


Las grabaciones se han convertido así en evidencias cruciales para la investigación que ahora realiza la Fiscalía de Medio Ambiente del país, donde se esta investigando a más de 100 personas relacionadas con el buque ‘pirata’ Yacu Kallpa. 
Laura Furones, directora de la campaña de Perú de Global Witness, reconocía a este Laboratorio que estas grabaciones ponen en evidencia cómo el expolio de la selva amazónica queda camuflado de forma habitual bajo una falsa documentación, papeles que eran dados por buena por altos funcionarios del Gobierno peruano cuando el caso se conoció.

Pese a todo ello, esta madera ilegal detenida en México a principios de 2016 fue posteriormente liberada, según un artículo publicado por el medio de comunicación peruano OjoPúblico. En su informe, alegan que la decisión fue tomada por las autoridades mexicanas sin informar a los fiscales peruanos, y tras haber estado sometidas a presiones de los sectores empresariales de la madera del Perú y de México.

Global Witness ha documentado desde hace tiempo cómo el comercio de madera ilegal en el Perú está ligado a asesinatos, trabajos forzosos, evasión de impuestos, prostitución, violaciones de derechos humanos, tráfico de tierras, narcotráfico y hasta el crimen organizado. En definitiva, un negocio que promueve la corrupción generalizada, fomenta la invasión de tierras de pueblos indígenas y contribuye a la deforestación no sostenible y a la degradación de la cuenca de la Amazonía, una fuente importante de emisiones de carbono causante del cambio climático.

En otros países de la zona, la situación es similar, es decir nefasta. En la Amazonía brasileña, la deforestación aumentó en 2015 por primera vez en una década y alcanzó las 800.000 hectáreas entre agosto de ese año y julio de 2016, un 71% más que en 2004. Y en Bolivia, la media de deforestación anual se calcula que es de 350.000 hectáreas al año. Los beneficiarios son empresas como la gran multinacional de la carne Cargill (EEUU), que compran la soja de estas tierras que eran bosques, como recientemente se denunciaba en The New York Times.

Y lo peor. Nada hace presagiar que 2018 vaya a ser mejor…