Todo los hallazgos sobre evolución humana, en una ‘enciclopedia’ única de divulgación científica


ROSA M. TRISTÁN

Desde los quioscos de prensa, nos saludan la ‘Eva africana‘, el Miguelón preneandertal de Atapuerca o la huella de la australopitecus Lucy. Están en las portadas de los libros de una nueva colección, editada por Salvat, que acaba de salir a la venta y que ha logrado reunir a lo más destacado de la ciencia relacionada con la evolución humana en lo que, sin duda, es la mayor recopilación sobre el pasado de la humanidad que se ha editado hasta ahora, al menos en castellano.

Puesta a la venta desde el pasado 3 de enero -se pueden recuperar números anteriores- , la idea nació a mediados del pasado año del interés de los responsables de Salvat por un tema del ámbito de la investigación que aúna gran cantidad de disciplinas científicas -paleontología, genética, arqueología, física, química, geología, entre un largo etcétera- para ayudarnos a comprender cómo fue que un primate, cuya historia se remonta a millones de años atrás, ha logrado a ser como es, con sus luces -grandes avances tecnológicos que incluso le han sacado del planeta que habitan- y sus sombras, entre las que destaca los cambios acelerados de la Tierra tal como ha sido hasta hace poco más de 100 años, poniendo en peligro su supervivencia.

La dirección de esta colección, compuesta por 60 volúmenes, corre a cargo del paleontólogo Jordi Ahgustí, de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) en la Universidad Rovira i Virgili, que ha logrado implicar en esta gran ‘enciclopedia’, como las de antes de la era digital, a los y las más grandes de la investigación en las diferentes áreas de conocimientos que se tratan. El primer volumen, como no podía ser menos por su importancia a nivel nacional y mundial, es el dedicado a los yacimientos de Atapuerca, con el arqueólogo y codirector de sus excavaciones Eudald Carbonell, y la doctora Marta Navazo, como autores, pero les siguen otros muchos con nombres que ya tienen su hueco en la historia de estas investigaciones: José María Bermúdez de Castro, María Martinón-Torres, Marina Mosquera, el propio Agustí, Palmira Saladié, Clive Finlayson, Davinia Moreno, Bienvenido Martínez, Xosé Pedro Rodríguez… También la autora de este blog, Laboratorio para Sapiens, ha sido invitada a participar con un libro, además de colaborar en la edición científica de gran parte de la colección.

Vistos los títulos en marcha y los que están por venir, se puede asegurar que nada ha quedado fuera del ojo escrutador de este plantel de expertos y expertas: las migraciones humanas desde hace más de dos millones de años, cómo ha cambiado nuestra alimentación, el papel de las mujeres en la prehistoria, quién fue el primer ‘homo’ en llegar a Europa, lo que hoy sabemos de la vida de los neandertales, cómo se formó el cerebro que tenemos, lo que significa y significó el canibalismo en nuestra evolución, los cambios climáticos y sus impactos en la vida de los homínidos, el origen de las religiones… y tantos otros temas más que, al final, han tenido como resultado que hoy haya sobre la Tierra más de 8.000 millones de seres humanos ‘sapiens’, ocupando prácticamente cada nicho ecológico planetario (incluso se habita en la Antártida, aunque no en los fondos oceánicos) y, eventualmente, el espacio exterior (en la Estación Espacial Internacional).

Si algo caracteriza esta magna enciclopedia, os puedo adelantar, es que toda la información que contiene está basada en infinidad de investigaciones publicadas desde mediados del siglo XIX, cuando Charles Darwin puso sobre la mesa que el ser humano era fruto de la evolución de otras especies, como todas las demás, y el pasado 2022, ya inmersos en pleno siglo XXI. El rigor está garantizado, pero, además, se ha buscado que su contenido sea lo suficientemente divulgativo para que personas ajenas a este ámbito de la ciencia sean capaces de comprender lo que se ha avanzado. También lo mucho que queda por saber y, como no podía ser menos, aquello que aún está en discusión dentro de la comunidad científica, pues los rastros de nuestro pasado nos han llegado incompletos y entre las ‘migajas’ que quedaron enterradas en los yacimientos no siempre resulta fácil llegar a una única y clarividente conclusión. La ciencia avanza a golpe de hallazgos y de interpretaciones, algo que esta Biblioteca de la Evolución Humana recoge con exhaustividad.

“En su totalidad, la obra constituye un escaparate que muestra la vitalidad de los estudios sobre evolución humana. Se trata,
en definitiva, de un trabajo editorial inédito en nuestro entorno científico que ha contado con el entusiasmo de los
autores que han participado en la redacción de cada uno de los libros”, asegura Jordi Agustí, cuyo título es «El gran éxodo de la Humanidad: la salida de África hacia Eurasia«. Carbonell, por su parte, destaca que la colección resume cómo los centros de investigación que su generación contribuyó a construir «han dado unos rendimientos científicos importantísimos, tanto para conocer como para hacernos pensar sobre la historia y la ciencia de la evolución de la humanidad”.

Mi última visita a un yacimiento, Cueva Mayor en la Sierra de Atapuerca, con Eudald Carbonell, siempre mi anfitrión.

Cómo el clima de la Tierra ‘modeló’ a los seres humanos en dos millones de años


ROSA M. TRISTÁN


Hasta tiempos muy recientes el clima ha modelado nuestra vida y nos ha hecho como somos. Durante dos largos e intensos millones de años, los cambios de temperaturas, lluvias y, por tanto, de biomasa de la que poder alimentarnos, han afectado a la evolución de nuestro cuerpo y nuestro cerebro y también nos han llevado de un lado a otro a medida que nuestro hábitat cambiaba, sin más fronteras que los accidentes geográficos, ni banderas ni visados ni concertinas. Es algo que se intuía, porque igual ha ocurrido con otros animales, y ahora se confirma en un estudio publicado en Nature.

Durante los últimos cinco millones de años, señalan, la Tierra pasó de tener un clima más cálido y húmedo durante el Plioceno (hace entre 5,3 y 2,6 millones de años) a otro más frío y seco en el Pleistoceno (entre 2,6 millones y 10.000 años). Dentro de este marco de tiempo, los cambios en la órbita de nuestro planeta alrededor del Sol, los llamados ciclos de Milankovitch, cambiaron el clima. Los científicos, en el siglo XX, ya han establecido un vínculo entre ese cambio climático forzoso con las migraciones humanas primitivas, pero faltaba demostrar esa relación con datos, que es lo que se ha hecho ahora.

Axel Timmermann y sus colegas han combinado registros ambientales con los análisis de los fósiles y arqueológicos para estudiar los movimientos de seis especies de homínidos, agrupadas en cinco grupos: los más primitivos (Homo habilis y ergaster), los H. erectus, los heidelbergensis o preneandertales, los neandertales y los sapiens. Demuestran que los cambios en la temperatura, las precipitaciones y la producción primaria neta terrestre (una medida de la cantidad neta de carbono capturada por las plantas cada año) tuvieron un gran impacto en la distribución, dispersión y, potencialmente, diversificación de todos los homínidos.

Durante el Pleistoceno Inferior, los más primitivos se asentaron en ambientes con poca variabilidad climática. Sin embargo, hacia el final de Pleistoceno, todo indica que se convirtieron en vagabundos o nómadas globales y se adaptaron a una amplia gama de condiciones climáticas en su deambular. Además, se cree que las perturbaciones climáticas en el sur de África y Eurasia hace entre 400.000 y 300.000 años contribuyeron a la transformación evolutiva de los heidelbergensis en sapiens y neandertales.


Los primeros humanos africanos parece que si que disponían de estrechos corredores en el sur y el este de África -Valle del Rift- que se caracterizaban por una variabilidad de hábitats acorde con la especialización de estas especies, si bien ya los posteriores Homo erectus, hace un millón de años, podían vivir en ambientes muy diferentes, como prueba el hecho de que restos suyos se hayan encontrado en lugares muy distintos. Los más recientes heiderbergensis y los neandertales eran más especiales para buscar un lugar donde asentarse. Pero los más expansivos somos, sin duda, los sapiens, que desde el principio fuimos capaces de vivir en zonas tan secas y calurosas como un desierto o tan frías como las estepas siberianas.

De hecho, los heidelbergensis con los que tenía nuestra especie hábitats compartidos, no disponían tanta capacidad de adaptarse. Para ellos, las zonas donde encontraron un clima adecuado, además de Eurasia, fueron la parte centro-oriental y austral de África. Hace entre 400.000 y 300.000 años, un fuerte estrés climático en el sur, según este trabajo, cambió las condiciones de su hábitat, lo que provocó su desaparición y favoreció que surgiéramos los sapiens, hace entre 300.000 y 200.000 años. Es más, Timmerman y su equipo plantean que una especie se convirtió en otra. No habría habido esa misma transición en África del Este, donde está la llamada Cuna de la Humanidad. Apuntan que hay muchas ‘lagunas’ de fósiles que hacen pensar menos en una transición de una a otra especie que en una llegada, si bien esta hipótesis choca con la más extendida sobre una evolución de nuestra especie multirregional en diferentes grupos de sapiens.

Los mapas de hábitat idóneos que han hecho los investigadores en este trabajo, en todo caso, nos ayudan a conocer las ubicaciones posibles de formación de nuevas especies humanas, su sucesión y su superposición, como ocurre en Europa. Vemos que la tolerancia a las condiciones climáticas secas pudo mejorar la movilidad de nuestra especie, facilitando las dispersiones en oleadas diferentes documentadas en Eurasia a través de la península del Sinaí, el paso de Bab-el Mandeb hacia el Levante o la Península Arábiga.

Pese a ello se mantienen incertidumbres en la atribución de especies, particularmente para el período entre un millón y 300.000 años. Su cálculo de la superposición de especies según el clima, permite ver dónde estaban los espacios habitables para cada especies de acuerdo con una perspectiva multirregional y ahí surgen el sur y el este de África, además de región al norte de la Zona de Convergencia Intertropical, como refugios a largo plazo para varios tipos de humanos arcaicos. A medida que el clima cambiaba en las escalas de tiempo orbitales, estos refugios cambiaron geográficamente, creando patrones de población con mayor complejidad.

En definitiva, los cambios climáticos, forzados a nivel astronómico, fueron claves en la distribución de los humanos y en su diversificación . Ahora son cambios forzados por causas humanas -las emisiones de gases contaminantes- y la diversificación no está siendo biológica, pero una nueva distribución es inevitable bajo la brújula de la supervivencia, que marca al norte.

El lenguaje de los gorilas


ROSA M. TRISTÁN

@NATURE

La imagen de un gorila de montaña dándose golpes en el pecho como diciendo “aquí estoy yo” me retrotrae a imágenes de la película “El Libro de la Selva”. Ahora, un estudio internacional publicado en Nature hace unos días nos revela cómo esos golpes que se dan con las manos para producir un sonido de tambor, están transmitiendo una información real sobre el tamaño de su cuerpo y permite la identificación de individuos.

Los autores reconocen que ya se había sugerido anteriormente que los gorilas pueden golpearse el pecho para transmitir información, pero la naturaleza exacta de la información no estaba clara. Para explicarnos los detalles de este ‘lenguaje mímico’ Edward Wright, del Instituto Max Planck de Alemania, y sus colegas observaron y grabaron a un total de 25 gorilas de espalda plateada, machos adultos salvajes de más de 12 años, que llevan años monitoreados por la Dian Fossey Gorilla Fund (https://gorillafund.org/) en el Parque Nacional de los Volcanes de  Ruanda, entre enero de 2014 y julio de 2016.

Para comprobar el tamaño corporal les hicieron fotografías en las que se midió la distancia entre los hombros de los gorilas y también grabaron el sonido para comprobar la duración, el número y las frecuencias de 36 los golpes de pecho hechos por seis de los  machos, concluyendo que las frecuencias de sonido de los machos más grandes eran significativamente más bajas que las de los más pequeños. Dado que los machos más grandes pueden tener sacos de aire más grandes cerca de la laringe, ello podría reducir las frecuencias de sonido. También observaron variaciones en la duración y el número golpes realizados por diferentes gorilas, lo que permitiría identificar a los sujetos que realizan la acción.

Makmba. @Rosa M. Tristán
Makumba en parque nacional Dzanga Shanga de Rep. Centroafricana @Rosa M. Tristán

Los autores sugieren que  ese sonido de los golpes en el pecho permite que los gorilas de montaña se comuniquen a través de los densos bosques tropicales en los que viven, donde a menudo les resulta difícil verse y proponen que los usan para informar para la elección de pareja sexual y evaluar la capacidad de lucha de los competidores.

En general, los sonidos emitidos juegan un papel crucial para evaluar a los rivales y elegir compañeros en muchas especies de animales, dado que no se pueden fingir fácilmente y cuesta producirlos. Quienes no alcanzan un nivel de capacidades sonoras quedan fuera de juego, ya sea de ganar en una competición o de tener éxito reproductivo. Así se determina en especies tan distintas como los macacos rhesus los monos colobos blancos y negros,  el ciervo rojo, el gamo, los pandas gigantes o los elefantes marinos.

Pero no se habían estudiado prácticamente nada sobre las señales acústicas no vocales como el golpe en el pecho de los gorilas, que no sólo se ve sino que se escucha a más de un kilómetro de distancia. Y hay que recordar que los gorilas viven en grupos con un solo macho y varias hembras, así que hay una gran competencia entre ellos para no perderlas a ellas, porque las gorilas pueden dispersarse y elegir otros compañeros. De hecho, una de las que conocí en el parque de Dzanga Shanga (República Centroafricana) me cuentan que se ha ido con otro macho, abandonando al gran Makumba.

Investigaciones anteriores ya sugerían que golpearse el pecho es una señal importante en la competencia para hacerse con pareja, por lo que si bien un espalda plateada apenas se golpea una vez cada 20 horas de forma habitual, pude hacerlo cada muy pocos minutos cuando hay encuentros con otros grupos, como observó el investigador M. Robbins, y también cuando las hembras están en celo. La investigación prueba que así están dando idea del volumen del pecho, es decir su corpulencia pues los machos mayores se lo golpean durante más tiempo y a más ritmo que los más pequeños, dada la energía que tienen que gastar en ello.

“Este es uno de los pocos estudios en mamíferos que demuestran que el tamaño del cuerpo está codificado de manera confiable en una señal acústica no vocal”, apuntan los autores en su trabajo. “El golpe en el pecho ha evolucionado como una señal multimodal para, al menos en parte, mejorar la transmisión de información en un entorno con visibilidad limitada”.

El ‘lío’ genético de los humanos del Pacífico


@Eric Lafforgue/Art In All Of Us/Corbis/Getty. NATURE
@Eric Lafforgue/ Corbis/Getty. Nature.

ROSA M. TRISTÁN

La historia del viaje de los seres humanos por el planeta, hasta llegar casi al último rincón en tiempos remotos, es una odisea. Entre esos lugares remotos está esa región del Pacífico, plagada de islas, en las cercanías de Oceanía. ¿Quiénes y cuándo llegaron hasta allí? ¿Cómo lo hicieron? ¿De dónde venían? ¿Se adaptaron a su ambiente insular como ya lo hiciera otra especie, el Homo floresiensis?

Algunas de las preguntas tienen respuesta en el análisis detallado que se revela en Nature gracias a un estudio genómico que nos cuenta detalles de la aventura de llegar a lugares tan paradisíacos como el archipiélago de Bismarck y las Islas Salomón, Micronesia, Santa Cruz, Vanuatu, Nueva Caledonia, Fiji y la Polinesia. Después de que los humanos emigraron fuera de África, todo indica que se establecieron allí hace unos 45.000 años, después de llegar navegando.

Según los restos arqueológicos, lo primero en poblarse fueron las Birmack y las Salomón y unos 10.000 años después las demás.  Mucho más tarde, hace unos 5.000, llegarían desde Taiwan los humanos de la llamada cultura ‘lapita’, que acabaría poblando Oceanía, que llevaron la agricultura y las lenguas austronesias a ese continente.

Pero lo que revela este trabajo es que la historia en el Pacífico es más compleja de lo que se pensaba, como suele ocurrir con lo relacionado con nuestra especie, y para explorarla más a fondo Lluis Quintana-Murci, Étienne Patin y sus colegas han analizado los genomas de 317 individuos actuales de 20 poblaciones repartidas por la región del Pacífico y también individuos de otras regiones, en total 462.

Sus hallazgos nos cuentan que el acervo genético de los antepasados ​​de los individuos esas islas se redujo antes de que se asentaran en la región y que las poblaciones divergieron hace unos 20.000 a 40.000 años. Mucho más tarde, después de la llegada de los pueblos indígenas desde Taiwán, hubo episodios recurrentes de mezcla con las poblaciones de las cercanías de Oceanía.

En sus análisis encuentran que los individuos de las poblaciones del Pacífico también portan ADN de neandertales, como todos los no africanos, y de los denisovanos, genes estos últimos que les han venido muy bien para adaptarse a esta región del mundo. El ADN denisovano lo adquirieron a través de múltiples episodios de hibridación entre humanos modernos y estos homínidos arcaicos, un fenómeno común en toda la región de Asia y el Pacífico. Calculan que toda la población tiene el mismo porcentaje de genes neandertales, pero el de denisovanos varía mucho más, entre el 0 % y el 3,2 %, dado que se cruzaron en diferentes ocasiones. Y si los genes de neandertal están asociados con funciones relacionadas con beneficios para el desarrollo neuronal, el metabolismo y la pigmentación de la piel, el de los denisovanos está implicado en el funcionamiento inmunológico frente a muchos patógenos y podría haber proporcionado una reserva de genes que ayudaron a los colonos originales a combatir infecciones locales, ayudándolos a adaptarse a sus nuevos hogares en la isla. De hecho, los isleños del Pacífico presentan niveles más altos de genética de estas dos especies ancestrales que el resto de los humanos, dado el aislamiento genético que hubo entre archipiélagos tras su llegada porque la navegación durante la época del Pleistoceno era posible pero limitada.

En definitiva, los humanos modernos del Pacífico recibieron múltiples  de diferentes grupos relacionados con los denisovanos y que hubo una población en Asia oriental muy relacionada con ellos. A ello se suma otro grupo lejanamente relacionado con los denisovanos detectado en las poblaciones cercanas a Oceanía. Es decir, que no hubo un origen común entre las poblaciones de las cercanías de Oceanía y Asia Oriental, sino que éstas últimas heredaron segmentos arcaicos indirectamente, a través del flujo de genes de una población ancestral de las poblaciones de Agta o islas del Pacífico, una hibridación o mezcla que tuvo lugar hace unos 46.000 años posiblemente en el sudeste asiático, antes de las migraciones a las islas. Y en tercer lugar, hay otro grupo de papúes que se deriva de un grupo más lejanamente relacionado con los denisovanos, hace unos 25.000 años,  en Sondolandia (también sudeste asiático).

También otros homínidos arcaicos, como Homo floresiensis y Homo luzonensis , estaban relacionados con los denisovanos, humanos que pudieron persistir hasta hace entre 21.000 y 25.000 años.

El «comienzo del futuro» en los yacimientos de Atapuerca


 

ROSA M. TRISTÁN

Antes de aparcar en la entrada de la Trinchera del Ferrocarril ya se nota que es un año raro. Apenas hay dos coches aparcados. Es 12 de Julio de 2020, casi en la mitad de la actual campaña de excavaciones en la paleo-sierra burgalesa, Atapuerca, a cuyos pies los trigales aún están a medio segar y las amapolas visten de color los campos. Este año, no hay visitas en julio en los yacimientos, ni de turistas ni de invitados especiales. Tampoco hay estudiantes. «Sólo han venido doctores, investigadores que llevan 20 o 30 años aquí trabajando y la productividad está siendo altísima para los pocos que somos», me cuenta el codirector del proyecto, Eudald Carbonell.

María Martinón-Torres, con mascarilla, excavando en el Yacimiento Exterior Estatuas (Atapuerca). @Rosa M. Tristán

Al Eudald ‘enmascarado’ se le distingue bien por su altura y por el ‘salacot’ que forma parte de su identidad desde hace tantos años, pero no resulta tan fácil con otras personas, todas ocultas tras los ‘tapabocas’ siguiendo el estricto protocolo de seguridad que este año se ha impuesto en la campaña. Por un año, adiós al ‘almuerzo’ de las 11, cuando los grupos de los distintos yacimientos se reunían en torno a un bocadillo para compartir hallazgos. Estas semanas, cada grupo evita el contacto a toda costa. Por otro lado, la productividad aumenta y por donde el año pasado paseaba entre encinas y carrascos ha surgido, en unas pocas jornadas, un nuevo yacimiento de este inagotable laberinto de historias que es Atapuerca. Se llama ‘Estatuas Exterior’, porque en el fondo no es sino la continuación del que hay en la Galería de las Estatuas, dentro de la Cueva Mayor, un lugar donde ya se sabe que estuvieron los neandertales.

En medio del bosquecillo, Nacho Martínez-Mendizábal, que comparte trabajo este año mano a mano con María Martinón-Torres, me cuenta lo que se sabe de este lugar: «Aquí estaba la entrada de la cueva que se derrumbó y cayó a la Galería de las Estatuas. Abajo hemos encontrado un resto fósil de neandertal y algunas de sus herramientas, pero la cueva estaba aquí arriba y esperamos encontrar ocupaciones neandertales importantes. Es el comienzo del futuro porque aquí habrá para muchas generaciones de científicos», asegura el investigador.

En realidad, ya saben que hay hasta 16 metros de sedimentos de relleno de cueva a sacar de este enclave. «Es como la Gran Dolina para que te hagas idea. Forma parte de una nueva generación de yacimientos, junto con la Cueva Fantasma. Como no está cortada como en La Trinchera, no tenemos la estratigrafía a la vista, pero esto será enorme y todo indica que hemos dado con la entrada», explica junto a Carbonell.

Cueva Fantasma está muy cerca de este lugar. Tampoco existe porque en su día se derrumbó y porque después una cantera de cal cambió la fisonomía del lugar. Como en Estatuas, allí estuvieron los neandertales que tanto cuesta encontrar en Atapuerca, pero que van dando la cara poco a poco. En lo primero que pienso al llegar es lo que ha cambiado este lugar en sólo tres años. Ahora, un techado para evitar que la lluvia lo deteriore y que se ‘deterioren’ los excavadores a pleno sol. La responsable del yacimiento, Ana Isabel Ortega, me recuerda que en el lugar donde el primer año la ayudaba a recoger escombros, ahora ha aparecido un nivel con una gran concentración de fósiles de caballos, bóvidos, hienas… en lo que podría ser un cubil de hienas. Como además hay herramientas, pequeñas lascas de sílex, se sabe que en la cueva también se refugiaban puntualmente los neandertales, de los que ya se encontró un fragmento de un cráneo. Todo de hace entre 90.000 y 50.000 años aproximadamente, aunque también hay una zona que podría tener hasta 200.000 años. «Es la cavidad más grande. La cantera nos quitó el techo y no tocó los sedimentos. Tenemos toda la planta.

@Rosa M. Tristán

La Trinchera está bajo mínimos. Veo poca gente en la Gran Dolina, para lo grande que es, aunque distingo entre las mascarillas a la arqueóloga Palmira Saladié, nadie en el yacimiento de La Galería, cerrado totalmente, y ya de salida, me asomo al foso de la Sima del Elefante y ahí están Rosa Huguet e Isabel Cáceres, ésta última dándole a una pared con un pequeño pico. Me cuentan que tampoco hay nadie cribando sedimentos en el río Arlanzón. Todo se guardará para próximas campañas. «Es raro trabajar tan pocos, pero nos está cundiendo», asegura Huguet.

El esfuerzo por haber mantenido abierto el trabajo, sorteando las dificultades, es evidente. «Esta es la campaña que ha llevado más tiempo preparar para tenerlo todo controlado, en total tres meses entre cambios de andamios, protocolos, etcétera. Pero no podíamos parar totalmente la máquina y al final está siendo muy productiva porque están solos los doctores, investigadores con una larga trayectoria que no paran de trabajar», comenta Carbonell, preocupado por la cantidad de personas cuyos empleos dependen de Atapuerca y sus hallazgos en el Museo de la Evolución Humana (que justo el día de mi visita cumple 10 años), el Parque Arqueológicos, las visitas, los centros de interpretación…

Mientras hablamos, casi debajo de nuestros pies, está la Sima de los Huesos, donde este año el equipo de Juan Luis Arsuaga también excava. Al lado, una tapa recuerda la ‘Operación Mariscal», allá por 1987. Para detalles como éste y otros más, os recomiendo leer ‘Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado«, de RBA, que sigue en el ‘top’ de las ventas sobre este fascinante lugar….

 

El meñique de los neandertales de Atapuerca


@JavierTrueba

@JavierTrueba

ROSA M. TRISTÁN

La certeza de que los neandertales pasaron por la sierra de Atapuerca se tenía desde hacía muchos años. No sólo habían dejado sus campamentos de caza en los alrededores, abandonando sus herramientas en lugares como Fuente Mudarra, Hotel California… como bien saben Marta Navazo y Juan Carlos Díez (que dedicaron a su estudio mucho tiempo), sino que también las dejaron dentro en la Galería de las Estatuas. Pero durante mucho tiempo sus fósiles se resistieron.

Esto cambio cuando en 2017 se encontró una falange de un dedo meñique del pie de un  neandertal en este último lugar, al que también se sumó durante esa campaña un fragmento de cráneo en la cueva Fantasma, si bien en ese caso fuera de contexto, lo que dificultará su estudio.

El trozo de dedo, sin embargo, acaba de publicarse en la revista American Journal of Physical Anthropology , bajo la dirección de  Adrián Pablos, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y ya no quedan dudas de que se corresponde con esa especie que habitó la cueva, según el estudio de datación, hace unos 100.000 años. Serían, así, los restos neandertales más antiguos de toda la Península Ibérica, donde, por cierto, también vivieron los últimos antes de su extinción: en el Peñón de Gibraltar, como señala el equipo de Clive Finlayson.

Volviendo al neandertal de Atapuerca, poco se puede saber con un hueso de un dedo (si fuera un diente habría muchas más pistas) pero los investigadores han logrado averiguar que se trata de la falange de un dedo meñique del pie derecho de un individuo adulto. Comenta la nota del CENIEH que no ha sido fácil el análisis antropológico, pues en el registro no hay muchos meñiques con el que compararlo dado que son huesos pequeños y su conservación es difícil. Afortunadamente, se encontró en un yacimiento que lleva años de excavación sistemática (desde 2008) y en el que, como señalaba, ya habían aparecido las típicas herramientas musterienses.

“El hecho de que solamente se hayan recuperado falanges distales del dedo meñique del pie en yacimientos con enterramientos o grandes acumulaciones de fósiles deja abierta la puerta a la esperanza de encontrar más restos humanos neandertales en futuras campañas de excavación en este y en otros yacimientos d Atapuerca”, ha señalado Adrián Pablos, en cuyo estudio .han participado también investigadores del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos y de la Universidad del País Vasco.

Tras este hallazgo y el comienzo de las excavaciones  en Cueva Fantasma y, este mismo año, en el yacimiento de La Paredeja, también ya con pruebas de su presencia, todo parede indicar que la Sierra burgalesa fue un lugar muy atractivo para aquellos humanos conlos que llegamos a compartir tiempo y espacio hace decenas de miles de años y que podrían haberla habitado en diferentes momentos, como lo hicieron otras cuatro especies humanas. Han sido necesarios 40 años de excavaciones, que os recuerdo que podéis conocer en el libro «Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado» , publicado por National Geographic (RBA), para que los neandertales salieran a la luz en este lugar. Si estuvieron sus ancestros (los pre-neandertales ), no debían andar lejos…

Daniel Lieberman: «Evolucionamos para correr cuatro horas al día»


 

Daniel Lieberman, haciendo un experimento en la Universidad de Harvard. @Havard University

ROSA M. TRISTÁN

«Es el epicentro del conocimiento sobre la evolución de la fisiología humana». Con estas palabras presentó, hace unos días, al profesor de la Universidad de Harvard Daniel E. Lieberman su colega y amigo, el arqueólogo español Manuel Dominguez-Rodrigo, del Instituto de Evolución en África. Fue la introducción a una fascinante conferencia sobre cómo nuestro cuerpo humano evolucionó para correr a lo largo de cientos de miles de años, hasta el punto de que somos capaces de correr de fondo más que un caballo.

El hecho de que en la actualidad el sedentarismo sea nuestra forma de vida no hace sino generar patologías que nuestros antepasados no padecieron, explicó Lieberman en el Museo Arqueológico Regional. Domínguez-Rodrigo, que co-dirige con Enrique Baquedano, director del museo el único yacimiento de un equipo europeo en Olduvai (Tanzania), reconocía que fue una de sus cobayas en sus experimentos. «Solamente desde la era industrial, el esqueleto humano se ha debilitado mucho y es algo que hay que tener en cuenta porque es cierto que vivimos más tiempo, pero con más enfermedades», aseguró el científico norteamericano.

Lieberman, cada día que ha pasado en Madrid, se ha levantado al amanecer para correr por el parque de El Retiro. Ya no puede no hacerlo cada día, señaló. El autor del artículo  ‘Born to run‘, que fue portada en ‘Nature’ en 2004,  comenzó a interesarse por esta capacidad humana y su relación con la salud a raíz de sus investigaciones sobre la evolución de nuestra cabeza y su relación con el sistema locomotor. «En los libros de medicina se habla muy poco de evolución humana cuando creo que estos estudios pueden utilizarse para mejorar nuestra salud», argumentó.

Con este afán, Lieberman viajó a México y a África, donde el español estudia a los primeros cazadores humanos de hace unos dos millones de años. Además, comenzó a diseñar infinidad de experimentos de biomecánica en su laboratorio de Harvard. En su charla en Alcalá de Henares, recordaba que ya hace 7 millones de años el homínido Sahelantrophus tchadensis (conocido como Toumai)  era bípedo; que hace 4,4 millones de años, también lo era el Ardipithecus ramidus; y que hace 3 millones de años,  el Australophitecus afarensis (‘Lucy’) ya caminaba bastante erguida. Aún así, ese caminar suponía un gran esfuerzo para estos primates, que aún no corrían, así que ¿por qué lo hacían?

«Unas hipótesis dicen que  así podían llevar más cosas en las manos, como herramientas, o coger más frutas de los árboles, pero es algo que hacen los chimpancés; mi hipótesis es que al final de Mioceno hubo un gran enfriamiento en la Tierra y eso les obligaba a ir más lejos a encontrar comida. Los chimpancés, al ir agachados, gastan más energía que los que van erguidos. Si un chimpancé gasta 165 calorías en 4 kms, un humano sólo consume 80, como hemos visto en algunos experimentos de laboratorio», señaló Lieberman. «Ya los primeros bípedos, como los Australipithecus eran capaces de andar de forma eficiente.

Otra cosa es el correr. En velocidad, evidentemente la especie es muy inferior a otras (Usain Bolt logra los 35,5 km/h y un guepardo los 112 kms/h) . Pero si comparamos con un chimpancé salimos ganando: este pariente no corre más de 100 metros hasta agotarse, mientras que un ‘sapiens’  puede correr entre 10-15 kms/día sin grandes problemas. Y los hay que corren 100. En esas carreras de fondo, asegura, somos grandes campeones, incluso por encima de perros o caballos: «Los cuadrúpedos trotan, pero corriendo en largas distancias no tiene nuestra resistencia». Y es que estamos llenos de adaptaciones para correr: tenemos las piernas cargadas de muelles que nos ayudan, tenemos grandes glúteos, el tamaño de las articulaciones y un sistema de termoregulación que tiene entre 5 y 10 millones de glándulas sudoríparas para eliminar el calor sudando. Son adaptaciones que tienen casi dos millones de años, que aparecen con la especie humana», aseguró.

Lieberman, en medio, con Manuel Domínguez-Rodrigo y la autora de la crónica.

Lieberman, aludiendo al trabajo de Manuel Domínguez-Rodrigo en Tanzania, mencionó que hace más de millón y medio de años, los Homo erectus o ergaster ya cazaban grandes animales en cooperación.  Y para eso tenían que correr mucho. «Cuando un cuadrúpedo galopa no puede jadear y se agota pronto. Aquellos primeros homínidos los hacían correr hasta que superaban su velocidad normal y gastaban más energía. Los acosaban hasta que desfallecían, y los cazaban. En el Kalahari, los san también utilizan esta técnica», mencionaba. De los Homo habilis, añadió, no hay pruebas de que fueran capaces de correr, dada la escasez de fósiles postcraneales que se han encontrado.

Tras múltiples experimentos, Lieberman ha concluido que aquellos primitivos cazadores/recolectores corrían una media de 4 horas al día, que es para lo que evolucinó nuestro organismo. Sin embargo, en la actualidad hacemos un 20% menos que aquellos ancestros africanos, y muchos ni eso, lo que supone que quemamos 400 calorías menos que para lo que fuimos deiseñados. «Este desajuste», afirmó, «genera cardiopatías, hipertensión síndrome metabólico, diabetes, osteoporosis, ansiedad, Alzheimer e incluso algunos cánceres, pero si hacemos 30 minutos de ejercicio, cinco días por semana, reducimos un 50% la media de padecer enfermedades porque hemos evolucionado para ser atletas de resistencia, no para que nos guste estar sentados».

Apuntó, no obstante, que igualmente importante es mantener una dieta que evite el sobrepeso, una vez comprobado que los que lo tienen mueren un 90% más pronto que los que no lo tienen.

Y como colofón, nos habló del calzado:  «Tiene ventajas, porque protege del terreno, pero también muchos costes, porque genera lesiones. El pie no evolucionó para estar calzado y por ello hay menos casos de pies planos en África, donde van más descalzos, que en EEUU, donde un tercio de las personas tienen este problema.

 

Miguelón, protagonista inesperado del estreno del libro #Atapuerca40años


Inesperado invitado en la presentación de «Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado». @Miguel Angel Nieto

ROSA M. TRISTÁN

No estaba previsto. De repente, entre el público alguien sacó un cráneo de una bolsa. «A ver si Eudald Carbonell nos puede decir de quién es», desafiaron al arqueólogo. Ambos, nos quedamos de piedra. Según me contó después Eudald, no es la primera vez que alguien va a una conferencia o presentación suya con un resto humano, pero un cráneo era demasiado. Ocurrió hace unos días, mientras ‘estrenábamos’ oficialmente el libro «Atapuerca, 40 años inmersos en el pasado» (National Geographic, RBA), que hemos escribo a cuatro manos, en la Librería Lé de Madrid.

Fue una tarde especial, cargada de emociones, en la que no faltaron ni la familia ni los amigos. No tengo palabras para describir la sensación que tuve al entrar en el espacio destinado a la presentación y ver tanta gente. Entre la incredulidad y la satisfacción plena, entre el gusanillo de los nervios y el bloqueo por no saber a quien saludar primero. Como el espacio no era muy grande, muchos estaban de pie, entre las columnas, por las escaleras o sentados en el suelo. Había una cámara de televisión y un micrófono de RNE. También algunos colegas tomando notas. ¿Qué más se puede pedir?

Habíamos pensado que aquello fuera como un diálogo entre los dos, que no hablaríamos tanto de lo que es Atapuerca como del libro y que procuraríamos no alargarnos para que hubiera espacio para preguntas del público, que las hubo. Creo que seguimos el plan sin desviarnos, y que algunas de las anécdotas con las que Eudald jalonó su intervención, que recogemos en el libro, pusieron la nota divertida en algo que no queríamos que resultara ‘muy académico’. Entre otras cosas porque, aunque hemos intentado ser rigurosos en el contenido, queríamos que esta obra resultara entretenida para cualquier persona ajena a la materia, que sirviera de resumen de una historia no sólo de los hallazgos, sino también de las personas que han pasado por allí en estas cuatro décadas dejando su huella, algunas ya desaparecidas, otras convirtiéndose en los y las grandes especialistas que hoy son.

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Se me pasó el tiempo volando, así que fue Eudald quien, más consciente del tiempo, puso el colofón: «Somos más de 7.000 millones de individuos en el planeta y en nuestras  manos está el futuro. En otro caso caminamos hacia el colapso de la especie», dijo.

@Miguel Angel Nieto

Y luego, las firmas… Creo que a cada persona le gusta llevarse algo distinto, una dedicatoria que tenga algo que ver con ella, con el por qué compró ese libro y no otro de los cientos que había alrededor. Así, sin darnos cuenta, entre conversación y conversación, la cola se alargó y hubo gente a la que no puede saludar como hubiera querido.

Ahora, a esperar las opiniones de los lectores y lectoras. Eso es lo importante. Tras cuatro años de trabajo conjunto, mi deseo -y puedo decir que seguramente el de Eudald Carbonell también- es que cada uno de ellos se sienta más cerca de este gran proyecto de la ciencia española, que se acerquen así al fascinante mundo de la investigación, sus dificultades, sus preocupaciones y sus éxitos. A lo mejor así un día tenemos gobernantes en este país que visiten lugares como éste a menudo (por cierto, Rajoy no se ha pasado por Atapuerca, pero creo recordar que un día visitó un laboratorio…), que entiendan que sin ciencia no hay futuro y sin presupuestos no hay ciencia.

Los medios, en la presentación. @Miguel Angel Nieto.

 

Con la editora de RBA, Anna Periago. @Miguel Angel Nieto.

@Miguel Angel Nieto.

 

Las claves de Schöningen en palabras de Nicholas Conard


Nick Conard, en el Congreso de la UISPP. |ROSA M. TRISTAN

Nick Conard, en el Congreso de la UISPP. |ROSA M. TRISTAN

ROSA M. TRISTÁN

El arqueólogo norteamericano Nicholas Conard es de esos científicos que ‘donde ponen el ojo, encuentran un tesoro’. Licenciado en Antropología y Química por la Universidad de Rochester, y doctor por la Universidad de Yale, pronto derivó su carrera hacia la Arqueología como camino para encontrar momentos claves del pasado humano. La historia humana de América es relativamente reciente, apenas 15.000 años, así que Conard se vino a Europa, en concreto a Alemania, donde su equipo ha acabado encontrando objetos e indicios claves del paso de la especie por el Viejo Continente.

En Suavia (Alemania) encontró hace unos años algunas de las primeras y más hermosas expresiones artísticas de los primitivos sapiens, incluso una flauta hecha con el hueso de un buitre de hace 35.000 años. Ahora, su trabajo se centra en el yacimiento de Schöningen, en el mismo país. Hace unas semanas, fue uno de los participantes en el Congreso de UISPP de Burgos, y allí tuve ocasión de que me contara las últimas noticias sobre sus investigaciones.

Lanzas de madera de hace 400.00 años, en Schöningen

Lanzas de madera de hace 400.00 años, en Schöningen

¿En qué momento se encuentran ahora los trabajos en Schöningen?

Es un proyecto muy dinámico, en el que trabajan equipos de todo el mundo, con mucha gente, pero  dos centros principales en Tübigen, que es donde se realizan las excavaciones acutales y el Centro Monrepós del Museo Central Romano-Germánico de Mainz, que se encarga del estudio de toda la fauna. Estamos ahora en plena actividad.

En Suavia su equipo encontró lo que se consideró la primera expresión artística compleja de nuestra especie. En este Congreso se ha presentado una obra hecha por neandertales ¿En qué cambia este hallazgo lo que se sabía?

El yacimiento de Schöningen es un lugar idóneo, por el estado de conservación de las piezas, para analizar este tipo de cuestiones relacionadas con diferencias entre homínidos antiguos, entre Homo heildebergensis tardíos o neandertales primitivos. Y lo que vemos es que tienen comportamientos con estrategias de subsistencia, de caza, de la forma de fabricar herramientas que son muy similares a las que se observan más tarde en el Pleistonceo Superior en los neandertrales recientes y en los humanos modernos. Un buen ejemplo son las lanzas de madera que encontramos allí, que son de hace 400.00 años, unos útiles muy complejos, que están muy bien realizado y  que funcionan perfectamente.

¿Cuáles son las preguntas pendientes de Schöningen, las hipótesis sobre las que están trabajando en estos momentos?

Schöningen tiene una gran ventaja y es que es un lugar único en el mundo para responder a interesantes respuestas sobre la organización social, para aclarar cuestiones específicas económicas y el link entre esas estructuras sociales y económicas en aquel momento. En definitiva, para tener una visión clara de cómo vivían los heidelbergensis hace 400.00 años. La ventaja de este yacimiento es que allí podemos documentar acciones muy específicas y, por tanto, se pueden hacer preguntas muy concretas.

Cnn el 'sapiens' Nick Conard, en la sede del Congreso de la UISPP, en el campus de Burgos.

Cnn el ‘sapiens’ Nick Conard, en el campus de Burgos.

¿Se está diluyendo las diferencias entre las especies que habitaron Europa?

Es cierto que se diluyen las diferencias, pero depende de la perspectiva que tengamos. Analizando las formas de vida, estrategias subsistencia, no son muchas, pero si hay grandes diferencias en el campo pensamientos simbólico y en el uso de objetos de arte, como instrumentos musicales, estatuillas con representaciones de figuras, adornos personales. Todo ello lo han hecho los Homo sapiens sapiens, lo que supone una gran capacidad de expresión abstracta, de comunicación, de lenguaje. Puede que los homínidos antiguos tuvieran algún tipo de simbolismo en el Pleistoceno Medio, un pensamiento complejo, pero no en el mismo nivel y de la misma manera que vemos más adelante. Y esa es una de las razones por las que nosotros estamos aquí y ellos no. Como decía, depende de lo que busques, encuentras. Uno puede centrarse en las diferencias o hacerlo en lo que tenemos en común; son dos punto de vista diferentes. En mi opinión, la diferencia entre los humanos europeos de hace 400.000 años y los sapiens modernos es clara. Si pudiésemos viajar al pasado de hace 40.000 años, cualquiera de nosotros podría relacionarse con nuestros antepasados. Bastaría con aprender su lenguaje porque seríamos muy similares. Pero si retrocediéramos más en el tiempo y viajásemos a hace 300.000 años a Schöningen, posiblemente nos relacionaríamos también, porque tendríamos que cazar o hacer fuego como ellos, pero la forma de afrontar las necesidades sería muy diferente.

En su opinión ¿qué llevó a la extinción a los neandertales?

En cierto modo, Schöningen ayuda a responder porque permite comprobar que, a pesar de tener comportamientos y tecnología compleja hace 400.000 años, no había elementos que si aparecen en Paleolítico Superior, con los sapiens, con los que se extiende rápidamente el arte rupestre. Hace 40.o00 años, en Alemania tenemos arte mueble como la Venus de Hohle Fels, el Hombre-León… Y todo ello, surge con los humanos modernos. Eso puede ser un factor que explique por qué etamos aquí y ellos no: la creatividad, esa capacidad de plasmar el pensamiento simbólico. Desde luego que la creatividad no es el único factor que explica su desaparición. También influye la demografía, porque los humanos modernos tienen un ratio de reproducción mayor y eso es fundamental. Pero arte y creatividad permitió tener a nuestra especie un pegamento social que les hizo ser más eficientes.

 

 

 

 

Una gran aventura: «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado» (RBA)



ROSA M. TRISTÁN

Hay veces que la vida te pone delante oportunidades que no puedes dejar escapar. Recuerdo que iba en el coche cuando un domingo, a esa hora en la que casi todo el mundo sestea, me llamó Eudald Carbonell, uno de los tres codirectores de Atapuerca. «¿Quieres escribir un libro conmigo sobre el proyecto?». Han pasado cuatro años desde esa llamada y el libro que ahora tengo en mis manos. Muchos días de buscar documentación, de confirmar datos, de entrevistas,  de visitas a los yacimientos para ‘empaparme’ bien de todo lo que allí se cuece, siempre de la mano de Eudald, a veces de José María Bermúdez de Castro, o de Juan Luis Arsuaga, pero también de otros muchos y muchas que están ahora aquí, en mis manos, en estas 400 páginas envueltas en el cráneo de ‘Miguelón’. A todos ellos les dedico mi parte en este trabajo «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado» (National Geographic, RBA).

Aquel día tuve que parar el coche. Atapuerca. Desde que conocí esa grieta en la sierra me atrapó entre sus entrañas, no sólo porque era el primer yacimiento paleontológico que visitaba sino porque las gentes que por allí pululaban, piqueta en mano, me acogieron desde el principio como alumna novata pero aplicada. Después, he visitado muchas otras excavaciones, en España, en África, en América Latina… Todas fascinantes, con historias que contar que van mucho más allá que la mera noticia. Historias de humanos de hoy y de un ayer que se remonta al origen de nuestros tiempos como especie. Quien le iba a decir al Homo antecessor que sus parientes acabarían viviendo apiñados en gigantescos y extraños montículos cuadrados que se llaman rascacielos, que se incendiarían los bosques llenos de caza por placer o, lo que es casi peor, para que unos fueran superiores a otros por sus riquezas, que sería cada día más difícil respirar el aire que da la vida, que no se podría beber el agua turbia de los ríos porque alguien la envenenó, que hablarían mis mirarse a los ojos y se reproducirían tras depositar sus ‘semillas’ en extraños objetos transparentes.

Con Eudald, Emiliano Aguirre y su mujer, en su despacho. @ROSATRISTAN

Pero también, quien le iba a decir que alguien mimaría sus huesos como un tesoro, y los estudiaría con mil y una técnicas para descubrirnos lo que comía, lo que le enfermaba, lo que hacía con sus manos, lo que sentía por los demás…

Aparqué y contesté a Eudald que sí, que contara conmigo para contar la historia de esos 40 años de trabajo, de dificultades y éxitos espectaculares. Y decidimos que él, como no podía ser menos, sería el hilo de un relato hecho en primera persona, porque sus experiencias vitales son intransferibles, como lo es su visión del proyecto.

Así, nos pusimos manos a la obra, interrumpida a veces por otros asuntos, pero nunca olvidada. Durante muchos fines de semana nos reunimos en una casa rural cercana a Burgos, familiar, acogedora (El Molino), acompañados por una chimenea y los buenos guisos de Mila y Maxi. Otras, en la sede de la Fundación Atapuerca, en Ibeas de Juarros, más formal, pero donde el equipo de allí nos apoyaba para buscar un dato, una imagen..  Luego, para ordenar ideas, también hice alguna escapada ultramar, hasta Fuerteventura, la isla de la tranquilidad, y sobre todo muchas visitas a la sierra, casi siempre en campaña estival, pero también en el frío invierno, compartiendo una carne asada en una hoguera, de forma no muy distinta a como lo harían los neandertales que la habitaron. Y así hasta ‘empaparme’ bien, del pasado y del presente.

Ahora aquí está el resultado. Y no sería lo mismo sin las ilustraciones de Mauricio Antón, sin las fotos de Javier Trueba, Jordi Mestre y muchos más, sin la cuidada edición de National Geographic (RBA) y, sobre todo, sin los fantásticos prólogos que nos han hecho Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro, codirectores del proyecto con Eudald Carbonell en esos 40 años.

El libro desde ya está a la venta ‘on line’ y en las librerías. En breve, también en versión digital para quien prefiera leerlo en ebook. Pero, la verdad, es una edición tan hermosa que merece la pena tenerlo entre las manos.

Sólo deseo, como coautora, que disfrutéis tanto leyéndolo como Eudald  y yo lo hemos hecho al escribirlo. Puedo decir que desde que colgué aquella llamada, un domingo invernal, a la hora de la siesta,hasta hoy, con «Atapuerca : 40 años inmersos en el pasado» ya en mis manos, no he dejado de aprender ni un sólo día.

UN ÁLBUM PARA EL RECUERDO

Y FIN….