‘Cuchillos en el aire’ en la reunión del Tratado que rige la Antártida


Christopher Michel via Flickr under CC BY 2.0

España ha logrado que sus propuestas sobre el impacto del turismo y la coordinación científica se aprobaran en una cita marcada por la guerra y los recelos en aumento de China

ROSA M. TRISTÁN

La Antártica ya no es inmune a las tensiones políticas y a las guerras, sean frías o calientes y así ha quedado de manifiesto en la 44ª Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA) que esta semana ha tenido lugar en Berlín. Mientras hablaba el delegado ruso, 25 delegaciones de otros tantos países abandonaron la sala. El representante de Ucrania, por su parte, recordaba que la ciencia polar antártica se ha quedado desmantelada a causa de la invasión ordenada por Vladimir Putin, cuando no destruidos sus centros de investigación. “¿Cómo vamos a hacer ciencia ahora – se preguntaba- si ni siquiera puede tener el puerto de Odesa para el nuevo buque polar que acababa de adquirir?


Al final, no hubo suspensión de la reunión en el seno del Tratado, como si la hubo en el Consejo Ártico el pasado mes de abril, pero tampoco se ha conseguido introducir ninguna de las medidas más urgentes que se exigían desde algunas delegaciones y también desde la sociedad civil, representada con las ONG, dada las amenazas que se ciernen sobre el continente blanco. El éxito más rotundo es de dos propuestas del Comité Polar Español: una sobre coordinación científica y otra sobre los impactos del turismo antártico.


Jennifer Morgan, ex presidenta de Greenpeace y actual titular de la secretaría del Tratado Antártico, ya dijo en la conferencia inaugural que «lo que ocurre en la Antártida no se queda en la Antártida”, en referencia a como nos afecta a todos. Pero es que a la vez, lo que ocurre fuera de la Antártida la afecta en gran medida, en términos de impactos ambientales, y la casi paralización en las decisiones es hoy tan grande que los reunidos en la capital alemana ni siquiera han sido capaces de designar a los emblemáticos pingüinos emperador, los más grandes del planeta, como “especie especialmente protegida”, cuando ya se sabe que sus poblaciones están amenazadas por el cambio climático, como toda la fauna del continente de hielo.

De hecho, un estudio internacional publicado en Global Change Biology en agosto de 2021 augura que el 98% podrían desaparecer en sólo siete décadas si no se disminuyen drásticamente las emisiones contaminantes que generan el cambio climático. “El bloqueo vino de China, que dice que no es necesario, que falta ciencia”, señala Antonio Quesada, responsable del Comité Polar Español y máximo representante de la delegación española en el encuentro de Berlín.


La propuesta de protección fue presentada por el Reino Unido y contaba con el apoyo de muchos gobiernos occidentales a un plan de acción específico, pero China argumentó que hacía falta más investigación científica sobre las amenazas a las que se enfrenta esta especie polar. Es la misma postura que esgrime desde 2016, junto con Rusia, para bloquear las declaración de nuevas áreas protegidas en el Océano Austral, que hoy está amenazadas por el aumento del deshielo y el impacto en especies como el krill, base de la cadena trófica, es decir, de la alimentación de la vida polar.


Como observadora del Tratado, la organización ASOC (Antarctic and Southern Ocean Coalition) mostraba al término del encuentro su perplejidad porque esta iniciativa fuera rechazada. “Todos los países que son Partes del Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid tienen obligaciones de proteger a las especies antárticas. Esta designación habría sido una medida lógica para mitigar las amenazas que pesan sobre una especie majestuosa y muy querida por gente de todo el mundo”, afirmaba su directora ejecutiva Claire Christian.

Desde días antes, ASOC y otras organizaciones habían apostado fuerte porque esta medida de protección saliera adelante. Ricardo Roura, presente en las reuniones de Berlín, nos declaraba: “Nos hemos movilizado ante la Puerta de Brademburgo por la protección del pingüino emperador, que es el único que anida sobre el hielo marino para conseguir la máxima protección posible, que puede poner límites a la visitas turísticas a sus colonias”, explicaba. De momento, el ‘emperador’ deberá esperar.


Otra de las esperanzas estaban puestas en que se adoptara un plan completo de respuesta al cambio climático, dado que ya hay pruebas científicas incuestionables de que la Antártida se halla en la primera línea de fuego de la crisis climática. Cada vez son más frecuentes las noticias sobre olas de calor, con subidas de temperaturas de hasta 40º C sobre las habituales –incluso se ha llegado a un registro de 18º C-, desplomes de plataformas de hielo marino que contenían hasta ahoar la salida de grandes masas de hielo interior glaciar y, este mismo año, récords de mínimos de ese mismo hielo marino invernal, tan fundamental para mantener el frágil equilibrio en esa zona del globo.


El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) —una evaluación de vanguardia sobre el cambio climático realizada por cientos de científicos de todo el mundo— ya ha lanzado un funesto mensaje de advertencia sobre los riesgos para todo el planeta derivados de no actuar con determinación frente al derretimiento de los polos. No sólo por el aumento del nivel del océano global y el daño la biodiversidad de esas zonas únicas, sino porque cambia las corrientes oceánicas que ‘diseñan’ el clima terrestre.

Esta misma semana, en un evento en el Instituto Francés, el director del Instituto Polar Francés, Jerome Chappellaz, recordaba que realmente no sabemos qué va a pasar cuando lancemos más CO2 a la atmósfera. Hay mucha incertidumbre. “Gran cantidad de energía acumulada en la Tierra, que hemos añadido como CO2, está almacenada en el océano en un 90% porque la absorbe, y el 70% está en el Océano Austral. Pero no tenemos idea de cuánto más de si seguirá ahí en el futuro, si dejará de captarlo o si comenzará a emitir ese CO2. Nos faltan respuestas -reconocía – y es una dinámica climática monstruosa, como un petrolero que entra en un puerto a toda velocidad. Cuantos más esperemos para frenar, con más fuerza chocará. No hay que esperar a más trabajos científicos para tomar medidas, ni esperar al final de la guerra de Ucrania. Pero todos los políticos siguen hablando de crecimiento, cuando hacerlo de otro indicador: el estado del planeta”.


“Lo importante es mantenerse por debajo de una subida de 1,5 grados. En las cumbres del clima, los gobiernos se comprometen a hacer cambios y hay empresas ya comienzan a cambiar, pero también debemos hacerlo con nuestros hábitos. Debemos reducir al máximo el cambio climático”, señalaba, por su parte, la investigadora polar Carlota Escutia, representante de España en el comité científico antártico SCAR en temas de evolución del cambio climático.


Ambos saben de lo que hablan. Chapellaz lleva muchos años taladrando el hielo antártico para obtener ‘testigos de hielo’ que nos hablan de lo que ocurrió hasta hace 800.000 años y Escutia recoge sedimentos en el fondo oceánico, retrocediendo muchos millones de años en el pasado, que nos da pistas de lo que puede pasar. Los trabajos de su equipo han permitido averiguar que hace entre tres y cuatro millones de años con una contaminación de unos 400 ppm (partes por millón de CO2) similar a la que tenemos hoy (en realidad, tenemos 414 ppm) en la Antártida había hielo, pero mucha más vegetación. «Era como hoy el sur de Chile», señala Escutia. El nivel del mar aumentó hasta 20 metros en todo el planeta. ¿Cuántos miles de millones de personas verían sus hogares y tierras submarinas si esto acontece? “Si se cumpliera el Acuerdo de París, a finales de este siglo tendríamos medio metro más de agua, aquí, en nuestra costa, pero si no se cumple podrá ser hasta un metro”, alertaba la científica.


Sin embargo, pese a estas y otras muchas alarmas, el Tratado Antártico no avanza. Todas las decisiones se toman en su seno por un consenso que cada vez es más difícil y también hay cada vez más voces que hablan de crisis. No sólo por la actual guerra. Es verdad que el conflicto ha hundido a la ciencia ucraniana –de hecho, sus científicos están saliendo a otros países a trabajar, incluido España, donde habría ya cerca de un centenar- y que si se ha frenado la inclusión de Canadá como miembro consultivo del Tratado, el veto de Rusia y China tiene mucho que ver, pero lo más grave, según los asistentes a estos días de cumbre polar, es que se han paralizado los posibles avances relacionados con el cambio climático, retrasándose una resolución oficial para un plan concreto de respuesta. Es como una vuelta a la situación en 2016, cuando debería caminarse hacia el 2030…


La clave estaría en el papel de China, protagonista indiscutible de los últimos desencuentros, más preocupante que Rusia. “Sus posiciones de bloqueo a posibles avances desde 2019 son una culpa compartida –reconoce Quesada- porque hasta ahora hemos aplicado el ‘rodillo occidental’ con nuestra forma de hacer ciencia, desde nuestra óptica, cuando hay otros modos, con un control más gubernamental, como es el caso chino; ahora es una potencia y ya no se calla, no acepta que se la ningunee en estos foros, así que al final el resultado es que no se avanza”.


En similares términos habla Jerome Chappellaz, consciente de que China está en vías de establecer un nuevo orden mundial y, en pleno siglo XXI, ya no sigue las órdenes ni de Europa ni de Estados Unidos: “Es inquietante, porque se oponen a menudo en detalles, pero eso indica una posición de principios, un pulso con el que quieren demostrar que China decide; y la realidad es que si una sola nación no quiere aprobar algo, no avanzamos en las reuniones del Tratado, así que habrá que sentarse con China en las negociaciones y reconocer que la situación está cambiando, que tiene peso en el nuevo orden mundial, y habrá que llevarles hacia una postura que vaya más allá de sus intereses nacionales porque hay que trabajar juntos”, declaraba el científico y responsable polar francés.


DOS APORTACIONES FUNDAMENTALES DE ESPAÑA


Lo más importante que se ha logrado en la reunión anual en Berlín, casi lo único, están dos avances que se deben a la propuestas de España, una en materia de coordinación científica y otra sobre el turismo. Gracias a la primera, desde ahora los trabajos científicos en el continente se coordinarán mejor que hasta ahora, gracias a un sistema de intercambio de estos trabajos entre países que permita sistematizar mejor la información. “Se trata de saber mejor qué queremos investigar cada país y qué información interesa de cara al futuro”, señala Quesada.


La otra gran propuesta de la delegación española, un éxito total apoyado por 22 países, es la de investigar cómo el turismo antártico está impactando en el continente, analizar los impactos acumulativos. Recordemos que en la temporada estival de 2019-2020 fueron 74.400 turistas (concentrados en pocos meses y zonas), cifras que cayeron por el COVID-19 y que ya han empezado a remontarse, esperando que se alcancen los 106.000 en la temporada 2022-2023 según la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IAATO, por sus siglas en inglés). Como explica el representante español, “desde ahora los países, por una resolución del Tratado, tendrán que monitorizar cómo están impactando estas visitas en las zona cercanas a sus bases científicas, algo de lo que hay información, pero no suficiente”.


Esta decisión, que fue cofirmada por Estados Unidos, se basa en artículos científicos publicados por el equipo del investigador Javier Benayas, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, sobre turismo antártico. Según Benayas “nos faltan datos de los impactos reales y si no se conocen, no se puede hacer una gestión turística adecuada, adaptada a cada lugar”. Tiene muy presente lo ocurrido en la pequeña Isla Barrientos, un lugar cercano a la isla Rey Jorge, muy visitado por su espectacular belleza. Allí, los visitantes acabaron creando senderos muy impactantes para la fauna que hubo que acabar cerrando después de que analizaran a fondo los daños. De cara al futuro, el proyecto con su equipo es aplicar lo que denomina ‘gestión adaptativa’ a seis lugares cercanos a la dos bases españolas, con apoyo de financiación española y holandesa.


La resolución sobre el turismo también se opone a ciertos tipos de infraestructuras turísticas permanentes, dado que sigue siendo un continente dedicado a la ciencia, aunque sea visitable.


Pero de momento, otros asuntos tan fundamentales como urgentes, tendrán que esperar a más adelante. En el aire sigue la decisión sobre la protección del Océano Austral en la sensible área del Mar de Weddell, pero también en la Península Antártica y un área de la zona oriental del continente. En total, cuatro millones de kilómetros cuadrados que dependen de que la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos (CCAMLR, en inglés) logre algún día solventar el veto de China y Rusia. Con ‘los cuchillos en el aire’, metafóricamente hablando, de momento parece más imposible que el fracaso con los pingüinos empererador…. La 37º reunión (presencial) de CCAMLAR tendrá lugar en octubre en Australia y no pinta bién.


Y mientras tanto, los hielos antárticos, como los árticos, siguen su camino de deshielo…