
Una investigación revela el sistema de ‘ciencia del paracaídas’ que aún practican investigadores de fósiles que van a trabajar a países del Sur Global
ROSA M. TRISTÁN
Desde tiempos históricos, expediciones científicas, europeas primero y después también norteamericanas, han viajado a países del hemisferio sur en busca de especímenes y fósiles para su estudio y análisis. Su papel fue fundamental para el avance de la ciencia. Ahora, una investigación revela que un ‘colonialismo científico’, que se expandió durante el siglo XIX y XX, sigue muy vivo en pleno siglo XXI. Así lo revela, en la revista Nature Ecology & Evolution, un grupo de científicos de ambos hemisferios. Según sus resultados, en los últimos 30 años, el 97% de los datos sobre fósiles han sido aportados por originarios de países ricos (Estados Unidos y Europa Occidental, fundamentalmente) y “con poca o ninguna colaboración en el país” donde estaba el material. Aseguran que los legados coloniales y los factores socioeconómicos asociados no sólo han sesgado en el pasado la investigación paleontológica, sino que lo siguen haciendo.
Los autores, que proceden de Alemania, India, Brasil, Sudáfrica o Reino Unido, llaman ‘ciencia del paracaídas‘ a aquella en la que los extranjeros llegan al sur como caídos del cielo, a menudo sin interactuar con las comunidades locales, lo que hace que haya “un sesgo de muestreo, con impactos potenciales en las estimaciones de la biodiversidad pasada”. Nussaïbah Raja, Emma Dunne y otros miembros del equipo, tras analizar lo ocurrido en estas tres décadas gracias a la base de datos Paleobiology Database, advierten de que “los análisis globales pueden enmascarar prácticas de investigación colonialistas dentro del país”.
Por países, señalan que EEUU y Europa Occidental son los que más invierten en investigación, por lo que es lógico que tengan más presencia. De hecho, el 50% de los datos sobre fósiles los aporta el primero, que tiene tantos trabajos dentro de sus fronteras como fuera. Le siguen Alemania, Reino Unido y Francia, cada uno con un 10% del total, pero en estos casos lo llamativo es que publican más cantidad de fósiles no europeos que europeos: hacen más fuera de sus países que dentro y, además, casi la mitad de esa investigación que hicieron en el extranjero no involucró a ningún científico local (es ciencia de paracaídas al 100%).
También destacan el llamativo el caso de Suiza (el 86% de las investigaciones paleontológicas suizas las hacen fuera de sus fronteras) y que en países con territorios de ultramar, como Dinamarca en el caso de Groenlandia o Francia en el caso de la Polinesia Francesa, la población local figure rara vez en un trabajo. No digamos ya alguien de la población indígena…

En el otro lado de la balanza, estarían los países cuyos científicos trabajan, sobre todo, con fósiles de su territorio, como China (el 75% es nacional), Argentina (66%) y Japón (50%). La razón, explican, es que son ‘centros regionales de conocimiento paleontológico’ y se ha impulsado su estudio, con yacimientos como los de Lagerstätten , de fama mundial, o en el caso de Argentina con sus yacimientos espectaculares de dinosaurios. Además, tienen leyes que impiden sacar fósiles de estos países.
Los ‘paracaidistas’ de la ciencia en África
Muy llamativo es el caso de África, el continente por excelencia de la ‘ciencia del paracaídas’ . Casi todo el conocimiento desde 1990 sobre los fósiles africanos se ha producido fuera del continente, especialmente ligado a sus ex potencias coloniales: un 25% de todas las investigaciones en Marruecos, Túnez y Argelia las hicieron franceses, el 17% de los fósiles tanzanos los estudiaron alemanes y el 10% de investigación paletontológica en Sudáfrica o Egipto es obra de británicos.
En todo caso, Europa occidental no se limita a investigar en antiguas colonias, siguiendo la tendencia extractiva de los siglos anteriores, sino que se extiende por el mundo entero y el suyo es un modelo que ya comienzan a seguir nuevos actores. China, por ejemplo, ya ¡ ha puesto el foco en los fósiles en ámbar de Myanmar, trabajos que los chinos hacen sin ninguna colaboración local.
Precisamente Myanmar, pero también República Dominicana, Marruecos, Mongolia y Kazajistán son algunos de los países preferidos para los investigadores extranjeros, y por tanto, los más proclives al colonialismo científico. Si en el caso de Myanmar y República Dominicana el imán es el ámbar, que ya es comercial, en el desierto de Marruecos, Mongolia y Kazajistán, los atraen los espectaculares fósiles de vertebrados . Los autores explican que los vertebrados consiguen más fácilmente financiación para proyectos y, además, en esos casos hay desde hace décadas un tremendo tráfico de fósiles .
En definitiva, los autores denuncian que “la dinámica del poder observadas actualmente en la disciplina siguen siendo análoga a la que existió durante la era del saqueo colonial”. Es decir, que la Paleontología moderna se basa aún «en un sistema de explotación propio de la colonización” y que, si bien es verdad, que se están creando ‘centros regionales’ importantes (China, Brasil, Argentina…), en ellos se siguen las directrices científicas del Norte global y se discrimina a lo local. Leyes como las de China, Argentina, Brasil o Tanzania, que impiden sacar los fósiles, si que potencian los trabajos de sus investigadores nacionales, pero no existen en todos los lugares.
Otro factor discriminador, apuntan, es el hecho de que el inglés sea el rey de la ciencia: el 92% de las publicaciones registradas en la base de datos entre 1990 y 2020 son en ese idioma, seguido de chino, alemán, alemán, francés y español. Y detectan que, incluso donde figuran como coautores algunos científicos locales y nacionales de donde se extraen los fósiles, éstos no ocupan prácticamente nunca el puesto de ‘autores principales’, estando siempre “en una posición de subordinación”.
En sus conclusiones, recuerdan que lo que pasa en Paleontología también se ha detectado en otras áreas de la ciencia, como la genómica, las ciencias marinas y la ecología. Dado que ya se llevan al menos 70 años haciendo excavaciones paleontológicas, parece que tiempo ha habido para crear profesionales, si se hubiera querido.
Para dar la vuelta a esta situación, los firmantes del artículo recomiendan más colaboraciones científicas basadas en el respeto y los intereses de la población local, en las que los extranjeros, antes de llegar a un país, se informen sobre si ya hay científicos locales trabajando el tema y, si es así, diseñen el proyecto conjuntamente. No basta, dicen, recurrir a ese tipo de asociaciones sólo para facilitarse los trámites burocráticos, como no basta formar a paleontólogos en el país si no es para que se conviertan en los líderes de sus proyectos nacionales. Además, recuerdan, científicos del norte también pueden aprender de sus pares del sur por sus experiencias y prácticas locales.
Financiar ciencia colaborativa con el Sur Global
En el caso de la UE, por ejemplo, critican que el Consejo Europeo de Investigación promueva la financiación de proyectos en los que los científicos de instituciones europeas son evaluados individualmente por sus resultados y no se tengan en cuenta otros factores, como la colaboración local. “Incluso en el caso de colaboraciones con investigadores locales, la difusión de los resultados generalmente ocurre en la “base de operaciones” de los investigadores principales, marginando a estos investigadores locales y sus contribuciones”, añaden.
Como fósiles hay en todo el mundo, consideran que la Paleontología es un campo “ideal” para financiarse de esa forma colaborativa. “En lugar de luchar por el individualismo o competir entre sí, los paleontólogos de diferentes países podrían unir sus recursos, experiencia y esfuerzos para explorar una miríada de preguntas de investigación que tienen importancia global”.
Desde luego, apuntan que es fundamental que los países del sur global inviertan en sus instituciones para recoger y organizar las colecciones de fósiles y datos localmente, demás de promover la formación de sus paleontólogos, pero ello, reconocen, requiere esa colaboración entre países que podría ayudar a garantizar apoyos para ello. También consideran que tienen solución los problemas de visados a los que se enfrentan científicos del Sur, así como una cultura editorial académica que se basa en publicar en revistas que están en el norte, en las que la ciencia local está poco o nada representada tanto por la barrera idiomática, como el bajo gasto en I+D y la ‘ciencia del paracaídas’.
El artículo acaba mencionando que “se requieren con urgencia cambios sistémicos generalizados para abordar desequilibrios de poder global en la disciplina de la Paleontología que han persistió durante más de dos siglos”. Y es algo que, dicen, deben hacer los investigadores para evitar este colonialismo, pero sobre todo está creen que en manos de los organismos que financian sus investigaciones, sociedades y revistas científicas “que deben garantizar que las prácticas de investigación poco éticas y explotadoras existentes estructuralmente integradas en la Paleontología se conviertan en una cosa del pasado”.
Como colofón, señalar que en el caso de España, los proyectos paleontológicos españoles que he visitado, como es el caso del que IDEA desarrolla en Olduvai (Tanzania), cuentan con un potente equipo local, y como codirector el tanzano Audax Mabulla. Es más, los propios españoles se enfrentaron al ‘colonialismo’ anglosajón en la zona, que hace años no veían con buenos ojos su presencia. Además, si bien hay numerosas colaboraciones de españoles con equipos extranjeros, son pocos los proyectos que nuestros investigadores realizan fuera, tanto por falta de fondos como porque la riqueza paleontológica española es mucha en nuestro territorio. A destacar, el trabajo de exploración que Eudald Carbonell y Bienvenido Navarro hicieron en Eritrea hace unos años.
También falta una reflexión profunda sobre la escasez de fondos para la investigación paleontológica en países del Sur Global, una investigación que, si bien tiene muchos ‘agujeros negros’, ha permitido averiguar tanto del pasado de la vida en la Tierra a lo largo de 200 años. Sin acceso a esos materiales, es posible que muchos de los materiales se hubieran perdido antes de ser puestos en valor.
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