Una investigación internacional revela cómo el comercio de especies salvajes afecta a la biodiversidad

Trampas de animales salvajes requisadas y expuestas a la entrada del Parque Nacional Hlane, en Swazilandia. @ROSA M. TRISTÁN
ROSA M. TRISTÁN
A la entrada del Parque Nacional de Hlane, en Swazilandia, una amalgama de alambres recibe a los visitantes. «Los tenemos aquí para que todo el mundo vea la terrible cantidad de caza furtiva, incluso en espacios protegidos», me contaba hace unos años uno de los guardas, en uno de los pocos lugares donde se pueden rinocerontes blancos, presas codiciadas para el comercio con especies salvajes. Hoy, el comercio de vida silvestre mueve entre los 4.000 y los 20.000 millones de dólares anuales y afecta a la mayoría de los principales grupos taxonómicos. Al menos 100 millones de ejemplares de plantas y animales son objeto de tráfico internacional, un comercio que afecta al 24% de las especies de vertebrados terrestres (es decir, 7.638 especies diferentes). Pese a este elevado volumen, y el daño en la biodiversidad global de este negocio, hay una gran falta de compresión global del impacto real que tiene estas ‘sustracciones‘ de vida, según revela un trabajo de compilación desarrollado por un equipo de investigadores, dirigido por el británico Oscar Morton (Universidad de Sheffield) que ha publicado en la Nature Ecology & Evolution, utilizando 31 estudios previos diferentes.
En sus conclusiones, destacan que la abundancia de especies disminuye en un 62% en los lugares del planeta donde se comercia con ellas, legal o ilegalmente, y que las especies en peligro de extinción sufren una disminución aún más pronunciada, el 81%, que las que no lo son. Los autores afirman que las medidas de protección actuales están fallando a las especies con las que compartimos la Tierra, estén en áreas protegidas, como Hlane, o no lo estén.
El análisis distingue entre las capturas a escala local, cuyo fin suele ser dar seguridad alimentaria y algunos ingresos a 150 millones de hogares en el mundo, y un comercio a escala nacional e internacional que se sale de ese pequeño ámbito y tiene que ver con el tráfico ilegal de mascotas, medicinas y carnes de lujo o de partes de animales de gran valor, sean cuernos de rinoceronte, orquídea, exóticas aves de Java o escamas de pangolín. «En todas las escalas, el comercio puede tener potencial para apoyar los medios de vida e incluso proteger a las especies de la extinción, pero un comercio sostenible, potencialmente tan lucrativo como los métodos insostenibles», señalan los autores. Por desgracia, como indican, se opta por un comercio intensivo.
A diferencia de otras investigaciones sobre este asunto, Morton y sus colegas (de Estados Unidos y Noruega) se centran en comparar poblaciones de lugares con tráfico y sin tráfico de especies. En total, analizan 506 taxones, de los que 452 son para mamíferos, 36 aves y 18 reptiles. Comprobaron que cuando en una zona se sacan las especies de gran tamaño proliferan otras de aves y ardillas, comercializadas con menos frecuencia; y también que los traficantes suelen ir a áreas cercanas a zonas inaccesibles por estar muy protegidas.
Esa mascota…. exótica
Un autobús en Petén, Guatemala. Un control de policía hace bajar a los viajeros. Inusitadamente, de bolsas y refajos comienzan a salir tucanes, guacamayos de mil colores… Si el comercio de carne de fauna salvaje (al margen de la subsistencia) provocó caídas de un 59,7% en las especies, el de mascotas llega al 73%. De «tremenda» califican en Nature la escala de este tráfico a nivel mundial (hasta 84 millones de pájaros cantores en Java) y sin embargo solo el 5% de los estudios que encontraron se centran en este asunto. Todo indica que falta mucho trabajo por hacer para saber el volumen real de esta amenaza, en relación con otras como la deforestación, la degradación de los hábitats o el exceso de caza.
También se fijan en el tráfico internacional, que se desvincula de las comunidades locales, y ven la gran amenaza que suponen los planes para coordinar la salida de la medicina tradicional china a través de la nueva Ruta de la Seda hacia Europa (vía Kazajistán), la llamada Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, que aumentará el comercio del país con el 62% de la población mundial y, con ello, el peligro para especies de valor medicinal, como el oso pardo (Ursus arctos) o el escaso leopardo de las nieves (Panthera uncia) . «La ampliación de redes comerciales sin una comprensión sólida de los impactos será desastrosa para la conservación, acelerando la extinción de especies», señalan los autores. Entre las que creen que corren un gran riesgo de desaparecer mencionan el mono araña Ateles belzebuth (99,9%) y el Ateles chamek (99,9%), así como el tapir de Baird (Tapirus bairdii).
Si bien el tráfico en áreas protegidas y reconocidas mundialmente fue menor que en las no protegidas (un 56% frente a un 71%), lo cierto es que destacan lo grave que es el problema en lugares que porcentaje. Y lo mismo pasa con la protección más local: no evita totalmente la caza o captura, que se prevé que empeorará cuanto más zonas urbanizadas y más rutas de acceso existan. En todo caso, y aunque apuestan por la necesidad de proteger mejor determinados territorios con fauna especialmente valorada para el comercio, recuerdan que hay que hacerlo «sin castigar injustamente» a los marginados económicamente, es decir, a pequeños agricultores que dependen de la carne de animales silvestres para obtener algunos ingresos y proteínas suplementarias. Por ello, apuntan que esa protección debe combinarse con programas de mejora de las habilidades o garantías de ingresos para la población local.
En todo caso, recuerdan que mientras no haya una respuesta globalmente coordinada y financiación para generar y sintetizar datos, así como promulgar prohibiciones comerciales específicas y una vigilancia adecuada, será muy difícil acabar con tan lucrativo negocio….
Y para muestra algún botón:
Sólo en África central cada año se cazan 400.000 pagolines. En Camerún ya están en extinción.
En el mismo continente, cada 26 minutos es asesinado un elefante según la organización IFAW.
En Asia, Indonesia sigue siendo un agujero negro: En enero pasado se han incautado 11.000 aves exóticas con destino a la isla de Java.
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