Apenas 20 horas en Punta Arenas (Chile, muy al sur) y ya estoy inmersa en la cultura del país. Y eso que llegar ha costado lo suyo. Un total de 26 horas, con tres vuelo (en medio, uno perdido) y cuatro aeropuertos. El primero, de Madrid a Lima, salió a medianoche del domingo. Fue largo y acompañado de unas turbulencias que, a cada rato, convertían el avión en una batidora. No eran fuertes, pero si suficientes para despertar al pasaje, entre otros a una inocente bebé que no paraba de llorar. Tras el paso por Perú, que duró un suspiro, aterricé en Santiago de Chile, con apenas 75 minutos para enlazar con el vuelo a Punta Arenas… (SIGUE LEYENDO)
Fantástica crónica, Rosa. Transmite y refleja el gran entusiasmo que le pones a lo que haces. Cuando llegues a tu destino y nos lo cuentes, vamos a flipar.
Me gustaMe gusta