ROSA M. TRISTÁN
La noticia me llegó este fin de semana. Por lo visto mi nombre y el de otros periodistas ambientales figuraba en el informe que el comisario Villarejo envió a Iberdrola. Ocurrió cuando trabajaba en la sección de Ciencia y Medio Ambiente de El Mundo y junto al mío está también el nombre de mi compañero Gustavo Catalán Deus. Y junto al de otros cuatro colegas que no menciono porque no tengo su consentimiento.
La cuestión es que, dentro de nuestro trabajo en medios de comunicación, se nos menciona porque dos sindicalistas de Iberdrola, de su comité de empresa, nos habrían pasado -según este delincuente que entonces era policía-, una auditoria en la que la se enumeraban un buen número de irregularidades a corregir, algunas relacionadas con gestión y control de riesgos, en su central nuclear de Cofrentes, como ha informado El Confidencial. Se dice en este informe que ambos sindicalistas, de CGT, se habrían reunido con periodistas (entre los que me encuentro) en unos encuentros ‘auspiciados’ por Carlos Bravo, que era el responsable de Nucleares en Greenpeace, y por Carles Arnal, que fue portavoz de Els Verds-Esquerra Ecologista del País Valencià, un partido que el mismo creó.
Sinceramente, de aquellas informaciones ya no me acuerdo (llevo ya 30 años escribiendo y entonces no todo se ‘colgaba’ en internet) pero lo que es incuestionable, visto en informe, es que durante un tiempo, que no se cuánto sería, hubo un personaje siniestro, salido de las más turbias ‘cloacas’ del Estado español que hizo un infame seguimiento de personas por encargo de empresas, controlando sus actividades y llamadas telefónicas. El documento indica también que éramos «periodistas muy significativos que habitualmente informan sesgadamente sobre temas ecológicos». El adjetivo ‘significativos’, pues mira, me lo tomaré como señal de que lo que contábamos allá por 2007 tenía su impacto. Y lo de ‘sesgadamente’, viniendo de tal Villarejo, casi hay que tomarlo como un halago, porque lo cierto es que la auditoría es real y que, seguramente, Iberdrola dió la callada por respuesta.
Lo que resulta inadmisible es que una gran empresa, como es esta compañía, contratara a tamaño mafioso para espiar a personas que ahora no sabemos hasta qué punto estuvimos bajo el punto de mira de Villarejo, saltándose las leyes y la Constitución ‘a la torera’¿Cuántas llamadas nos interceptó? ¿Hizo alguna acción más, además de ‘pinchar’ teléfonos? ¿Presionarían a alguno de los jefes en estos medios sin que llegáramos a saberlo? Las dudas, desde que lo he conocido, me rondan por la cabeza. Y otras muchas también: ¿pero qué seguridad tenemos en este país? ¿cómo es posible que los dirigentes de Iberdrola no se indignaran al conocer el contenido de estos informes, absolutamente antidemocráticos? ¿Cómo puede ser que se justifiquen diciendo que no sabían nada de los encargos porque era cosa del Departamento de Seguridad? ¿Es que pedían informes para ellos, sin compartirlos, dejándolos en un cajón?
A aquella ocasión en la que me llamó un ‘mandado’ de Jesús Gil para que dejara de escribir sobre obras ilegales de aquel personaje y otra en la que Jaime Peñafiel presionó para que no escribiera sobre las subvenciones que recibía la Duquesa de Alba del Ayuntamiento de Madrid para renovar sus calderas, ahora tengo que sumar esto como una más de las desagradables situaciones que algunos periodistas tienen que soportar.
Ha pasado tiempo, 13 años, y ya no estoy en El Mundo ni he escrito de Cofrentes (que por cierto está en Valencia) desde hace tiempo, aunque sigo empeñada en informar de medio ambiente, de los impactos sociales de nuestro comportamientos y de lo que nos cuenta la ciencia. La central nuclear sigue abierta y hoy mismo ha comenzado la recarga de combustible en su reactor. Son ya 34 años funcionando, y no sin fallos, como revelaba aquella auditoría.
Está claro que desde el punto de vista de Villarejo y sus secuaces soy ‘sesgadamente ecologista’ porque frente a quienes defienden lo nuclear como energía del futuro frente al cambio climático, no olvido nunca mencionar que sus residuos son indestructibles y que, aunque no lo fueran, que lo son, las centrales son carísimas en su construcción y mantenimiento, lo que deja fuera de juego a tres cuartas partes de la Humanidad. Y, por último, que es peligrosa porque sus accidentes son catástrofes planetarias (Fukusima, Chernóbil, ahí están) y el mundo anda muy revuelto como para tenerlo lleno de estas instalaciones. ¿O es que sólo las queremos en Europa y Norteamérica?
Además, estoy convencida de que si sólo hubiéramos escrito a favor de los intereses empresariales, no nos hubieran puesto ese adjetivo.
Y, por último, si defender nuestra Tierra de nosotros, no es ser objetivo, pues no lo soy. Para saberlo no hace falta espiar.
Sin estar de acuerdo con la valoración que haces de la energía nuclear, de los residuos y sus riesgos, desde luego que lo que te ha pasado es inadmisible y habría que investigar esas cloacas hasta sus últimas consecuencias.
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