ROSA M. TRISTÁN
Hace casi un cuarto de siglo (1995) que la paleoantropóloga Meave Leakey describió con unos pocos fósiles una especie de primate bípeda de la que quedan muchos misterios por descubrir: los Australopithecus anamensis, extraños ‘monos sureños del lago’. Desde entonces, algunos científicos han defendido que este primitivo ancestro, que vivió hace entre 4,2 y 3,8 millones de años en el este de África, había sido un ‘abuelo’ directo de la famosa ‘Lucy‘, la Australophitecus afarensis, que a su vez ha sido considerada la ‘abuela’ lejana de nuestro género humano.
Ahora, la revista Nature publica en dos artículos el hallazgo del cráneo más completo de un ‘A. anamensis‘, datado hace 3,8 millones de años y descubierto en Woranso-Mille, la reseca región de Afar (Etiopia) por un equipo de científicos entre los que figura un español.
El primer pedazo del cráneo fue encontrado en 2016 por un pastor afar. En un área de unos 30 m2 aparecieron más fragmentos, medio ocultos bajo una capa de excrementos de cabra acumulados durante muchos años. Estaban algo alejados del campamento que el proyecto norteamericano WORMILL tiene en la zona desde que se inició, allá por 2005.
Bautizado con el poco glamuroso nombre de MRD, el cráneo es espectacular. Los autores, dirigidos por Yohannes Haile-Selassie, afirman que es de un macho adulto y que proporciona nuevas ideas sobre los primeros Australopithecus y sus orígenes. Entre otras cuestiones, confirma que las especies de MRD y de ‘Lucy’ convivieron durante 100.000 años, por lo que la afarensis no puede ser descendiente lineal del primero, aunque quizás si tengan el mismo origen. «El árbol evolutivo cada vez se complica más y más porque vemos, con pocas piezas del puzzle, que hubo muchas especies de homininos que convivieron. Cráneos como éste son inusuales pero indican que el registro es dicontinuo y que siempre debemos estar dispuestos a cambiar paradigma», cuenta desde la Universidad de Berkely (California), y vía Skype, el geólogo Luis Gibert (Universidad de Barcelona), que es coautor de uno de los artículos.
Por tanto, MRD bien podría haberse paseado con otros Australopithecus por los alrededores del lago que existía donde fue encontrado, lago que tuvo entre 5 y 8 metros de profundidad, explica Gibert, y que estaba rodeado de bosque, si bien no lejos había praderas de arbustos por las que caminarían aquellos primates.
Gibert reconoce que le sorprendió mucho el método de trabajo de Haile-Selassie, Museo de Historia Natural de Cleveland) . «En los 15 años que lleva el proyecto Woranso-Mille ya han localizado 230 restos de diferentes homininos», explica Gibert y lo hacen con la técnica de ‘recolección’ en superficie. «El pastor afar encontró el maxilar y se lo llevó a Yohannes; luego fueron a ‘peinar’ el territorio en superficie, sin ninguna excavación. Allí, la erosión cada año deja al aire los materiales y luego se recogen. Yo mismo encontré un esqueleto de elefante fosilizado y no les interesó recogerlo porque hay tanto que sólo quieren los restos humanos. Tampoco hay espacio en el museo de Addis Abeba para todo», argumenta Gibert. Eso sí, aunque no los guardan, si que saben que en el entorno que recorría MRD habitaban al menos 24 especies de vertebrados. «En el fondo, es más productivo que centrarse en sólo 200 m2», apunta el geólogo.
Gibert, que lleva desde 2010 involucrado en el proyecto, participó en este trabajo en el estudio del contexto ambiental del cráneo. Al año siguiente del hallazgo, en 2017, hizo un primer intento de recogida de muestras en Woranso-Mille, pero la intensa lluvia les impidió acceder al área del yacimiento, así que tuvo que regresar el año pasado para recoger muestras de polen, de biomarcadores, de sedimentos….
De su análisis, se descubrió que MRD se encontró en lo que fue un delta que desembocaba en un lago salino. También que el bosque circundante le podía proporcionar hojas, frutos y huevos para alimentarse, aunque será el futuro estudio de los dientes lo que confirmará su dieta. Además, se sabe que aquel no era un lugar fácil para la vida. En el área se juntan tres placas tectónicas, por tanto, con muchos movimientos que hacen que los lagos aparezcan y desaparezcan en diferentes lugares, que coladas de lava rellenaran valles y metros de cenizas cubrieran el paisaje, obligando a migraciones de la fauna, incluidos los Australopithecus como MRD.
Gibert asegura que continuará en el Woranso-Mille, pero también tiene ya un pie científico en Kenia, a orillas del lago Baringo, donde hay restos de hace entre 2,2 y 3,5 millones de años y ya está trabajando también con un equipo de la Universidad e Michigan. «Comencé en Orce, con mi padre, e hice mi tesis sobre sedimentos lacustres. En ello sigo», apunta el científico desde el otro lado del océano.
«Parece que este cráneo se convertirá en otro icono célebre de la evolución humana», reconoce Fred Spoor, del Museo de Historia Natural de Londres, en un artículo adjunto de News & Views de la misma revista. Concluye que el descubrimiento «afectará sustancialmente nuestro pensamiento […] sobre el árbol genealógico evolutivo de los primeros homínidos». De momento, ya es otra pieza para el rompecabezas de nuestro pasado más remoto de las que pasarán a formar parte del álbum familiar.