ROSA M. TRISTÁN
Si. Lo reconozco. Tengo miedo a que este 28 de Abril este país se ponga ‘patas arriba’ y salga a la luz un resultado con el que los valores que deberían cimentar esta sociedad se desmoronen. Reconozco que lo tengo porque, ganen o no los que no creen en el cambio climático, ni en la justicia social, ni en la solidaridad internacional, ni siquiera en la evolución de las especies (porque está claro que se creen fruto de un ‘diseño inteligente’, que no lo debía ser tanto), se ha abierto un agujero negro del que, a día de hoy, sabemos menos que del Messier-87, aunque si le hemos visto la cara.
Ese temor surge porque he podido comprobar que seguimos sin darnos cuenta de lo que es parte fundamental de LO IMPORTANTE. Y esa parte fundamental, desde luego, pasa por entender que sin un medio ambiente sano, sin naturaleza, no vamos a ninguna parte, como los jóvenes (por fin impulsados por el discurso de la pequeña y grande Greta Thunberg) recuerdan cada viernes. Y esa parte importante pasa por comprender que en la Tierra no había fronteras hasta hace dos milenios de sus 4.700 millones de años en los que nuestro pequeño planeta llegó a ser lo que es y, ademas, a albergarnos. De hecho, no las hay para aquello que también es LO IMPORTANTE y que requiere soluciones urgentes: el expolio absoluto e inmisericorde (por usar un término cristiano) de aquellos territorios de donde salen voces que son acogidas con un «silencio» que algunos si escuchamos, el cambio climático galopante, la destrucción de la biodiversidad a fuerza de transformar lo que tardó millones de años en evolucionar (ríos con trasvases, costas con más ladrillos, animales salvajes asesinados,) o la porquería con la que mancillamos su belleza.
Durante esta campaña he pensado mucho en amigos como el qu’eqchí Bernardo, en la cárcel, condenado por defender un río indígena de las fauces de empresarios como Florentino Pérez; en mujeres y hombres que se juegan la vida en Centroamérica, en Colombia, en México defendiendo la Madre Tierra del ansia sin fin de ‘crecimiento sostenible’ al que, como decía la catedrática María Novo recientemente, le sobra el apellido. Si estamos en un planeta finito ¿Es de seres inteligentes pensar en crecer y crecer?
He esperado que se hablara algo de todos ellos en esta campaña, de la solidaridad internacional necesaria en sus luchas, de nuestra posición como país frente al expolio, pero o no se ha hablado o los medios no lo han recogido, que no se qué me da más pena. Si acaso, si se ha mencionado la inmigración, de madres, hijas, abuelas, padres, adolescentes… En defintiva, de personas trabajadoras la mayoría, que se han utilizado como arma arrojadiza a través de las vallas con concertinas, de los barcos ‘salvavidas’ varados en puertos. Qué vergüenza. Pocas referencias he escuchado al origen de esta huida hacia delante que es la inmigración, a esa parte de LO IMPORTANTE de la que sólo algunos candidatos se han hecho eco. Como pocas, como ya se ha dicho, hubo al medio ambiente, que no ha interesado a los principales candidatos lo suficiente para merecer una referencia clara y concisa en los debates y que, salvo en el caso de Cristina Narbona, enviaron a un debate sobre el tema ambiental organizado por Greenpeace (el único que yo sepa, al menos en Madrid) a personas, no de segunda, sino de cuarta fila o quinta, para soltar mensajes vacuos, incongruentes, algunos rayando la hipocresía.
Durante esta campaña también me han venido a la cabeza amigos más cercanos: la joven que reconoce que sufre acoso sexual en el trabajo y no lo denuncia para no perder el empleo, la mujer maltratada que aún ni sabe que lo es, el repartidor senegalés que trabaja en Amazon sin festivos, subiendo y bajando escaleras a destajo (sin fines de semana) y 10 horas diarias a sus 58 años y por 900 euros, la cuidadora que ha dejado su trabajo en una residencia de ancianos privada-concertada en Madrid porque no soportaba el maltrato a los ancianos (Clece, ACS, por cierto), el científico que aún sueña con volver a España con una plaza digna y la investigadora que ahora trabaja en una agencia de viajes; también la vecina anciana que este año se quedó sin calefacción porque la pensión no le llegaba. Y aún más cerca, mi padre, que se quedó tuerto en una operación de cataratas hecha mal y a toda prisa en una clínica privada concertada en la Comunidad de Madrid.
Hoy, me he despertado pensando en la gente que conozco que defiende los mismos valores que yo y que se escuda en el ‘ninguno me convence’ para no participar mañana. Por ello, ante un avance de los nostálgicos de políticas, no ya del franquismo, sino de hace 200 años -que no consigo entender en personas a las que se supone formación, inteligencia, empatía humana- me he sentido impelida a escribir este artículo para animaros a ir votar por aquello que creáis que represente a la vida en la Tierra que es nuestro hogar, por la justicia social que debiera ser la norma en las relaciones económicas entre unos y otros (individuos y estados), por la ‘solidaridad sostenible’ en este mundo global, imprescindible para un futuro humano compartido, por el multiculturalismo que conforma esta Humanidad, incluso desde hace muchas decenas de miles de años, antes de que evolucionáramos a ‘sapiens’ y, en definitiva, porque sin todo ello el agujero negro MS-97 nos absorberá y lo que hay al otro lado pinta muy oscuro.