Reflexión para : VOTAR POR LO IMPORTANTE


ROSA M. TRISTÁN

Si. Lo reconozco. Tengo miedo a que este 28 de Abril este país se ponga ‘patas arriba’ y salga a la luz un resultado con el que los valores que deberían cimentar esta sociedad se desmoronen. Reconozco que lo tengo porque, ganen o no los que no creen en el cambio climático, ni en la justicia social, ni en la solidaridad internacional, ni siquiera en la evolución de las especies (porque está claro que se creen fruto de un ‘diseño inteligente’, que no lo debía ser tanto), se ha abierto un agujero negro del que, a día de hoy, sabemos menos que del Messier-87, aunque si le hemos visto la cara.

Ese temor surge porque he podido comprobar que seguimos sin darnos cuenta de lo que es parte fundamental de LO IMPORTANTE. Y esa parte fundamental, desde luego, pasa por entender que sin un medio ambiente sano, sin naturaleza, no vamos a ninguna parte, como los jóvenes (por fin impulsados por el discurso de la pequeña y grande Greta Thunberg) recuerdan cada viernes. Y esa parte importante pasa por comprender que en la Tierra no había fronteras hasta hace dos milenios de sus 4.700 millones de años en los que nuestro pequeño planeta llegó a ser lo que es y, ademas, a albergarnos. De hecho, no las hay para aquello que también es LO IMPORTANTE y que requiere soluciones urgentes: el expolio absoluto e inmisericorde (por usar un término cristiano) de aquellos territorios de donde salen voces que son acogidas con un  «silencio» que algunos si escuchamos, el cambio climático galopante, la destrucción de la biodiversidad a fuerza de transformar lo que tardó millones de años en evolucionar (ríos con trasvases, costas con más ladrillos, animales salvajes asesinados,) o  la porquería con la que mancillamos su belleza.

Durante esta campaña he pensado mucho en amigos como el qu’eqchí Bernardo, en la cárcel, condenado por defender un río indígena de las fauces de empresarios como Florentino Pérez; en mujeres y hombres que se juegan la vida en Centroamérica, en Colombia, en México defendiendo la Madre Tierra del ansia sin fin de ‘crecimiento sostenible’ al que, como decía la catedrática María Novo recientemente, le sobra el apellido. Si estamos en un planeta finito ¿Es de seres inteligentes pensar en crecer y crecer?

He esperado que se hablara algo de todos ellos en esta campaña, de la solidaridad internacional necesaria en sus luchas, de nuestra posición como país frente al expolio, pero o no se ha hablado o los medios no lo han recogido, que no se qué me da más pena. Si acaso, si se ha mencionado la inmigración, de madres, hijas, abuelas, padres, adolescentes… En defintiva, de personas trabajadoras la mayoría, que se han utilizado como arma arrojadiza a través de las vallas con concertinas, de los barcos ‘salvavidas’ varados en puertos. Qué vergüenza. Pocas referencias he escuchado al origen de esta huida hacia delante que es la inmigración, a esa parte de LO IMPORTANTE de la que sólo algunos candidatos se han hecho eco. Como pocas, como ya se ha dicho, hubo al medio ambiente, que no ha interesado a los principales candidatos lo suficiente para merecer una referencia clara y concisa en los debates y que, salvo en el caso de Cristina Narbona, enviaron a un debate sobre el tema ambiental organizado por Greenpeace (el único que yo sepa, al menos en Madrid) a personas, no de segunda, sino de cuarta fila o quinta, para soltar mensajes vacuos, incongruentes, algunos rayando la hipocresía.

Durante esta campaña también me han venido a la cabeza amigos más cercanos: la joven que reconoce que sufre acoso sexual en el trabajo y no lo denuncia para no perder el empleo, la mujer maltratada que aún ni sabe que lo es, el repartidor senegalés que trabaja en Amazon sin festivos, subiendo y bajando escaleras a destajo (sin fines de semana) y 10 horas diarias a sus 58 años y por 900 euros, la cuidadora que ha dejado su trabajo en una residencia de ancianos privada-concertada en Madrid porque no soportaba el maltrato a los ancianos (Clece, ACS, por cierto), el científico que aún sueña con volver a España con una plaza digna y la investigadora que ahora trabaja en una agencia de viajes; también la vecina anciana que este año se quedó sin calefacción porque la pensión no le llegaba. Y aún más cerca, mi padre, que se quedó tuerto en una operación de cataratas hecha mal y a toda prisa en una clínica privada concertada en la Comunidad de Madrid.

Hoy, me he despertado pensando en la gente que  conozco que defiende los mismos valores que yo y que se escuda en el ‘ninguno me convence’ para no participar mañana. Por ello, ante un avance de los nostálgicos de políticas, no ya del franquismo, sino de hace 200 años -que no consigo entender en personas a las que se supone formación, inteligencia, empatía humana- me he sentido impelida a escribir este artículo para animaros a ir votar por aquello que creáis que represente a la vida en la Tierra que es nuestro hogar, por la justicia social que debiera ser la norma en las relaciones económicas entre unos y otros (individuos y estados), por la ‘solidaridad sostenible’ en este mundo global, imprescindible para un futuro humano compartido, por el multiculturalismo que conforma esta Humanidad, incluso desde hace muchas decenas de miles de años, antes de que evolucionáramos a ‘sapiens’ y, en definitiva, porque sin todo ello el agujero negro MS-97 nos absorberá y lo que hay al otro lado pinta muy oscuro.

 

 

Amazonía: NO TODO VALE


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Fernando Trujillo, en el Amazonas, con un delfín rosado.

ROSA M. TRISTÁN

No todo vale para salvar la Amazonía. Y, a la vez, la estamos perdiendo… poco a poco, ante la indiferencia general. Perdemos sus árboles, la biodiversidad de sus ríos, perdemos las gentes que la habitan y no quieren saber nada de nosotros, porque no les interesa nuestra forma de vida. Y ahí estamos, quietos. Sin mirar para no ver.

Yo el otro día me asomé a una ventana. Y descubrí el documental ‘Río Abajo’, de Mark Grieco, un cineasta independiente norteamericano que ya se hizo famoso con su película sobre el impacto de una minera canadiense en Colombia, ‘Marmato’. Ahora, de la mano del biólogo colombiano Fernando Trujillo, se adentraba en el dilema de si todo vale para salvar a una especie de la depredación humana. En concreto, el delfín rosado que habita los ríos amazónicos, el boto como le llaman en Brasil, y que hoy es carnaza para un pez carroñero, la dañina piracatinga, mota o blanquillo, según estemos en Brasil, Colombia o Bolivia. Unos 1.500 ejemplares de delfin rosado son muertos cada año porque para las comunidades que habitan a orillas del Amazonas, este hermoso mamífero es su herramienta para ‘pescar’ el pez omnívoro que les sacó de la miseria.

La UICN calculaba en diciembre pasado que los delfines rosados podrían desaparecer en tan solo 50 años porque cada década su población disminuye entre un 30% y un 50%, otra especie más en crisis por un sistema, hoy descontrolado, que nos lleva a la deriva.

Trujillo, que durante 30 años ha investigado la especie, ahora a través de su Fundación Omacha, quería acabar con las matanzas, pero…. ¿todo vale? En la Asociación de Amigos del Manatí (AMPA) en Brasil, por cierto patrocinada por la petrolera Petrobras, según se desprende del documental, no se hicieron la misma pregunta. Y contactaron con Richard Rassmusen, un famoso presentador a lo Frank de la Jungla (sin palabras), de programas sobre naturaleza (y con ocho demandas judiciales por delitos ambientales) que se comprometió a conseguir las imágenes de un asesinato de delfín rosado para que fuera prohibida la pesca de piracatinga en su país. «Basta de bla, bla , bla… Hay  que actuar», afirma en la película.

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Y Richard se fue a unas comunidades amazónicas y pagó a unos pescadores y les animó a matar a un ejemplar, una hembra embarazada de delfín rosafo, para poder grabarlo con su cámara. «¿Pero no lo publicarán, verdad?», le pidieron los comunitarios. Pero si. Lo publicaron. AMPA envió el vídeo al programa de televisión estrella del país y se aprobó una moratoria y las comunidades se quedaron sin una alternativa para seguir viviendo, acusados además por el resto de aldeas vecinas de ser los culpables de aquello,  amenazados por los intermediarios por haberse prestado a algo así. «Al pagar para grabarlo, en mi opinión traspasó la línea ética, aunque no lo hizo por su imagen porque hasta dos años después no se supo que él estaba detrás de aquel vídeo», recordaba hace unos días Trujillo durante el estreno de «Río abajo» en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Trujillo reconoce que el objetivo ambiental se consiguió, aunque aún se matan botos, pero recuerda también que en la Amazonía viven hoy 34 millones de seres humanos, de los que 3,5 millones son indígenas. Y no olvida que otras amenazas que disminuyen la pesca de otras especies, como son las grandes hidroeléctricas, la minería, los cultivos de soja. «El pescador amazónico jamás habría tenido interés en la mota, pero era lo que le pedía el mercado. Y aún lo siguió pidiendo en Colombia hasta hace dos años y aún se consume en Bolivia».

El biólogo descubrió, además, que esa especie carroñera, de la que se consumían en su país 1.300 toneladas al día, acumulaba índices de mercurio que estaban minando la salud humana en silencio. Aquella investigación también a él le supuso amenazas de muerte en la Amazonía, en países (Brasil y Colombia) donde casi cada día matan a un defensor o defensora de derechos. Muchos ambientales. Tuvieron que pasar dos años para que, en 2017, el Gobierno de José Manuel Santos aprobara una veda permanente para la mota que protegiera a su población y de paso a los delfines rosados.

Pero Fernando Trujillo sabe que son necesarias la alternativas, porque sin ellas no hay futuro para el Amazonas. Opciones que no están en esa pesca carroñera, pero tampoco en las minas, que vierten más de un kilo de mercurio por kilo de oro conseguido, ni en las hidroeléctricas, de las que hay 178 grandes en marcha y otras 270 en proyectos en la región. «¡Sólo dejarán tres ríos libres en el Amazonas! Sin migraciones tampoco habrá peces. Morirán en las turbinas mientras los amazónicos no verán esa electricidad», denunciaba en Madrid.

No, él defiende proyectos locales de acuicultura con especies nativas, cultivos orgánicos, incluso un turismo sostenible en el que la belleza sea el imán, pero cuidando que no genere destrucción. ¿Utopía estando en manos de dirigentes como Jair Bolsonaro o Iván Duque? Realmente, no son tiempos para el optimismo.

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Miembros de la FUNAI con los indígenas korobo no contactados, el pasado mes de marzo. FUNAI

Río más abajo, las cosas tampoco son mejor. En Brasil, los indígenas hoy sedentarizados en comunidades agrícolas, entran en tensión con los indígenas no contactados, cada vez más acosados por presencias que no quieren. Estos días, la Fundación Nacional del Indio ( Funai ) ha explicado que tuvo que salir de expedición para localizar a un grupo de aislados korubo que podían tener un conflicto con otros de étnia matis en el entorno del río Coari, afluente del Amazonas. Ya en 2014-2015 hubo guerra entre ambos y varios korubo, que no llevan armas de fuego, murieron en los enfrentamientos. Otros se quedaron con los matis a vivir, pero cuatro años después querían un reencuentro con los suyos. ¿Cómo hacerlo sin que resultaran de nuevo afectados?

Finalmente, la expedición de FUNAI salió desde el Río Ituí compuesta por 30 personas. El pasado 19 de marzo, encontraron en total a 34 korubo de tres familias, con dos embarazadas y tres bebés. Lo primero fue vacunarles, como marca el Programa Nacional de Inmunización para Indígenas, y luego propiciaron el encuentro. 

Pero si la FUNAI aún guarda como lema el no contacto que propició Sydney Possuelo, que por cierto me cuenta que sigue activo y al que espero reencontrar algún día, otros no tienen tantos reparos . Después de que Bolsonaro tomara el poder, decenas de hombres armados han asaltado aldeas en reservas indígenas, como la de de la tribu Uru-yo-wau-wau, animados por los discursos de su presidente, que recordemos está en el poder gracias al apoyo de las fortunas del agronegocio.

No, no todo vale. Con la Amazonía perdemos todos.

 

La sombra de un ‘agujero negro’, en un telescopio tan grande como la Tierra


  • La ciencia española, protagonista con un telescopio andaluz y tres algoritmos que permiten reconstruir la imagen
  • Sólo un 11% de los  participantes en este proyecto es mujer, ejemplo del camino que queda por recorrer

ROSA M. TRISTÁN

Necesitaban un telescopio tan grande como la misma Tierra. Los científicos sabían que solamente así podían intentar sacar la foto de la sombra de un agujero negro, que por otra parte es imposible de captar. Y 100 años después de que la privilegiada cabeza de Albert Einstein intuyera su existencia, los humanos, desde un pequeño planeta azul en una esquina de su galaxia, la Vía Láctea, llegaron hasta otra situada a  55 millones de años luz y sacaron la foto de su centro, donde se encuentra el agujero negro de la M87. Como un gran ojo, rodeado de un intenso halo de fuego, que son gases atraídos por la poderosa fuerza de gravedad, la imagen de este agujero supermasivo, hasta 6.5000 veces más que nuestra estrella el Sol, ha dado la vuelta al mundo en apenas unos segundos.

Para conseguirla, han sido necesarios años de trabajo de 200 científicos en todo el mundo, muchas horas de observación, y más de análisis y, sobre todo, aunar en uno solo ocho telescopios tan potentes como el ALMA de Chile con sus 66 antenas o el IRAM-30 del Observatorio Astronómico de Andalucía. De esas piezas surgió d el gran telescopio planetario (Telescopio Horizonte de Eventos, EHT) que la misión requería. Por ello, la presentación en sí de la imagen se preparó como un acontecimiento, al estilo de los grandes anuncios de la NASA, con conferencias de prensa simultáneas en varios países de tres continentes y con un emocionado comisario Europeo de Investigación, Ciencia e Innovación, Carlos Moedas, como maestro de ceremonias.

En Madrid, la sede del CSIC fue el lugar escogido para mostrar la histórica foto. Entre los científicos españoles participantes, cuatro hombres y una mujer. «En realidad, las mujeres sólo somos el 11% de todo el proyecto a nivel mundial, un número escaso», me comenta Rebecca Azulay,  de la Universidad de Valencia. Rebecca revelaba así otro ‘agujero negro’ científico, el que engulle a las mujeres en algunos campos de la ciencia. Ella fue una de las personas que pasó muchas horas de observación en los 10 días de 2017 que sirvieron para fotografiar al esquivo fenómeno astronómico y con su presencia en el acto ponía de manifiesto el largo camino que queda por recorrer a la científicas.

Rebecca Azulay, de la Universidad de Valencia.

Volviendo, a la foto, los científicos habían escogido la galaxia Messier 87(M87) porque, aún estando lejos, su agujero negro era grande y lo que ocurría a su alrededor se veía mucho más estable que en nuestra Vía Láctea. El EHT, en realidad, captó una película y no una foto fija, en la que se veía un anillo de luz con 42 microsegundos de arco, luz que era 10 veces menos hacia el centro, justo hacia el agujero negro, donde se produce la absorción de los gases. «Esa imagen concuerda con la Teoría de la Relatividad de Einsein», explicaba José Luis Gómez, investgador del CSIC (Instituto de Astrofísica de Andalucía) que no sólo ha desarrollado tres algoritmos para reconstruir las imágenes, sino que ha sido uno de los coordinadores el artículo científico publicado en Asfrophysical Journal Letters.

Pero tener la imagen del EHT no bastaba. Había que comprobar que era real. Y en ello, la participación española ha sido clave. Una de las cuestiones en las que España, con José Luis López, ha participado ha sido el desarrollo de unos algoritmos que permitieron reconstruir las imágenes de la sombra del agujero. Hasta  72.000 simulaciones han sido necesarias para comprobar que las cuatro ‘tomas’ del EHT en abril de 2017 eran lo que esperaban, porque cumplía además con las predicciones teóricas que se tenían.

Iván Martín-Vélez, del Instituto Geográfico Nacional, descataba que lo logrado era «como ver esta pelota de tenis desde la Luna o como ver el grosor de un cabello desde la Estación Espacial». De ahi la necesidad de ‘construir’ un telescopio gigante combinando ocho, algo que ha sido posible gracias a otros algoritmos que él desarrollo. «ALMA, con sus más de 50 antenas, equivale a un telescopio de 70 centímetros de diámetro», dijo. Pero también el granadino IRAM-30 ha tenido su papel.

Una vez conseguido este hito, los científicos ya miran más allá. No sólo quieren saber qué es ese chorro de eyección de material que sale del agujero negro, y quien sabe si saber qué hay y que ocurre dentro, sino que ha tienen hasta cinco agujeros negros tienen ya ‘en su radar’ para intentar sacarles la foto.

Para ello ya están pensando en incorporar un telescopio cercano al Polo Norte (en Groenlandia), porque en la Antártida ya lo tienen en la red (South Pole Telescope) y otros dos más: en Arizona y en los Alpes franceses (Noema). Incluso quieren colocar antenas del EHT en el espacio para multiplicar su nitidez. «No es la primera vez que se trabajaría con ellas. La agencia espacial rusa ya trabaja con el Telescopio Millimetron, que sería el más grande jamás puesto en el espacio y podría coordinarse con el EHT e menos de una década», comentó José Luis López. Con ello, la capacidad de observación se multiplicaría en varios grados.

Todo apunta a que se ha abierto una nueva etapa en el conocimiento del Universo en el que somos una pequeña pieza marcada por una leyes de la física que un visionario llamado Einstein supo ver cuando ni siquiera podía imaginar que algún día la foto de la sombra del agujero de una galaxia vecina daría la vuelta al mundo en cuestión de segundos.

 

 

El último kilómetro virgen de costa «violado» con 1.500 viviendas


 

Los monstruos de Gomendio en Punta Prima. Orihuela @RosaTristán

ROSA M. TRISTÁN

Un kilómetro.… Esto es todo lo que queda de costa virgen en Orihuela (Alicante). Se trata de Cala Mosca, un lugar pedrogoso y sin playa que permitía tomar un respiro y disfrutar de un pedazo de paisaje sin cemento, de alguna garza, de un paseo en bici junto al mar sin las sombras del ladrillazo… Pero pronto ese kilómetro será historia porque, inexplicablemente, el Consell Valenciano ha dado el visto bueno ambiental a la construcción de ¡¡1.500 viviendas nuevas!! en apenas esos 1.000 metros que pasarán de vírgenes a violados por obra y gracia del grupo constructor Gomendio.

En realidad, son un suma y sigue a las otras tantas torres que ha levantado el mismo grupo Gomendio, horrorosos edificios de hasta 11 plantas junto a Cala Mosca, en Punta Prima. Edificios que han dejado la costa sin sol y el interior sin brisa del mar, mamotretos de hormigón que he visto crecer como monstruos en el horizonte, al mismo tiempo que aumenta la mierda que flota en el agua (y no es metáfora, fijaros en la esquina izda de la foto, el pasado verano). Edificios que se publicitan en ruso porque rusos han sido los ‘nuevos ricos’ a captar, mientras las basuras que dejan se acumulan por doquier (sin reciclaje, por cierto, en muchas de las zonas). Edificios que superan lo recomendable en zona sísmica, como ya publiqué hace unos años,  porque allí se siguen produciendo terremotos un día si y otro también (casi todos menores, pero nunca se sabe).

Pero, dicen los técnicos de Ximo Puig (presidente del Consell de la Generalitat Valenciana) que no hay impacto ambiental  con estas 1.500 viviendas junto al mar y por ello en febrero dieron su dictamen ambiental favorable, como publico Alicante Plaza, para acabar con los 456.000 metros cuadrados bien hormigonados. El último kilómetro. 

Los edificios Gomendio desde Cala Ferris. @Rosa M. Tristán

Como no podía faltar cuando el PP anda cerca, también en este caso se hace presente la corrupción, porque resulta que esta finca era de uso público, pero en 2001 el señor ex alcalde de Orihuela, José Manuel Medina (PP), autorizó permutar unos terrenos que la constructora tenia en el interior del término municipal por estos costeros, mucho más suculentos, y encima por la mitad de su precio real (pagaron unos 30 euros por m2 cuando cinco años antes se valoraron en 60). Vamos, un chollo para Gomendio Construcciones, que por cierto es de la familia de Montserrat Gomendio, ex secretaria de Estado del mismo PP y esposa del inolvidable ex ministro del PP José Ignacio Wert. Y conviene recordar que esta corruptela con el último kilómetro fue denunciada ante la Fiscalía Anticorrupción por la oposición (Cambiemos Orihuela), fiscalía que en marzo de 2018 dijo apreciar «indicios de delito», aunque por desgracia habían prescrito….Prescrito si, pero indicio de delito también.

 

Zona Cala Mosca, el pasado verano. @Rosa M. Tristán

Con todo, no es poco sorprendente que el único impacto ambiental que encuentra la Generalitat Valencia en este ‘pelotazo’ en el último kilómetro, sea que la urbanización afecta a un caracol (Tudorella mauretanica) y una planta (jarilla cabeza de gato) detectados únicamente en tres de las parcelas de apenas 1.500 m2, como si tamaña cantidad de hormigón, aguas residuales, basuras y gentes no impactaran a los otros seres humanos (vecinos y ecologistas llevan mucho tiempo con protestas), ni a las aves que visitan la zona, ni a las aguas del mar donde acabarán los desperdicios de sus tazas de váter, ni a la acumulación de desperdicios que se acumularán (irremisiblemente) con, pongamos, unas 7.000 personas más habitando en ese lugar. Sin olvidar que como no hay playas en ese último kilómetro para ‘tanta gente’, estas 1.500 familias, sumadas a las otras miles de ‘viviendas GOMENDIO’ de la cercana Punta Prima tendrán que coger coches para moverse de un lado a otro, porque lo que les venden como primera linea de  playa es una farsa, pues no hay más playa que unas pequeñas calas rocosas e inaccesibles. Ah, y ahora en sombra desde media tarde.

Todo indica que para el Gobierno de Ximo Puig ese impacto no cuenta. Sólo tiene ojos para el caracol y el ojo de gato (que por otra parte se extiende por toda la zona pese a que nadie se ocupa de limpiarla), así que a los Gomendio no les importa no construir en uno de los terrenitos. A fin de cuentas les han ‘compensado’ dejándoles’tirar’ más hacia lo alto y aunque aún no han empezado las obras, ya tienen pista para despegar cuando quieran.

¿Adiós a un palmeral histórico?

Y si seguimos por la costa y pasamos la ‘frontera’ a Torrevieja… llegamos a otro paraje en vías de extinción. Se trata del palmeral de Cala Ferris, apenas a 500 metros de la Cala Mosca.. En la zona acaba de aprobarse una reserva marina, pero justo en tierra hay un palmeral único, y por desgracia privado, que se deteriora día a día. Resulta que sus propietarios tienen ganas de enladrillar también este paraje y como no les dejan han decidido no cuidarlo. ¿No suena a chantaje puro y duro? Y si así fuera, me pregunto: ¿No hay forma de que ese terreno, no muy grande, pase a ser público antes de firmar su defunción? Total, si rescatamos bancos y autopistas, seguro que este pequeño palmeral es una ganga. Porque es bochornoso ver cómo palmeras con más de 100 años enferman tras un vallado que, además de dificultar el acceso a la costa de los vecinos, ha colaborado en la destrucción de las dunas de la cala, por más que ahora se traten de regenerar desde el Ayuntamiento. A quien quiera saber más de quienes son estos dueños tan preocupados por sus ‘bienes naturales’, le animo a visitar la web de Ferris Hills.

Para colmo, esta empresa, que maneja el patrimonio de una familia murciana según su web, se ha querellado contra la plataforma conservacionista (todos vecinos de la zona) que ya en 2014 denunció que el muro de cemento ocupa parte de una vía pecuaria pública que no está deslindada. Se llama Plataforma Salvemos Lo Ferris y este año tuvo que convocar un crowdfunding porque tras varias manifestaciones junto a la valla, en las que pude ver a decenas de vecinos, les impusieron una fianza tan desorbitada que no podían pagarla. Es algo que me suena a criminalización de una defensa ambiental. Curiosamente, la Justicia ha sido rápida frente a la denuncia de la empresa Ferris Hills, que les acusó de ‘injurias’ por lo dicho en estas manifestaciones, pero el expediente abierto contra su vallado en el municipio ahí está sin resolver.

Por desgracia, que sean Los Verdes quienes gobiernan en Torrevieja hasta ahora no ha servido de mucho en este caso. La valla sigue y las palmeras, que durante años me hicieron soñar que estaba en otro lugar, mueren. Y estando en Cala Ferris, si una levanta la vista hacia la derecha, los monstruos de Gomendio, en la vecina Orihuela, amenazan con engullirme.

Y así acaba la historia del último kilómetro virgen, que pronto será historia.

(Aprovecho para recomendar leer sobre otro ‘pelotazo’ urbanístico, en este caso en la maravillosa playa de El Cotillo de Fuerteventura, por Sofía Menéndez)

No tenemos remedio.