ROSA M. TRISTÁN
A lo lejos algo blanco que flota. ¿Una gaviota? Estamos a más de 30 millas de la costa, unos 50 kilómetros, con Verballenas.com a la búsqueda de cetáceos. A medida que nos acercamos el ‘objeto no identificado’ toma una la forma de bolsa. Si, es una bolsa de plástico blanca, una de las 5 billones que cada año es producen en el mundo, según la ONU.Al poco rato, una botella de plástico (de las de agua). Más allá, restos de una red plástica y naranja. Aún se está recogiendo cuando aparece por estribor una caja de poliespán (plástico). Esto es alta mar y si una se queda mirando fijamente el agua desde proa, se ven pasar pequeños trozos de plástico de diversos colores. Entre todos ellos, de cuando en cuando la cabeza de un pez luna o una medusa, que para desgracia de sus depredadores se asemejan al plástico, pero no lo son.
«El 70% de todo ello viene de la tierra, a través de los ríos, de playas, de vertederos de donde sale volando. Es una barbaridad y debemos ser conscientes de ello, de lo que estamos haciendo y podemos evitar consumiendo menos y reciclando más». El naturalista y cetólogo Gorka Ocio, responsable de VerBallenas.com, lleva ya 17 años recorriendo la plataforma continental frente a la costa vasca, un lugar donde el lecho marino cae a más de 2.000 metros a pocas millas de la costa, la zona perfecta para ver cetáceos. Él es testigo de cómo la epidemia va a más y ahora, con el lema «conocer, amar, proteger», el mensaje ambiental impregna unas salidas de avistamiento que ha convertido en un ‘máster’ acelerado de aprendizaje ambiental.
Periodista en El Mundo del País Vasco, un buen día decidió que lo que le gustaba era estar en ‘la mar’ y mostrar la belleza que se esconde bajo las aguas. Con el tiempo, se ha convertido en unas de las personas que más saben de cetáceos y aves marinas y entre abril y noviembre organiza salidas de ocho horas que son una auténtica inmersión en la zona de la llamada fosa de Capbreton, un inmenso cañón subacuático del Golfo de Vizcaya, con 150 kilómetros de longitud en el que se acumulan los peces, el krill y por tanto, los cetáceos. El resto del año, Gorka navega por otros mares a bordo de atuneros, como observador. La vida de puerto en puerto.
El día antes de la salida, que en este caso será desde Bermeo, Gorka siempre da una charla previa, que tiene lugar en el Museo Marítimo de Bilbao o en su pueblo, Santurtzi. Es la ocasión para descubrir la inmensa biodiversidad que oculta el Golfo de Vizcaya: ballenas picudas o de Cuvier, roncuales de hasta 24 metros, delfines comunes o mulares o listados, cachalotes, calderones, orcas, tiburones… «Sólo de ballenas tenemos más de 200 catalogadas y unas 20 con el nombre de quien la vio por primera vez», explica. Todos los cetáceos, añade, llevan consigo su DNI: señales de peleas, de mordeduras, de accidentes con nasas y aparejos, etcétera, que quedan marcadas en su cuerpo y sus aletas. «Así las distinguimos y hemos sabido, por ejemplo, que en sólo 15 días hay ejemplares que llegan hasta Galicia».
El día de la salida a las 8.30 ya estamos saliendo del puerto. Y lo primero que vemos es la plataforma ‘La Gaviota’, un gigantesco almacén de gas natural (2.681 millones de metros cúbicos (equivalente al consumo de Euskadi en 5 meses) que recuerda al funesto caso de Castor en el Mediterráneo. Al pasar junto a ella, un ‘revoltijo’ de aves (gaviotas, pardelas, paíños…) se están dando un festín. «Las pardelas capirotadas vienen desde Sudáfrica siguiendo a los cetáceos, así que a veces son una pista de por donde pueden andar…», va comentando Gorka mientras sus avistadores, en la torreta, escrutan el horizonte en busca de nuestro objetivo.
No tardamos en ver una manada de delfines. Son más de un centenar, «Por uno que ves arriba hay siete que no ves. A veces envían a algunos machos a la proa de los barcos para despistar mientras los demás se alejan con las crías para protegerlas. Otras veces se nos acercan porque el ‘rebufo’ del barco les ayuda a nadar. Los delfines listados son los más esquivos, no les gusta venir a la proa casi nunca. Los mulares son los que tienen la mandíbula inferior como si sonrieran, muy mala suerte la suya porque a veces por esa razón matan manadas enteras para coger a las crías y llevarlas a delfinarios a hacerles saltar. Algo que debiera estar prohibido», remacha el naturalista. En lo único que se equivoca es en lo de los ‘antipáticos’ listados que, para llevarle la contraria, nos ofrecen un espectáculo de saltos y piruetas a lo largo de la jornada». Los más esquivos resultan ser los mulares. En todo caso, viéndoles parece increíble que ahora sean considerados los ‘enemigos’ de la pesca, cuando siempre se les consideró aliados.
Algunos de los que se acercan son ejemplares pequeños. «Las crías de delfines y ballenas nacen por la cola, tan arrugados como nosotros y su madre no se separa de ellas hasta que saben valerse, aunque son tan traviesas como los niños y se les escapan . Una vez nos nació uno junto al barco. Fue espectacular». No termina de hablar cuando nos sobrevuela un poderoso alcatraz, aves que pueden alcanzar los dos metros de envergadura. Entra como una flecha en el mar a por su presa, gracias a una segunda membrana que tiene en los ojos que le permite ver dentro del agua.
Apenas sin darnos cuenta van pasando las horas. Todos buscando en el horizonte ese ‘resoplido’ que nos indique donde hay una ballena, resoplido que no es otra cosa que su respiración, bastante maloliente, asegura ‘el capitán cetólogo’. Al comienzo de la tarde, los avistadores nos indican donde tenemos varios ejemplares de ballenas ‘picudas’ de la especie ‘zifio de Cuvier’. «¡Atentos! ¡Nos acercamos!». En total son cinco: un macho y cuatro hembras. Este cetáceo, que se mueve por todos los mares del mundo, tiene el récord mundial de inmersión a pulmón: ¡2 horas y 17 minutos a casi 3.000 metros! Una barbaridad. Nosotros las vemos descansando, hasta que se sumergen de nuevo y no vuelven a dejarse ver.
De vuelta, un gran tiburón azul se asoma por la superficie. Para su desgracia es de los más cazados, si bien su protección en España acaba de ser reforzada. A ver si sirve para algo.
Inesperadamente una collalba gris de Groenlandia se posa en el barco. Está agotada y aún estamos muy lejos de la costa, así que el equipo de Gorka la recoge para recuperarla a la vuelta y que pueda sobrevivir.
«Cuidar lo que tenemos es fundamental, así que en Ver Ballenas intentamos ser consecuentes Por ejemplo: sabemos que contamina el combustible que usamos en las salidas, así que luego compensamos CO2 colaborando en la plantación de bosques autóctonos con la Fundación Lugargia.
Al llegar a Bermeo, los plásticos que se han recogido (imposible todos los vistos, claro) se depositan en su contenedor de reciclaje. «Es una barbaridad lo que estamos haciendo. Por ello es importante enseñar lo que tenemos, porque una vez que se conoce se aprecia y se intenta proteger».
La agotada collalba gris nos acompaña. Cuando esté recuperada seguirá su camino.