Daniel Lieberman: «Evolucionamos para correr cuatro horas al día»


 

Daniel Lieberman, haciendo un experimento en la Universidad de Harvard. @Havard University

ROSA M. TRISTÁN

«Es el epicentro del conocimiento sobre la evolución de la fisiología humana». Con estas palabras presentó, hace unos días, al profesor de la Universidad de Harvard Daniel E. Lieberman su colega y amigo, el arqueólogo español Manuel Dominguez-Rodrigo, del Instituto de Evolución en África. Fue la introducción a una fascinante conferencia sobre cómo nuestro cuerpo humano evolucionó para correr a lo largo de cientos de miles de años, hasta el punto de que somos capaces de correr de fondo más que un caballo.

El hecho de que en la actualidad el sedentarismo sea nuestra forma de vida no hace sino generar patologías que nuestros antepasados no padecieron, explicó Lieberman en el Museo Arqueológico Regional. Domínguez-Rodrigo, que co-dirige con Enrique Baquedano, director del museo el único yacimiento de un equipo europeo en Olduvai (Tanzania), reconocía que fue una de sus cobayas en sus experimentos. «Solamente desde la era industrial, el esqueleto humano se ha debilitado mucho y es algo que hay que tener en cuenta porque es cierto que vivimos más tiempo, pero con más enfermedades», aseguró el científico norteamericano.

Lieberman, cada día que ha pasado en Madrid, se ha levantado al amanecer para correr por el parque de El Retiro. Ya no puede no hacerlo cada día, señaló. El autor del artículo  ‘Born to run‘, que fue portada en ‘Nature’ en 2004,  comenzó a interesarse por esta capacidad humana y su relación con la salud a raíz de sus investigaciones sobre la evolución de nuestra cabeza y su relación con el sistema locomotor. «En los libros de medicina se habla muy poco de evolución humana cuando creo que estos estudios pueden utilizarse para mejorar nuestra salud», argumentó.

Con este afán, Lieberman viajó a México y a África, donde el español estudia a los primeros cazadores humanos de hace unos dos millones de años. Además, comenzó a diseñar infinidad de experimentos de biomecánica en su laboratorio de Harvard. En su charla en Alcalá de Henares, recordaba que ya hace 7 millones de años el homínido Sahelantrophus tchadensis (conocido como Toumai)  era bípedo; que hace 4,4 millones de años, también lo era el Ardipithecus ramidus; y que hace 3 millones de años,  el Australophitecus afarensis (‘Lucy’) ya caminaba bastante erguida. Aún así, ese caminar suponía un gran esfuerzo para estos primates, que aún no corrían, así que ¿por qué lo hacían?

«Unas hipótesis dicen que  así podían llevar más cosas en las manos, como herramientas, o coger más frutas de los árboles, pero es algo que hacen los chimpancés; mi hipótesis es que al final de Mioceno hubo un gran enfriamiento en la Tierra y eso les obligaba a ir más lejos a encontrar comida. Los chimpancés, al ir agachados, gastan más energía que los que van erguidos. Si un chimpancé gasta 165 calorías en 4 kms, un humano sólo consume 80, como hemos visto en algunos experimentos de laboratorio», señaló Lieberman. «Ya los primeros bípedos, como los Australipithecus eran capaces de andar de forma eficiente.

Otra cosa es el correr. En velocidad, evidentemente la especie es muy inferior a otras (Usain Bolt logra los 35,5 km/h y un guepardo los 112 kms/h) . Pero si comparamos con un chimpancé salimos ganando: este pariente no corre más de 100 metros hasta agotarse, mientras que un ‘sapiens’  puede correr entre 10-15 kms/día sin grandes problemas. Y los hay que corren 100. En esas carreras de fondo, asegura, somos grandes campeones, incluso por encima de perros o caballos: «Los cuadrúpedos trotan, pero corriendo en largas distancias no tiene nuestra resistencia». Y es que estamos llenos de adaptaciones para correr: tenemos las piernas cargadas de muelles que nos ayudan, tenemos grandes glúteos, el tamaño de las articulaciones y un sistema de termoregulación que tiene entre 5 y 10 millones de glándulas sudoríparas para eliminar el calor sudando. Son adaptaciones que tienen casi dos millones de años, que aparecen con la especie humana», aseguró.

Lieberman, en medio, con Manuel Domínguez-Rodrigo y la autora de la crónica.

Lieberman, aludiendo al trabajo de Manuel Domínguez-Rodrigo en Tanzania, mencionó que hace más de millón y medio de años, los Homo erectus o ergaster ya cazaban grandes animales en cooperación.  Y para eso tenían que correr mucho. «Cuando un cuadrúpedo galopa no puede jadear y se agota pronto. Aquellos primeros homínidos los hacían correr hasta que superaban su velocidad normal y gastaban más energía. Los acosaban hasta que desfallecían, y los cazaban. En el Kalahari, los san también utilizan esta técnica», mencionaba. De los Homo habilis, añadió, no hay pruebas de que fueran capaces de correr, dada la escasez de fósiles postcraneales que se han encontrado.

Tras múltiples experimentos, Lieberman ha concluido que aquellos primitivos cazadores/recolectores corrían una media de 4 horas al día, que es para lo que evolucinó nuestro organismo. Sin embargo, en la actualidad hacemos un 20% menos que aquellos ancestros africanos, y muchos ni eso, lo que supone que quemamos 400 calorías menos que para lo que fuimos deiseñados. «Este desajuste», afirmó, «genera cardiopatías, hipertensión síndrome metabólico, diabetes, osteoporosis, ansiedad, Alzheimer e incluso algunos cánceres, pero si hacemos 30 minutos de ejercicio, cinco días por semana, reducimos un 50% la media de padecer enfermedades porque hemos evolucionado para ser atletas de resistencia, no para que nos guste estar sentados».

Apuntó, no obstante, que igualmente importante es mantener una dieta que evite el sobrepeso, una vez comprobado que los que lo tienen mueren un 90% más pronto que los que no lo tienen.

Y como colofón, nos habló del calzado:  «Tiene ventajas, porque protege del terreno, pero también muchos costes, porque genera lesiones. El pie no evolucionó para estar calzado y por ello hay menos casos de pies planos en África, donde van más descalzos, que en EEUU, donde un tercio de las personas tienen este problema.

 

Vandana Shiva: «Con los transgénicos el hambre no se ha acabado»


ROSA M. TRISTÁN

La cola daba la vuelta a la calle, inmensa desde dos horas antes de que comenzara la conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ha pasado un año desde la última vez que escuché a la activista eco-feminista india Vandana Shiva y casi 10 desde mi segunda entrevista con ella. La primera no he podido localizarla. «La gente que hoy cultiva la tierra son hoy la mayoría de los hambrientos del mundo, se destruye sus tierras, se roban sus semillas. Y no es admisible». El 80% del público, ya en el Salón de Columnas, eran mujeres, dispuestas a no perderse a quien se ha convertido en el azote de los transgénicos, vilipendiada por unos y aclamada por muchos otros.  «En mi lengua, comida es ‘lo que nos sostiene’, pero ahora la comida ya no es lo que era». 

Vandana Shiva, con un shari naranja y morado, comenzó puntual y su último libro, ¿Quién alimenta realmente al mundo? (editorial Swing), ya estaba debajo del brazo de muchos asistentes. «Mi primer recuerdo quiero que sea para los 312 líderes asesinados en 2017 por defender el medio ambiente y para las mujeres que siguen defendiendo el agua, la tierra, frente a proyectos en los territorios que son masculinizados por la agroindustria y su trabajo asalariado», señaló nada más  comenzar la activista.

@RosaTristán

A continuación, haciendo un repaso a su propia historia, recordó cómo comenzó la batalla contra las semillas patentadas y modificadas genéticamente en 1994, hace casi 25 años, cuando una compañía de Estados Unido (WR Grace Corporation) patentó el árbol neem como algo propio, una patente que fue revocada en el año 2000 tras la denuncia de grupos relacionados con Shiva que demostraron que era un cultivo ancestral en el Himalaya. Poco después, en 1997, fue la empresa RiceTec, Inc., con sede en Texas, la que patentó el arroz indio basmati y Shiva inició otra batalla. «Hoy las empresas cambian de nombre. Monsanto se fusiona con Bayer, Singenta con ChemChina, pero todas siguen conectadas y en el mundo todo sigue igual», señaló.

La autora con Vandana Shiva.

Vandana Shiva siempre ha denunciado las consecuencias que tuvo la Revolución Verde en la India que, si bien duplicó las producción de alimentos, explica que «se basó en el consumo de petróleo, en grandes explotaciones agrícolas y en los fertilizantes y pesticidas». «Ahora, los campesinos indios se suicidan con esos mismos pesticidas porque contraen deudas que no pueden pagar y más por el cambio climático», mientras nos cuentan (Oxfam) que un 1% de los más ricos del mundo acabaran el 82% de la riqueza mundial generada en 2017 y la mitad de los más pobres no vio nada de ella».

En realidad, no hay más que darse una vuelta por el mundo en desarrollo (por Haití, Senegal, Guatemala, Mozambique o Perú, por poner ejemplos que conozco) para comprobar donde están los 815 millones de hambrientos que hay en el mundo, según datos de la FAO y cómo son las grandes empresas agro-industriales las que les expulsan de sus tierras o esquilman sus recursos naturales. «La industria agroquímica decía que  había que controlar las semillas para acabar con el hambre, pero eso no ha ocurrido. Lo que si ha pasado es que patentan inventos de semillas con el único cambio de un gen. Eso no es crear una semilla. Y además la gente no quería transgénicos, así que al final solo se han extendido en países donde se ha pagado a los gobiernos para legalizarlos porque son un gran lobby dedicado a vender tóxicos, veneno con el que algunos se matan y que no da el rendimiento prometido«. «Así que -añadía- vemos grandes desplazamiento de pequeños agricultores, mientras el 90% del grano se convierte en combustibles y piensos, y vemos también cómo se destruye el suelo y desaparece la biodiversidad».

Shiva mencionó el caso del arroz dorado, aprobado este mismo mes para el consumo humano en Australia y Nueva Zelanda  porque «puede salvar de la ceguera a millones de niños» al introducirle más vitamina A. «Esto es otro fraude porque patentan un producto que tiene 300 menos vitamina A que una sencilla zanahoria. ¿No será mejor darles esa zanahoria a los niños para evitar la ceguera? Y lo mismo pasa con el plátano. Quieren ponerle hierro con un gen de tamarindo , un árbol muy común en mi país» [añado otro caso similar: látanos con vitamina A que se investigaban como novedosos, con ayuda de 15 millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates, cuando resulta que eran plátanos rojos típicos de Micronesia. Muchas miles de pequeñas granjas habrían salido adelante con esa inversión].

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Otra cuestión que abordó la activista india en su conferencia fue cómo «grandes empresas como Monsanto conectan las crisis climáticas con el negocio de los seguros» . «Y ahora se habla de inteligencia artificial para alimentar al mundo. Empresas como Facebook tienen toda nuestra información y la utilizan para vendernos porquerías según nuestros gustos».

CAMBIO CLIMÁTICO

«Pero el cambio climático no es sólo por un aumento del CO2, lo que pasa es que la Tierra está enfadada con nosotros y así nos muestra su poder. Nos dice que cambiemos de paradigmas, que debemos conservar y negarnos a extinguirnos, que los paradigmas de la información y los datos son menos importantes que los paradigmas de la vida, que nos han comprado la mente diciendo que hay que ser eficientes, pero lo importante es la libertad que crece de abajo a arriba, la revolución de lo pequeño».

Ante un auditorio en silencio absoluto, Shiva insistió en que «el camino no es más dióxido de carbono y más huella ecológica para conseguir más desarrollo». «Ahora estoy ayudando al Gobierno de Bután para que su agricultura sea 100% ecológica, para proteger su naturaleza y llevar esa protección a las ciudades porque es posible».

Pero ¿cómo lograr que iniciativas, pequeñas como ésta, no se fragmenten? ¿es posible que se hagan grandes? «Si, uniéndonos. Necesitamos un cambio democrático en la Tierra, donde todo está interconectado. Hay que partir de que la vida no es ingeniería, y hay que resistir a cada intento de división, a la política del odio que nos hará la vida imposible. Y eso va más allá de la comunicación virtual de una sociedad vigilada…Democracia es un término vacío en un sistema en el que un 1% se opone a la descentralización económica. Democracia es el camino de abajo a arriba», repitió. «Y volver a la cultura de nuestros ancestros para aprender de ellos, al cultivo en la comunidad, como en los pueblos originarios».

 

 

El astronauta Scott Kelly: «Explorar nos ha hecho los humanos que hoy somos»


ROSA M. TRISTÁN

Una rueda de prensa con un astronauta en la que se le pregunta si ha visto  OVNIS o si dependía de la tecnología para sobrevivir en el espacio. Y Scott Kelly ha resistido estoicamente, aunque bien es cierto que en ciertos momentos, se notaba cierta sorna. «¿Me está preguntando usted si he visto OVNIS?». Kelly es el segundo ser humano que más tiempo ha estado de seguido en el espacio: 340 días (el ruso Valeri Poliakov estuvo 437); una experiencia que le ha marcado y que describe en el libro autobiográfico ‘Resistencia» (Debate) que ha venido a presentar a España. Es una obra conjunta con la escritora Margaret Lazarus Dean, aunque ella no figura en la portada, ni en la contraportada, ni en la versión inglesa ni en la española. Valga mi reconocimiento desde aquí.

Kelly recordaba cómo su afán por ir al espacio no llegó hasta los 18 años, tras leer «Elegidos para la gloria» de Tom Wolfe. No comentó si su hermano gemelo, Mark E. Kelly, también astronauta, leyó la misma historia. Se sabe que no fue buen estudiante y que le tocó nacer en una familia con un padre maltratador y alcohólico. Dice mucho de su fortaleza personal que decidiera regresar a la Estación Espacial Internacional (ISS) en marzo de 2015, después de que tras una estancia anterior de 159 días (2007) sufriera un cáncer de próstata. Y es que la radiación es 30 veces mayor fuera de nuestra atmósfera, un riesgo que ya saben que deben asumir todos los que la abandonan. «Al principio, cuando me hicieron la propuesta me negué, pero luego me di cuenta de que quería más retos y que eso significaba ir más tiempo, así que acepté», reconocía Kelly. El objetivo de la misión era probar cómo resistía el cuerpo humano fuera de la Tierra en la que evolucionó a lo largo de millones de años, de cara a un futuro viaje a Marte. Así que al regreso se comparó su estado con el de su hermano Mark.

Poco ha contado Kelly de los cambios físicos que experimento tras casi un año sin gravedad y 5.440 vueltas a la Tierra. Si nos ha dicho que volvió con una modificación en el ADN, los telómeros más largos, que es como decir que volvío rejuvenecido. También algo más alto por la falta de gravedad, aunque pronto recuperó la suya con la gravedad. Nada nos ha hablado de sus dolores musculares, su poco volumen de sangre o su mala puntería. «Lo que más me preocupaba era la radiación y de hecho es el reto de cara a viajar a Marte: o vas muy rápido o te proteges mejor para sobrevivir», ha dicho. A nivel psicológico, ha asegurado que no detectó ningún cambio, aunque ya se intuye una personalidad fuerte, resiliente, con pocas concesiones al relajo de una sonrisa. De hecho, no ha habido ni una en la hora de rueda de prensa, pero si muchas interpelaciones porque no entendía las preguntas.

Evidentemente, una de ellas ha sido sobre la propuesta de Donald Trump de volver a la Luna. «Tenemos que volver para practicar antes de ir a Marte, pero Trump dice que vamos a regresar y luego recorta el dinero de la NASA o la deja sin administrador todo un año (seguimos sin tenerlo) así que no es una propuesta seria, es solo publicidad, no me lo tomo en serio».

Kelly ha repetido lo que otros muchos astronautas han compartido públicamente antes que él, empezando por Neil Armstrong: «Sentí más fuerte la relación con el medio ambiente, del precio que se pagará con el cambio climático. El planeta es hermoso y los que pasamos mucho tiempo fuera vemos que somos parte de un todo y hay que buscar soluciones conjuntas».

Como anécdota, reconoció que lo que más echó de menos durante tantos meses, al margen de la familia,  fue la sensación de ducharse y sentir el agua correr por el cuerpo,  pero también ver el sol y mojarse con la lluvia, incluso sentarse en una silla.

Yo le pregunté por su libro de cabecera en esa aventura espacial, «El legendario viaje de Shackleton» de Alfred Lansing: «Los astronautas tienen muchas características comunes con los exploradores: la curiosidad, la capacidad de manejar situaciones complejas, de lidiar con la soledad. Así ha sido en la exploración del siglo XIX y XX y será en la de Marte». «A Shackleton se le rompía todo y salía adelante, así que cuando estaba algo bajo de ánimo, abría el libro y me hacía sentir mejor. Me inspiraba su coraje. De hecho, «Resistencia» es un homenaje a Shackleton», ha explicado después de resumir la aventura antártica del ‘Endurance’ a comienzos del pasado siglo.

Kelly, que envío y compartió más de mil maravillosas fotos de la Tierra desde la ISS, comentó que en pocos años el turismo espacial organizado será una realidad con compañías como Space X o Virgin. «Igual en 100 años hay una aero-línea galáctica que va de Madrid a Nueva York en 20 minutos», aventuró.

Y respondió a otra pregunta inevitable: ¿por qué invertir en exploración espacial con los problemas que hay dentro del planeta? La respuesta fue la lógica-previsible: «Si el ser humano no fuera un explorador curioso no habría salido nunca de la selva porque es el afán con conocer lo que nos ha hecho ser lo que somos. Las civilizaciones que no viajaron, desaparecieron. Además, los programas de la NASA atraen a millones de niños a la ciencia. Y, por último, si tenemos un presupuesto de 19.000 millones pero gracias a él se desarrollan nuevas tecnologías útiles para todos. En total, he estado 50o días en la ISS y allí no había dinero, todo se gastó en la Tierra, en mejorar la sociedad».

Por cierto… ¿Y si le propusieran ir a Marte? «Sólo iría a Marte si está garantizado el viaje de vuelta».

 

 

 

 

 

 

 

Investigadores españoles convierten el aliento en un detector de salud


ROSA M. TRISTÁN

Descubrir nuevos biomarcadores que nos sirvan para diagnosticar de manera poco invasiva, precoz y precisa algunas enfermedades, constituye hoy uno de los retos de la ciencia para poder poner en marcha los tratamientos los primeros síntomas. Y conseguir que un simple soplo de aliento nos de esa información parecería imposible si no fuera porque es una tecnología que ya existe gracias a la investigación y el desarrollo realizado por la pionera empresa  Fossil Ion Technology, una iniciativa de tres jóvenes investigadores españoles que no se han rendido ante las dificultades el sistema científico nacional y están cosechando grandes éxitos en  todo el mundo.

Se trata de un potente sistema de análisis del aliento que es capaz de detectar en cada soplido, y en una décima de segundo, un espectro de más de 2.000 moléculas o especies químicas diferentes, que son las que hay en el aire que exhalamos en cada respiración. En realidad, consisten en la mezcla de las moléculas procedentes del metabolismo humano: de los alveolos de los pulmones, de las vías respiratorias y de las bacterias de la boca, entre otras. El dispositivo, bautizado como SUPER SESI, permite identificar si hay moléculas que se hallan sobre-expresadas en pacientes que tienen patologías concretas, revelando así  determinados estados biológicos.

Foto del equipo. En el centro, Guillermo Vidal de Miguel y Miriam Macía.

Se trata de una patente de Guillermo Vidal de Miguel, ingeniero aeronáutico y responsable del proyecto junto con Miriam Macía Santiago y Gabriel Jauma Gómez. Vidal de Miguel tiene ya 12 patentes en su haber y pese a su juventud ya ha estado investigando en la Universidad de Yale (EEUU), en Suiza y en Valladolid, antes de aterrizar en Málaga.

Para que los resultados obtenidos permitan a los científicos seguir ese rastro y concluir si la substancia o substancias encontradas son una llave para detectar una enfermedad, deben medir la composición del aliento del mayor número de pacientes posibles y así poder comparar los datos con los de personas sanas. Aunque prestigiosos prestigiosos hospitales en varios países, como  el Hospital Infantil de Zúrich, el Hospital Infantil de Basilea o el Instituto Nacional de Investigación del Tumor de Italia, ya están utilizando esta tecnología, el problema está en que sólo pueden acceder a los resultados estadísticos que ellos mismos generan.

Ahora, gracias  al apoyo económico de PROMALAGA, la empresa del Ayuntamiento de Málaga que promueve iniciativas tecnológica, y de la Asociación Española de la Industria de la Ciencia  (INEUSTAR), Fossil Ion Technology va a poder desarrollar una sofisticada herramienta para el procesamiento de los datos con potentes algoritmos del CERN,  la Organización Europea para la Investigación Nuclear. «Esta red permitirá acelerar el proceso de encontrar biomarcadores y que los pacientes y la sociedad en su conjunto se beneficien cuanto antes de estos avances», apunta Guillermo Vidal de Miguel.

Esta pequeña empresa innovadora es un ejemplo del potencial que tienen algunos jóvenes investigadores españoles. En este caso, unos que se fueron del país y han logrado retornar para poner en marcha su innovadoras iniciativas. Una prueba de su impacto internacional es la visita que, recientemente, realizó a su sede un grupo de científicos de la Ciudad de la Ciencia de Daejeon (Corea del Sur), entre los que se encontraban representantes de las más importantes universidades y centros de investigación coreanos, muy interesados por esta innovadora tecnología

La selva del Amazonas, en manos de ‘piratas’


ROSA M. TRISTÁN

Son muchas décadas las que se lleva alertando sobre la desaparición de la selva amazónica, de los efectos de esa tala indiscriminada sobre el resto del planeta, de la masiva extinción de especies aún por conocer que puede estar teniendo lugar sin siquiera ser conscientes de ello. A este lado del Atlántico casi nadie se ha enterado del brutal recorte presupuestario en Brasil para los organismos que defienden las tierras indígenas, cada vez más ante el ‘lobby’ ejercido por los terratenientes y la agro-industria que maneja al presidente Michel Temer; ni que en Colombia la llegada de la paz no ha frenado la deforestación; o que en Perú, los corruptos políticos de ese país no han impedido que en 2016 desaparecieron 1.600 kms cuadrados de bosque tropical, pese a que hay leyes que lo prohiben. Ese año fue un 5% más que en 2105 y un 7% más que en 2014, así que seguramente 2017 aún será peor cuando se conozcan los datos. Todo ello, en un planeta en el que solamente el 15%  de la cubierta forestal sigue intacta, según el pretigioso World Resources Institute.

Precisamente en este último país, Perú, en el que se indultan crímenes de lesa la Humanidad como los de Alberto Fujimori, la ONG Global Witness ha denunciado recientemente el mayor escándalo de los últimos tiempos por la implicación de empresas en exportaciones ilegales de madera amazónicagracias a  grabaciones encubiertas difundidas por esta organización. En estas grabaciones, las empresas reconocen que los documentos sobre la procedencia de la madera a menudo se falsifican, lo que da idea de lo organizado que está el negocio.

La denuncia de Global Witness se refiere en concreto al caso de un cargamento de madera transportada desde la Amazonía (Loreto) en el barco Yacu Kallpa a finales de 2015, tras un intento fallido de un fiscal peruano de decomisar parte de la carga. El barco fue posteriormente detenido  en México, cuando navegaba hacia los Estados Unidos. En última instancia, se encontró que más del 96% de la madera que iba a bordo era ilegal. El intento de decomiso – junto con el bloqueo del cargamento previo a su llegada a los Estados Unidos – convirtió al Yacu Kallpa en el escándalo maderero más grande conocido en Perú. De hecho, generó un gran interés mediático en el país y en los medios internacionales y, tras la reacción del sector empresarial de la madera, contribuyó a que se extendieran las protestas en dos de las ciudades madereras más importantes del país.

Entonces, los principales exportadores implicados en el Yacu Kallpa argumentaron en su defensa que la madera contaba con la documentación adecuada, pero en Perú, donde la corrupción en el gobierno regional está fuera de control, era sabido que tales documentos a menudo se falsifican y se usan para lavar madera extraída ilegalmente. Otra cosa es demostrarlo. Para obtener las pruebas, representantes de tres de las 11  empresas exportadoras – Adam Andrews de Corporación Industrial Forestal, William Castro de Inversiones WCA y Dante Zevallos de Sico Maderas – fueron grabados en secreto por miembros de Global Witness, unas declaraciones en las que todos admitieron que la falsificación es habitual. 

“Yo puedo buenamente saber que [la madera] no está viniendo de buena fuente, porque si todos compráramos todo lo que tiene que ser, nadie compra una tabla”, dijo Zevallos a Global Witness (con grabación oculta). “Entonces, sabiendo que probablemente la madera que estoy comprando tiene ese origen, no me preocupaba porque tenía [gesticula como si tuviera papeles en las manos]… Yo era un comprador de buena fe.” Al preguntarle si eso es lo que ocurrió con la embarcación del Yacu Kallpa detenido en México, Zevallos respondió: “Sí, con toda”.


Las grabaciones se han convertido así en evidencias cruciales para la investigación que ahora realiza la Fiscalía de Medio Ambiente del país, donde se esta investigando a más de 100 personas relacionadas con el buque ‘pirata’ Yacu Kallpa. 
Laura Furones, directora de la campaña de Perú de Global Witness, reconocía a este Laboratorio que estas grabaciones ponen en evidencia cómo el expolio de la selva amazónica queda camuflado de forma habitual bajo una falsa documentación, papeles que eran dados por buena por altos funcionarios del Gobierno peruano cuando el caso se conoció.

Pese a todo ello, esta madera ilegal detenida en México a principios de 2016 fue posteriormente liberada, según un artículo publicado por el medio de comunicación peruano OjoPúblico. En su informe, alegan que la decisión fue tomada por las autoridades mexicanas sin informar a los fiscales peruanos, y tras haber estado sometidas a presiones de los sectores empresariales de la madera del Perú y de México.

Global Witness ha documentado desde hace tiempo cómo el comercio de madera ilegal en el Perú está ligado a asesinatos, trabajos forzosos, evasión de impuestos, prostitución, violaciones de derechos humanos, tráfico de tierras, narcotráfico y hasta el crimen organizado. En definitiva, un negocio que promueve la corrupción generalizada, fomenta la invasión de tierras de pueblos indígenas y contribuye a la deforestación no sostenible y a la degradación de la cuenca de la Amazonía, una fuente importante de emisiones de carbono causante del cambio climático.

En otros países de la zona, la situación es similar, es decir nefasta. En la Amazonía brasileña, la deforestación aumentó en 2015 por primera vez en una década y alcanzó las 800.000 hectáreas entre agosto de ese año y julio de 2016, un 71% más que en 2004. Y en Bolivia, la media de deforestación anual se calcula que es de 350.000 hectáreas al año. Los beneficiarios son empresas como la gran multinacional de la carne Cargill (EEUU), que compran la soja de estas tierras que eran bosques, como recientemente se denunciaba en The New York Times.

Y lo peor. Nada hace presagiar que 2018 vaya a ser mejor…