El misterioso palacio-santuario de los tartesos en Turuñuelo


PUBLICADO EN REVISTA ESTRATOS

 ROSA M. TRISTÁN

 Un equipo de arqueólogos descubren un yacimiento cerca de Mérida que esconde un edificio de hace 2.500 años con miles de objetos en los que descubrir su cultura

Un paraje como conocido como Turuñuelo, en el municipio de Guareña, cerca de Mérida (Bajadoz) escondía entre los campos de maíz un auténtico tesoro: los de un palacio-santuario que fue ocupado en el siglo V a. de C por los tartesos, pueblo que desciende de los fenicios que llegaron hasta el sur de la Península unos siglos antes y acabó por desaparecer tras la invasiones del norte.

Bañera encontrad en Turuñuelo @EstherRodríguez

El yacimiento de Turuñuelo, aún en sus primeras fases de excavación ha demostrado ya su espectacular riqueza. Cada día aparecen nuevas piezas de un ‘ajuar’ que va a ayudar a revelar muchos de los misterios que aún rodean a esta cultura y seguramente a abrir la puerta a otros nuevos. Jarras, copas, calderos gigantescos, pinchos morunos, platos y hasta una bañera de grandes dimensiones son parte de lo que los arqueólogos de Extremadura han encontrado en las dos únicas salas excavadas hasta la fecha de las muchas que podría tener. En total, de momento, en los laboratorios ya hay más de 2.000 piezas que están en restauración por parte del equipo del Instituto de Arqueología de Mérida (IAM), que dirige Sebastián Celestino, también responsable del yacimiento junto a su compañera y arqueóloga Esther Rodríguez.

El hecho de que el equipo acabara picando de sol a sol en Turuñuelo en la primavera de 2014 tiene mucho que ver precisamente con la tesis que estaba realizando Rodríguez sobre los tartesos. La investigadora había identificado, basándose en el estudio de documentación histórica previa, una decena de enclaves en los que podría haber restos tartésicos como los ya conocidos de los yacimientos de Cancho Roano y La Mata (ambos en el municipio extremeño de Villanueva de la Serena).

“Uno de esos 10 puntos era el pequeño cerro artificial que había en mitad de una llanura en una finca en el paraje de Turuñuelo, un túmulo que quedó aislado en mitad de una finca cuando en los años 50, durante el Plan Badajoz, se hicieron muchas tierras de regadío en torno al río Guadiana. Pero el túmulo, de unas dos hectáreas de superficie, no podían ararlo debido a la pendiente así que -aunque sufrió un recorte importante, quedándose en una hectárea-, estaba intacto. De hecho, debido a los trabajos agrícolas, ya en los años 80 se habían encontrado materiales arqueológicos que habían despertado el interés. “Como mi tesis era sobre el poblamiento tartésico en el Valle Medio del Guadiana, era un buen lugar para empezar y lo elegimos”, recuerda Esther.

Conviene recordar que “Tartessos” es el nombre que los griegos dieron a la civilización que encontraron al Occidente de Europa, en concreto en lo que hoy son las provincias de Cádiz, Huelva, Málaga y Badajoz. El historiador Herodoto ya habla en sus textos del siglo V a. de C. de un rey llamado Argantonio, ‘El hombre de plata’, de gran riqueza y muy generoso, que habitaba esas lejanas tierras. Esta cultura tartésica había surgido de la fusión entre la que trajeron los fenicios hasta las costas españolas tres siglos antes de la referencia de Herodoto, y los pueblos indígenas que habitaban la península.

La ‘habitación 100’

La buena disposición de los propietarios de la finca de Turuñuelo para dejarles hacer un sondeo, hizo que poco tiempo después de plantearlo, en la primavera de 2014, los arqueólogos se pusieran manos a la obra con algunos fondos de un proyecto del Programa Estatal de I+D. Fue tal la cantidad de restos de cerámica y otros materiales que salieron en esa primera campaña que para el año siguiente presentaron ya un proyecto específico de excavación a la Consejería de Patrimonio y Cultura de la Junta de Extremadura. “En esa segunda campaña pudimos contar con un equipo de casi 30 estudiantes y un arquitecto que nos ayudó a interpretar lo que encontrábamos”, añade Celestino.

Y el resultado fue espectacular. Salió a la luz la que llaman “Habitación 100”, por su posición en la cuadrícula. Es una sala de 70 metros cuadrados, un gran espacio con paredes encaladas en la que encontraron un banco corrido, una gran bañera de cerámica hecha pedazos y también una pileta excavada en el suelo, forrada de cal. En el suelo, justo en el centro de la sala, tenía como decoración el dibujo de una piel de toro, que según los arqueólogos podría ser el lugar donde se situaba un altar. Aún no se sabe, pero el codirector del yacimiento aventura que el edificio bajo el cerro podría tener forma de “U” con 12 o 14 habitaciones en torno al patio central, siguiendo el modelo de otros enclaves similares en Andalucía.

Los trabajos desde entonces continúan y también los hallazgos. “En 2016 encontramos una puerta de dos metros de ancho, con dos pilastras, que comunicaba la ‘Habitación 100’ con una segunda sala, en las que ya estamos excavando y donde hemos hallado hasta ahora unos bronces magníficos, como los que se utilizarían en un gran banquete. En realidad, tenemos lo que podría ser todo el menaje necesario para un banquete de muchas personas”, señala el arqueólogo.

Gran parte de este ‘tesoro’ se encuentra ahora en el laboratorio de restauración de la Universidad Autónoma de Madrid, con el que el IAM colabora. Más de 100 piezas reconstruidas de cerámica, jarros de bronce, braserillos, una barbacoa, coladores, un gran caldero de un metro de diámetro, ‘quemaperfumes’ (candelabros altos con un plato para aromatizar el lugar) se acumulan en las mesas de reconstrucción y análisis. “Probablemente, los tartesos comerían ovejas, cabras, miel, aceite, y beberían vino. Era un pueblo que vivía de la agricultura, pero también comerciaba; en la costa. con la plata de las minas de Rio Tinto y Aznalcóllar y en el interior con el estaño”, recuerda del director del IAM.

Entre tantos tesoros arqueológicos, Celestino y Rodríguez destacan la belleza de unas piezas que fueron de importación: cajas de marfil con leones labrados y copas griegas. “Su presencia en el valle medio del Guadiana nos habla de que este pueblo tenían relaciones con Ática, que entonces estaba en su apogeo”, apuntan.

Para el equipo del IAM no hay duda de que el palacio-santuario de Turuñuelo era un lugar importante de la cultura tartésica. De hecho, no descartan que debajo de este edificio pudiera haber otros anteriores, que se fueron quedando pequeños con el tiempo. “Esta cultura surgió en torno al Guadalquivir. En el entorno de Doñana ya se han excavado edificios que eran también santuarios, pero que además de una función religiosa tenían también otra económica, política y comercial. En estos lugares vivían las personas que controlaban el territorio y eran asentamientos en los que no había murallas porque era sobre todo una cultura de paz, sin armas. De hecho se conoce como la época de la Paz Tartésica”, explica la codirectora del yacimiento. “Algunos subieron hacia el norte y se extendieron hacia la zona en la que trabajamos nosotros”.

Precisamente su desconocimiento de las estrategias de guerra está en el origen de la desaparición de este pueblo rico y sabio, pues a partir del siglo V a de. C. comenzaron a llegar hasta hasta su territorio extremeño invasores celtas que venían del norte, con un buen entrenamiento bélico. Todo indica que los tartesos no pudieron resistir la invasión y acabaron por desaparecer.

Pero antes de huir de lugares como Turuñuelo, y al igual que hicieron de todo el Guadiana, quemaron todas sus propiedades y derrumbaron todas las paredes de lo que habían sido sus centros de poder y sus lugares de culto, para sellarlos a continuación con arcilla con objeto de que el enemigo que llegaba no pudiera mancillar su cultura. Celestino explica que “esta forma de actuar ha permitido que encontráramos el yacimiento en unas condiciones de conservación que son realmente excepcionales. Tenemos fotos de los años 50 y ahí vemos que el túmulo era más grande, pero con solamente esta hectárea fácilmente tenemos para trabajar 10 años, siempre que haya fondos disponibles. Cada campaña de excavación de un mes supone unos 30.000 euros en gastos, así que para tener excavado el túmulo necesitamos unos 400.000 .

De momento, su objetivo inmediato es esta segunda habitación de los bronces en la que ya están excavando y una tercera, a las dedican la campaña de este año, previsiblemente con fondos de la Junta de Extremadura y con el apoyo del alcalde del cercano municipio de Guareña, que se ha comprometido a buscar alojamiento gratuito para las dos decenas de alumnos que participan en los trabajos.

Algunas piezas ya lucen en el Museo de Mérida. La “bañera” ya restaurada, y de una tonelada de peso, de momento sigue en el yacimiento. Esther reconoce que en realidad ese gran recipiente de cal de unos 70 centímetros de alto y 1, 70 m de largo, podría ser para acumular agua. “No hay otra igual en la Península. Hay algunas de dos siglos más tarde, pero con desagüe, y ésta no tiene, así que es en realidad no tenemos la certeza de para qué la utilizaban, aunque le hayamos puesto ese nombre por la forma que tiene. Estamos seguro de que este túmulo aún nos deparará muchas sorpresas”, concluye.

Los tartesos y la misteriosa Atlántida 

La leyenda del continente perdido de la Atlántida se ha intentado relacionar a lo largo de la historia con la cultura de Tartesos de la Península Ibérica. Su abrupta desaparición, en pocos años, algunos han querido relacionarla con esa gran isla perdida que parece que sólo existió en la imaginación del filósofo griego Platón. A raíz de sus indicaciones sobre la existencia de una civilización rica y poderosa “en una isla delante de las columnas de Hércules (el Estrechos de Gibraltar), muchos investigadores han buscado en el suroeste peninsular sus restos sin encontrarlos.

En 2011, el arqueólogo estadounidense Richard Freund, con el apoyo de la National Geographic Society, llegó a las marismas del río Guadalquivir y, en poco tiempo, concluyó que la supuesta Atlántida y Tartessos eran lo mismo, dejando su hipótesis plasmada en el documental “Encontrando la Atlántida”. Freud concluía que aquella gran isla frente a Doñana había desaparecido por un tsunami hace unos 2.500 años, justo con el fin de los tartesos.

Pero toda esta argumentación ha sido tajantemente desmentida por los investigadores españoles, entre ellos el director del Instituto Arqueológico de Mérdida, Sebastián Celestino, que en 2009 buscó restos arqueológicos en el punto del Parque Nacional de Doñana donde Freund había detectado supuestos restos de templos en fotos de satélite. Y no encontró nada. Otros trabajos también han descartado la conexión Atlántida-Tartessos, dejando a la Atlántida de nuevo en el capítulo de las leyendas.

 

 

Desayuno con ministra.. de un Medio Ambiente muy ‘económico’


ROSA M. TRISTÁN

El recinto no podía ser más espectacular: la antigua biblioteca del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, ese conglomerado de temas que tan a menudo se contraponen pero que el Gobierno aunó en un ‘todos a una’ en el que el tema que no ocupa quedó a/para la cola. Rodeados de libros hasta el techo, allí tuvo lugar en el primer encuentro de la ministra Isabel García Tejerina de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental. Para la ocasión – ‘a la tercera va la vencida’ tras dos anulaciones previas – una expectación que, como en estas citas políticas, trajo pocas novedades y muchos circunloquios.

Tras dos horas de encuentro, si algo me quedó claro es que la Economía, con y sin mayúscula, es la excusa perfecta para que esa parte de la responsabilidad del Gobierno con la naturaleza siga siendo vista como un recurso, no como un bien a preservar. Fueron muchos los temas que salieron a la luz, si bien muchos se quedaron en la cartera porque las respuestas se alargaban y alargaban, total para no decir mucho. A trancas y barrancas, logramos saber que un primerísimo borrador de Ley contra el Cambio Climático se presentará «en el primer trimestre de 2018», o sea que como pronto a finales de próximo año aún no estará aprobado. Una velocidad que contrasta con la que sentimos en nuestro territorio sus impactos. También está pendiente la estrategia para una economía circular, que potenciará el reciclaje (del que por cierto reconoció que no se sabe bien cuánto se recicla),  y el Plan de Calidad del Aire, que se supone que debería mejorar la porquería con la que llenamos los pulmones en ciudades como Madrid.

De los   problemas de agua, causados por la sequía, causada por ese cambio climático, la solución comentada por García Tejerina pasa por  hacer más «infraestructuras hidrológicas» (embalses), aunque dijo que tampoco hay que olvidar  lo de ser más eficientes en el gasto de agua para la agricultura, el no abusar de fertilizantes, el usar nuevas tecnologías agrarias… Ahora, también embalses o trasvases (40 tenemos, recordó).

En el asunto de la biodiversidad, hizo un «pasa palabra» al director general de Calidad, Evaluación Ambiental del Medio Natural, Javier Cancho, que justificó que se saquen a especies invasoras del catálogo de especies invasoras para permitir que  se cacen y pesquen. ¿Y por qué? Pues porque, señala, de la pesca y la caza viven muchos en el medio rural y tampoco les vamos a quitar el negocio. Eso si, hay que recordar que algunos de los invasores llegaron precisamente para favorecer esas actividades. En fin, que seguiremos con los ríos infectados de especies extrañas que en muchos casos acaban con las que debían estar.

Tampoco se atisba solución para las costosas desaladoras que siguen paradas o bajo mínimos, 15 ni más ni menos, porque resulta que el anterior gobierno lo hizo mal, pero la ministra reconoce que para éste subvencionarlas  sale muy caro. Como tampoco parece que esté clara la apuesta por las energías renovables, que recalcó que cuestan 5.000 millones de euros al año al erario público, aunque imagino (mal pensada) que ahí no resta el coste ambiental, ni en la salud, ni en sequías, ni en inundaciones que tiene el ya mencionado cambio climático generado por combustibles fósiles. Igual si lo hace resulta que son una ‘ganga’.  Además, García Tejerina nos recordó que  dependen del sol y el viento, que no son constantes, aunque el primero ya nos gustaría que no lo fuera tanto.

Ahora bien, si entre sorbo y sorbo de café algo me quedó claro es el repetido latiguillo de «eso depende de las comunidades autónomas», hasta el punto que una piensa que la política ambiental de Estado no es la cola, sino una quimera. Y así, si se pregunta: ¿Proteger las dehesas extremeñas? ¡Pero si nadie lo ha pedido! A ver, dónde se ha visto que se haga algo sin que antes tenga que ser la sociedad quien lo demande. O si se  interpela ¿Y que pasa con el lobo? Pues que se va extendiendo y debe convivir con la ganadería», lo que viene a significar que seguirán consintiéndose las matanzas. ¿Y respecto a la gestión de los montes y los incendios? Tremendo, la culpa es de la mala gente, las mafias, de quienes encubren a incendiarios, pese a que les puedan quemar las casas y abrasar la vida. Ah, sobre la gestión: «Eso depende de las comunidades». Eso si,  sacando pecho de nuestros excelentes bomberos, que son la bomba y pueden con todo.

Al final, no hubo ningún ‘off the record’, como tampoco ninguna noticia.

¡¡PERDÓN!! Si, una: que un día no muy lejano se prohibirán las bolsas de plástico. ¿Fecha?