Una gran aventura: «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado» (RBA)



ROSA M. TRISTÁN

Hay veces que la vida te pone delante oportunidades que no puedes dejar escapar. Recuerdo que iba en el coche cuando un domingo, a esa hora en la que casi todo el mundo sestea, me llamó Eudald Carbonell, uno de los tres codirectores de Atapuerca. «¿Quieres escribir un libro conmigo sobre el proyecto?». Han pasado cuatro años desde esa llamada y el libro que ahora tengo en mis manos. Muchos días de buscar documentación, de confirmar datos, de entrevistas,  de visitas a los yacimientos para ‘empaparme’ bien de todo lo que allí se cuece, siempre de la mano de Eudald, a veces de José María Bermúdez de Castro, o de Juan Luis Arsuaga, pero también de otros muchos y muchas que están ahora aquí, en mis manos, en estas 400 páginas envueltas en el cráneo de ‘Miguelón’. A todos ellos les dedico mi parte en este trabajo «Atapuerca: 40 años inmersos en el pasado» (National Geographic, RBA).

Aquel día tuve que parar el coche. Atapuerca. Desde que conocí esa grieta en la sierra me atrapó entre sus entrañas, no sólo porque era el primer yacimiento paleontológico que visitaba sino porque las gentes que por allí pululaban, piqueta en mano, me acogieron desde el principio como alumna novata pero aplicada. Después, he visitado muchas otras excavaciones, en España, en África, en América Latina… Todas fascinantes, con historias que contar que van mucho más allá que la mera noticia. Historias de humanos de hoy y de un ayer que se remonta al origen de nuestros tiempos como especie. Quien le iba a decir al Homo antecessor que sus parientes acabarían viviendo apiñados en gigantescos y extraños montículos cuadrados que se llaman rascacielos, que se incendiarían los bosques llenos de caza por placer o, lo que es casi peor, para que unos fueran superiores a otros por sus riquezas, que sería cada día más difícil respirar el aire que da la vida, que no se podría beber el agua turbia de los ríos porque alguien la envenenó, que hablarían mis mirarse a los ojos y se reproducirían tras depositar sus ‘semillas’ en extraños objetos transparentes.

Con Eudald, Emiliano Aguirre y su mujer, en su despacho. @ROSATRISTAN

Pero también, quien le iba a decir que alguien mimaría sus huesos como un tesoro, y los estudiaría con mil y una técnicas para descubrirnos lo que comía, lo que le enfermaba, lo que hacía con sus manos, lo que sentía por los demás…

Aparqué y contesté a Eudald que sí, que contara conmigo para contar la historia de esos 40 años de trabajo, de dificultades y éxitos espectaculares. Y decidimos que él, como no podía ser menos, sería el hilo de un relato hecho en primera persona, porque sus experiencias vitales son intransferibles, como lo es su visión del proyecto.

Así, nos pusimos manos a la obra, interrumpida a veces por otros asuntos, pero nunca olvidada. Durante muchos fines de semana nos reunimos en una casa rural cercana a Burgos, familiar, acogedora (El Molino), acompañados por una chimenea y los buenos guisos de Mila y Maxi. Otras, en la sede de la Fundación Atapuerca, en Ibeas de Juarros, más formal, pero donde el equipo de allí nos apoyaba para buscar un dato, una imagen..  Luego, para ordenar ideas, también hice alguna escapada ultramar, hasta Fuerteventura, la isla de la tranquilidad, y sobre todo muchas visitas a la sierra, casi siempre en campaña estival, pero también en el frío invierno, compartiendo una carne asada en una hoguera, de forma no muy distinta a como lo harían los neandertales que la habitaron. Y así hasta ‘empaparme’ bien, del pasado y del presente.

Ahora aquí está el resultado. Y no sería lo mismo sin las ilustraciones de Mauricio Antón, sin las fotos de Javier Trueba, Jordi Mestre y muchos más, sin la cuidada edición de National Geographic (RBA) y, sobre todo, sin los fantásticos prólogos que nos han hecho Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro, codirectores del proyecto con Eudald Carbonell en esos 40 años.

El libro desde ya está a la venta ‘on line’ y en las librerías. En breve, también en versión digital para quien prefiera leerlo en ebook. Pero, la verdad, es una edición tan hermosa que merece la pena tenerlo entre las manos.

Sólo deseo, como coautora, que disfrutéis tanto leyéndolo como Eudald  y yo lo hemos hecho al escribirlo. Puedo decir que desde que colgué aquella llamada, un domingo invernal, a la hora de la siesta,hasta hoy, con «Atapuerca : 40 años inmersos en el pasado» ya en mis manos, no he dejado de aprender ni un sólo día.

UN ÁLBUM PARA EL RECUERDO

Y FIN….

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