ROSA M. TRISTÁN
PUBLICADO EN ‘Periódico ESCUELA’)
La catedrática y filósofa Eulalia Pérez Sedeño y la profesora de Psicología Silvia García Dauder llevan décadas detrás del estudio del papel de las mujeres en la sociedad española. Ahora, han decidido poner sobre la mesa las falsedades que rodean a las mujeres en la historia de la ciencia; quieren visibilizar un sesgo que va desde los libros de texto a las investigaciones más punteras.
De todo ello hablan en un último libro que firman conjuntamente: «Las mentiras científicas sobre las mujeres», editado por Catarata después de tres largos años de trabajo. Nos citamos en la emblemática Residencia de Estudiantes, lugar de encuentro desde hace más de un siglo del conocimiento y ligada, en su versión femenina, Residencia de Señoritas, a nombres tan emblemáticos como los de Victoria Kent, María Zambrano, Gabriela Mistral o Clara Campoamor.
Ambas llevan muchos tiempo investigando el ámbito de la ciencia y las mujeres ¿qué ha cambiado en estas últimas décadas?
Eulalia Pérez Sedeño: A nivel sociológico sí ha cambiado, ya que ahora hay muchas más mujeres en la investigación y también más conciencia de que existe desigualdad en este campo, pero estamos igual respecto a la idea de que la ciencia es una institución meritocrática en la que los sesgos de género no tienen cabida, de que los contenidos científicos son puros, sin valores, y no es cierto: sí que los hay.
Silvia García Dauder: Digamos que no hay un avance lineal, sino avances y retrocesos. A menudo, en seminarios que imparto de Psicología invito al alumnado a buscar nombres de mujeres en los manuales y enseguida se dan cuenta de que no hay ni una, aun siendo una profesión muy feminizada. Es un ejercicio que debería hacerse también en los institutos y colegios porque un grave problema es la invisibilización. La costumbre de hacer manuales que repiten lo mismo que los anteriores impide que las mujeres salgan a la luz.
EPS: Y es algo que pasa en casi todas disciplinas. En Física, en Química, en Historia de la Ciencia… Y, si, también en los textos escolares. Hace años se hizo un estudio y se demostró que las mujeres son casi invisibles en lo que se enseña. Más recientemente, se repitió este trabajo por un grupo de la Universidad de Salamanca y aparecemos algo más, pero siempre en segundo plano. En el fondo, es un problema que se muerde la cola, porque la transformación hacia la igualdad debe empezar desde la infancia. El mes pasado, un estudio publicado en Science, realizado con niños y niñas, concluyó que a los 5 años ambos sexos se ven igual de brillantes, pero a los 6 y los 7 las niñas ya no se consideraban brillantes como sus compañeros, sino trabajadoras. Recuerdo que en los 80, había unos programas del Ministerio de Educación en los que las investigadoras íbamos a los centros de formación del profesorado para hablar de estas cuestiones. Tuve experiencias buenas, y también desagradables con algunos docentes muy machistas, pero desde hace 30 años no los hay.
SGD. A los alumnos de primero en mi universidad [la Rey Juan Carlos], recién aterrizados de los institutos, a veces les he pedido que pusieran en un cartel alguien conocido de la Filosofía, de la Psicología y alguien de quien se desconoce la profesión. En el primer y segundo caso siempre me describen a un varón mayor, barbudo y blanco; en Medicina, a veces alguna mujer; pero en alguien sin profesión siempre dibujan una mujer joven. Y eso que en Psicología ellas son el 90%. Pero esos hombres son sus modelos de referencia, la autoridad. Es algo que influye en sus aspiraciones personales.
EPS: Curiosamente, yo a los docentes también les mostraba un ejercicio para hacer con los alumnos, que consistía en dibujar una persona dedicada a la ciencia. Luego me los enviaban y la mayoría dibujaba a un científico loco, como el de Regreso al futuro. En una ocasión, una niña dibujó una científica ¡que había inventado una máquina que la volvía guapa! Entraba desastrada y salía como una princesa. Esos son los imaginarios con los que crecen. Pese a ello, va aumentando el número de mujeres dedicadas a la investigación. Aunque luego se encuentren con un «techo de cristal» que les impida alcanzar puestos de dirección.
EPS: Esa presencia está aumentando en carreras femeninas, de cuidados: Medicina, Biomedicina, Tecnología de Alimentos, Químicas… pero en ingenierías no. Y hay casos curiosos, como el de Informática. Mientras fue Licenciatura Informática se matricularon bastantes alumnas, en torno al 40%, y desde que pasó a denominarse Ingeniería Informática han bajado y ahora son en torno al 12%. Sólo por cambiar el nombre, porque una ingeniería es cosa de chicos.
En el libro mencionan investigaciones que se han hecho y concluyen que las mujeres no están capacitadas para las Matemáticas o las ciencias ¿Qué hay de cierto?
EPS: No es verdad. Demostramos en el libro que son estudios muy concretos. El SAT [examen de admisión universitaria] de Estados Unidos, por ejemplo, es una prueba muy específica. Y los informes PISA demuestran que hay diferencias en determinadas pruebas de Matemáticas, pero no en la resolución de problemas científicos. También es cierto que en países como Corea del Sur o Finlandia estas diferencias han desaparecido, lo cual nos dice que las pruebas, más que las capacidades innatas, miden cómo se enseñan las Matemáticas.
SGD: Y es difícil distinguir capacidad de motivación. También hay un estudio reciente que revela que las chicas juegan mejor al ajedrez cuando no saben el sexo de su contrincante que cuando conocen que es un varón, y es por la amenaza del estereotipo. Si te motivan a estudiar unas asignaturas, congruentes con tu identidad de género, tendrás más capacidad en ellas. Y tendrás menos en otras que te dicen que son complicadas para ti.
¿El cerebro es exactamente igual en ambos sexos?
EPS: No es exactamente igual, pero ello no quiere decir que haya diferencias innatas en aptitudes y comportamientos. De hecho, hay más diferencias entre unas mujeres y otras, o entre unos hombres y otros, que entre hombres y mujeres. Hoy sabemos, gracias a otra reciente investigación, que cerebros masculinos 100% y femeninos 100% son los menos y que el resto es cuestión de grado.
SGD: Además, no hay que olvidar que el cerebro es flexible y que las diferencias no tienen por qué ser fijas para siempre. Por ello, es intolerable que el presidente de la Universidad de Harvard dijera hace unos pocos años que era absurdo invertir en formar mujeres en Matemáticas si iba a ser mediocres; aunque así fuera, más habría que invertir porque la resistencia al cambio no es biológica, es psicosocial y depende de las sinergias que se van generando en el entorno.
En el libro mencionan casos de grandes científicas cuyos trabajos han quedado ocultos. El «efecto Matilda» . ¿En qué consiste y cómo afecta?
EPS: En realidad tocamos pocos casos para los que hay. El ‘efecto Matilda» surge a raíz de que el sociólogo Robert Merton, en los años 60, identificara como un mecanismo positivo que cuando hay descubrimientos simultáneos de dos personas, es lógico que se le reconozca más a la persona con más prestigio. Lo llamó «efecto Mateo», por un versículo del Evangelio Mateo que dice: ‘al que más tiene, más se le dará». En contrapartida, Margaret Rossi identificó el «efecto Matilda», nombre de una sufragista del siglo XIX, fijándose en la segunda parte del proverbio: ‘y al que menos tiene, se le quitará hasta lo poco que tiene». Y es lo que pasa con las mujeres. El caso más famoso es el de Rosalind Franklin, a la que robaron el hallazgo del ADN, pero hay muchísimos en todos los campos.
¿Y ese «efecto Matilda» sigue vivo?
EPS: Por supuesto. El año pasado la astrofísica Jocelyne Bell vino a España y nos contó que encontró los púlsares cuando hacía su tesis doctoral, pero el Nobel se lo dieron a su director de tesis, Antony Hewish. Para ella, ni una mención. Ella informaba a su profesor de lo que veía y él le decía ¡que las mediciones estaban mal! En realidad, Bell llevaba bien ese ocultamiento. Es lo que llamamos el ‘síndrome de las hojas verdes», es decir, mejor dejar lo que se puede conseguir. Yo he entrevistado a brillantes profesoras de Universidad que dicen que no merece la pena aspirar a ser catedráticas, pero escarbas y descubres que no lo hacen porque lo tienen difícil. Es un mecanismo de defensa.
SGD: Defender que si no hay negros o mujeres en la ciencia es por falta de méritos es un mito. Hay que ser conscientes de que no partimos de lo mismo y sin políticas que compensen las desigualdades, no hay solución.
EPS: A las mujeres que me dicen: «Yo no quiero estar en esa comisión por ser mujer, sino por lo que valgo», les digo que si no están es precisamente por serlo. Por ello defiendo las cuotas, que nos ayudarán a llegar a un nivel adecuado.
Ese sesgo masculino de la ciencia, comentáis que incluso afecta a la salud.
SGD: Efectivamente. Si las mujeres no son sujeto de conocimiento, tampoco lo son de estudio, así que siempre lo ha sido el cuerpo de un hombre. Y si luego algo diferente ocurría en el de la mujer, se infravaloraba. No se utilizaba a mujeres en ensayos clínicos, ni se estudiaban los efectos de los fármacos en ellas. En salud mental incluso se han utilizado teorías sexistas para probar la inferioridad de las mujeres. Con más científicas, habría habido otro punto de vista.
EPS: Además, la salud de las mujeres se ha centrado en los aspectos reproductivos, que era lo considerado importante. Por el contrario, sabemos poco de la menstruación o la menopausia.
¿Qué recomendaciones harían a los docentes a la hora de tratar estos temas?
EPS: En general que traten igual a todos, porque hay una tendencia a educar de forma diferente a niños y niñas. Y que lean el libro, que es un comienzo a abrirse a otra perspectiva. No es sólo que no haya mujeres en los libros, sino que ni el profesorado ni el alumnado son conscientes de que no están. Que las busquen, que sean conscientes de su ausencia y las rescaten del olvido.
¿Y qué papel tienen las instituciones, el Ministerio de Educación?
EPS: Me contentaría con que aplicaran la Ley de Igualdad. Es buena, pero no se aplica. Ahora mismo, en la Residencia de Estudiantes, en un acto sobre educación, no hay ni una mujer en el estrado.
¿Cómo se imaginan la sociedad en otros 30 años?
EPS: No me preguntes, porque las perspectivas son nefastas. En 2006, se decía que la sociedad sería igualitaria para 2050 y el otro día la investigadora María Blasco decía que para 2090.