ROSA M. TRISTÁN
Pocas veces los paleontólogos se encuentran un cráneo de un humano de hace cientos de miles de años. Tan pocas que es un acontecimiento. Y es lo que acabamos de conocer que ocurrió en Portugal, en el yacimiento Aroeira. De hecho, en toda Europa, además de los cráneos de la Sima de los Huesos, apenas hay unos pocos ejemplares con cronologías de en torno a los 430.000 años de los que tienen los de la sierra de Atapuerca.

Reproducción del cráneo. El agujero no estaba: se hizo con el martillo neumático. Al saltar esquirlas de hueso, se encontró el cráneo.
Por ello, cuando Juan Luis Arsuaga, codirector del proyecto burgalés, recibió una llamada del portugués Joao Zilhao, en plena campaña de exacavación de 2014 en la sierra burgalesa, para contarle que acababan de encontrar fósiles humanos de esa antigüedad, no se lo pensó y junto con la paleontóloga Elena Santos, cogieron el coche y se presentaron en Aroeira.
Cuando llegaron, recuerda Elena, el equipo de Zilhao estaba dentro de la cueva, peleándose con un gran bloque de piedra con una sierra. «Este yacimiento se había excavado hace unos años y habían encontrado dos dientes, pero luego se abandonó hasta que Joao lo reabrió. Llevaba unos cinco años trabajando en él y salían muchas piezas de piedra, huesos de animales quemados…Todo indicaba que la cueva, que está en un sistema kárstico de cinco plantas, había sido ocupada por humanos, pero fue ese verano cuando surgió la sorpresa, mientras taladraban una zona y saltaron esquirlas de huesos», recuerda Elena.
Finalmente, sacaron el bloque – «que pesaba un quintal»- y lo trasladaron al Centro de Evolución y Comportamiento Humanos que dirige Arsuaga en Madrid, donde durante dos largos años María José Ortega y otros miembros del equipo lograron recuperar hasta 50 piezas grandes y muchas más casi milimétricas de la piedra. «El trabajo de reconstrucción del rompecabezas ha sido espectacular, pero al final, ahí teníamos un cráneo casi completo para estudiar, que finalmente se ha publicado ahora en la revista PNAS. Y es con mucho el humano más antiguo encontrado en Portugal, pues lo anterior, a unos kilómetros, fueron restos de un neandertal de hace 60.000 años, pero estos fósiles tienen 400.000», recuerda Elena.
Después, ya con la pieza reconstruida, fue ella misma quien puso manos a la obra y empezó a comparar su morfología con otros cráneos del Pleistoceno Medio. «Los junté con varios programas informáticos y vimos que el homínido al que pertenece está entre el cráneo número 4 y cráneo número 5 (Miguelón) de la Sima de los Huesos. Tiene rasgos parecidos y otros que los diferencian, como si fueran poblaciones diferentes. Las herramientas que usaban son achelenses, pero también algo diferentes a las de Atapuerca», apunta.
Arsuaga cuenta a este Laboratorio para Sapiens que el volumen cerebral de este ‘primo’ de la Sima es el mismo al de su pariente, pero también destaca las diferencias. «Es una prueba de que en aquel momento había una gran diversidad de humanos en Europa, nada que ver con la uniformidad que vemos después en los neandertales o los Homo sapiens». «Estas dos especies», recuerda el paleontólogo «pasaron por cuellos de botella que acabaron con la diversidad, pero si hubieran existido 500.000 años antes, su variedad sería también muy alta. Por contra, en el Pleistoceno Medio hubo lo que llamo un ‘Juego de Tronos’, un mundo muy complejo del que salió únicamente el neandertal. Antes, en la época de este nuevo cráneo, había una gran complejidad de poblaciones que desaparecieron».

Estas son las herramientas de piedra, con la tecnología achelense, que utilizaba el homínido portugués.
Aún queda por estudiar la parte ósea del oído interno del cráneo, para compararlo con el de la Sima, pero Arsuaga apunta que «se parece a sus contemporáneos de la Trinchera del Ferrocarril», vamos a los que habitaron en la Gran Dolina de Atapuerca. «Es entre estas especies y la de Homo antecessor donde hay más dudas de lo que sucedió. No sabemos aún si estos homínidos vinieron de África con su tecnología achelense o si tienen que ver con el Homo antecessor [900.000 ], porque no se parecen y hay más de 400.000 años entre unos y otros. Necesitamos encontrar un fósil de hace unos 650.000 años».
Todo ello, de nuevo, pone en evidencia que aún nos queda mucho por saber sobre la evolución humana en la Tierra. Cada hallazgo, no hace sino abrir otra puerta al pasado de nuestra historia y la de nuestros ancestros.