ROSA M. TRISTÁN
Un hueso de apenas dos centímetro de longitud, enterrado en una fina capa de lodos carbonatados, pueden dar la vuelta a la historia de la Humanidad. Perteneció a una mano, la izquierda, de un individuo que vivió hace casi dos millones de años en África, un primate que podría medir más de 1,70 de altura y que era capaz de fabricar herramientas con cierta soltura y, posiblemente, cazar animales que eran cientos de kilos más pesados que su cuerpo. Todo ello podría no significar nada, si no fuera porque hasta ahora se pensaba que en ese pasado remoto sólo vivía en este planeta un ser ‘habilidoso’ con las piedras, que precisamente fue bautizado como el Homo habilis; la verdad es que era más bien bajito -apenas 1,60- y que aún tenía querencia por andar por los árboles, pero fue el primero en clasificarse como ‘humano’.
Hace dos años, un equipo español, que trabaja en la Garganta de Olduvai (Tanzania) desde hace unos años, se topó en un nuevo yacimiento con un pequeño fósil que resultó ser la falange proximal (la primera) de un meñique y, con tan poco material, los científicos dirigidos por Manuel Domínguez-Rodrigo, Enrique Baquedano y Audax Mabulla, quizás revolucionen nuestro pasado: ¿Quienes eran aquellos seres con manos tan similares a las nuestras, tan esbeltos y fuertes que habitaron esas tierras tanzanas hace 1.840.000 años? «No sabemos, nunca se encontró un hueso similar tan antiguo, pero sólo hay dos posibilidades: o era un Homo erectus o era de otra especie que no conocemos aún. Fuera quien fuera, revoluciona lo que sabemos de evolución humana», me asegura Domínguez-Rodrigo, uno de los firmantes del hallazgo en la revista Nature Communications.
Tengo fresco en la memoria el viaje que hice en 2010 a este proyecto científico del Instituto de Evolución en África (IDEA), un tanto maltratado en este país por las administraciones. Por ello, a medida que el arqueólogo me relata cómo se encontró, puedo imaginarme al geólogo David Uribelarrea prospectando la Garganta en busca de sedimentos ricos en fósiles, con su pico en ristre y su sombrero de alas, y también el momento en el que tropezó -en el punto donde se une esta garganta con otra secundaria- con el yacimiento PTK, un lugar que escondía «una orgía de fósiles», como la describe ahora. Sabía que tenía la misma antigüedad que otro yacimiento bien conocido: el ZINJ, en el que Mary Leakey en 1969 y otros después que ella, localizaron restos del famoso habilis, a no más de 500 metros de distancia.
Enseguida se pusieron a excavar. Entre huesos de waterbucks y otros grandes antílopes, en un sedimento donde también había utensilios de piedra de la tecnología Olduvayense (o Modo 1), estaba la falange. Indiscutiblemente era de un primate. Y un primate muy parecido a nosotros.
En el trabajo publicado, que no fue aceptado en Nature por considerar que no es de interés general, según uno de los editores, diseccionan meticulosamente cada rasgo de ese pequeño fósil y lo comparan con los de otros simios bípedos que por entonces vivían en la sabana. Y es distinto: «Los dedos del Paranthropus boisei, del Australopithecus afansesis, incluso del Homo habilis, son alargados, estrechos y curvos porque hace dos millones de años todos subían y bajaban de los árboles y necesitaban esos dedos para agarrarse bien. Pero los de este individuo son más cortos, y más anchos, y rectos. Son manos para manipular objetos, no para trepar. Hasta ahora, la falange moderna más antigua de una mano era la que se encontró en la Sima del Elefante de Atapuerca, con 1,2 millones de años. Esta tiene casi 1,9 millones», explica Domínguez-Rodrigo.
Entre los firmantes, un gran especialista en autópodos de homínidos, el paleontólogo Segio Almécija, que hizo su tesis doctoral sobre estas las manos y pies de los primates del Mioceno de Cataluña, que tuvo una beca postdoctoral en el American Museum of Natural History de Nueva York y que desde este verano tiene ya plaza fija en la Universidad George Washington, con Bernard Wood. ¿Otro cerebro fugado?
Excavando en PTK con ‘palillos chinos’. O eso parecen. | Nature Communications
La pregunta siguiente respecto a este hallazgo es inevitable. ¿Y a quién pertenece esa mano izquierda que de un sopetón puede cambiar lo que sabemos de nuestro pasado? Pues como pasa con el fósil de Atapuerca, este «tercer hombre» (en alusión al Parántropos y al H. habilis con los que convivió) es un misterio. Un nuevo agujero negro que fue bípedo, alto y fuerte, con una mano similar a la del Niño de Turkana, casi medio millón de años más joven. Así que quizás es un Homo erectus, como él, o algo nuevo, desconocido, relacionado con ese otro pedazo de humano hallado en Etiopía con 2,8 millones de años (una mandíbula), o con esas discutidas herramientas aún más primitivas datadas hace la friolera de 3,3 millones de años. Esa es la disyuntiva del arqueólogo.
Así que, ¿y si el Homo habilis, con ese pequeño cerebro de 600 gramos, poco más que un chimpancé, no era tan listo como lo hemos pintado? ¿Y si fue otro homínido el autor de las herramientas que estaban cerca de sus fósiles y se le atribuyeron por error? A Manuel nunca le cuadró que aparecieran animales cazados por habilis de 300 kilos de peso. Esa caza requería estrategia de grupo, armas eficaces.. ¿Podía hacerlo ese animal pequeño y de pocas neuronas, aunque ya supiera caminar como nosotros? «Yo tenía muchas dudas», me reconoce, aunque entonces, hace cinco años, cuando paseábamos por Olduvai recorriendo la Garganta, me argumentaba explicaciones que aún andaban bajo tierra.
¡Y lo que queda por sacar! Porque, aunque tardará en estar publicado, en la campaña de este año, que aún continúa en Tanzania, han descubierto otro yacimiento aún mejor que el PTK, y también con restos humanos de la misma cronología. Son fósiles de un pie. «Es otro lugar que ocuparon los homínidos y en el que también dejaron herramientas de Modo 1 y restos de animales. Lo encontramos porque lo afloraron las lluvias, así que tuvimos que ponernos a sacar lo que había para que no se deteriorara. Es espectacular. Si en Zinj el 80% de los fósiles están en 20 metros cuadrados, aquí tenemos esa misma concentración en 30o. Hay para muchos años de trabajo», apunta.
Afortunadamente, el proyecto cuenta, además de con la escasa ayuda pública española, con financiación privada de EEUU, a través de la Universidad de Carolina del Norte, cuyos alumnos pagan cada verano por ir a aprender a Olduvai con el equipo. En total, unas 50 personas desplazadas y unas dos decenas de africanos han colaborado este año en una campaña que no deja de crecer año tras año. Ese ‘tercer hombre, o mujer, africano’ va a dar mucho que hablar.
Hola,me parece q hay tanto q no sabemos….
Me gustaMe gusta
Pingback: La mano 'humana' que cambia dos millones de a&n...