ROSA M. TRISTÁN
Ocurrió hace unos días en la presentación de unos proyectos científicos dedicados a conservar la biodiversidad. Una colega preguntó a uno de los investigadores sobre las plantas que son «fósiles vivos» con las que trabaja. «¿Y para qué sirven?», le inquirió ante la mirada atónita del interpelado. Pues para qué van a servir, para que mantener la riqueza de la vida en este planeta. Se refería, en concreto, a la Chicoria hueca (Avellara fistulosa),una hierba que ya sólo existe en Doñana y en algún lugar de Portugal y que tiene 8 millones de años de historia (cuatro veces más que el ser humano). Gracias al proyecto sobre los fósiles vivientes de plantas endémicas se ha logrado su reintroducción en España por vez primera.
La pregunta tuvo lugar en la presentación, hace unos días, de los denominados Proyectos Cero, desarrollados en los últimos cuatro años por científicos del CSIC, gracias al apoyo de la Fundación General CSIC y el Banco de Santander, con 1,1 millones de euros. En total, cinco proyectos que sirven para mucho, pues ayudan al conocimiento de aquellas especies que están en peligro de desaparecer, acosada por un género, el género ‘Homo’, que hoy sólo cuenta con una especie.
Fue realmente interesante la conferencia del biólogo Pedro Jordano, de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), quien nos recordó que conocemos en la biodiversad Tierra 1,9 millones de especies (18.000 nuevas cada año), pero que pueden ser más de 11 millones, según las últimas estimaciones. Es sabido que algunas ni las llegaremos a identificar antes de que desaparezcan y es sabido que cada una se interrelaciona con otras, a menudo en redes que se rompen cuando se deshace un nudo.
Jordano nos habló de cómo la desaparición de grandes aves tropicales (como los tucanes) por la caza ilegal está reduciendo el tamaño de los bosques, pues las aves pequeñas sólo pueden trasladar semillas pequeñas, que son de árboles con madera menos densa, y que acumulan menos CO2, y nos recordó que hoy la tasa de extinción de especies es de una a seis veces mayor que en el registro fósil.
EL GENOMA DEL LINCE
Evitar que el lince ibérico pase a ese registro del pasado es uno de los objetivos del proyecto para descifrar su genoma de José Antonio Godoy, de la EBD-CSIC. Godoy, que introdujo la genética en Doñana, inició en 2010 un borrador del genoma de esta amenazada especie única en España, la primera que se secuencia íntegramente en este pais. Gracias al trabajo de su equipo, se han ordenado los casi 3.000 millones de pares de bases que componen su ADN, para lo cual se utilizaron 10 linces ibéricos y un lince boreal, para comparar e identificar parentescos.
«Este trabajo nos ayuda a conocer su divesidad genética, que es algo clave en su reproducción, a conocer su historia antes de medidados del siglo XX y a descubrir cual es su inmunidad frente a las enfermedades», comentó ante la audiencia, Justo el día antes, el lince ibérico había dejado de estar «en peligro crítico de extinción», para estar sólo «en peligro», un paso importante, pero que no garantiza su futuro.
PLANTAS ‘FÓSILES VIVAS’
Llegó el turno de las «plantas fósiles vivas», que sirven, y mucho, a la biodiversidad planetaria, como señaló Pablo Vargas, del Jardín Botánico de Madrid-CSIC. Las cinco especies que Vargas ha investigado son las que precisan una acción más urgente, pues son las últimas representantes de sus linajes. Las más «prehistórica» es la Margarita del Castril (Castrilanthemum debeauxii) que tiene 18 millones de años de historia y que sólo queda en Doñana y parte de Portugal. El ganado y los parásitos están acabando con ella a pasos agigantados. Sus males son similares a los que sufre la ya mencionada Chicoria hueca.
También está en peligro la pequeña Nomevés (Gyrocaryum oppositifolium), que lleva sobre la Tierra 27 millones de años, y cuya condena viene por el pisoteo al que está sometida donde se han identificado poblaciones, en Madrid y León. Se estima que sólo quedan 600 ejemplares de Nomevés, y sin embargo el catálogo de especies protegidas de la Comunidad de Madrid, sin actualizar desde hace 30 años, no la contempla. Y también está en peligro la Naufraga balearica,esa especie de apio con 6 millones de años de historia, que es especialmente vulnerable al cambio climático. La única estudiada que resultó no ser fósil es el Falso Dragoncillo, lo que no quita que también estén en riesgo de desaparecer.
CONCILIAR A HUMANOS CON ‘LOS OTROS’
Beatriz Arroyo fue la encargada de explicar un proyecto que trata de conciliar la presencia humana y la naturaleza, y lo han hecho creando sistemas metodológicos que permitan cambiar la protección de especies basada en las subvenciones por otras que permitan compaginarla con el desarrollo agrario. «Si lo basamos en ayudas públicas, al final si éstas desaparecen, las especies colapsan, así que se trata de cambiar el escenario de forma integral», explicó.
Un primer ensayo se ha hecho en Campos de Calatrava, con el sisón, donde se analizó como el cambio de su suelo afectaba a su alimentación. «Gracias a estas herramientas desarrolladas, podemos ver las consecuencia que tendrán determinados cambios en el futuro, ayudando a la biodiversidad», señaló Arroyo.
VACUNAS PARA LOS ANFIBIOS
¿Y qué decir de los anfibios, tan amenazados en todo el mundo, y también en nuestro territorio? Ellos son los protagonistas del trabajo dirigido por Jaime Bosch (CSIC), destinado a erradicar y controlar el hongo BD, que está afectando a 34 especies de anfibios. En estos cuatro años, han conseguido realizar los primeros ensayos exitosos de una vacuna para ejemplares adultos y, además, erradicar esta infección totalmente en un medio natural, en concreto en la Tramontana de Mallorca. «Hemos logrado relacionar la carga de estrés de los ejemplares con la carga de hongos y lo hemos relacionado también con los cambios en la temperatura del agua. En general, buscábamos reducir la virulencia de la infección y crear protocolos de actuación para eliminar estos patógenos del medio.
LA VIDA DE UNA LAPA
La recuperación de la lapa Patella ferruginea, una de las escasas especies marinas considerada en peligro de extinción en el Mediterráneo, ha sido el objetivo del quinto Proyecto Cero. Annie Machordom presentó este trabajo a la convocatoria porque quería profundizar en el conocimiento de la biología de la especie, conocer su genética y tratar de producir juveniles para ser reintroducidos en algunas zonas del Mediterráneo.
Tres años después, han logrado completar todo el desarrollo embrionario y larvario de la especie en un laboratorio y los juveniles que han conseguido, alcanzaron la madurez sin problemas, con lo cual han cerrado el ciclo biológico de las lapas con éxito.
Son cinco especies, cinco entre 11 millones. Todas y cada una de ellas tienen tanto derecho como la nuestra a ocupar un espacio en este planeta, y en muchas un derecho que viene del pasado remoto.
Volviendo al principio: ¿Para qué sirve un lince? ¿y una pequeña flor Nomevés? ¿y una lapa? ¿y un ser humano?…
Yo respondo, preguntando: ¿y por qué deben servir para algo?
Hola, pues yo planteo un panorama distinto: es legítimo preguntarse por qué existe la biodiversidad. Y, al menos, James Lovelock, tratando de responder a esta pregunta, consiguió una respuesta para la otra: un ecosistema más diverso es más resistente a perturbaciones. Merece la pena echar un vistazo a su DaisyWorld. Casi nada. Las ranas importan, no solo porque sean bellas. Y me temo que los ecologistas tenemos que tener preparados argumentos como éstos a todos aquellos a quienes las ranas, bueno, pues no les importan en absoluto.
José Ignacio Gómez Cívicos
Ecologistas en Acción
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Hola Rosa, estupendo artículo. Efectivamente yo me pregunto ¿para qué sirve el periodista que preguntó eso?
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