¿Debe la ciencia financiarse por crowdfunding?


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ROSA M. TRISTÁN

El auditorio de CaixaForum en Madrid estaba muy vacío para el interés que tiene el tema que se planteaba: ¿Debe la ciencia financiarse por crowdfunding, por financiaciones colectivas y solidarias? ¿Es sólo un recurso que se ha hecho necesario ante el brutal agujero causado por la crisis en el I+D español? ¿Ayuda a la divulgación científica? Muchas preguntas por responder en el debate organizado por la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC) entre quienes defienden esta nueva fórmula de financiarse al margen del Estado para tapar «agujeros»  y quienes creen que se están pervirtiendo las obligaciones de «lo público» promoviendo la precariedad de lo voluntario.

La primera historia que presentó la periodista y moderadora Natalia Ruiz Zelmanovitch es la de la bióloga Luisa Botella, del Centro de Investigaciones Biológicas (CSIC), que tuvo que acudir al programa de Antena 3 «Atrapa un millón» para financiar su investigación sobre una enfermedad rara (la Telangiectasia Hemorrágica Hereditaria, HHT. «En esta enfermedad lo que ha sacado adelante la investigación es que las asociaciones de pacientes afectados se han empoderado, a medida que los fondos públicos diminuían. Antes de la crisis, en el laboratorio éramos cuatro personas, pero en 2012 ya estaba yo sola y fueron los pacientes los que impulsaron la búsqueda de fondos en concursos, con conciertos, con lotería… Ahora tengo un técnico y una investigadora doctora de nuevo y han sido pagados así», señalaba.

También el investigador Joan Cornella, del Hospital Vall d’Hebrón, ha recurrido a la financiación colectiva, por crowdfunding, como sistema para captar fondos. Y su satisfacción era absoluta: «Debería hacerse siempre, al margen de las crisis, porque nos obliga a ser más transparentes e implica a la sociedad en nuestro trabajo», aseguraba.

Similares argumentos a los que expuso Belén Gilarranz, de la plataforma Precipita, de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología, del Ministerio de Economía y Competitividad, que en sólo ocho meses ha recaudado 190.000 euros para 25 proyectos, de los que 13 han cumplido sus objetivos en 90 días gracias a donaciones de particulares. «La salud gana por goleada», reconocía Belén. «Con otras áreas de la ciencia es más difícil».

Por terminar con el bando del SI a esta fórmula que busca el dinero solidario de las donaciones, las palabras de Daniel Oliver, presidente de la Asociación Española de Crowdfunding, que lo defendió como «el sistema mas participativo que hay, porque cada individuo decide donde va su dinero,  y eso es casi más importante que el voto» en unas elecciones. Bien es cierto que plataformas como la suya, Creoentuproyecto.com, cobran una comisión que oscila entre el 5% y el 10% por cada proyecto promocionado.

Pero frente a esta avalancha de positivismo, estaba la voz de Angel Goñi, del colectivo Ciencia para el Pueblo, quien rechaza tajantemente que este sistema pueda tener espacio en la ciencia. «Defiendo el crowdfundig para determinadas iniciativas particulares, pero no para la ciencia porque lo que se consigue es poco, quizás para un año o dos de un salario, y a cambio perpetúa la precariedad laboral investigadora; también porque la financiación no puede ser sólo para quien la pueda pagar; y porque de este modo la ciencia se banaliza, se convierte en mercancía para poder vender el proyecto más atractivo, en detrimento de los que tienen menos posibilidad de márketing. Pero sobre todo me opongo porque la ciencia se paga con los impuestos, como la sanidad o la educación. Que una Fundación pública promueva el crowdfunding  científico (dijo en alusión a Precipita) suena como el repago farmacéutico», argumentó Goñi. «¿Se imaginan recaudando fondos de la solidaridad social para operar a alguien en un hospital?», denunció.

Encendió así la forma en el que salió a relucir la necesidad de un código ético que regule este tipo de financiación privada, algo por lo que también abogó Roi Villar, de la plataforma ILoveScience.

Por su parte, algunos de los científicos presentes reconocieron que en general, lo que consiguen financiándose con crownfunding «son migajas», algo simbólico en proyectos de gran envergadura. De hecho, en el Hospital Vall  d’Hebron, por ejemplo, se han conseguido 50.000 euros de un presupuesto total de 40 millones. Suficiente para financiar algunas tesis, eso sí. Otros, como Enrique de la Rosa (compañero de Luisa Redondo en el CIB-CSIC) mostraba su preocupación por la creación de faltas expectativas entre la población a la que se dirigen los mensajes, porque se le vende que con poco dinero se pueden conseguir mucho. «Si usamos el márketing para decir que con 25.000 euros solucionamos un problema grave, mal favor hacemos a ciencia, porque cuando pide mucho más pueden decirle: ¿y para qué quiere tanto?», indicó.

«¿Realmente es necesario que sepamos bailar y cantar para tener financiación para nuestro trabajo?», señaló otro de los presentes, en relación al exitoso vídeo del Institut de Recerca Biomédica (IRB) .«En el fondo más que conseguir fondos, el sistema sirve para visibilizar lo que hacen los científicos, genera conocimiento sobre la investigación entre la sociedad, que es el objetivo de FECYT», argumentaba Gilarranz ante las críticas.

En definitiva, un tema controvertido en cuyo debate quedó claro que pedir donaciones a los ciudadanos, como lo hacen las ONG, no es el camino para financiar el desarrollo científico de un país. Muy al contrario, debe ser una apuesta del Gobierno, aunque del actual no lo ha sido, por lo cual coyunturalmente el sistema «tapa agujeros» que genera esa falta de interés oficial.

Por otro lado, una pregunta me quedó en el aire. ¿la visibilización de la ciencia española debe hacerse pidiendo dinero a quienes queremos que la conozca? ¿No hay otros caminos?  Ahí lo dejo…

Una cosa más:  en el debate participó también Sara Acosta, de la revista Ballena Blanca, un medio de comunicación de información ambiental independiente, que se ha puesto en marcha gracias a la financiación de los lectores que quieren información de calidad y apuestan por ella con sus suscripciones. Pero el encuentro tomó otros derroteros distintos.

 

 

 

 

 

 

 

  1. Pingback: La ignorancia de lo que es la ciencia

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