La biodiversidad… «¿para qué sirve?»


@Programa de Conservación Ex-situ del Lince Ibérico

@Programa de Conservación Ex-situ del Lince Ibérico

ROSA M. TRISTÁN

Ocurrió hace unos días en la presentación de unos proyectos científicos dedicados a conservar la biodiversidad. Una colega preguntó a uno de los investigadores sobre las plantas que son «fósiles vivos» con las que trabaja. «¿Y para qué sirven?», le inquirió ante la mirada atónita del interpelado. Pues para qué van a servir, para que mantener la riqueza de la vida en este planeta. Se refería, en concreto, a la Chicoria hueca (Avellara fistulosa),una hierba que ya sólo existe en Doñana y en algún lugar de Portugal y que tiene 8 millones de años de historia (cuatro veces más que el ser humano). Gracias al proyecto sobre los fósiles vivientes de plantas endémicas se ha logrado su reintroducción en España por vez primera.

La pregunta tuvo lugar en la presentación, hace unos días, de los denominados Proyectos Cero, desarrollados en los últimos cuatro años por científicos del CSIC, gracias al apoyo de la Fundación General CSIC y el Banco de Santander, con 1,1 millones de euros. En total, cinco proyectos que sirven para mucho, pues ayudan al conocimiento de aquellas especies que están en peligro de desaparecer, acosada por un género, el género ‘Homo’, que hoy sólo cuenta con una especie.

Fue realmente interesante la conferencia del biólogo Pedro Jordano, de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), quien nos recordó que conocemos en la biodiversad Tierra 1,9 millones de especies (18.000 nuevas cada año), pero que pueden ser más de 11 millones, según las últimas estimaciones. Es sabido que algunas ni las llegaremos a identificar antes de que desaparezcan y es sabido que cada una se interrelaciona con otras, a menudo en redes que se rompen cuando se deshace un nudo.

Jordano nos habló de cómo la desaparición de grandes aves tropicales (como los tucanes) por la caza ilegal está reduciendo el tamaño de los bosques, pues las aves pequeñas sólo pueden trasladar semillas pequeñas, que son de árboles con madera menos densa, y que acumulan menos CO2, y nos recordó que hoy la tasa de extinción de especies es de una a seis veces mayor que en el registro fósil.

EL GENOMA DEL LINCE

Evitar que el lince ibérico pase a ese registro del pasado es uno de los objetivos del proyecto para descifrar su genoma de José Antonio Godoy, de la EBD-CSIC. Godoy, que introdujo la genética en Doñana, inició en 2010 un borrador del genoma de esta amenazada especie única en España, la primera que se secuencia íntegramente en este pais. Gracias al trabajo de su equipo, se han ordenado los casi 3.000 millones de pares de bases que componen su ADN, para lo cual se utilizaron 10 linces ibéricos y un lince boreal, para comparar e identificar parentescos.

«Este trabajo nos ayuda a conocer su divesidad genética, que es algo clave en su reproducción, a conocer su historia antes de medidados del siglo XX y a descubrir cual es su inmunidad frente a las enfermedades», comentó ante la audiencia, Justo el día antes, el lince ibérico había dejado de estar «en peligro crítico de extinción», para estar sólo «en peligro», un paso importante, pero que no garantiza su futuro.

PLANTAS ‘FÓSILES VIVAS’

Llegó el turno de las «plantas fósiles vivas», que sirven, y mucho, a la biodiversidad planetaria, como señaló Pablo Vargas, del Jardín Botánico de Madrid-CSIC. Las cinco especies que Vargas ha investigado son las que precisan una acción más urgente, pues son las últimas representantes de sus linajes. Las más «prehistórica» es la Margarita del Castril (Castrilanthemum debeauxii) que tiene 18 millones de años de historia y que sólo queda en Doñana y parte de Portugal. El ganado y los parásitos están acabando con ella a pasos agigantados. Sus males son similares a los que sufre la ya mencionada Chicoria hueca.

También está en peligro la pequeña Nomevés (Gyrocaryum oppositifolium), que lleva sobre la Tierra 27 millones de años, y cuya condena viene por el pisoteo al que está sometida donde se han identificado poblaciones, en Madrid y León. Se estima que sólo quedan 600 ejemplares de Nomevés, y sin embargo el catálogo de especies protegidas de la Comunidad de Madrid, sin actualizar desde hace 30 años, no la contempla. Y también está en peligro la Naufraga balearica,esa especie de apio con 6 millones de años de historia, que es especialmente vulnerable al cambio climático. La única estudiada que resultó no ser fósil es el Falso Dragoncillo, lo que no quita que también estén en riesgo de desaparecer.

CONCILIAR A HUMANOS CON ‘LOS OTROS’

Beatriz Arroyo fue la encargada de explicar un proyecto que trata de conciliar la presencia humana y la naturaleza, y lo han hecho creando sistemas metodológicos que permitan cambiar la protección de especies basada en las subvenciones por otras que permitan compaginarla con el desarrollo agrario. «Si lo basamos en ayudas públicas, al final si éstas desaparecen, las especies colapsan, así que se trata de cambiar el escenario de forma integral», explicó.

Un primer ensayo se ha hecho en Campos de Calatrava, con el sisón, donde se analizó como el cambio de su suelo afectaba a su alimentación. «Gracias a estas herramientas desarrolladas, podemos ver las consecuencia que tendrán determinados cambios en el futuro, ayudando a la biodiversidad», señaló Arroyo.

VACUNAS PARA LOS ANFIBIOS

Camaleón, recogido en GREFA. @RosaTristán

Camaleón, recogido en GREFA. @RosaTristán

¿Y qué decir de los anfibios, tan amenazados en todo el mundo, y también en nuestro territorio? Ellos son los protagonistas del trabajo dirigido por Jaime Bosch (CSIC), destinado a erradicar y controlar el hongo BD, que está afectando a 34 especies de anfibios. En estos cuatro años, han conseguido realizar los primeros ensayos exitosos de una vacuna para ejemplares adultos y, además, erradicar esta infección totalmente en un medio natural, en concreto en la Tramontana de Mallorca. «Hemos logrado relacionar la carga de estrés de los ejemplares con la carga de hongos y lo hemos relacionado también con los cambios en la temperatura del agua. En general, buscábamos reducir la virulencia de la infección y crear  protocolos de actuación para eliminar estos patógenos del medio.

LA VIDA DE UNA LAPA

La recuperación de la lapa Patella ferruginea, una de las escasas especies marinas considerada en peligro de extinción en el Mediterráneo, ha sido el objetivo del quinto Proyecto Cero. Annie Machordom presentó este trabajo a la convocatoria porque quería profundizar en el conocimiento de la biología de la especie, conocer su genética y tratar de producir juveniles para ser reintroducidos en algunas zonas del Mediterráneo.

Tres años después, han logrado completar todo el desarrollo embrionario y larvario de la especie en un laboratorio y los juveniles que han conseguido, alcanzaron la madurez sin problemas, con lo cual han cerrado el ciclo biológico de las lapas con éxito.

Son cinco especies, cinco entre 11 millones. Todas y cada una de ellas tienen tanto derecho como la nuestra a ocupar un espacio en este planeta, y en muchas un derecho que viene del pasado remoto.

Volviendo al principio: ¿Para qué sirve un lince? ¿y una pequeña flor Nomevés? ¿y una lapa? ¿y un ser humano?…

Yo respondo, preguntando: ¿y por qué deben servir para algo?

 

 

 

 

 

¿Debe la ciencia financiarse por crowdfunding?


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ROSA M. TRISTÁN

El auditorio de CaixaForum en Madrid estaba muy vacío para el interés que tiene el tema que se planteaba: ¿Debe la ciencia financiarse por crowdfunding, por financiaciones colectivas y solidarias? ¿Es sólo un recurso que se ha hecho necesario ante el brutal agujero causado por la crisis en el I+D español? ¿Ayuda a la divulgación científica? Muchas preguntas por responder en el debate organizado por la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC) entre quienes defienden esta nueva fórmula de financiarse al margen del Estado para tapar «agujeros»  y quienes creen que se están pervirtiendo las obligaciones de «lo público» promoviendo la precariedad de lo voluntario.

La primera historia que presentó la periodista y moderadora Natalia Ruiz Zelmanovitch es la de la bióloga Luisa Botella, del Centro de Investigaciones Biológicas (CSIC), que tuvo que acudir al programa de Antena 3 «Atrapa un millón» para financiar su investigación sobre una enfermedad rara (la Telangiectasia Hemorrágica Hereditaria, HHT. «En esta enfermedad lo que ha sacado adelante la investigación es que las asociaciones de pacientes afectados se han empoderado, a medida que los fondos públicos diminuían. Antes de la crisis, en el laboratorio éramos cuatro personas, pero en 2012 ya estaba yo sola y fueron los pacientes los que impulsaron la búsqueda de fondos en concursos, con conciertos, con lotería… Ahora tengo un técnico y una investigadora doctora de nuevo y han sido pagados así», señalaba.

También el investigador Joan Cornella, del Hospital Vall d’Hebrón, ha recurrido a la financiación colectiva, por crowdfunding, como sistema para captar fondos. Y su satisfacción era absoluta: «Debería hacerse siempre, al margen de las crisis, porque nos obliga a ser más transparentes e implica a la sociedad en nuestro trabajo», aseguraba.

Similares argumentos a los que expuso Belén Gilarranz, de la plataforma Precipita, de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología, del Ministerio de Economía y Competitividad, que en sólo ocho meses ha recaudado 190.000 euros para 25 proyectos, de los que 13 han cumplido sus objetivos en 90 días gracias a donaciones de particulares. «La salud gana por goleada», reconocía Belén. «Con otras áreas de la ciencia es más difícil».

Por terminar con el bando del SI a esta fórmula que busca el dinero solidario de las donaciones, las palabras de Daniel Oliver, presidente de la Asociación Española de Crowdfunding, que lo defendió como «el sistema mas participativo que hay, porque cada individuo decide donde va su dinero,  y eso es casi más importante que el voto» en unas elecciones. Bien es cierto que plataformas como la suya, Creoentuproyecto.com, cobran una comisión que oscila entre el 5% y el 10% por cada proyecto promocionado.

Pero frente a esta avalancha de positivismo, estaba la voz de Angel Goñi, del colectivo Ciencia para el Pueblo, quien rechaza tajantemente que este sistema pueda tener espacio en la ciencia. «Defiendo el crowdfundig para determinadas iniciativas particulares, pero no para la ciencia porque lo que se consigue es poco, quizás para un año o dos de un salario, y a cambio perpetúa la precariedad laboral investigadora; también porque la financiación no puede ser sólo para quien la pueda pagar; y porque de este modo la ciencia se banaliza, se convierte en mercancía para poder vender el proyecto más atractivo, en detrimento de los que tienen menos posibilidad de márketing. Pero sobre todo me opongo porque la ciencia se paga con los impuestos, como la sanidad o la educación. Que una Fundación pública promueva el crowdfunding  científico (dijo en alusión a Precipita) suena como el repago farmacéutico», argumentó Goñi. «¿Se imaginan recaudando fondos de la solidaridad social para operar a alguien en un hospital?», denunció.

Encendió así la forma en el que salió a relucir la necesidad de un código ético que regule este tipo de financiación privada, algo por lo que también abogó Roi Villar, de la plataforma ILoveScience.

Por su parte, algunos de los científicos presentes reconocieron que en general, lo que consiguen financiándose con crownfunding «son migajas», algo simbólico en proyectos de gran envergadura. De hecho, en el Hospital Vall  d’Hebron, por ejemplo, se han conseguido 50.000 euros de un presupuesto total de 40 millones. Suficiente para financiar algunas tesis, eso sí. Otros, como Enrique de la Rosa (compañero de Luisa Redondo en el CIB-CSIC) mostraba su preocupación por la creación de faltas expectativas entre la población a la que se dirigen los mensajes, porque se le vende que con poco dinero se pueden conseguir mucho. «Si usamos el márketing para decir que con 25.000 euros solucionamos un problema grave, mal favor hacemos a ciencia, porque cuando pide mucho más pueden decirle: ¿y para qué quiere tanto?», indicó.

«¿Realmente es necesario que sepamos bailar y cantar para tener financiación para nuestro trabajo?», señaló otro de los presentes, en relación al exitoso vídeo del Institut de Recerca Biomédica (IRB) .«En el fondo más que conseguir fondos, el sistema sirve para visibilizar lo que hacen los científicos, genera conocimiento sobre la investigación entre la sociedad, que es el objetivo de FECYT», argumentaba Gilarranz ante las críticas.

En definitiva, un tema controvertido en cuyo debate quedó claro que pedir donaciones a los ciudadanos, como lo hacen las ONG, no es el camino para financiar el desarrollo científico de un país. Muy al contrario, debe ser una apuesta del Gobierno, aunque del actual no lo ha sido, por lo cual coyunturalmente el sistema «tapa agujeros» que genera esa falta de interés oficial.

Por otro lado, una pregunta me quedó en el aire. ¿la visibilización de la ciencia española debe hacerse pidiendo dinero a quienes queremos que la conozca? ¿No hay otros caminos?  Ahí lo dejo…

Una cosa más:  en el debate participó también Sara Acosta, de la revista Ballena Blanca, un medio de comunicación de información ambiental independiente, que se ha puesto en marcha gracias a la financiación de los lectores que quieren información de calidad y apuestan por ella con sus suscripciones. Pero el encuentro tomó otros derroteros distintos.

 

 

 

 

 

 

 

¿Somos todos enfermos mentales?Entrevista a Allen Frances


El psiquiatra Allen Frances.

El psiquiatra Allen Frances.

“Nos han convencido de que problemas cotidianos son trastornos mentales”

“Hay que tratar los problemas sociales con políticas sociales, no con medicinas”

ROSA M. TRISTÁN

Allen Frances se ha convertido en “un psiquiatra en pie de guerra”. Así ha sido calificado a raíz de la publicación de un libro que ha levantado mucho revuelo en su país: Estados Unidos. En su obra ¿Somos todos enfermos mentales?, editado recientemente por Ariel, el doctor Frances arremete sin piedad contra las compañías farmacéuticas, y tampoco salva de la quema a colegas de profesión que están convirtiendo las dificultades cotidianas a las que se enfrenta el ser humano en trastornos de la mente con el único afán de hacer negocio. El que fuera presidente del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) en su cuarta edición, considerado la Biblia de los psiquiatras en Estados Unidos, lanza ahora un ‘yo acuso’ que quiere ser un grito de alerta hacia los ciudadanos de todo el mundo, víctimas de esta situación de exceso de diagnósticos.

Catedrático emérito en la Universidad de Duke (Durham), Frances asegura que “no estamos más locos” que en el pasado, aunque nos lo quieran hacer creer.

¿Cuál diría usted que es la frontera entre lo que es normal y lo qué no lo es?

Esto es la pregunta más importante, pero también es la más difícil de responder. No hay ninguna línea brillante que os permita separarlo. Las definiciones de enfermedad han sido diluidas progresivamente, y no sólo por la Psiquiatría sino también por el resto de los profesionales de la medicina. No toda la tristeza es un trastorno depresivo mayor, como quieren hacernos creer. No todas las preocupaciones son un trastorno de ansiedad generalizada. Y no todos los que tienen ligeramente elevados niveles de azúcar en la sangre o presión arterial padecen diabetes o hipertensión. Son límites que están borrosos, y por tanto sujetos a la manipulación. Especialmente, por parte de las compañías farmacéuticas, que quieren ampliar su cuota de mercado y sus ganancias mediante la expansión del Reino de la enfermedad, reduciendo el Reino de lo Normal. Esas grandes compañías han tenido mucho éxito al convencer a los médicos y al público de que problemas que son esperables en la vida cotidiana en realidad se trata de trastornos mentales causados por un desequilibrio químico que ellos se encargan de solucionar.

Entonces ¿cuántas enfermedades nos hemos ‘inventado’ en los últimos 50 años que nos hacen sentir cada vez ‘más locos’?

Unas cuantas, aunque las personas para nada están más locas. Pero es verdad que esa redefinición como trastorno mental de experiencias que eran parte de la vida cotidiana ha sido útil para algunas personas que han sido etiquetadas como pacientes y que se sienten consoladas al tener un diagnóstico. Tener ese diagnóstico hace que ya no se sientan confundidas, solas y las únicas condenadas a sufrir. Es más, se convencen de que pueden mirar adelante con un tratamiento eficaz. Pero muchos son diagnosticados por problemas temporales que probablemente mejorarían por si solos, sin necesidad de fármacos. Deberíamos reservar los diagnósticos para los problemas que son graves de verdad, los que deterioran la vida porque son perdurables y omnipresentes. Y, en caso de duda, es mejor que haya un infra-diagnostico en lugar de un sobrediagnóstico, como se hace ahora. Darlo con demasiada facilidad puede perseguir a alguien durante toda la vida.

Es cierto que nos estamos acostumbrando a confiar en los fármacos como si fueran ‘las píldoras de la felicidad’ ¿Pero la única responsable es la industria? ¿No fallan los controles en los sistemas de salud?

Considero que los principales culpables son los grandes intereses farmacéuticos que gastan decenas de miles de millones de dólares en ‘vendernos’ que estamos mal para luego vendernos también las pastillas que nos curan. Pero es verdad que las definiciones de los desórdenes mentales son demasiado indeterminadas porque a los expertos en esta materia les gusta ver expandido su campo de acción. Además, la mayoría de los fármacos psiquiátricos son prescritos por médicos de Primaria demasiado ocupados que los recetan después de haber pasado apenas siete minutos de consulta con un paciente, al que casi no conocen. Hacer un diagnóstico preciso y real requiere mucho tiempo porque hay gente que va a ver al médico precisamente en su peor día. Es mucho mejor esperar algunas semanas antes de indicar una medicación para ver si todavía es necesaria. A veces son los pacientes los que les empujan a los médicos a que les prescriban una solución rápida, una píldora que probablemente les hará mucho más mal que bien a largo plazo.

¿Qué podemos hacer para protegernos de esa ‘inflación’ farmacológica?

Hay que parar el marketing de las grandes empresas farmacéuticas y volver a educar al público sobre los riesgos que tiene tomar medicinas, hay que reequilibrar las esperanzas que han depositado en los beneficios que pueden obtener de las pastillas. Es algo que funcionó con las grandes compañías de tabaco, que gastaban mucho dinero en promover un producto dañino para la salud. Pero no sólo hay que reeducar al público y domar a las compañías, también hay que concienciar a los profesionales de la medicina. Tenemos que hacerles ver que, excepto en casos de enfermedades severas y clásicas, no se puede diagnosticar de un primer vistazo. Y, desde luego, también hay que contar con informar a través de los medios de comunicación, como se está haciendo aquí en Mente Sana.

En su libro comenta que parte del problema es que estamos tratando enfermedades sociales como si fueran individuales ¿A cuáles se refiere?

Para empezar a la educación. Deberíamos dedicar mucho más dinero a las escuelas para reducir el número de alumnos por clase y, a la vez, aumentar los periodos de actividad física de los niños. Sería un buen modo de reducir los miles de millones de dólares que hoy se están gastando en la medicación para el trastorno por déficit de atención, que está sobrediagnosticado. Se considera enfermedad mental la inmadurez normal de un niño. Otra enfermedad social es el desempleo, y ahí sería bueno ofrecer mejores servicios para los parados, en lugar considerar un diagnóstico de gran trastorno depresivo como un prerrequisito para conseguir mayores prestaciones. En Estados Unidos también deberíamos facilitar la transición  a la vida normal de los veteranos de guerra, pero sin necesidad de que antes tengan que presentar un diagnóstico de trastorno por estrés postraumático, como ocurre ahora. Y así sucesivamente. Hay que tratar los problemas sociales con políticas sociales. No se trata de medicalizar con un tratamiento a la víctima individual.

Las nuevas tecnologías, las redes sociales… ¿Están afectando negativamente a nuestra mente o simplemente están cambiando nuestro comportamiento?
Creo que la naturaleza humana es extraordinariamente estable y resistente. El mundo cambia mucho, pero la mayoría de las personas responden con flexibilidad a estas transformaciones. Cuando se producen aumentos súbitos del autismo o del trastorno por déficit de atención debemos buscar la razón en las modas por esos diagnósticos, no en que los niños estén enfermando. Y cuando todo el mundo parece tener de repente un desorden mental, eso significa que mucha gente está siendo alterada. Un diagnóstico apropiado puede hacer mucho bien, pero uno incorrecto lleva a un tratamiento erróneo, a menudo innecesario, que genera estigma y reduce las expectativas de esa persona.

Sus críticas no han sentado muy bien ¿Qué diría a sus colegas los psiquiatras?

La Psiquiatría es una profesión noble y fascinante que ha perdido un poco su manera de hacer las cosas, convirtiéndose en una disciplina biológicamente reduccionista, demasiado dependiente de la farmacología. Tenemos que volver a un modelo que sea bio/psico/social, que es el que proporciona una perspectiva tridimensional de las personas que tratamos en las consultas. Y  no debemos olvidar que una relación fuerte entre el médico y el paciente es la base de cada tratamiento acertado.

Recientemente comentaba en la red social Twitter que cada año hay  815.000 suicidios en todo el mundo, en comparación con las 310.000 muertes provocadas en conflictos armados. Pero poco se habla de ello ¿Cuál es la razón de esas cifras tan espeluznantes?

La cuestión es que el público tiende a reaccionar demasiado ante los titulares que son más dramáticos y muy poco ante los grandes riesgos que se ocultan en la vida cotidiana. El último ejemplo sobre esto es el caso del ébola. Ciertamente es un problema muy grave de salud, es una tragedia para las personas involucradas en su tratamiento y es, sobre todo, un desastre para África. Pero en el mundo Occidental, los riesgos de infectarse del virus del ébola palidecen en comparación con el riesgo de sufrir un accidente de tráfico, o con el riesgo de un suicidio. En el mundo entero los servicios de salud mental están enormemente infrautilizados porque se subestiman absolutamente los riesgos y los costos de las enfermedades mentales auténticas. Gastamos muchísimo más dinero en armas y en el comercio de la guerra, que son los que luego generan problemas que son complicados de resolver. Deberíamos hacer mucho más por la enfermedad mental, primero por compasión hacia quien la sufre, pero también porque tiene un beneficio práctico a nivel social y económico.

«¿Somos todos enfermos mentales?”

El libro recoge en análisis de una nueva y temible enfermedad: la medicalización de la normalidad.  A raíz de los cambios en el manual que utilizarán los psiquiatras de su país en los próximos años, el autor analiza la diferencia entre lo normal y lo que no lo es. Explica las “modas” psiquiátricas a través de la Historia y ofrece soluciones para controlar la llamada “inflación diagnóstica”. “Antes una persona podía penar el duelo de una muerte largo tiempo y se entendía; ahora en una semanas se considera un trastorno depresivo”, afirma. Desenmascarar las razones de ello es el objetivo de esta obra.

(publicado en MENTE SANA)

 

Embotellar un acuífero, ¿y luego qué?


ROSA M. TRISTÁN
(Publicado en El Huffington Post)

A la Tierra le faltaba una letra, y con mayúscula. Es la ‘R’ de la Responsabilidad, que es la que se echa en falta en la actividad de algunas empresas en el extranjero y la que, coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente, la organización Alianza por la Solidaridad quiere poner sobre la mesa. Por ello su campaña es TIERRRA, con tres erres. Y es que suma la ‘R’ de la ‘Responsabilidad’, que se echa en falta en las inversiones que generan acaparamientos de tierras y de agua, contaminación, inseguridad alimentaria… En definitiva, expolio de recursos naturales de comunidades que sufren más sus consecuencias cuanto más frágil es el reconocimiento de sus derechos en sus países.

Así son algunos de los casos que está documentado Alianza en varios países de Centroamérica, si bien la ONG quiere poner el foco en que la Rentabilidad, que también empieza por erre, no tiene por qué estar reñida con lo anterior, como ya expliqué en un artículo .

Cuando se trata de grandes multinacionales, como Coca Cola o SabMiller, que tienen grandes beneficios económicos, la movilización de las comunidades está más que justificada. La investigación realizada por Alianza revela que un acuífero salvadoreño, en Nejapa, cerca de la capital del país, está en riesgo de quedarse seco si continúa su sobreexplotación por parte de una embotelladora de la marca de refrescos, a su vez propiedad de la cervecera colombo-sudafricana SabMiller. Está en riesgo, pese a que es el acuífero que da agua potable a miles de personas, que dependen de este recurso para beber. El Foro del Agua, que aglutina a una veintena de organizaciones del país, llevan tiempo pidiendo su protección.

El estudio señala que si se lleva a cabo la ampliación de la planta propuesta por esta empresa en 2013, se sobreexplotará el 200% de la capacidad de recarga anual de esas aguas subterráneas, y por tanto llevará a su agotamiento. Es un estudio hidrogeológico que contradice el presentado por la propia empresa (que, por cierto, hasta 2013, y después de casi dos décadas, no hizo ningún estudio de impacto ambiental) y da argumentos de peso a las organizaciones civiles salvadoreñas que se oponen al proyecto.

Algunos podrán decir que a fin de cuentas la empresa no es propiedad de Coca Cola, pero no es menos cierto que es allí donde se producen sus refrescos y, por tanto, en sus manos está poder paralizar esta ampliación y, de paso, cumplir su compromiso de reducir un 20% su consumo de agua a nivel mundial, o de devolver a la naturaleza cada gota que consume, y donde es necesario. En este caso, en Nejapa.

No está de más recordar que El Salvador es considerado el segundo país más deforestado de América Latina después de Haití y hay informes internacionales (del Banco Mundial) que señalan que el 90% de su agua superficial está contaminada, lo que incrementa más si cabe el valor de los acuíferos.

Tampoco está de más insistir en este Día Mundial que debido al cambio climático estas aguas ‘invisibles’, pero fundamentales para la Humanidad, cada vez se recargan con más dificultad, como ha demostrado el Panel Internacional del Cambio Climático de Naciones Unidas. Llueve menos en muchas zonas del planeta y la deforestación y la desertificación favorece que el agua cada vez se infiltre menos. Por el contrario, el consumo de agua en el mundo casi se ha duplicado en los últimos 50 años y se estima, según datos de la Unesco, que entre el 15 y el 18% proviene de esas aguas que no se ven.

En el país centroamericano, en concreto, son habituales las noticias sobre las consecuencias de sequías que ya están dejando sin alimentos a decenas de miles de personas, como la que tuvo lugar el pasado año. ¿Es lógico que en estas circunstancias se sobreexplote un acuífero? ¿Es aceptable que pese a la movilización social en la zona no se renuncie a la ampliación de un negocio?

Sin embargo, con TieRRRa, Alianza no quiere sólo denunciar casos concretos de irresponsabilidad y ponerles freno, como el que ha detectado en El Salvador. En el objetivo tiene, fundamentalmente, que se pongan en marcha mecanismos en las empresas, los gobiernos y las instituciones que financian estos y otros negocios para puedan ser rentables, para que generen desarrollo sin vulnerar los derechos humanos, sin afectar a un medio ambiente ya en crisis.

Por lo pronto, en Alianza por la Solidaridad piden una firma para ayudar a frenar la sobreexplotación de este acuífero que está siendo embotellado en Nejapa. Juntos, podemos ayudar a conseguirlo.