ROSA M. TRISTÁN
Cuando hace mucho tiempo decidí el periodismo como profesión no podía imaginar los vericuetos que habría en ese camino. Como para tantos, los primeros pasos fueron en un pequeño sendero con no pocos baches y algunos desvíos equivocados. Tras no poco esfuerzo, acabé llegando a lo que comenzó siendo una carretera comarcal y acabó convirtiéndose en una autopista, llamada EL MUNDO, donde logré mantener una velocidad constante mucho tiempo. En 2012, y en un proceso similar al que ocurrió en España con las de peaje, aquella vía de comunicación se tambaleó en una crisis en la que se confabularon muchos factores, y el movimiento sísmico, también llamado ERE, acabó expulsándome a un terreno que a simple vista parecía baldío.
Fue entonces cuando este Laboratorio para Sapiens se convirtió en un refugio que gracias a vosotros, los lectores, creció y abrió en el horizonte nuevas sendas. Bifurcaciones que me llevaron de la televisión a la radio, de revisas y periódicos semanales y digitales. En todo ellos traté de no perder el rumbo ni el empeño por mantener un espíritu crítico e inconformista frente a una realidad global demasiado imperfecta. Y también por conocer el trabajo de todos aquellos que ayudan a mejorar la vida en este pequeño y valioso planeta.
Ahora, en este 2015 ya estrenado, pero aún poco usado, ese camino me ha llevado hasta una gran puerta: la de Alianza por la Solidaridad, una organización no gubernamental que parece joven, pues se fundó como tal en 2013, pero que es una adulta con muchos años de experiencia, ya que es la suma de fuerzas de otras tres grandes organizaciones, con décadas de trabajo a sus espaldas: Habitáfrica, Ipade y Solidaridad Internacional.
Y me lleva hasta ahí para entrar y dedicarme a una labor tan gratificante como es trabajar para dar a conocer al resto del mundo, como coordinadora de comunicación, el trabajo que desempeña esta organización en África, en América, en Oriente Próximo o en Europa «para conseguir un mundo mejor y más sostenible para todas y todos, sin importar donde hayan nacido o donde decidan vivir». Ayudar a hacer aliados contra ese absurdo crecimiento económico «sin fronteras» que está poniendo en un brete los derechos humanos en muchos países, y contra el que Alianza lucha ayuda fortaleciendo las asociaciones locales. Ayudar a hacer aliados por los derechos de las mujeres, porque parece que para esta batalla casi nunca «es el momento», pero mientras siguen sufriendo violencia, miseria y muerte. Ayudar a que la sociedad colabore en paliar, y ser posible evitar, los efectos de desastres humanitarios que dejan tantas víctimas en el camino. Ayudar a que se apoye un desarrollo de esos pueblos, casi siempre olvidados, local y sostenible, porque es la única alternativa sabia que hay para el futuro.
Hay un gran equipo humano detrás de todos estos proyectos en Alianza por la Solidaridad y en sus socias, y están logrando abrir, aunque sea a miles de kilómetros, caminos para que muchas gentes vean en su horizonte una salida. Es una tarea que consiguen pese a que los recursos públicos con los que cuentan son cada vez más exiguos, porque resulta que para este año el Gobierno de España dedica apenas el 0,17% del PIB a ayuda al desarrollo (¡Qué lejos estamos de aquella gigantesca acampada por el 0,7% hace ahora 20 años!). Y lo consiguen porque en la otra cara de esa moneda ‘oficial’ está la cara de la solidaridad de quienes creen firmemente que se pueden cambiar las cosas si se apuesta por ello. Porque aún somos muchos, y debemos ser más, los que pensamos que su salida depende de cada uno de nosotros, como la nuestra está ligada a la suya .
No hay que olvidar que es una solidaridad que viene de antiguo (en los yacimientos de Atapuerca han descubierto que hace medio millón de años, los ancestros humanos ya cuidaban de los ancianos y de los niños enfermos), porque el altruismo y la cooperación nos ayudaron en el pasado a llegar a ser lo que somos, aunque en algún momento nos perdimos, liados en el entramado de consumismo y el expolio.
Esta solidaridad que busca aliados, y que ya tenía su hueco en este Laboratorio -porque contar con ella era imprescindible su identidad-, tendrá desde hoy más metros cuadrados, entre probetas llenas de medio ambiente, de investigaciones científicas y reflexiones personales.
Ahora, abro la puerta de Alianza por la Solidaridad y entro.
Os espero.