ROSA M. TRISTÁN
PUBLICADO EN EL HUFFINGTON POST
La cueva de Altamira es más grande de lo que se pensaba y su Sala de Polícromos, donde se encuentran las pinturas rupestres, más pequeña. Así lo concluyen las nuevas técnicas de imagen aplicadas en su interior por el equipo SIGAREP, unos resultados que ayudarán a comprender con más precisión lo que ocurre en la caverna. En concreto, la famosa cueva cántabra tiene un 19% más de superficie de lo que se había topografiado hasta ahora, lo que son 723 metros cuadrados más. Por contra, el espacio en el que está el famoso techo, cuenta con un volumen total de 286 metros cúbicos, un 15% menos que la cifra utilizada hasta ahora.
Así lo aseguran los miembros del proyecto SIGAREP, que hace un año estuvieron 50 horas trabajando en su interior, aplicando las nuevas tecnologías que ha desarrollado, gracias a un proyecto financiado por el Ministerio de Cultura y la Unesco. SIGAREP es el mismo equipo que recientemente hizo públicas, a través de Laboratorio para Sapiens, 450 nuevas pinturas rupestres en la cercara Cueva del Castillo y logró realizar este nuevo trabajo tras conseguir una subvención del Ministerio de Cultura a través del Ayuntamiento de Santillana del Mar. Sus conclusiones se presentaron en el Congreso de la Unión Internacional de Ciencias Prehistórias y Protohistóricas (UISPP), celebrado en Burgos a comienzos de septiembre.

Planta real de la Cueva de Altamira. En rojo, como estaba registrado, y en negro cómo es. Los cuadrados amplían las zonas nuevas. |ASFIMAGEN
Los investigadores de SIGAREP aseguran que bajaron y topografiaron en una sima de Altamira donde no se había entrado desde hace décadas y que han conseguido la más completa ‘planta’ de la cueva que acoge a unas pinturas paleolíticas famosas en todo el mundo. En concreto, topografiaron una galería de 20 metros que no estaba registrada, así como otros espacios que no figuraban en documentos cartográficos anteriores. «La nueva topografía reduce el volumen de polícromos en relación con el tamaño de la cueva, cambia las distancias y las morfologías», apunta José Latova, miembro del equipo.
SIGAREP había propuesto aplicar la misma tecnología en Altamira que la que ha permitido encontrar nuevas pinturas rupestres en El Castillo y en otras cuevas de la meseta. Su proyecto completo tenía tres objetivos: tener un modelo en 3D de toda la cavidad, realizar una giga-orto-imagen del Techo de Polícromos (una imagen desde un plano ortogonal a escala real) y hacer también micro-imágenes de las bacterias en 3D ‘in situ’, para ver con gran detalle su evolución en extensión y en volumen. «Al final se aprobó la parte de realizar trabajos de topografía, la orto-imagen del Techo y algunas pruebas con las bacterias en 3D, así como análisis de una pintura menor. En esas 50 horas, fuimos con un cuidado extremo, incluso probamos diferentes trajes para probar cuál dejaba menos huella térmica», explica Latova, un experto fotógrafo del Patrimonio.
Aplicando nuevas técnicas de imagen, con la empresa GIM-Geomatics, lograron un escaneado de la cueva con dos milímetros de resolución y en el Techo de Polícromos alcanzaron un milímetro «La orto-imagen del Techo de Polícromos, con una resolución de 16 pixeles por mm2, la hemos proyectado en un plano que tiene en cuenta la inclinación del techo, que es de 7,824º; antes no se tenía en cuenta, lo que hacía que las figuras se vieran deformadas. En total, tomamos 560 fotos, que se ajustan en la fotogrametría. Con este material, es posible ver imágenes del pasado y comparar matemáticamente las pérdidas de pigmento, la estalagtitas, etcétera», explican en SIGAREP.
En una pequeña fractura de roca (diaclasa) de la galería principal, el equipo puso a prueba su análisis multiespectral para la ‘visibilización’ de arte rupestre oculto, sacando a la luz una pintura que estaba prácticamente desaparecida para el ojo humano.
Además, durante esas 5o horas, realizaron un modelo en 3D del exterior de Altamira, para poder saber a cuántos metros de distancia se encuentra la sala de Polícromos de la superficie; y también tomaron imágenes en 3D en un área de cinco centímetros cuadrados cubierta de bacterias, que se ven con una asombrosa precisión.
«Este trabajo permitirá contar con un mayor conocimiento en el movimiento del agua que está deteriorando las pinturas de hace 15.000 o más años, lo que, a su vez, permitirá hacer un plan de conservación preventiva lo más preciso posible. El tamaño de las cavidades afecta a la concentración de humedad y la temperatura. Cuando el actual equipo de investigación de Altamira, dirigido por el suizo Gaël de Guichen, inició sus trabajos en 2012 les ofrecimos colaborar, pero finalmente este trabajo ha sido independiente. Ahora nuestro objetivo, es poder seguir con el escaneo de cinco cuevas cercanas para tener caracterizado todo el sistema kárstico y también nos gustaría hacer un análisis multiespectral del Techo de Polícromos que permita ver todo lo que hay», señala Latova.
El equipo de investigación que dirige De Guichen inició en agosto de 2012 un proyecto que cuesta en torno a un millón de euros y que reabrió Altamira (tras 12 años cerradas) a visitas experimentales, en principio hasta septiembre de este año. Ese plazo fue ampliado seis meses, hasta febrero de 2015, después de que los investigadores señalaran en su informe preliminar de conclusiones que necesitaban más tiempo. En esas conclusiones provisionales se indicaba que esas visitas apenas tenían impacto sobre las pinturas porque su deterioro es fruto de un proceso natural.
No lo cree así la Unesco, que ha advertido recientemente que en esta cueva (Patrimonio de la Humanidad) «las visitas son un factor de riesgo que pueden modificar los factores ambientales». Así lo señala en el informe bianual del Comité de Patrimonio Mundial hecho público a finales de octubre. Y tampoco lo creían los expertos del CSIC que trabajaron 10 años en su interior y recomendaron que no se abriera al público.
Pese a que aún no se ha terminado el trabajo de Gaël de Guichen, el Ministerio de Cultura, dirigido por Josë Ignacio Wert, ya ha remitido a la Unesco su ‘plan’ de visitas para Altamira, como adelantaba EL PAÍS hace unos días. Se desconoce si ese ‘plan’ mantiene únicamente cinco visitas a la semana, es decir, 325 al año, una cifra que no parece que vaya a atraer a miles turistas cada año, ni a «poner a disposición de todos los ciudadanos» ese Patrimonio, como también se ha señalado desde instancias oficiales. Si el número aumenta, los trabajos realizados no servirán.
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