
Fiordo del sur de Groenlandia, donde los residuos eléctricos y electrónicos acaban en el mar Ártico sin ningún tipo de tratamiento. Asi lo ví hace un año. Y así sigue. |@ROSA M. TRISTÁN
ROSA M. TRISTÁN
Cuando hace un año estuve en Groenlandia hubo una imagen que me dejó tan impactada como su fascinante belleza. Junto a un fiordo espectacular se acumulaban toneladas de residuos: coches, bidones de combustible (cuyos restos fluían hacia el agua por el que navegaban los icebergs) y centenares de aparatos eléctricos (lavadoras, frigoríficos, planchas, ordenadores…) cuyos componentes ensuciaban la prístina majestuosidad del entorno. Casi 12 meses más tarde, conocí a la documentalista Cosima Dannonitzer, pues tuve la suerte de presentar su documental ‘Comprar, tirar, comprar’ sobre la obsolescencia programada en unas jornadas de Mediapro en el Matadero de Madrid. Allí me habló de su último trabajo, sobre el que conversamos en esta entrevista, y la imagen de aquel lugar hermoso y trágico me volvió a la mente.
Si Dinamarca les vende tanta tecnología en Groenlandia, si un país tan avanzado y tan europeo lleva toneladas de máquinas a este paraíso natural…. ¿por qué no gestiona la basura en la que se convierte poco después, en buena parte por esa llamada obsolescencia programada? Nadie supo darme otra respuesta que ésta: «Pasan, les resulta muy costoso llevársela».
En aquel vertedero ví algunas mujeres de la ciudad cercana que iban a la búsqueda de esa pieza rota para la que no encontraban recambio. «Es nuestra ferretería, aunque no es fácil dar con lo que necesitamos», decían. Sabían que no lo encontraban, en unos días otro aparato aumentaría la montaña de porquería tecnológica. Aún estando a la vista, y con acceso libre, cuando comencé a tirar estas fotos, los responsables de tan infame vertedero vinieron hacia mí con mala cara, amenazantes. No pude hablar con ellos, imposible averiguar porque no hay una normativa que impida ese desastre, un estudio que hable del impacto ambiental y personal de esos vertederos en los peces ingieren químicos que luego se come la población, o las focas que luego ingieren los osos polares.
Aprovecho ahora la entrevista a Cosima Dannonitzer para publicar algunas de las fotos que ilustran bien de lo que hablamos. No es África, no es China. Eso es Europa del norte, el Ártico. Al ser humano le cuesta dejar un rincón incólume.
Incluyo también el reportaje que publiqué en EL MUNDO sobre este asunto: BASURA ELECTRONCIA EL MUNDO
Entrevista aquí: PUBLICADA EN ESCUELA
Los documentales de la joven realizadora alemana Cosima Dannoritzer siempre sorprenden. En 2011, con ‘Comprar, tirar, comprar’ puso el dedo en la llaga de la denominada ‘obsolescencia programada’, esa reducción deliberada de la vida de los productos, planificada para incrementar el consumo. Ahora, en 2014, ha vuelto a la carga con una nueva película documental titulada ‘La tragedia electrónica’, estrenada recientemente y premiada ya en varios festivales. Dannoritzer está convencida de la importancia de informar de los fallos de un sistema de reciclaje que creemos infalible, a la vez que se conciencia, desde temprana edad, sobre la segunda vida de esas maquinitas que se cambian tan alegremente, una cara oculta que está pintada de miseria y enfermedad.
¿Este segundo documental sobre la basura era inevitable después del primero?
La obsolescencia programada es un sistema bueno para la Economía, pero muy malo a largo plazo para el planeta, porque supone gastar recursos para producir una y otra vez lo mismo. Con ese trabajo fuimos a un vertedero en Ghana donde los niños se contaminan recuperando cobre y otros materiales de nuestros aparatos. Mucha gente se preguntó entonces cómo era posible que los residuos acabaran en África si tenemos plantas de reciclaje, leyes, controles en los puertos, acuerdos internacionales… Si cuando compramos un aparato, pagamos una sobretasa para el reciclaje. Queríamos contestar a esa pregunta.
El documental refleja que hay grandes fallos. ¿Qué podemos hacer los consumidores?
Efectivamente, comprobé que en cada paso hay fallos que van sumando. La primera cosa sería producir menos, y eso supone un cambio de conciencia. Debemos ser conscientes de que nuestra tableta o nuestro móvil son máquinas muy tóxicas, con una vida larga como residuo. También sería importante proteger más los ‘puntos verdes o blancos’ adonde se llevan y donde hay robos, que dan igual porque se considera basura. Pero no es así. En realidad podrían ser un tesoro de recursos para reutilizar; a la vez es material tóxico que hay que tratar con cuidado. Así que hoy es una tragedia. ¿De qué sirven las leyes si no se aplican? Ahí está la ‘Operación Fragmento’, en 2011, cuando encontraron medio millón de frigoríficos fuera del sistema de reciclaje. En este país se han quitado muchos inspectores y hay plantas de reciclaje sin equipamiento. En Valencia, algunas incluso tienen contratos con chatarrerías porque les sale más barato que reciclar. Eso no puede consentirse.
¿Cómo hacer llegar estos mensajes a los jóvenes?
Creo que los profesores podrían enseñarles lo que tienen dentro sus aparatos en la clase de Química, contarles lo que les pasa a los niños que en África queman esos materiales, que sufren daños en el cerebro y en sus órganos. Deberían explicarles que cuando compran un móvil en una tienda, como consumidores tienen derecho a devolverlo en el mismo lugar cuando ya no lo usan. Hoy los jóvenes tienen entre cinco y 10 aparatos electrónicos en su vida cotidiana. Es evidente que la tecnología nos rodea y la cuestión está en si nosotros la cambiamos a ella o ella a nosotros. Los jóvenes deben ser conscientes de que sus aparatos se pueden reparar, vender de segunda mano, regalar… porque una vez en el contenedor, camino de África, ya no hay remedio.
¿Qué le impactó más durante el rodaje del documental?
Desde luego, los niños que trabajan reciclando lo que tiramos sin pensar. Pero me asusta más que en la UE, donde tenemos leyes y un sistema moderno, haya tantos fallos. Es terrible que alguien se quede con el dinero que pagamos para el reciclaje y que esa basura se venda y llegue a un país donde se recicla sin ningún equipamiento protector, algo que en Europa estaría penalizado. Pero es una cadena y se la pasamos al más débil. En China, es abrumadora la cantidad de material que les llega de todo el mundo. Es el gran basurero del planeta.
¿Tuvo problemas para grabar?
Si, en España. Los políticos no querían aparecer ante la cámara para admitir que hay un problema. Pero, si no lo denuncian quienes tienen el poder, si cierran los ojos, nadie se enterará. El Ministerio de Medio Ambiente nos comentó que no tenía la culpa si la gente dejaba cosas en la calle, pero no es así; es el sistema el que falla. Tenemos pruebas recogidas con cámara secreta de que se desvía el material que va a las plantas de reciclaje. Algunas cadenas, como Carrefour, tampoco nos atendieron. Llegaron a decir que los africanos o chinos quieren esos materiales. Y entonces ¿por qué no les enviamos el dinero del reciclaje y que lo hagan allí bien? En el fondo es corrupción: me quedo con el dinero y no lo hago.
¿Cuál es la situación de España en el ranking de la basura electrónica?
Es de los peores. La UE hizo un estudio hace unos años y el resultado era que en Europa no se reciclan dos tercios de la basura electrónica, pero en España, OCU hizo una prueba colocando chips en varios aparatos y el 75% no acabó en plantas de reciclaje. Incluso una vez dentro, volvían a salir. Y cada máquina que no vuelve al sistema es preocupante. Igual estas plantas deberían cobrar por aparato reciclado y no por adelantado. Como señalaba, nos olvidamos que cada ordenador y cada móvil contiene oro, plata, cobres… Metales que son escasos y caros y que dejamos escapar Europa. Es más, luego se gasta dinero en importar estos metales que van a la basura.
¿Qué acogida está teniendo ‘La tragedia electrónica’?
Muy buena. Ya ha sido premiado en algún festival e invitado a muchos otros; lo han emitido en TVE y nos lo piden en universidades y ayuntamientos. Sería interesante que se viera también en centros educativos, porque lo pueden pedir a la productora (Media 3.14). Además, tenemos una página en Facebook, abierta a todos los que quieran comentar y debatir conmigo sobre el tema. La diferencia por países es curiosa. En Alemania hay fuertes asociaciones de consumidores; en Francia se vuelcan en política y tienen un partido del decrecimiento, en Estados Unidos hacen demanda colectivas y aquí los ciudadanos funcionan las redes sociales, como si no se fiaran del sistema oficial.
¿Cuál será su próximo proyecto?
Aún está en esbozo, pero será sobre la rapidez de la toma de decisiones: las compras, la política, los viajes… Es la vida moderna, adonde vamos y si somos conscientes de ello. Pero hay que buscar financiación, y aquí está difícil porque se ponen pocos documentales en antena. Pero es una buena herramienta de divulgación, mucho mejor que leer un aburrido informe.
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