ROSA M. TRISTÁN
Algunos días de la vida valen por varios. No sabría decir cuántos, pero con ellos no valen las actuales dimensiones del tiempo. El primer día de la segunda edición del Festival Starmus en Tenerife (Canarias) ha sido uno de ellos. El astrofísico de origen armenio Garik Isreaelian lo ha conseguido de nuevo: ha reunido en la isla que es un volcán a algunas de las figuras más importantes de la historia de la ciencia que hoy vivimos. Es difícil establecer jerarquías en estos niveles de conocimiento pero, sin duda, el físico y catedrático de Cambridge Stephen Hawking es el que más expectación ha levantado. Pocos pueden jactarse de comprender sus teorías sobre cómo funciona el Universo o sobre los agujeros negros, pero su figura incrustrada en una silla de ruedas, con los mecanismos que le permiten comunicar al exterior sus ideas, están ligadas en el imaginario colectivo a la imagen de la sabiduría.
Desde luego que poder acercarse a él, que no conversar, ya es un acontecimiento. Y así lo viví este lunes, al poco de comenzar oficialmente el festival, cuando su asistente le colocó entre el público, a escasos metros de donde yo aba, para que, como uno más, atendieran las conferencias de sus colegas.
Pero el día había comenzado mucho antes. Ya desde primera hora, podía verse al biólogo británico Richard Dawkins pasearse por la recepción del complejo hotelero. Y no lejos andaba el Nobel de Fïsica Harold Kroto, responsable de haber encontrado las moléculas más pequeñas que se conocen, como me explicaba Rafael Rebolo, director del Instituto de Astrofísica de Canarias, que también andaba por allí; por cierto no muy lejos del cosmonauta ruso Alexei Leonov, que salía acompañado de su familia a dar una vuelta… ¿En qué otro lugar del mundo puede ocurrir algo así?
La mañana, transcurrió en un suspiro entre saludos, acreditaciones y primeros contactos, porque en Starmus las actividades empiezan pronto por la tarde y había que ir pronto a coger buen sitio. «Hemos vendido las 400 entradas, pero ha sido todo en los últimos días y eso nos ha desbordado la organización», reconocía Israelian, que iba de un lado a otro «apagando fuegos». Menos mal que este año ha logrado el patrocinio del Gobierno Canario, que ha descubierto, por fin, que Starmus es el reclamo perfecto al turismo del conocimiento, frente al turismo barato de los tour operadores, destrozador de playas y costas.
A las tres ya estaba casi todo el mundo en su sitio, esperando la inauguración. Qué mejor lugar que junto a Dawkins, y aprovechar para pedir una entrevista con él, el anatema de los católicos. Él era uno de los cuatro ponentes, de la tarde, entre el novel Robert Wilson, quien nos descubrió el eco del Big Bang, y Katerina Harvati, que nos habló de los neandertales, pero que no aportó nada nuevo a lo que ya se sabe, pero hizo un escueto resumen de décadas de investigaciones. También le tocaba al editor de la revista Astronomía, David Eicher.
Una pena que no haya tiempo para el debate después de las ponencias porque entre el público hay muchos investigadores venidos de medio mundo, y más de 90 periodistas, también de muchos países, y aficionados a la astronomía.. Pero Starmus no es un congreso científico, es un festival científico, como recuerda Brian May, que tanto nos hizo disfrutar con su guitarra en el grupo Queen. Y aún lo hará, este mismo sábado..
Para cuando la jornada termina, Hawking ya se ha ido sin hacer ruido…Aún volveré a verle, en la cena de gala que no quiere perderse pese a que acaba cerca de la medianoche, acompañado de Rebolo.
Starmus es un lujo para el cerebro.
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Tuve oportunidad de leer el libro El Origen del Universo de Hawking hace años y me alegró volver a encontrarlo en este espacio, todavía con entusiasmo para participar en eventos científicos de nivel, marcando con sus descubrimientos y teorías una nueva etapa en la historia de la ciencia del universo.
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Un lujo tú y tus crónicas para nuestro cerebro. Muchas gracias, Rosa.
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