Érase un pueblo muy pequeño, tanto que el día que murió una viejita se quedó vacío. Estaba colgado de una colina tan estrecha que solo había un lugar por el que caminar sin peligro de caer al vacío: la Calle Única. Las casas, derruidas, se ordenaban en una estricta fila porque la que se salía un poco del único orden posible acababa en un barranco: el de la izquierda o el de la derecha. Ese lugar existe y se llama Ascaso, en Huesca, la aldea pirenaica que hace cuatro años ‘resucitó’ para convertirse en la sede de la Muestra de Cine más pequeña del mundo, un certamen que no deja de crecer a medida que la aldea vuelve a la vida.