Libertad Tipológica. Ese extraño binomio de palabras esconde una nueva fórmula que permite encementar en superficie y en altura lo poco salvable que quedaba en uno de los municipios más desastrosos de España en materia de urbanismo. Ajenos a la brutal crisis económica que ha desencadenado en España el ‘boom constructor’, en Torrevieja han descubierto que lo poco que quedaba libre en su primera línea de costa (que no de playa, pues casi no las hay) es perfecto para levantar edificios de gran altura, no moral, sino acumulación de un piso sobre otro.
¡Para qué recordar que en 1829 hubo un gran terremoto!, que reveló que este municipio, entonces de pescadores y hortelanos, está en una falla sísmica. ¡Para qué sacar a la luz ahora que se destruyó el pueblo! ¡Para qué quedarse con una normativa que, por ese motivo, históricamente prohibía más de seis alturas! ¡Qué desfachatez mencionar que hay miles de casas vacías, muchas desahuciada ¿Acaso esas minísculas viviendas interesarían a los nuevos ricos del Este, la gran panacea económica?
Cuando hace unos días volví a Torrevieja, donde hace décadas que mi familia tiene una de esas pequeñas casas, no daba crédito. Nunca pensé que se podría destruir más ese lugar. Estaba equivocada. En el horizonte, mirara para donde mirara, tres monstruosas torres habían crecido de un año para otro en una zona ‘virgen’ de la costa, tres espantosas edificaciones en un paraje llamado Señorío Punta Prima, a escasos metros del mar… A pocos kilómetros, infinidad de obras paradas, cementerios a medio construir. Cemento de desecho.
Al acercarme a la obras, aún en marcha, lo primero que llamó mi atención eran los grandes carteles en ruso e inglés anunciando la venta. Lo segundo, el nombre del responsable de las obras: Construcciones Gomendio. Una coincidencia: es el mismo apellido que el de la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio. Y no es casualidad: es una empresa de la familia.
Necesitaba información, así que contacto con José Manuel Dolón, concejal de Los Verdes de Torrevieja, el mismo grupo municipal (un grupo de dos) que acabó con el ex alcalde corrupto Jose Angel Hernández Mateo (PP). (Abro paréntesis: ¿acabará indultado este señor?).
En un despacho del Ayuntamiento hasta arriba de expedientes, Dolón me va desgranando como una letanía, y sobre un mapa, las nuevas obras que la misteriosa ‘libertad tipológica’ ha permitido poner en marcha en el municipio: a las tres torres que me duelen cada vez que me asomo a la ventana, sumó otras cinco en La Mata, un gran hotel junto a la playa de los Náufragos, más de 10.000 viviendas aprobadas en La Hoya, otras 1.800 en Los Altos, 1.500 en La Coronelita; un macro-restaurante para 2.000 personas… Empacho constructor, hasta reventar. Y después de reventar, también.
Con el mapa en la mano, el concejal me cuenta que va para el 65% del término municipal construido, lo que quitando la laguna natural de Torrevieja, las salineras, la futura planta de basuras y el polígono, debe de ser casi todo lo posible pues el horizonte se pierde en un mar de casas hacia el interior. Eso sí, todas bajas porque aquí estaba prohibido escalar hacia el cielo. Estaba, que ya no.
«Benidorm siempre se ponía como ejemplo de lo peor. Hasta que empezó a escasear el suelo y entonces decidieron modificar en algunos puntos el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para permitir las grandes alturas. Si los informes sísmicos dicen que es peligroso, ya se buscarán técnicos que digan los contrario», afirma Dolón. «Otra cosa es revisar el PGOU en su totalidad, algo que no se hace desde 1986», puntualiza.
Es en esos cambios donde aparece la ‘libertad tipológica’. Un concepto urbanístico que consiste en que el propietario de ‘una manzana’ puede acumular edificabilidad hasta en 24 plantas; si se trata de un ‘uso hotelero’ incluso puede alcanzar los 36 pisos. ¿Y cuándo se aprobó este nuevo tipo de ‘libertad’? Pues en 2009-2010, en plena crisis inmobiliaria.
Durante unos años, pocos, la debacle de la construcción ralentizó, que no paró, la voracidad cementera de los PP-PSOE de Torrevieja, y con ella la puesta en marcha de estos artículos. Pero ‘rebrotó’ en 2013 con nuevos bríos. Las tres torres Gomendio son el mejor ejemplo. «La constructora varió el proyecto urbanizador de Punta Prima sobre la marcha. En la primera fase hizo una zona de edificios bajos, y a quienes las compraron les vendieron que delante también lo serían. Pero ahora tienen tres torres de 10 pisos delante. Querían denunciar por incumplimiento, aunque ahora es legal y no lograrán nada. Gomendio ya tiene vendidos el 60% de los pisos sobre plano a rusos y escandinavos. Aquí da igual el impacto en el paisaje, o la gestión ambiental de toda esa población. Aquí no existe la disciplina urbanística», denuncia el edil de Los Verdes.
Pero eso es algo que no hace falta que me diga. En la urbanización que conozco, no hay vecino que no haya cometido una ilegalidad. El que no se ha apropiado de terreno común para su jardín, ha construido en una azotea una nueva planta. «Haz lo que quieras, que el Ayuntamiento no hará nada», se decía. El ‘Sodoma y Gomorra’ del ladrillo.
«En Torrevieja tenemos 140.000 viviendas y 200.000 habitantes. La mayoría son de segunda residencia. Las que han sido desahuciadas han caído en manos de bancos que las venden a 40.000 euros, o más baratas si se compran por paquetes de hasta 80 casas. Y se venden, porque están tiradas de precio. Pero la miles nuevas casas que se construyen se destinan a rusos y chinos», apunta Dolón. Es algo que cuadra con la presión del Ayuntamiento para ponérselo fácil, como relata una noticia en La Verdad.
Salgo del Ayuntamiento convencida de que dos concejales ‘verdes’ no pueden dar para tanto desaguisado como les rodea. Están solos. Son la única oposición. De hecho, Torrevieja es de los lugares donde PP y PSOE pactaron para gobernar juntos hace unos años.
Salgo indignada porque este país no tiene remedio. Porque el PP en el Telediario sigue asegurando que salimos de la crisis y esta no es la puerta adecuada.
Salgo deprimida porque horas antes, en una cala diminuta, hasta arriba de sombrillas, veía a la gente nadando entre basura, andando por una playa de colillas, tostándose con el ruido de fondo de las excavadoras, con la amenaza de la sombra de las torres Gomendio sobre sus cabezas…y nadie se quejaba. » Venga a Torrevieja, el paraíso de la insostenibilidad».
Tan sólo encontré un rincón que me hizo olvidar donde estaba…
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