ROSA M. TRISTÁN (Publicado en ESCUELA)
“EL MEJOR ANTICONCEPTIVO ES LA EDUCACIÓN DE LAS NIÑAS” “ESTAMOS EN LA CUENTA ATRÁS DE LA BOMBA DE LA SUPERPOBLACIÓN”
El escritor de investigación norteamericano Alan Weisman convirtió ‘El mundo sin nosotros’ en un ‘best seller’ mundial. Aquel libro, publicado en 2007, recogía los testimonios de cientos de expertos de todo el mundo para retratar lo que pasaría en este planeta si nuestra especie dejara de existir. Ahora, en su nueva obra, vuelve a plantear una propuesta que no dejará: la solución a la ‘bomba’ que supone la superpoblación mundial. Se titula ‘La cuenta atrás’ (Editorial Debate) y en ella plantea que la desactivación de ese ‘arma’ de destrucción pasa por la educación, sobre todo de las mujeres. Así lo destaca en esta entrevista con ESCUELA, a su paso por Madrid.
¿Por qué es el momento de ‘La cuenta atrás’?
Este libro viene directamente del anterior, ‘El mundo sin nosotros’, donde concluía que el planeta se recuperaría muy pronto si no existiéramos. Pretendía que los lectores pensaran en convivir con la naturaleza, pero choqué con que cada cuatro días y medio agregamos un millón de personas al planeta. Eso es insostenible, así que decidí dedicar otra investigación al asunto. Si se implantara la política del hijo único, como en China, se reduciría de los 7.200 millones actuales a 1.600 millones de personas a finales de este siglo, y esa cifra daría espacio suficiente para los humanos y otras especies que nuestra abrumadora presencia borra. Pero esa medida china repele porque va contra la naturaleza. Como, además, la medicina evita muchas muertes y nos alarga la vida, ¿qué alternativas aceptables hay? Para averiguarlo visité 21 países. Quería analizar si culturalmente las religiones podrían aceptar un control de la natalidad, porque no hay mucho tiempo.
¿Y lo encontró? En países católicos, como España, el discurso de la Iglesia pone cortapisas. Y en los países en desarrollo.
Es cierto que la historia judeo-cristiana comienza con ‘creced y multiplicaos’ porque cada tribu quería ser más grande que la vecina. Pero José, hijo de Jacob, ya se percató de que el mundo entraba en un ciclo de escasez y aconsejó reducir número de hijos. Ahora, la Iglesia Católica está en un callejón sin salida, lamentablemente. En el siglo XIX perdió su territorio físico y por ello inventó otro tipo de poder sobre las ‘almas’. A Pío IX se le ocurrió la idea de que el Papa es infalible, la voz de Dios, y se prohibió el control de la natalidad porque quería más y más católicos. Cuando en los años 60 surgieron los anticonceptivos, los protestantes lo aprovecharon. Juan XXIII quiso estudiar cuestión y organizó una comisión que votó a favor 69 contra 10; pero para entonces el Papa era Pablo VI y el que luego fue Juan Pablo II le convenció de que era reconocer un error, lo que ponía fin a la infalibilidad. Aun así, en países católicos, como Italia o España, las mujeres tienen menos hijos. Y es así porque aquí su nivel educativo es de los más altos del mundo y el mejor anticonceptivo es la educación femenina.
Algunos demógrafos señalan que a mediados de este siglo se alcanzarán los 9.200 millones de personas y luego bajará.
Sí, pero esas previsiones van cambiando al alza. Ahora ya se habla de que crecerá hasta los 10.900 millones. En el instituto de Estudios Demográfico de Viena calculan que si existiera ahora mismo una educación femenina universal, a mediados de siglo seríamos mil millones de personas. El problema es que no dejamos de contaminar la atmósfera con combustibles fósiles y no tenemos energías renovables extendidas, pero somos adictos a la energía. La manera más eficaz de bajar las emisiones a la atmósfera (y hoy hay más dióxido carbono que hace tres millones de años) es rebajando el número de consumidores.

Niñas en una escuela del estado de Tamil Nadu, India, uno de los paises más superpoblados de la Tierra. | ROSA M. TRISTÁN
¿Y reducir el consumo? Porque los que más emitimos y más alimentos tiramos a la basura somos los que más controlamos la natalidad.
Hoy cualquier persona que nazca necesita techo, combustible, comida… Ya ocupamos el 40% de las tierras no congeladas de la Tierra para alimentarnos, y si seguimos echando al resto de los seres vivos, será fatal para nosotros. Tiene razón en su comentario, pero yo sé qué hacer para frenar el crecimiento de la población, porque existen, pero no hay un condón contra el consumo. Somos adictos. La educación ayuda y debemos vivir de forma más sencilla y más limpia, pero incluso construir más plantas de renovables requiere energía durante 40 años, hasta que lleguen a ser cero emisiones. Estamos atrapados. Por ello, es más eficaz bajar la población.
¿Y las posibilidades de soluciones tecnológicas y científicas? ¿Confía el ser humano demasiado en ellas?
La tecnología siempre tiene repercusiones inesperadas. El fertilizante artificial aumentó la cantidad de plantas porque aprendimos a fijar el nitrógeno al suelo. La población se duplicó dos veces en el siglo XX porque esa Revolución Verde hizo que las plantas doblaran la producción. Pero su inventor, Norman Borlaug , dijo al recibir el Nobel que solucionar la hambruna no bastaba, y el ejemplo es India o Pakistán, ambos creciendo sin parar. Pakistán, con 200 millones, es como Texas, con 26. Eso supone más violencia social. Pero si hay caminos. En Karachi visité una organización islámica que ha creado mil escuelas mixtas en zonas pobres. No hablan de planificación familiar, pero cuando las niñas estudian aplazan su maternidad. Otro ejemplo es Irán, según la ONU el país donde mejor ha funcionado la planificación familiar. Durante la guerra con Irak se potenció una burbuja demográfica, pero el nuevo ayatolá, Jamenei, fue consciente del problema económico que suponía y dictó una fatua a favor de los anticonceptivos. No se prohibía tener hijos, si bien se obligó a que las parejas acudieran a clases prematrimoniales para aprender lo que cuesta tener un hijo. Hoy en Irán, el 60% de los universitarios son mujeres y han llegado al nivel reemplazo: dos niños.
¿Pararemos la cuenta atrás?
Cuando sale un cohete puede llevar una bomba, que es la de la superpoblación. Hemos llegado al momento en el que estamos en la cuenta atrás, y debemos bajar la población a un nivel sostenible durante las próximas generaciones. Según algunos científicos, con una agricultura sana, antes de los químicos que nos están envenenando, éramos 2.000 millones. Incluso si fuéramos 3.000, ya tendríamos la mitad de impacto. La cuestión es que si no dirigimos nosotros esta bomba, lo hará la naturaleza. Y lo podemos hacer por 8.000 millones de dólares, menos que lo gastado EEUU en Irak la década pasada.
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