Camilo José Cela Conde: “La percepción de la belleza nos ayuda a integrarnos socialmente»


(Publicado en ESCUELA)

PALMA DE MALLORCA.-La cita es en la cafetería de una facultad. Camilo José Cela Conde recibe a ESCUELA en su centro de trabajo. Nada hace pensar que ese hombre sencillo, extremadamente afable, ostenta el título de Marqués de Iria Flavia, un nombramiento que Juan Carlos I creó para su padre, como reconocimiento por su dedicación a la Lengua. Ese lustre nobiliario no le ha separado de las aulas, ni de los laboratorios donde investiga los misterios del cerebro humano. Profesor en la Universidad de Baleares, y miembro de la Asociación Americana para el Cultivo de la Ciencia, Cela-Conde está empeñado en descubrir las raíces de nuestra Humanidad en las redes neuronales. Hace unos días salió de imprenta su última obra, una colaboración más con el biólogo Francisco Ayala, “Evolución Humana”.

@ROSA M. TRISTÁN

@ROSA M. TRISTÁN

La entrevista tiene lugar en un despacho de su facultad, a través de cuyas ventanas se disfruta del espectacular paisaje mallorquín. Los árboles, las montañas, los campos labrados…

¿Realmente se puede encontrar el lugar donde percibimos la belleza dentro del cerebro humano?

En eso consiste nuestro trabajo científico. De hecho, hemos llegado a tener un boceto de cómo es la activación de las regiones cerebrales ante algo bello. Y descubrimos que son áreas que se comunican entre ellas activándose y desactivándose, aunque no estén juntas anatómicamente. Ese tipo de conexión funcional nos generaba problemas técnicos, porque requiere el análisis de largas series temporales, así que comenzamos a colaborar con el Instituto de Física del CSIC. Finalmente, hemos podido publicar el primer trabajo en el mundo sobre cómo es la red cerebral que se pone en marcha ante un estímulo bello y cómo se mueve en el segundo y medio que tardamos en el proceso de decidir sobre si nos gusta o no. Realmente, el tiempo que necesita el cerebro para la percepción de la belleza va entre 250 y 750 milisegundos; es un flash, el momento que llamamos ‘aja’. Y una vez tomada esa decisión, consideramos ese estímulo globalmente para justificarla. El psicólogo Jonathan Haidt ha descubierto que los juicios morales siguen ese mismo camino. Primero se acepta o se rechaza algo, y luego se justifica el por qué. Pero nos queda encontrar la dinámica redes cerebrales que nos diga que el juicio estético y moral coinciden; es lo que estamos buscando y para ello hay que hacer un estudio con individuos a los que se les proponen ambos para analizar sus respuestas neuronales.

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¿Cuándo adquirimos esa capacidad de percibir y fascinarnos con la  belleza?

En el camino de la evolución hay un fenómeno llamado exactación que consiste en que se fija un rasgo por unas razones y luego cambia. Puede que la percepción de algo hermoso tenga su origen en la búsqueda de entornos favorables para la supervivencia, que acabaron por considerarse atractivos. Así, los jardines son una recreación del mejor de los mundos posibles cuando éramos Australophitecus en África; y hoy la inmensa mayoría considera más bello un jardín que un párking. Esa percepción de la belleza tiene una gran importancia en la  socialización humana. Es un proceso de integración y por ello los grupos desarrollan cánones compartidos, salvo excepciones.

Ahora la belleza cambia al albur de las modas ¿Cómo nos afecta?

Cambia porque es un concepto dinámico, pero existen universales y esa es la razón por la que hay museos. Además, siempre ha habido cambios. Recuerde que los impresionistas franceses fueron detestados en su época, y que se intentó destruir la Torre Eiffel. Sin embargo, y aunque no hay una única interpretación de las policromías del arte Paleolítico, 30.000 años después siguen siendo hermosas para todo el mundo.

De todos los misterios de nuestro cerebro ¿por qué eligió la belleza?

Porque no lo había hecho nadie antes. Y, sobre todo, porque el sentido de estos proyectos científicos pasa por una tendencia universal humana que es la curiosidad.

Muchos se preguntarán el para qué de estos trabajos

Pueden tener beneficios médicos. Se sabe que los enfermos de Alzheimer, incluso en estados avanzados de la enfermedad, son capaces de hacer juicios estéticos. Siguen diferenciando lo hermoso de lo que no lo es. En mi caso, estudié Filosofía y pronto me interesé por las relaciones entre mente y cerebro. De hecho, mi tesis fue sobre la hipótesis de las ideas innatas de Noam Chomsky en relación con el lenguaje. Y me di cuenta de que debía aprender cómo funcionaba el cerebro si quería llegar a alguna conclusión. Para mí, uno de los aspectos más inquietantes en nuestra evolución es la talla de bifaces o marcas en piedras de hace 350.000 años… Quería saber más y puse en marcha este grupo de investigación.

¿Se siente más investigador o más docente?

No hay separación. Hay que enseñar lo que investigas e investigar en torno a lo que enseñas. Deben ir de la mano. Incluso los que no tienen clase hacen una importante función con los becarios. El primer día empiezo mis clases de Antropología hablando de ácido nucléico y  siempre algún alumno se levanta y me dice: “Yo soy de Humanidades”. Pues bien, contesto que le examinaré en latín.

¿Recuerda algún profesor que influyera en su vocación científica?

No, me caí del caballo cuando conocí a Francisco Ayala y me invitó como profesor a la Universidad de Davis, en EE.UU. Es verdad que tuve un excelente profesor de Biología, pero luego seguí otro camino.

¿Cómo es la formación de los alumnos cuando llegan a la Universidad?

Ha ido a peor. Y la culpa es al 50% de los profesores y 50% de las familias. Debemos enseñar mejor. Yo me tomo muy en serio el Plan Bolonia porque no podemos seguir estando los últimos en todos los informes. Hay que hacer algo, pero probablemente no es lo que se le ha ocurrido a Wert. Algo sí, pero no cualquier cosa.

LIBRO

¿Nos tomamos lo suficientemente en serio la Educación?

No. Ni siquiera lo hacemos con el Estado. Me refiero a que hay aspectos que Occidente entiende que son materia de Estado y no se discuten, como la Sanidad y la Educación, pero aquí son materia frívola de intercambio político para ganar unas elecciones. Y no olvidemos que las redes neuronales las modela la educación porque el cerebro madura aprendiendo. Al menos espero que los que salgan mejor formados puedan encontrar un buen trabajo fuera de España, aquí está difícil. Es más, si tuviera 30 años menos, me habría ido aun siendo catedrático. No por no tener trabajo, sino porque así no se hacen las cosas.

¿Seremos capaces de modelar la complejidad del cerebro humano algún día? 

Sí, pero no hay que olvidar que ese computador estará diseñado por una persona. De hecho yo participo en el proyecto Human Brain Project, que acaba de iniciarse a nivel europeo con ese objetivo. El problema es que simular una columna de células del ratón de 5 milímetros requiere dos días enteros de toda la potencia de cálculo de IBM en Madrid. Nos falta mucho para lograrlo.

Antes de despedirnos, me regala su último libro : «Evoluciñon Humana: el camino hacia nuestra especie», un auténtico tratado para quienes quieren conocer nuestro pasado, basad en los hallazgos más importantes de la Paleontología y la Antropología mundial.

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