Llegan las primeras visitas a Altamira y no puedo por más que volver sobre el asunto, sobre todo tras leer cómo algunos medios de comunicación titulaban, sin sonrojo ninguno, que las pinturas no corren peligro (ABC). Para mí que quien lo escribe sabe más que los científicos, porque resulta que se trata de ‘visitas experimentales’, como después precisan, para ver si realmente los sufrirán o no. Pero es que, además, como recordaba en el post anterior (que ahora amplío) se trata de un experimento viejo, testado y publicado.
Y es que tengo algunos detalles que entonces desconocía: desde 1999 a 2002, cuando se cerraron, se ‘monitorearon’ ni más ni menos que 900 grupos de cinco personas más un guía (como las de ahora) para ver su impacto, que no fue poco, porque las pinturas se pusieron más verdes que una lechuga, y también con manchas blancas, albergando una biodiversidad de hongos que quedó reflejada en este trabajo: SCIENCE, 2011: Paleolithic Art in Peril: Policy and Science Collide at Altamira Cave. El resumen también apareció en SCIENCE: Paleolithic Art in Peril: Policy and Science Collide at Altamira Cave.
Los científicos del CSIC, que eran los únicos que entraron en estos 12 años, siempre fueron extremadamente cuidadosos. Sabían que el movimiento, que su mera respiración, la luz y el calor que ésta genera (iban con pequeñas linternas de cabeza) alteraba el frágil ecosistema, y como resultado de la ausencia humana, (salvo la suya) los hongos se fueron quedando sin comida, hasta que acabaron por no reproducirse y quedarse ahí, a la espera de mejores tiempos.
Ahora, lo primero que sorprende es ver que el nuevo equipo científico, como publica ABC en una imagen que no comenta, ha instalado grandes focos ‘enchufados al techo’ de Altamira. ¡Qué contentas deben estar las cianobacterias! Por fin, han salido de la oscuridad que tanto les molestaba.
Además, por mucho que lleven monos blancos, serán un grupo moviéndose por el lugar y, según dicho artículo científico, las partículas que flotan en cualquier ambiente (también en Altamira) siempre se mueven y van hacia arriba con el aire caliente que generamos, justo hacia el valioso techo. Todo esto me lo cuentan expertos que saben bien de lo que hablan, porque conocen lo que pasa en Altamira. Y yo me pregunto: ¿No es llamativo que las otras dos cuevas famosas por sus pinturas paleolíticas estén cerradas desde hace años? Si, así, es, las de Chauvet y Lascaux, ambas en Francia.
Por otro lado, ¿no hubiera sido mejor esperar unos años, 20, o 30, a que mejorara la tecnología y se entrara sin que la acción humana afecte a ese espacio único, irrepetible? ¿Acaso bastarán 192 personas, las que entren hasta agosto, para llegar a un resultado distinto del que se consiguió con 11.000 en varios años? Es verdad que antes entraban muchas más, pero las mediciones se realizaron en cada uno de los 900 grupos, y el resultado fue el que fue.
Y si el resultado del experimento es negativo en tan escaso periodo de tiempo ¿volverán a cerrarlas en verano, tras la campaña a ‘bombo y platillo’ sobre su apertura? Si insisto en el tema es porque veo que casi todas las informaciones ocultan estos trabajos previos, o los condenan a un párrafo al fin de la noticia.
De momento, es curioso que el ansiado ‘efecto llamada’ no ha funcionado. Por lo visto no había masas esperando a ver si participaban del sorteo de las cinco esperadas entradas antes de abrir las puertas.
Afirman quienes defienden la apertura, que la población tiene derecho a ver las pinturas. Suena bonito. Pues bien, pongamos que un 10% de la población quisiera visitarlas, cuatro millones de personas. Se necesitarían 800.000 semanas, 14.00o años para que pudieran verlas. Para mí que ese no es el objetivo.
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